A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
LiteraturaBiografía

Wells, Herbert George (1866-1946).

Narrador y ensayista británico, nacido en Bromley (en el condado de Kent) en 1886 y fallecido en Londres en 1946. Autor de una extensa y fecunda producción impresa que, tanto en su vertiente creativa como en la reflexiva, aborda sin tapujos los problemas derivados del avance descontrolado de la ciencia y la tecnología, para acabar proponiendo una visión optimista que se encuadra fácilmente dentro de la tradición del humanitarismo liberal inglés, por su novelas fantásticas y utópicas -que fueron las que mayor prestigio literario le granjearon en su tiempo- está considerado como uno de los grandes fundadores del género narrativo de la ciencia ficción, junto al francés Julio Verne. Militante activo, además, en la defensa y difusión del socialismo utópico -fue miembro de la famosa Sociedad Fabiana-, goza de reconocimiento universal por su novela The war of the worlds (La guerra de los mundos, 1898), que dio pie a la célebre dramatización radiofónica emitida por Orson Wells el 30 de octubre de 1938, causante del pánico generalizado entre los oyentes norteamericanos.

Vida.

Nacido en el seno de una familia humilde que subsistía merced a la explotación de un modesto negocio de ferretería, a los catorce años de edad abandonó la escuela por mandato expreso de su madre, quien le obligó a trabajar como dependiente en la pequeña tienda familiar. Ante el fracaso del muchacho en esta primera experiencia laboral, su madre lo envió como aprendiz a un taller textil; pero el joven Herbert George ya había hecho gala de una viva inteligencia natural y una voraz curiosidad intelectual que le animaban a seguir estudiando, por lo que se opuso con fuerza a los designios de su madre y en 1883 consiguió reanudar su formación secundaria, con tal brillantez en este empeño que, sólo un año después -tras haber compaginado los estudios nocturnos con el trabajo durante el día en el propio centro escolar-, ya había obtenido una beca que le permitía matricularse en la Normal School of Science de South Kensington (Londres).

Fue en dicho centro donde conoció a algunos de los maestros que habrían de jugar un papel decisivo en la definitiva maduración de su pensamiento, como el profesor de biología y eminente zoólogo Thomas Henry Huxley, discípulo directo de Darwin -a quien había servido como ayudante en sus labores docentes-, divulgador entusiasta de las teorías darwinista y, pocos años después, abuelo del futuro escritor Aldous Leonard Huxley, llamado a recoger el testigo del propio Herbert George Wells en su faceta de creador de utopías novelescas (como dejó bien patente en su universalmente conocida Brave new world [Un mundo feliz, 1932]). Durante aquel fructífero período de su formación académica, el inquieto muchacho de Bromley sintió también el despertar de su conciencia política y, a la vez, el nacimiento de una acusada vocación literaria que, en su condición de humanista, pronto supo adaptar perfectamente a sus inquietudes científicas y naturalistas. Fue, en efecto, por aquellos años de estudiante cuando comenzó a imbuirse del ideario socialista propalado, entre otros, por William Morris, el poeta, pintor y político de Essex que, a la sazón, pronunciaba inflamados discursos sobre el socialismo utópico en la Kelmscott House (Hammersmith), adonde solía acudir con frecuencia Wells para seguir con atención las soflamas de quien, también, habría de hacer una incursión notable en la novela utópica (News from nowhere [Noticias de ninguna parte, 1891]). Este creciente interés por la política, sumado a su incipiente vocación literaria, llevó asimismo al joven Herbert George a escuchar con auténtica devoción, en la citada Kelmscott House, las no menos entusiastas propuestas de un joven Bernard Shaw que, a la sazón, ya era miembro de la Fabian Society y estaba redactando sus famosos Fabian essays in socialism (Ensayos fabianos, 1889).

Estas nuevas y poderosas inquietudes políticas, sociales y culturales apartaron al futuro escritor de su concentración en los estudios, por lo que en 1887 se vio forzado a abandonar la Normal School of Science sin haber superado los exámenes finales, desposeído de su beca y sin haber logrado ninguna titulación académica oficial. Se halló de repente en la calle y sin oficio alguno, por lo que hubo de recurrir con urgencia al ejercicio de la docencia en una mediocre escuela provinciana, donde empezó a obtener unos modestos ingresos que le permitieron subsistir durante algunos meses; pero entonces contrajo una grave afección pulmonar que le obligó a abandonar las aulas y someterse a un largo período de reposo y convalecencia, reclusión que fue aprovechada por el maltrecho Wells para dar forma a su primera novela, Lady Falkland's Companion -obra que nunca llegó a pasar por la imprenta-, así como a una primera versión de la que más tarde habría de convertirse en una de sus narraciones más célebres, The time machine (La máquina del tiempo, 1895).

Repuesto, en fin, de la grave dolencia que le había retenido en cama durante varios meses, en 1888 volvió al ejercicio activo de la docencia, primero en una pequeña escuela particular y, poco después, en una academia dedicada a la preparación de exámenes de grado (o licenciatura), donde aprovechó la necesaria preparación de las clases para preparar, a su vez, su propio examen de graduación, que había dejado en suspenso tras su expulsión de la la Normal School of Science de South Kensington. Finalmente, en 1890 obtuvo el título de graduado en Zoología por la Universidad de Londres con la máxima calificación, lo que le permitió encauzar su trayectoria docente con mayores ambiciones y, una vez asentado en un mejor puesto profesional, contraer matrimonio con su prima Isabel Mary Wells (1891). Pero pronto advirtió el fracaso de este enlace conyugal, por lo que abandonó a su esposa y se amancebó con una de sus alumnas, Amy Catherine ("Jane") Robbins, con la que acabaría contrayendo segundas nupcias en 1895, tan pronto como hubo conseguido el divorcio de su primer matrimonio. Durante algún tiempo, vivió felizmente en compañía de su nueva esposa, que le dio dos hijos varones, George Philip (1901) y Frank Richard (1903); pero ello no le impidió protagonizar diferentes escarceos amorosos fuera de su hogar, y criticar con firmeza -desde su pensamiento radicalmente libre- las ataduras del matrimonio convencional.

Por aquellos primeros años de la década de los noventa, Herbert George Wells vivió entregado de lleno a sus tareas docentes, hasta que una nueva recaída grave en su antigua enfermedad volvió a apartarle de la enseñanza en 1893. Obligado, entonces, a ganarse la vida por otros medios, halló una buena fuente de ingresos en los rendimientos producidos por los artículos que comenzó a publicar en diferentes rotativos y revistas, como The Saturday Review (dirigida entonces con singular acierto por el escritor y periodista irlandés -aunque luego nacionalizado estadounidense- Frank Harris) y The Pall Mall Gazette. A partir de entonces -y ayudado decisivamente por el éxito de sus primeras novelas, aparecidas a mediados de los años noventa-, se consagró de lleno a la creación literaria en su vida profesional, aunque simultaneó el cultivo de la escritura con su vocacional actividad política, desarrollada primero en el seno de la citada Fabian Society (en la que formalizó su ingreso en 1903) y, ya bien entrada el nuevo siglo, en las filas del Partido Laborista, dentro de cuyas listas electorales llegó a presentarse como candidato a la Cámara de los Comunes en los comicios de 1922 (aunque su talante audaz, impulsivo e independiente le creó muchas enemistades entre sus propios correligionarios).

Unos años antes, el violento estallido de la I Guerra Mundial había llevado a Herbert George Wells a clamar en sus escritos novelescos, periodísticos y ensayísticos por una sociedad más justa, igualitaria y humanizada, capaz de contrarrestar -por medio de una todavía inexistente "Sociedad de Naciones" de la que el escritor de Bromley fue uno de sus más conspicuos promotores- el desarrollo incontrolado de la tecnología y los efectos devastadores que, en manos de tiranos desaprensivos, este progreso desmedido pudiera causar a la Humanidad.

Obra.

En líneas generales, puede afirmarse que toda la producción impresa de Herbert George Wells presenta una marcada orientación científica que hunde sus raíces en los estudios naturalistas del escritor, al tiempo que pone de manifiesto ese divorcio que, desde finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria, estaba alejando progresivamente el pensamiento humanista tradicional de los nuevos senderos abiertos por los avances científico-técnicos. Con un magnífico aprovechamiento de su formación académica, Wells se sirvió, en efecto, de sus profundos conocimientos científicos para dar forma a unas amenas e inquietantes narraciones que, ambientadas por lo común en épocas venideras, le permitían especular y fabular sobre las consecuencias -en casi todas sus obras, catastróficas- de ese progreso incontrolado (o, lo que es peor, controlado por espíritus inhumanos y mezquinos); pero, a la vez, la proyección de dichos saberes científicos en sus obras de ensayo y ficción daba pie a Wells a la creación de interesantes propuestas utópicas, así como a volcar en ellas todas sus sinceras preocupaciones sociales, rasgo -este último- de gran originalidad entre los pioneros de la ciencia ficción, y suficiente para establecer un profundo abismo entre las desasosegantes narraciones del escritor de Bromley y las fantasías mucho más inocuas y distendidas de Julio Verne.

Ya desde el que podría establecerse como el primer ciclo de su producción narrativa, compuesto por algunas ficciones tan apasionantes como The time machine (La máquina del tiempo, 1895), The island of Dr. Moreau (La isla del doctor Moreau, 1896), The invisible man (El hombre invisible, 1897), The war of the worlds (La guerra de los mundos, 1898), When the sleeper wakes (Cuando despierte el durmiente, 1899), The first men in the Moon (Los primeros hombres en la Luna, 1901) y The food of the Gods (El alimento de los dioses, 1904), Wells intentó llevar al novedoso ámbito de la ciencia ficción sus reflexiones sobre las implicaciones del progreso científico en la sociedad contemporánea, como dejó bien patente desde la publicación de The time machine, una turbadora alegoría social localizada en un futuro remoto, en el que sólo sobreviven dos clases de individuos: los trabajadores (o morlocks) y los decadentes (eloi). Tras un alucinado recorrido por las edades del mundo, Wells presenta al lector el resultado final de los avances científicos incontrolados: una humanidad absolutamente esclavizada por la raza brutal de los morlocks.

Sólo un año después, la aparición de La isla del Dr. Moreau vino a alertar sobre idéntico peligro, aunque ahora concretado en los riesgos de la experimentación científica con seres humanos. La guerra de los mundos, por su parte, se presentó como una visión apocalíptica del planeta tras haber sido invadido por una civilización extraterrestre mucho más adelantada, y dejó a partir de entonces un modelo de inevitable referencia en todas las invasiones de "marcianos" que han narrado la literatura y el cine del siglo XX. Dentro de este primer período de la producción narrativa de Wells vio la luz también el espléndido relato "The star" ("La estrella", 1897), que, en la misma línea catastrófica, describía -de nuevo con asombrosa anticipación de los recursos temáticos y estilísticos que luego explotaría hasta la extenuación el género de la ciencia ficción- los efectos devastadores de una colisión de estrellas, capaces de provocar -en la encendida imaginación de Wells- el resquebrajamiento de la corteza terrestre.

En una segunda fase de la obra literaria de Herbert George Wells -fase que, en sus primeros compases, se solapa con las últimas entregas del ya comentado período inicial-, aparecen nítidamente las proyecciones utópicas del imaginativo autor británico, quien parecía entrever por aquel entonces el advenimiento futuro de una nueva era de la humanidad, en la que el orden político y los valores morales vigentes habrían de estar dictados, regulados y controlados por una élite de científicos e intelectuales. Todo ello queda patente en tres títulos tan significativos como Anticipatiosn (Anticipaciones, 1901), Mankid in the making (La formación de la humanidad, 1903) y A modern utopia (Una utopía moderna, 1905).

Simultáneamente, Wells empezó a trazar un nuevo recorrido novelesco en el que, desde la óptica estilística del naturalismo -tan adecuada, dicho sea de paso, a quien había cimentado su formación en una base darwinista-, cedió el protagonismo a sus inquietudes socio-políticas para diseccionar con un agudo bisturí irónico el fracaso de la sociedad burguesa de su tiempo, alterada por un lado con las grandes posibilidades de desarrollo que, en todos los órdenes de la vida, parecía ofrecerle el progreso, pero lastrada, a la vez, por los peores vicios morales heredados de una larga e hipócrita tradición judeo-cristiana. Empezaron a poblar, así, su ya considerable bibliografía otras narraciones tan interesantes desde ese punto de vista socio-político como Love and Mr. Lewisham (El amor y Mr. Lewisham, 1900), Kipps (1905), Tono-Bungay (1909) y The history of Mr. Polly (La historia de Mr. Polly, 1910), todas ellas enfocadas como agudas radiografías de la sociedad victoriana, y enriquecidas con abundantes datos autobiográficos que, al tiempo que remarcaban el acentuado contraste entre el talante progresista del autor y la mentalidad conservadora de la época, conferían una innegable verosimilitud a los hechos narrados y a la descripción de costumbres y caracteres.

En la misma línea naturalista -pero aún más pronunciada, sí cabe, la tendencia a criticar la hipócrita moral victoriana y eduardiana- surgieron de la pluma de Herbert George Wells otras novelas como Ann Veronica (1909) y The new Machiavelli (El nuevo Maquiavelo, 1911), cuya acendrada defensa de la libertad sexual provocó su menor circulación entre el lector medio británico, demasiado dominado todavía por la mentalidad mojigata que había imperado hasta entonces. Estas dos obras, junto a otros títulos próximos como The passionate friends (Los amigos íntimos, 1913) y The wife of Sir Isaac Harmon (La esposa de Sir Isaac Harmon, 1914), conforman un apartado específico dentro de ese ciclo de tendencia naturalista y mayor acentuación de las preocupaciones sociales; un apartado en el que domina, como enfoque argumental común, una obsesiva intención del autor de Bromley: ilustrar con crudeza y arrojo el violento encontronazo entre el instinto humano y las normas de conducta impuestas por la sociedad. La crítica especializada ha señalado en estas cuatro obras -condicionada, en parte, por ese descenso de lectores provocado por el tratamiento de temas tan escandalosos en la época- cierta falta de concentración y una disminución de la fuerza expresiva de que había hecho gala Wells en sus narraciones anteriores; y ha fijado, en consecuencia, en esta etapa consagrada al ataque de los prejuicios amoroso-sexuales, el comienzo del declive de la trayectoria narrativa del escritor británico. Cabe, empero, anotar que, a partir de este punto de inflexión, se habría de acentuar aún más el interés de Wells por la problemática social y política no sólo de su nación, sino de todo un planeta que estaba en puertas de un conflicto bélico de proporciones desconocidas hasta entonces; y que tal vez esta literatura cada vez más comprometida de Wells no pudiera agradar tanto -y de ahí esos juicios negativos- a quienes eran capaces de asimilar sus denuncias en el marco fantasioso de la ciencia ficción, pero no en el plano realista y concreto que ahora diseccionaba con su acostumbrado rigor y talento el escritor británico.

Problemática socio-política, en fin, que, como se acaba de apuntar en el parágrafo anterior, se consolida definitivamente en dos grandes obras publicadas el mismo año: la novela Mr. Britling see inthrough (El señor Britling llega hasta el fondo, 1916) y el ensayo satírico Boon (1916). Este último es uno de los libros básicos para entender la obra, el pensamiento y la actitud vital de Herbert George Wells, pues constituye una suerte de declaración de principios estéticos e ideológicos que justifican el brusco cambio de rumbo aplicado por aquellos años a su trayectoria narrativa. Ante la grave crisis que atravesaba entonces todo el mundo occidental y, al mismo tiempo, ante el incipiente alborear de algunos movimientos pre-vanguardistas demasiados preocupados por los aspectos formales de la creación artística, Wells postula en dicha reflexión ensayística la necesidad de ofrecer una literatura -y, en general, un arte, en cualquiera de sus modalidades- puesta al servicio de unos objetivos sociales bien definidos; una literatura manifiestamente útil que, entre dichos fines destinados a la mejora de las condiciones de vida de todos los mortales, pusiera al frente de estas metas la búsqueda de fórmulas para evitar catástrofes de la magnitud de la I Guerra Mundial. Al hilo de esta idea central, Wells anotaba también que la única lectura positiva que podía extraerse del conflicto bélico era la necesidad de aunar esfuerzos comunes para poner a salvo a la humanidad de desastres similares que amenazaban con aniquilarla; y arrastrado, entonces, por un optimismo que muchos tildaron de ingenuo, confío en la creación de una organización mundial (que pronto se habría de hacer realidad bajo el marbete de "Sociedad de Naciones") que pudiera poner freno al potencial destructor de quienes tenían en sus manos la posibilidad de utilizar para el mal todos los avances y descubrimientos de la ciencia y la tecnología.

Desde estos nuevos planteamientos preventivos y regeneradores, Herbert George Wells continuó en sus obras atacando a la moral judeo-cristiana, denunciando la hipocresía de la sociedad burguesa, y proclamando sus ideales de justicia, libertad e igualdad social, pero recalcando a cada paso su fe en el futuro de la humanidad, siempre y cuando los hombres se unieran para evitar su destrucción. Muchas de sus obras posteriores fueron híbridos entre el la reflexión ensayística y el apunte periodístico, como Outline of history (1920), donde apeló al concepto de herencia común para acabar con uno de los grandes males generados por la burguesía mercantil decimonónica: el nacionalismo cerril y obcecado, atento sólo a la consecución de sus propios objetivos. En un ensayo posterior, The science of life (1930), apeló de nuevo a su racionalidad darwinista para convencer al lector de que el ser humano ocupa un puesto determinado en el orden natural, y que sólo se puede gobernar de forma racional aceptando, desde la objetividad científica, ese lugar que ocupa en la Naturaleza. Y cuatro años después ofreció una espléndida radiografía de sí mismo, con todos sus defectos y virtudes, en Experimental in autobiography (Experimento autobiográfico, 1934), otra de las piezas fundamentales para entender su pensamiento y su andadura literaria.

La seriedad y el rigor de estos ensayos de madurez se reflejó también en las obras de ficción que dio a la imprenta por aquellos años, de línea argumental mucho más errática que sus primera narraciones, y con una peligrosa tendencia al aburrimiento por exceso de contenidos didácticos. Pero, de repente, recuperó la amenidad y el buen flujo narrativo de épocas anteriores con un par de novelas satírico-burlescas, The autocracy of Mr. Parham (1930) y Apropos of Dolores (1936), que constituyen un breve remanso aislado de humor entre sus ensayos anteriores y su siguiente y testamentaria obra, Mind at the end of the tether (La mente en el límite de sus recursos, 1945), donde la funesta realidad de la II Guerra Mundial y las oscuras premoniciones de una nueva catástrofe de proporciones insospechadas -como lo fue la utilización de la energía nuclear para fines bélicos- reflejan la amargura de sus últimos instantes de vida, ensombrecidos por el cumplimiento de sus peores previsiones acerca de la fuerza devastadora de los avances científico-técnicos incontrolados.

Parece innecesario añadir que el derroche imaginativo de la obra narrativa de Herbert George Wells (y, en particular, de sus novelas de ciencia ficción) le convirtieron, a lo largo de todo el siglo XX, en uno de los autores más frecuentados por la industria del cine, que adaptó a la gran pantalla muchas de sus narraciones y llegó, incluso, a realizar varias versiones sobre alguna de ellas (como, v. gr., La isla del Dr. Moreau, llevada al celuloide por tercera ocasión en 1996, con dirección de John Frankenheimer). Cabe citar, asimismo, algunas de las colecciones de relatos publicadas por Wells, en las que también dejó patente esa predilección por los temas científicos y los mundos futuros, como The plattner story (1897) y The country of the blind (1911).

Bibliografía.

  • WEST, Anthony. H. G. Wells (Barcelona: Ediciones Circe, 1993) [tr. de Miguel Martínez Lage).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.