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LiteraturaPeriodismoBiografía

Vera, Pedro Jorge (1915-1999).

Poeta, narrador, dramaturgo y periodista ecuatoriano, nacido en Guayaquil en 1914 y fallecido en Quito el 5 de marzo de 1999. Humanista fecundo y polifacético, tan preocupado por las cuestiones estrictamente literarias como por los problemas sociales y políticos que vivió en su entorno inmediato, dejó impresa una variada y fecunda obra de creación y reflexión en la que queda patente a cada paso su firme compromiso con la defensa de las clases menos favorecidas. En su condición pública de militante socialista, partidario entusiasta de la Revolución Cubana y amigo personal de Fidel Castro, está considerado como una de las figuras más lúcidas y brillantes de la intelectualidad hispanoamericana del siglo XX comprometida con la causa izquierdista.

Vida

Impulsado desde su temprana juventud por un insaciable anhelo de justicia social, cursó estudios superiores de Jurisprudencia y Ciencias Sociales y asumió muy pronto los postulados ideológicos de las fuerzas políticas más progresistas. Fue durante esta etapa estudiantil cuando formalizó su militancia en la Juventud Comunista de Guayaquil, de cuyas filas fue expulsado en breve debido a ese espíritu crítico que le llevó a cuestionarse cualquier postura a lo largo de toda su vida. A pesar de este primer revés en su entusiasmo político, jamás perdió sus convicciones izquierdistas y su aliento revolucionario, años después asechados por otras amenazas mucho más graves que la mera expulsión de una organización juvenil (como la persecución política, el encarcelamiento o el destierro).

A los treinta años de edad, cuando ya se había dado a conocer como escritor por medio de la publicación de su primer volumen de versos, Pedro Jorge Vera fue uno de los protagonistas directos de la acción revolucionaria que el día 28 de mayo de 1944 privó del poder al presidente Carlos Alberto Arroyo del Río, cuyos abusos de poder fomentaron en Guayaquil esa revuelta que acabó con la elevación a la Presidencia de la República del abogado, escritor y político José María Velasco Ibarra. Tras su participación activa en este episodio crucial para la historia de su pueblo, Pedro Jorge Vera fue nombrado Secretario de la Asamblea Nacional Constituyente, de la que salió al cabo de un año la célebre Constitución de 1945.

Al tiempo que desplegaba esta intensa actividad política, el poeta de Guayaquil continuó engrosando su producción literaria con nuevas colecciones de versos, a las que pronto sumó piezas teatrales, cuentos, novelas y numerosos artículos periodísticos que enseguida le convirtieron en una de las voces más leídas y respetadas del panorama intelectual ecuatoriano. Comprometido, en efecto, con el desarrollo cultural de su nación con tanta firmeza como lo estaba con la causa revolucionaria, ya en su primera juventud había ejercido diferentes oficios que, como los de librero y editor, aspiraban a extender la instrucción básica y el deleite cultural entre los miembros de los grupos sociales más desfavorecidos. Fue, además, un incansable promotor de diferentes colectivos teatrales con los que pretendía alcanzar ese mismo objetivo de llegar directamente con el Arte y las Letras al hombre de la calle, cuyos problemas e inquietudes cotidianas constituyeron el principal material literario que conformó su obra creativa.

Dentro de esta constante labor de acercamiento al pueblo llano desde la cultura revolucionaria, destacó principalmente por su incesante y fructífera actividad periodística, que alcanzó uno de sus momentos de mayor esplendor en el segundo lustro de los años cincuenta, cuando se distribuyó por todo el país la revista La Calle, fundada por Pedro Jorge Esteban y Alejandro Carrión con el propósito de denunciar los desafueros del gobierno reaccionario de Camilo Ponce Enríquez (1956-1960), la primera legislatura manifiestamente conservadora después de sesenta y cuatro años de regímenes liberales, populistas y pro-socialistas. Tras el amplio eco obtenido en los foros progresistas ecuatorianos por esta publicación, las desavenencias surgidas entre Vera y Carrión por cuestiones ideológicas provocaron que el poeta de Guayaquil se enrolara en una nueva singladura periodística estrictamente personal, la revista Mañana, que a los pocos meses de su salida a la calle ya se había convertido en el principal órgano portavoz -de forma absolutamente espontánea- de los deseos, las esperanzas y las reivindicaciones de la izquierda ecuatoriana.

El golpe de estado militar del 11 de julio de 1963, con la subsiguiente implantación de un férreo régimen dictatorial, provocó la inmediata persecución de todos los intelectuales que se habían significado por su ideología progresista. Tras un breve período de reclusión, Pedro Jorge Vera se vio forzado a abandonar su país natal y emprender el camino del exilio rumbo a Chile, en donde, al cabo de un año, contrajo matrimonio con la escritora Eugenia Viteri Segura, otra intelectual ecuatoriana de izquierdas, también de Guayaquil, que se había refugiado en el país andino huyendo de la represión impuesta por los militares.

En medio de grandes penurias económicas, el matrimonio y una hija habida anteriormente por Eugenia Viteri subsistieron durante un par de años en Chile, hasta que, en 1965, ambos escritores fueron invitados personalmente por Fidel Castro para que acudieran a su lado como ejemplos vivos de intelectuales marxistas comprometidos con la Revolución. Un año después, la caída del régimen dictatorial implantado por los militares propició el regreso a Ecuador de Pedro Jorge Vera y Eugenia Viteri, ahora invitados por el nuevo presidente ecuatoriano Clemente Yerovi, quien pretendía así saldar siquiera una exigua porción de la deuda contraída por parte del gobierno anterior con los intelectuales más preclaros del país. La figura del escritor de Guayaquil se acrecentó aún más a partir de entonces, hasta convertirse en una de las más influyentes entre las esferas culturales y políticas ecuatorianas; alcanzó, entre otros honores, una cátedra universitaria y fue galardonado con los más prestigiosos premios del panorama literario nacional. Entregado de lleno a la escritura, pasó sus últimos años en la ciudad de Quito, donde vio la inclusión de sus textos en las mejores muestras antológicas de la literatura ecuatoriana y tuvo noticia de la traducción de muchas de sus obras a diferentes idiomas.

Obras

Poesía

En su condición de poeta, Pedro Jorge Vera irrumpió en el panorama literario ecuatoriano a mediados de los años treinta con la publicación del poemario titulado Nuevo itinerario. Poemas (1934-1936) (Quito: Atahualpa, 1937), una espléndida opera prima que no era, en realidad, el primer volumen de versos escrito por el joven autor de Guayaquil, pues había concluido antes "Carteles para las paredes hambrientas", título que nunca llegó a publicar. Aunque menor que todos los autores que lo conformaban, Vera apareció desde estos inicios firmemente ligado al denominado "Grupo de Guayaquil", en el que figuraban algunos escritores de la talla de José de la Cuadra y Vargas, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert, Alfredo Pareja Diezcanseco y Joaquín Gallegos Lara, quien llegó a ejercer una poderosa influencia en el joven Pedro Jorge Vera durante esa década de los treinta en la que se forjó como poeta.

Eclipsada por su posterior producción dramática y, sobre todo, por sus excepcionales cuentos y novelas, la obra poética de Vera no puede situarse entre lo más granado de su quehacer literario. No obstante, el escritor de Guayaquil conservó a lo largo de toda su vida esa honda afición al cultivo de la poesía, plasmada luego en otros poemarios tan alejados en el tiempo como Romances madrugadores (1939), Túnel iluminado (1949) y Versos de ayer y de hoy (1979).

Teatro

En su faceta de dramaturgo, Pedro Jorge Vera se dio a conocer con El dios de la selva (1943), obra estrenada cuando ya había dado a la imprenta dos colecciones de versos, pero años antes de triunfar plenamente en el panorama literario ecuatoriano por sus singulares aptitudes para el género narrativo. Su producción dramática -que, en el conjunto de su obra literaria, sirve para mostrar la enorme versatilidad genérica del escritor de Guayaquil, al paso que demuestra la obsesiva recurrencia en todos sus textos de esas inquietudes políticas y sociales que pronto habrían de alcanzar altas cotas de calidad literaria en su prosa de ficción- quedó recogida en un volumen recopilatorio que, a mediados de los años cincuenta, dio a la imprenta bajo el título genérico de Teatro (1956). Allí figuran, junto a El dios de la selva, otras obras como La mano de Dios, Luto eterno y Los ardientes caminos).

Narrativa

La primera novela de Pedro Jorge Vera -considerada a la postre como una de sus obras maestras, al lado de varios relatos que le distinguieron como un consumado especialista en el cultivo de la prosa de ficción- vio la luz a mediados de los años cuarenta, cuando el escritor de Guayaquil ya había dejado impresa una interesante producción poética y teatral. Sorprendió, pues, gratamente a críticos y lectores con la publicación de Los animales puros (Buenos Aires: Futuro, 1946), una espléndida narración que, por vez primera en la narrativa ecuatoriana, ofrecía al lector, junto a la tensión propia de la historia narrada, una tensión intelectual basada en la confrontación de ideas, en el enfrentamiento de diversas concepciones del mundo que responden -cada uno de ellas- a diferentes planteamientos ideológicos. Pero, además, la crítica especializada, numerosos lectores y no pocos colegas de oficio -entre ellos, el escritor venezolano Aquiles Nazoa- vieron en esta primera entrega novelesca de Vera una "obra de la más noble calidad poética, precursora de lo que en el Ecuador se ha llamado novela intelectual y emparentada [...] con las más características de Lawrence y Huxley".

Novela, pues, intelectual, ideológica y comprometida, como toda la obra de Pedro Jorge Vera; pero también poética, elaborada y orientada hacia los nuevos derroteros por los que atajaba el género en el resto del mundo. Con su publicación, el polígrafo ecuatoriano vino a superar el afortunado pero ya un tanto desgastado enfoque del realismo social que habían puesto en boga sus maestros del "Grupo de Guayaquil", para proponer a su vez una nueva perspectiva realista mucho más crítica con la realidad descrita y, al mismo tiempo, enriquecida por otras preocupaciones temáticas, entre las que ocupaba un primer plano esa confrontación ideológica comentada en el parágrafo anterior.

En general, todas las novelas de Pedro Jorge Vera poseen ese aliento poético inconfundible en un autor tan apasionado por la lírica como lo fue el escritor de Guayaquil, y, al mismo tiempo, ese enfoque dramático que recuerda también el oficio literario y la perspicacia psicológica de quien se ha mostrado ya avezado en el cultivo del complejo género teatral. Y todas ellas parten también de los episodios más relevantes en el devenir histórico de su pueblo, episodios que, contemplados siempre tras el prisma de la problemática social, se convierten en la pluma de Vera en material idóneo para la conformación de ese universo literario propio que, a la luz de ese enfoque lírico y dramático tan cercano a la tragedia griega, no es más que la recreación realista y crítica del presente histórico de Ecuador. Todo ello queda bien patente en otras narraciones extensas como La semilla estéril (Quito: Casa de la Cultura, 1962), Tiempo de muñecos (Id. Id., 1971) y, muy especialmente, El pueblo soy yo (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1976), otro magnífico relato de denuncia social, en el que Vera deja constancia de su oposición al régimen dictatorial de Velasco Ibarra. El resto de su producción novelística se completa con Las familias y los años (Madrid: Edilibro, 1982) y Por la plata baila el perro (Quito: Planeta, 1987).

Hay que abordar, por último, dentro de este apartado dedicado a la obra narrativa del escritor de Guayaquil, sus deslumbrantes incursiones en el género cuentístico, en el que alcanzó el grado de maestro en una época en la que abundaron los autores hispanoamericanos que cultivaron con singular acierto esta modalidad narrativa (según el gran poeta y narrador argentino Bernardo Verbitsky, Jorge Pedro Vera fue "un virtuoso del cuento, con un estilo propio, un estilo que tiene ritmo, ímpetu, empuje [...]"). Celebrado, en efecto, por la crítica especializada como el gran renovador del arte del relato en las Letras ecuatorianas contemporáneas, Vera aplica a su técnica cuentística el mismo aliento trágico que emplea en sus novelas, pero intensificado ahora por esa necesidad de síntesis que reclaman las características estructurales del género, con lo que logra acentuar ese doble significado que en su prosa de ficción adquieren los hechos narrados (por un lado, su dimensión histórica y realista; por otro, la dimensión crítica que pueden llegar a alcanzar en la conciencia de quien los protagoniza, los reconstruye o, simplemente, tiene noticias de ellos como lector).

En su bibliografía cabe hablar de siete colecciones de cuentos, bien es verdad que con ciertas matizaciones, pues en algunas de ellas hay relatos que, como le ocurre al titulado "El destino", se ajustan más a los rasgos de la modalidad genérica que en la actualidad se denomina "novela breve" (otro caso curioso es el de su cuento "Luto eterno", que, además de dar título a su primera recopilación, fue refundido luego por el propio escritor de Guayaquil en la obra de teatro homónima mencionada en líneas superiores). En cualquier caso, los libros de relatos que el autor publicó como tales son el referido Luto eterno y otros relatos (Guayaquil: Casa de la Cultura, 1953), Un ataúd abandonado (Id. Id., 1968), Los mandamientos de la ley de Dios (Id. Id., 1972), Nada más que cuentos (1972), ¡Jesús ha vuelto! (Quito: Ediciones del Sol, 1978), ¡Ah, los militares...! (Quito: El Conejo, 1984) y Cuentos duros (Quito: Planeta, 1990).

Seis años antes de su desaparición, Jorge Pedro Vera dio a la imprenta su última obra, un interesante libro de memorias titulado Gracias a la vida (Quito: Voluntad, 1993).

Bibliografía

  • CALDERÓN CHICO, Carlos: Pedro Jorge Vera se confiesa, Quito: Fondo Editorial de la Unión Nacional de Periodistas, 1985.

  • CARRIÓN, Benjamín: "Novela intelectualizada: Pedro Jorge Vera", en Obras, Quito: Casa de la Cultura, 1981.

  • LATCHAM, Ricardo A.: Antología del cuento hispanoamericano, Santiago de Chile: Zig-Zag, 1958.

  • NAZOA, Aquiles: Cuentos contemporáneos latinoamericanos, La Paz: Buriball, 1987.

  • QUINTANA LARA, José: "Prólogo" a VERA, Pedro Jorge: Luto eterno, La Habana: Arte y Literatura, 1977.

  • TABOADA TERÁN, Néstor: Ecuador en el cuento, Buenos Aires: Convergencia, 1976.

  • VALLEJO, Raúl: "Vera, Pedro Jorge", en MEDINA, José Ramón [dir. literario]: Diccionario Enciclopédico de las Letras de América latina (DELAL), Caracas: Biblioteca Ayacucho/Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995, vol. III, pp. 4918-4920.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.