Unna, Paul Gerson (1850-1929).
Dermatólogo alemán, nacido el 8 de septiembre de 1850 en Hamburgo y muerto en esta misma ciudad en 1929. Fue una de las figuras más importantes en la consolidación de la dermatología como especialidad médica. Dentro de este campo destacaron sobre todo sus estudios sobre a etiología del eccema, cuyo agente causante describió por primera vez. Fue también el descubridor del chancro blando y de la llamada "enfermedad de Unna" o eccema seborreico. Asimismo, introdujo en el campo médico el Ichthyol (marca registrada de un tipo de ictamol) y la resorcina. Fundó una las clínicas dermatológicas más famosas del mundo y además, junto a Oscar Troplowitz, fue el creador de la crema Nivea para el cuidado de la piel.
La elección de la medicina como profesión por parte de Paul Unna no fue una casualidad, sino la consecuencia directa de la influencia de su familia, compuesta en buena parte por médicos, tanto por parte materna (su abuelo era galeno) como paterna (su padre se dedicaba a la medicina privada).
En el año 1870 debía iniciar sus estudios de Medicina en la Universidad de Heidelberg, pero el estallido de la guerra franco-prusiana se lo impidió. Se alistó entonces en el ejército prusiano, con la intención de trabajar en los servicios de emergencia del frente. La guerra le dejó sus secuelas en forma de graves heridas. En mayo de 1871, poco antes del fin de la contienda, Unna prestaba sus servicios de apoyo médico en Le Mans, cuando fue herido de gravedad en un muslo. Ello le obligó a abandonar urgentemente el frente y regresar a Hamburgo, donde tardaría muchos meses en recuperarse bajo los cuidados de su padre. Finalizada la guerra, el estado prusiano le otorgó una modesta pensión de trescientos marcos alemanes. Unna utilizó esta pensión para patrocinar, a partir del año 1891, un premio-concurso de medicina. Con ello pretendía fomentar la investigación científica, ya que, aunque el premio estaba abierto a todos los investigadores, Unna resaltaba que debía ser un apoyo importante para los estudiantes. Según las bases del concurso, si ninguno de los trabajos presentados era merecedor del premio, este se acumulaba para el año siguiente.
La guerra también influyó en la carrera académica de Unna, no solo por haber truncado sus inicios, sino porque le condujo indirectamente hacia la Universidad de Estrasburgo. El tratado de paz había dejado en manos alemanas las regiones de Alsacia y Lorena. El emperador germano decidió revitalizar estas dos zonas, siendo una de sus primeras medidas la mejora de su vida académica, centrada en la Universidad de Estrasburgo, a la que dotó de magníficas facultades. Definitivamente restablecido de sus heridas, Unna decidió emprender su carrera médica en Estrasburgo. Allí recibió clases de una de las figuras más importantes en el campo de la anatomía, Wilhelm von Waldeyer, que se convirtió en el director de su Tesis Doctoral. Unna decidió centrar su investigación en las enfermedades de la piel por ser ésta una disciplina muy poco desarrollada. La tesis, presentada ante el tribunal de la Universidad de Estrasburgo, se tituló Entwicklungsgeschichte und Anatomie der menschlichen Haut and ihrer Anhangsgebilde (El desarrollo y la anatomía de la piel humana).
El interés de Unna por la dermatología le llevó a desarrollar una técnica innovadora consistente en la utilización de tintes como la picrocarmina. Con este método de experimentación trataba de diferenciar de manera clara las partes de la epidermis. En la tesis ya logró algunos descubrimientos importantes, al describir el stratum basale como la zona de regeneración, y definir el estratum spinosum y el estratum granulosum de manera morfológica. Además, pudo comprobar que el segmento espinal no participaba en la regeneración y especificó cuatro partes del estratum corneum, basándose en la forma que cada una tomaba al aplicarle los diferentes tintes.
La innovación que suponían estos descubrimientos fue mal acogida por el tribunal que debía evaluar su tesis. El trabajo fue rechazado con el vano argumento de que sus conclusiones no estaban acordes ni con los principios científicos de la época ni con los de la propia universidad. Eran, pues, demasiado revolucionarias. Además, el tribunal rechazó de plano la utilización de tintes para la investigación de los tejidos. Unna fue invitado a revisar sus conclusiones, pero no se atuvo a los deseos del tribunal y decidió defender sus conclusiones, aunque ello le costase no poder desarrollar la carrera docente.
Ante tales perspectivas, no le quedó otra opción que dedicarse, junto a su padre, a la práctica privada de la medicina. Pero creía que antes de iniciar esta nueva etapa debía ampliar sus conocimientos, por lo que se trasladó a Viena para estudiar medicina clínica. En los tres meses que pasó en la capital austríaca fue introducido en el campo del tratamiento clínico de las afecciones de la piel por el doctor Hebre, una de las más importantes eminencias médicas de la época. Tras su etapa vienesa, Unna decidió que su marco de investigación y especialización sería la Dermatohistopatología. Su estancia en Viena le permitió conocer también a Heinrich Auspitz, que se convirtió en su mentor y en la figura más respetada por Unna en el campo de la dermatología. Fruto de su colaboración fue un estudio histopatológico sobre el chancro de la sífilis.
A su regreso a Hamburgo, Unna no comenzó a trabajar junto a su padre, sino que decidió embarcarse en un proyecto de colaboración, durante un año, con el doctor Julius Engels-Reimers, director del Hospital de San Jorge de esa ciudad germana. Sin embargo, esta colaboración no fue todo lo fructífera que Unna esperaba, ya que Engels-Reimers se sintió receloso del reconocimiento científico que rápidamente cosechaba su colaborador. Ello obligó a éste a abandonar el proyecto. A partir de ese momento se dedicó al ejercicio de la medicina privada y comenzó a aplicar sus conocimientos en la consulta de su padre. Para entonces ya se había hecho con un nombre en el campo de la dermatología, por lo que, aunque la consulta era de medicina general, la mayor parte de sus pacientes presentaba enfermedades de la piel. Su éxito le decidió a separarse de su padre y abandonar la medicina general para fundar, en 1881, su propia clínica dermatológica.
El aumento de pacientes le obligó a abrir al poco tiempo una clínica mayor y a cerrar la antigua. Este fue el origen de lo que llegaría a ser el mayor centro dermatológico de Europa. En el año 1883 adquirió unas propiedades en Eimsbüttel, donde levantó una impresionante clínica dermatológica. Ésta se componía de varios edificios diferenciados por su función: había zonas solo para pacientes, un magnífico laboratorio de investigación, y un tercer edificio que servía a Unna como residencia privada. La apabullante recepción de pacientes le obligó a construir un ala nueva, la llamada Dermatologikum. El nivel de excelencia tanto en la diagnosis y terapia de enfermedades de la piel, como en las investigaciones que se llevaban a cabo en la clínica, hizo que ésta se convirtiera en una especie de universidad privada. Todo aquel estudiante de medicina interesado en la dermatología acudía allí antes que a cualquiera de las universidades alemanas.
Unna dejó para la posteridad una serie de invenciones que han sido cruciales, no solo en el campo de la dermatología, sino de la medicina en general. Vital en sus investigaciones fue su colaboración con Oscar Troplowitz, que desde 1890 era el propietario de la compañía farmacéutica Beiersdorf. Fruto de su estrecha colaboración fueron una serie de productos muy innovadores para la época, como el Leukoplast (el primer esparadrapo adhesivo de la historia) y el Labello ( la primera barra para el cuidado de los labios). La idea del esparadrapo fue de Unna; los laboratorios la desarrollaron mediante la vulcanización de la leche de la gutapercha, un árbol malayo. De igual manera, en el año 1911, Unna y Troplowitz proporcionaron al mundo uno de los inventos más conocidos de la historia de la dermatología: una emulsión estable para el cuidado de la piel, a la que, por su aspecto blanco y reluciente, dieron el nombre de Nivea, sin llegar a imaginar lo universal que llegaría a ser.
Paul Gerson Unna dejó para la posteridad una buena cantidad de títulos dedicados a la dermatología, entre los que destacan: Histopathologie der Hautkrankheiten (1894), Allgemeine Therapie der Hautkrankheiten (1899), Lepra, Lupus, Chemie der Haut y Das seborrhoische Ekzem (1927). Durante toda su vida tuvo un ferviente interés por la filosofía; prueba fehaciente de ello es que su primera publicación no estaba dedicada a la dermatología, sino al problema moral de la conciencia. Unna se convirtió con el paso del tiempo en un devoto del monismo y, como consecuencia de ello, fundó y editó el periódico Das Monistische Jahrhundert.
Enlaces en Internet
http://www.ardorscribendi.com/jan-mar_00/unna1.html; Página dedicada a la vida y obra de Unna (en inglés).
RHL