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MúsicaBiografía

Toscanini, Arturo (1867-1957).

Director de orquesta italiano nacido en la ciudad de Parma el 25 de marzo de 1867 y fallecido en Riverdale, Nueva York, el 16 de enero de 1957.

Arturo Toscanini.

A pesar de haber nacido en una familia en la que no existían antecedentes musicales dignos de mención (dejando aparte la afición de su padre por la lírica), Arturo Toscanini sí tuvo la suerte de que el entorno en el que vivía supiera apreciar sus dotes para la música ya desde la niñez. A los nueve años comenzó a estudiar violonchelo y piano en el Conservatorio de Parma para, más tarde, asistir también a las lecciones de composición que se impartían en este mismo Conservatorio.

Arturo Toscanini se inició como violonchelista en la Orquesta del Teatro Regio, durante una etapa en la que adquiriría buena parte de la experiencia que habría de servirle en el futuro, no solamente en forma de un conocimiento de primera mano acerca de las posibilidades y dificultades que plantean los instrumentos de arco, sino también para tener siempre en cuenta el punto de vista del músico situado frente al atril del director, contando así con una perspectiva privilegiada que le resultaría de gran ayuda para comunicarse con las orquestas que hubiera de dirigir a lo largo de su vida profesional.

Su primera oportunidad para dirigir una orquesta en público le llegó en 1886 en el transcurso de una gira que llevaba a cabo con la orquesta en la que tocaba el violonchelo y de la que era segundo maestro del coro. Tras este primer éxito obtenido cuando el músico tenía tan sólo diecinueve años, comenzó una carrera en la dirección orquestal que le habría de llevar con el tiempo a imponer su criterio a varias generaciones de músicos con los que se le presentaría la oportunidad de trabajar, y esto tanto en los aspectos artísticos como en aquellos otros que tienen que ver con el estudio y la preparación de las obras que el maestro dirigía en cada ocasión.

Tras este primer éxito ocurrido en la ciudad de Rio de Janeiro, en Italia comenzaron a surgirle ofertas para dirigir diversas producciones, primero a cargo de pequeñas compañías que presentaban sus representaciones en los teatros de provincias y, más tarde, a lo largo de la última década del siglo XIX, también en los teatros de ciudades como Milán, Turín, Génova, Bolonia, Palermo o, más allá de las fronteras de Italia, en el Liceo de Barcelona. Fueron también éstos los años en los que el maestro contribuyó con su trabajo a la difusión en Italia de las óperas wagnerianas, dirigiendo Tannhäuser, Lohengrin, La Valquiria, Tristán e Isolda o, en el año 1895, también las primeras representaciones en Italia de El Crepúsculo de los Dioses. La ópera de Wagner constituiría además una parte fundamental del repertorio que el maestro pondría en escena durante los años en los que tuvo a su cargo la dirección musical del Teatro de la Scala de Milán. Pero la atención de Toscanini a la dirección de diversas producciones de óperas alemanas no apartó el interés del maestro de la tradición lírica italiana, precisamente en los momentos en los que, tras la revolución que habían supuesto para el drama operístico la figura y las obras de Giuseppe Verdi, quien llevaba activo más de setenta años, otros compositores comenzaban a vislumbrar nuevos caminos de evolución para la ópera.

En el año 1889 tuvo lugar un concurso organizado por la editorial de música Sonzogno que prometía premiar la mejor ópera en un acto. La obra ganadora fue la Cavalleria Rusticana, del compositor Pietro Mascagni. Este acontecimiento se considera hoy en día como el punto de partida de la recién surgida corriente estética del Verismo. Arturo Toscanini contribuyó a la difusión de estas nuevas tendencias veristas como director de las premières de óperas hoy tan frecuentemente representadas como Pagliacci de Ruggiero Leoncavallo, puesta en escena en Milán en 1892, o La Bohème, de Giacomo Puccini, que se representó por primera vez bajo la dirección del maestro en Turín, en el año 1896. En los años sucesivos volvería a estrenar obras de Puccini, como La fanciulla del West, que dirigió en 1910 en la Metropolitan Opera House de Nueva York. Precisamente, Toscanini había sido nombrado director musical de este teatro por sugerencia de otro italiano, Gatti-Casazza, que ocupaba allí un puesto influyente.

Durante su etapa como director del “Met”, transcurrida entre los años 1908 y 1915, Arturo Toscanini contribuyó con todo su entusiasmo a la difusión de la ópera italiana en los Estados Unidos, tanto dirigiendo las grandes óperas de Verdi como poniendo en escena las nuevas creaciones de los compositores adscritos al Verismo y a otras nuevas tendencias estrechamente emparentadas con la tradición operística francesa, que tras la puesta en escena del Pélleas et Melisande de Claude Debussy, comenzaba a atraer la atención al menos de los profesionales de la música más informados de Europa. Sin embargo, la organización del teatro americano planteaba toda clase de obstáculos a los propósitos artísticos de Toscanini, que insistía en mantener y, en ocasiones, incluso en imponer a cantantes, instrumentistas y técnicos sus propias condiciones de trabajo, convencido de que solamente sometiéndose a ellas podría obtenerse un resultado de calidad. Las dificultades que planteaba el teatro llegaron finalmente a colmar la paciencia del director hasta el punto de forzar su dimisión y su retorno a Italia. Eran, por otra parte, los años de la Primera Guerra Mundial, y Toscanini daba muestras de encontrarse ansioso por contribuir en alguna medida a la victoria del bando en el que se encontraba su país.

El compromiso personal de Toscanini ante los sistemas totalitarios de la Europa de entreguerras.

La participación de Toscanini en la contienda fue simbólica y consistió, principalmente, en la formación y dirección de una banda dedicada a elevar la moral de los soldados que habían de participar en las batallas. Tras la guerra, contribuyó a la reorganización del Teatro de la Scala, institución de la que terminaría convirtiéndose en director artístico. Fue el momento en el que sus contactos en los Estados Unidos volvieron a resultarle de gran utilidad en la organización de una gira de conciertos por este país al frente de la orquesta de ese teatro, con la que obtendría éxitos indiscutibles. Desde luego, los norteamericanos demostraron no haberse olvidado de él cuando, en el año 1928, le fue ofrecido el cargo de director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, institución con la que emprendería, esta vez a la inversa, una gira semejante a la que había llevado a cabo años antes y que en esta ocasión permitiría al público europeo escuchar el sonido de la orquesta neoyorquina bajo la dirección de Toscanini. Quizá una vez más las circunstancias políticas que gobernaban la vida en su país de origen determinaron un deseo en el director de trasladar de nuevo su residencia al otro lado del Atlántico. Este desacuerdo con el régimen fascista de Benito Mussolini, cuyos ideales había secundado tibiamente en un principio, estalló en un conflicto cuando, en 1931, Toscanini se negó a interpretar los himnos oficiales en una conmemoración de Martucci. A partir de entonces, el Régimen vetaría las apariciones públicas del director y llegaría incluso a negarse a renovarle la nacionalidad italiana en 1938, un conflicto que finalmente pudo resolverse gracias a la intervención del presidente norteamericano Theodore Roosevelt ante Mussolini. En todo caso, Arturo Toscanini no volvería a dirigir en Italia hasta el año 1946.

Frente a la actitud evasiva que manifestaron otros intelectuales y artistas, entre ellos directores de orquesta, en la época en la que Europa se vio dominada por regímenes como el nacionalsocialista de Adolf Hitler en Alemania (véase nacionalsocialismo), o el fascista de Benito Mussolini en Italia (véase fascismo), Arturo Toscanini mantuvo en todo momento una postura plenamente coherente con sus principios ideológicos, que le impedían ceder a la estética dominante en cada momento, ser identificado con el régimen de turno y servir así para la propaganda de las dictaduras que dominaban buena parte de Europa. La actitud del director no debió de resultarle precisamente cómoda, teniendo en cuenta que la firmeza con la que siempre sostuvo sus convicciones, fueran éstas de la clase que fueran, le había acarreado ya en diversas ocasiones conflictos e incluso rupturas con varias instituciones europeas y americanas. Además, Arturo Toscanini, a pesar de sus largas estancias en los Estados Unidos, había permanecido siempre muy apegado a sus orígenes italianos, aprovechando todas las oportunidades que se le presentaron para regresar a su país, para divulgar en todo el mundo la herencia musical italiana y, si las circunstancias lo permitían, para dirigir orquestas formadas por músicos italianos. Aun así, la principal noticia acerca de la convicción con que el director se mantuvo en su decisión de no ceder a las presiones de los regímenes recién establecidos en Europa resultó ser una nueva negativa, dirigida esta vez a las autoridades nazis alemanas, ante la posibilidad de continuar apareciendo al frente de las producciones del festival wagneriano de Bayreuth, en el que ya había participado en varias ocasiones a lo largo de las temporadas de 1930 y 1931 dirigiendo el Tannhäuser del compositor alemán en dos ocasiones, así como sus óperas Tristán e Isolda y Parsifal. Pocos años más tarde, al hacerse efectiva la Anschluss, por la que Alemania se anexionaba Austria, Toscanini, que había dirigido ya varias producciones en la ciudad de Salzburgo, se negó de nuevo a seguir participando en las temporadas operísticas que tenían lugar en esta ciudad para demostrar así una vez más su oposición al totalitarismo alemán.

Así pues, a finales del año 1938 Arturo Toscanini había roto su relación con prácticamente todos los festivales de ópera más representativos de Europa, y esto en un momento en el que los regímenes dictatoriales que tanto disgustaban al director se encontraban en pleno momento de optimismo, sin que ningún resquicio de debilidad pudiera permitir suponer la derrota a la que se verían sometidos varios años después, al fin de la Segunda Guerra Mundial. Por todo ello, incluso dejando aparte la calidad de su trabajo, la figura de Toscanini se nos presenta hoy como un modelo de coherencia personal y de respeto por las propias convicciones digno de admiración.

La vuelta de Toscanini a Estados Unidos y su reconciliación con Italia tras la guerra.

La nueva etapa de la carrera del músico en Estados Unidos se desarrolló al frente de la recién creada Orquesta de la N.B.C. (National Broadcasting Corporation), con la que llevaría a cabo buena parte de las grabaciones sonoras que hoy se conservan. En el año 1946, acabada la guerra, tuvo la oportunidad de regresar a Italia para dirigir allí el concierto de reapertura del Teatro de la Scala. Tras este primer encuentro con su país vendrían otros en ciudades como Bolonia o Venecia. Sin embargo, la mayor parte de su actividad transcurrirría en Estados Unidos hasta el momento de su retiro, que tuvo lugar en el año 1954.

El estilo interpretativo de Toscanini.

Los que conocieron o tuvieron la posibilidad de trabajar con el director italiano siempre hablaron de las grandes exigencias que planteaba a los músicos, de su insistencia en el estudio meticuloso de las partituras y de su interés en percibir a través de este estudio las verdaderas intenciones que los compositores de las obras depositaron en sus partituras, con el único propósito de transmitir en cada interpretación este espíritu original expresado de mil maneras por los autores.

Claro está que un carácter tan vigoroso como el del director italiano no podía permanecer al margen del resultado sonoro de sus interpretaciones, al menos no tanto como quizá él mismo hubiera deseado en ocasiones. La idea de convertirse en un simple vehículo de las ideas, cualesquiera que éstas sean, no puede ser más que un proyecto para cualquier artista que se plantee este objetivo que tantos han perseguido. Sin embargo, ya el hecho de que Arturo Toscanini insistiera en la conveniencia de investigar en las partituras y de trabajar solamente en condiciones ideales, en lugar de ofrecer versiones excesivamente condicionadas por la muchas veces escasa calidad de los medios disponibles (músicos poco disciplinados, insistencia de los gerentes de los teatros en poner en escena el mayor número posible de producciones preparadas con la menor cantidad de gastos, etc.) revela en el director una perspectiva acorde con las nuevas corrientes que comenzaban a fraguarse en diversos círculos musicales franceses, italianos, británicos y alemanes. Eran los momentos en los que comenzaban a alcanzar cierto rigor los recién nacidos estudios musicológicos y en los que surgían movimientos como el cecilianismo, una de cuyas pretensiones era, precisamente, la de investigar en las fuentes musicales antiguas para recuperar el repertorio del pasado, si bien, en el caso de esta última corriente, prestando una atención especial al repertorio religioso.Estas teorías que comenzaban a ser defendidas en los conservatorios de París o Londres se encontraban relacionadas con las recién surgidas pretensiones de interpretar las partituras según criterios “históricos”, no exclusivamente dictados por el espíritu de la música vocal de la época del bel canto, ni tampoco por la revolución que había supuesto el desarrollo del sinfonismo romántico alemán, que tan profundas huellas habían impreso en la concepción general de la música a finales del siglo XIX y principios del XX, y menos aún con la idea de ofrecer interpretaciones musicales dictadas tan sólo por la intuición o por los estados de ánimo momentáneos de los intérpretes.

En cualquier caso, el punto de partida “objetivista” que defendía Toscanini se presentaba como opuesto al de músicos tan radicalmente “subjetivistas” como el mismo Wilhelm Furtwängler, el otro director más representativo de su época, heredero en primera línea de la tradición interpretativa alemana y prácticamente opuesto, por sus presupuestos artísticos y vitales, a la figura del director italiano, con quien una parte de la crítica le atribuyó una rivalidad personal.

Discografía seleccionada.

Una gran parte de los registros que se hicieron de las interpretaciones de Arturo Toscanini, muchos de los cuales fueron supervisados por el maestro en persona antes de salir al mercado, han sido más tarde reeditados en formato digital, lo que permite a los oyentes de hoy apreciar al menos una parte de la calidad sonora y de la intención expresiva que el maestro era capaz de extraer de los músicos con los que las llevó a cabo.

-G. Verdi: Aida. Director: Arturo Toscanini. Intérpretes: Nelli / Stich-Randall / Gustavson / Assandri / Tucker / Valdengo / Harbour / Scott. R. Shaw Chor. NBC Symphony Orchestra. RCA GD 60 326 EQ. (7CD). RCA GD 60 300 QS (3CD).
-G. Verdi / F. M. Piave: La Traviata. Director: Arturo Toscanini. Intérpretes: Albanese / Morland / Stellman / Peerce / Cehanovsky / Garris / Merrill / Dennis / Newman. Coro y Orquesta de la NBC. TIS Ma 271 WA (2 CD).
J. Brahms: Sinfonía nº 1, Opus 68 en Do menor; sinfonía nº 2, Opus 73 en Re mayor; sinfonía nº 3, Opus 90 en Fa mayor; sinfonía nº 4, Opus 96 en Mi menor. Orquesta Filarmónica de Londres. TIS Hu 524 WB (3 CD).
-L. van Beethoven: Sinfonía nº 1, Opus 21 en Do mayor; sinfonía nº 2, Opus 36 en Mi mayor; sinfonía nº 3, Opus 56 en Mi bemol mayor (Heroica); sinfonía nº 4, Opus 60 en Si bemol; mayor sinfonía nº 5, Opus 67 en Do menor; sinfonía nº 6, Opus 68 en Fa mayor (Pastoral); sinfonía nº 7, Opus 92 en La mayor; sinfonía nº 8, Opus 93 en Fa mayor; sinfonía nº 9, Opus 125 en Re menor. Director: Arturo Toscanini. Intérpretes: Farrell / Merriman / Peerce / Scott / R. Shaw Chor. Orquesta Sinfónica de la NBC. RCA RD 60 324 QV (5CD).
-R. Wagner: Die Meistersinger von Nürnberg. Dir: Arturo Toscanini. Intérpretes: Reining / Thorborg / Dermota / Fritsch / Gallos / Maikl / Noort / Sallaba / Alsen / Bissutti / Ettl / Madin / Mussarelli / Nissen / Telasko / Wiedemann / Coro de la Staatsoper de Viena / Orquesta Filarmónica de Viena. IMS Mdr 47 041 (4 CD).

Bibliografía.

  • HALL, C. J.: A Twentieth-Century Musical Chronicle. Events 1900-1988, Nueva York; Westport, Connecticut; Londres, 1989.

  • HOROWITZ, J.: Understanding Toscanini, Nueva York, 1987.

  • WESSLING, B. W.: Toscanini in Bayreuth, Mónaco, 1976.

  • MARSH, R. C.: Toscanini and the art of conducting, Nueva York, 1962.

  • CAIRNS, D.: “Toscanini”, en The new Grove’s dictionary of music and musicians, Londres, 1980.

Lucía Díaz Marroquín.

Autor

  • LDM