A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
Ingeniería y tecnologíaBiografía

Torres Quevedo, Leonardo (1852-1936).

Ingeniero español, nacido en Santa Cruz del Valle de Iguña (Cantabria), el 28 de diciembre de 1852. Su nacimiento ya constituye un hecho poco corriente, puesto que sus padres, Luis Torres Vildósola y Urquijo, y Valentina Quevedo de la Maza, se desplazaron expresamente a esta pequeña aldea de las montañas de Santander para que su hijo naciera en el Valle de Iguña, de donde era oriunda su madre. En esos momentos sus progenitores residían en Bilbao, ciudad a la que regresó la familia y donde cursó sus estudios de bachillerato el joven Leonardo. En 1868 concluyó estos estudios en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao, y a continuación pasó dos años en París en el colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. En 1870 su familia se trasladó a Madrid, y Leonardo, a su vuelta de París, regresó a las orillas del Nervión, donde se alojó en casa de unos parientes: las señoritas Barrenechea. El afecto que le tenían constituye un dato fundamental en la vida de este prolífico ingeniero de caminos e inventor, puesto que al morir le legaron toda su fortuna -de considerables dimensiones- lo que hizo posible que Leonardo no tuviera que preocuparse por una de las facetas críticas en la vida de todo investigador, esto es, la propia supervivencia. Además, este hecho dotó al inventor de una "libertad" de trabajo y pensamiento que le permitió prescindir de instituciones gubernamentales como son la Universidad, e investigar lo que en cada momento le apetecía.

En 1871, instalado ya en Madrid, Leonardo Torres Quevedo inició los mismos estudios que su padre, también ingeniero. Ingresó en la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos. Cinco años después, en 1876, terminó sus estudios y comenzó a ejercer su profesión, dedicándose a trabajos ferroviarios durante unos meses. Sin embargo, su espíritu inquieto y la mencionada autonomía económica le llevaron a renunciar para dedicarse a "pensar en mis cosas", en palabras del propio Leonardo, e inició un viaje por toda Europa. No obstante, su contacto con el ferrocarril no fue olvidado, puesto que años después, en 1918, inventó y patentó el aparato central de un sistema de enclavamientos destinados a proteger la circulación de los trenes, dentro de una zona determinada, que se denominó "Enclavamiento T.Q." (Patente española nº 66.560). A partir del año 1877, por tanto, se dedicó activamente al estudio y la experimentación práctica de algunas de sus ideas, y se trasladó a su tierra natal, el Valle de Iguña.

El 16 de Abril de 1885 se casó con Luz Polanco y Navarro, montañesa como él, y estableció su residencia en Portolín, barrio de Molledo, municipio distante dos kilómetros de su lugar de nacimiento. En su accidentada orografía, Torres Quevedo realizó experiencias durante la década de 1880 con transbordadores aéreos, los primeros de los cuales fueron construidos en los alrededores de su casa en Portolín. En este primer intento, la diferencia de altura fue de unos 40 metros, y la luz de unos 200 metros; el motor una pareja de vacas, y la barquilla, probablemente, una silla. Los siguientes transbordadores ya salvaban distancias considerables y utilizaban motores mecánicos.

Por fin, en 1887, solicitó la que iba a ser la primera patente de este gran inventor español: un sistema de camino funicular aéreo de alambres múltiples (Patente Española nº 7.348). La principal innovación de Torres Quevedo, matemático y físico excepcional, la constituye el hecho de lograr un coeficiente de seguridad apto para el transporte de personas sin apenas riesgo. Liberando un punto fijo de apoyo del cable por el que discurre la barquilla y sustituyéndolo por una polea con pesos, logró que la tensión en dichos cables fuera la que él deseaba (puesto que dependía del peso que se colocara y que además fuera uniforme a lo largo de todo el trayecto; y como los cables eran múltiples, en caso de rotura de uno de ellos la tensión se distribuía equitativamente entre el resto.

En 1889 Leonardo Torres Quevedo se trasladó de nuevo a Madrid para simultanear estudios matemáticos, físicos y técnicos con tertulias culturales de todo tipo. Un año después presentó en Suiza el proyecto de su transbordador, pero fue rechazado. Este desprecio a su genialidad originó que el inventor dejara momentáneamente de lado su invento y pasara a centrarse en lo que Eduardo Saavedra calificó como "suceso extraordinario en la producción científica española": su Memoria sobre las Máquinas Algébricas, presentada en 1893 en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Además de la solución teórica al problema de la construcción de las relaciones algébricas, Torres Quevedo construyó también varias máquinas de calcular (máquina de resolver ecuaciones algébricas, máquina que realiza mecánicamente la ecuación x²-pxíq=0 con coeficientes y raíces imaginarias, o la máquina para integrar ecuaciones diferenciales de primer orden). Fue a partir de este momento cuando Leonardo Torres Quevedo alcanzó el éxito, del que no se separó el resto de su vida. Posteriormente, la Memoria de las Máquinas Algébricas fue presentada en academias prestigiosas de toda Europa, como la de Burdeos (1895), o la de París (1900).

En 1901 ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, y en este mismo año el Gobierno español creó el Laboratorio de Mecánica Aplicada (después de Automática) y lo puso a disposición de Torres Quevedo. A partir de este momento, Leonardo Torres Quevedo comenzó a diversificar sus investigaciones, quizá alentado por la creación del Laboratorio.

En 1902 presentó en las Academias de Ciencias de Madrid y de París una memoria con anteproyecto de globo dirigible. La actividad de Torres Quevedo en el campo de la aeronáutica merece también atención, puesto que logró inventar y diseñar lo que más tarde se conoció como globo dirigible semirrígido o dirigible T.Q. La primera patente española del nuevo dirigible es de agosto de 1906 (Patente nº 38.692) y lleva por título "Un nuevo sistema de globos fusiformes".

En la época existían dos tipos de dirigibles: los rígidos, compuestos de un armazón metálico cubierto de tela y lleno de gas; y los flexibles, que carecían de armazón alguno. Los primeros se construyeron fundamentalmente en Alemania, y fueron conocidos con el nombre de su inventor, Zeppelin. Su gran problema lo provocaban las limitaciones que imponía su rigidez, puesto que además del riesgo de accidente en vuelo, al más mínimo roce con un obstáculo, eran necesarias grandes infraestructuras en tierra para guardarles, ocultarles, o maniobrar con ellos. (Véase Ferdinand Zeppelin)

Los dirigibles flexibles, por contra, podían ser deshinchados y reducir su volumen para el transporte o maniobra en tierra, mientras que en el aire resistían mejor los golpes o roces, como cabe suponer de su principal condición. Sin embargo, precisamente por su flexibilidad, tenían problemas en cuanto a la estabilidad y calidad en el vuelo, puesto que eran fácilmente deformables, por ejemplo, ante el peso de la barquilla, motores etc., y tendían a doblarse y a elevar las dos puntas o extremos.

La solución a la que llega Torres Quevedo en su dirigible semirrígido demuestra de nuevo su gran cualificación como matemático y físico. El dirigible que concibe tiene en el interior del globo una "armadura flexible" destinada a impedir que se deforme por causa del peso de los aeronautas, motores y lastres, pero constituida únicamente por telas o cuerdas que se mantienen tirantes por efecto de la presión del gas que lleva el globo, lo que permite que pueda ser deshinchado en tierra y reducir su volumen. De este modo, los inconvenientes de uno y otro sistema existente (rígido y flexible) quedan obviados.

En 1905 fue construido, con la colaboración de Alfredo Kindelan, el primer dirigible bajo el nuevo sistema. Sin embargo, el desinterés español en este artefacto provoca que Torres Quevedo entre en conversación con la casa francesa Astra, que en 1909 le compra la patente, comienza inmediatamente a construir el nuevo tipo de aerostato y lo vende en todo el mundo. Los dirigibles Astra-Torres luchan en la Primera Guerra Mundial contra los Zeppelin alemanes, y resultan más rápidos y versátiles que estos últimos.

A la vez que estaba investigando el problema de los dirigibles, y con el fin de no arriesgar vidas humanas en pruebas y experimentaciones en vuelo, Torres Quevedo desarrolla una de sus ideas más brillantes, prácticamente imprescindible en nuestro mundo cotidiano: el Telekine o primer aparato del mundo de radiodirección a distancia. En septiembre de 1903 patenta en España este aparato con el título de: "Un sistema denominado Telekine para gobernar a distancia un movimiento mecánico" (Patente nº 31.918). Cada señal de onda hertziana hace avanzar un paso a una rueda en el telekine; según el número de señales recibidas mediante un conmutador, se actúa en un circuito determinado y se efectúa la maniobra correspondiente. El telekine posee un mecanismo de contacto retrasado del conmutador para que pueda recibir la orden completa, automatismo de vuelta a la posición inicial del conmutador y dispositivo de seguridad que paraliza el motor si se produce avería o no se reciben señales durante un determinado tiempo, para evitar de este modo la pérdida del aparato dirigido. El hoy tan popular "mando a distancia" es, básicamente, un invento de Torres Quevedo.

En 1910 Leonardo Torres Quevedo es nombrado Presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y se le acumulan los reconocimientos y méritos. Viaja a Argentina con la infanta Isabel, y propone en el Congreso Científico Internacional Americano, en Buenos Aires, la constitución de la Unión Hispanoamericana de Bibliografía y Tecnología Científicas. Posteriormente, en 1926, aparecerá el primer cuaderno del Diccionario Tecnológico Hispano-Americano.

En 1912, Torres Quevedo inaugura un nuevo campo de la ciencia al iniciar sus primeros experimentos en el campo de la automática, la cibernética y la computación, que quedan definidos en su primer Autómata Ajedrecista, el primer jugador de ajedrez automático del mundo. Éste constituye, básicamente, un primer ordenador capaz de procesar información y actuar en consecuencia, todo ello a partir de estímulos eléctricos controlados mediante relés. En el ajedrecista se ejecutaba el mate de rey-torre contra rey inevitablemente, fuese cual fuese los movimientos del contrario humano, y estaba previsto, incluso, la posibilidad de que se tratase de "engañar" al autómata.

En la década de 1910 y 1920 Torres Quevedo va a continuar con sus experimentos en el nuevo campo de la automática, que él ha creado, para terminar por convertirse en el padre de la informática actual. En 1914 escribe sus Ensayos sobre automática, donde se adelanta en treinta años a las primeras disquisiciones inglesas, americanas o alemanas, sobre la analogía mente-máquina y sobre los primeros ordenadores. En 1920 construye un segundo ajedrecista autómata mejorado.

Además de los ajedrecistas, Torres Quevedo inventa, diseña y construye el Aritmómetro electromecánico, una máquina de calcular que suma, resta, multiplica y divide, gobernada a distancia por medio de una máquina de escribir ordinaria dotada de contactos eléctricos y provista de un dispositivo para escribir automáticamente los resultados. Posee memoria electromecánica y un coordinador o cerebro automático. Con esta máquina, por primera vez en el mundo, se lograba la memoria artificial.

En 1916, Leonardo Torres Quevedo se sacaba la vieja espina del rechazo de su transbordador, al ganar el concurso internacional para la construcción de un transbordador sobre las cataratas del Niágara (Canadá); diseñó y llevó a la práctica el Spanish Niagara Aerocar, que aún hoy día funciona uniendo los Estados Unidos de América con Canadá.

En 1918 se le ofrece la cartera de Ministro de Fomento, que Torres Quevedo rechaza. En 1920 ingresa en la Real Academia Española de la Lengua, y pasa a ser miembro de la sección de Mecánica de la Academia de Ciencias de París. En 1922 la Sorbona le nombra Doctor Honoris Causa. En 1927 se le nombra uno de los doce miembros asociados de la Academia de Ciencias de París. Siete años más tarde, muere en Madrid el más genial de los inventores españoles de todos los tiempos. El acontecimiento, dadas las circunstancias políticas que se vivían en España, pasa completamente inadvertido.

Obra escrita

Torres Quevedo dejó numerosos escritos de alta calidad técnica, además de las memorias descriptivas de sus múltiples patentes, españolas y extranjeras. A continuación se enumeran todos los escritos publicados:

La Memoria sobre las Máquinas Algébricas, Madrid, 1893 (También en Bilbao, 1895).
Machines Algébriques. Association pour l'Avancement des Sciencies, Congrés de Bordeaux, 1895.
"Sur les Machines Algébriques". Comptes Rendus de l'Académie des Sciences, pag 245, tomo CXXI, julio 1895
"Orientaciones en las grandes poblaciones: Indicadores Coordenados", Madrid Científico, 12 de enero de 1896
"Sur les Machines à Calculer", Comunicación presentada a l'Académie des Sciences, 19 de febrero de 1900.
"Sobre la utilidad del empleo de ejemplos mecánicos en la exposición de algunas teorías matemáticas", Ateneo de Madrid. Sesión inaugural de la Sección de Ciencias, 19 de noviembre de 1900
"Machines à Calculer", Mémoires presentés par divers savants à l'Académie des Sciences, tomo XXXII, nº 9, París, 1901
"Discurso de recepción en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. "Contestación de don Francisco de Paula Arrillaga", 19 de mayo de 1901.
"Sur les rapports entre le calcul mécanique et le calcul graphique", Bulletin de la Société Mathématique de France, tomo XXIX, 1901.
"Sur l'utilité des Examples Cinématiques dans l'exposition de Théories Mathématiques", Bulletin de la Société Mathématique de France, tomo XXIX, 1901.
"Sur la construction des Machines Algébriques", Revue de Mécanique, septiembre y octubre de 1901.
"Machines Algébriques", Revue des questions Scientifiques, abril de 1902.
"Memoria sobre la Estabilidad de los Globos", presentada a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1902. Informe sobre esta memoria de don José Echegaray, 1902.
"Memoire sur l'avant-projet de Ballon Dirigeable à Quille Interieur", 26 de mayo de 1902, informado por L'Académie des Sciences. Comptes Rendus, tomo CXXXV, pag.141, París 21 de julio de 1902.
"Sur le Telekino". Comptes Rendus des Seances de l'Académie des Sciences, tomo II, pag.317, París, 1903.
"Une Reclamation de Priorité à propos du Télékine et des experiences d'Antives", Revista de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, julio, agosto y septiembre de 1906.
"Patente del Globo Trilobulado", El Ateneo, septiembre de 1906.
"Le Telekine et la Télémécanique", Comptes Rendus de l'Académie des Sciences, 6 de mayo 1907, París.
"Sobre un sistema de notaciones y símbolos para descripción de las máquinas", Revista Ingeniería, Madrid 1907.
Proyecto de establecimiento de relaciones Científicas Hispano-Américanas (en colaboración con D. Santiago Baravino). Buenos Aires, 1910.
"Construction mécanique de la liaison exprimée par la formule y'= dy/dx", Comptes Rendus de l'Académie des Sciences, 30 de enero de 1911.
"Sobre un nuevo Sistema de Máquinas de Calcular Electromecánicas", La Ingeniería, Buenos Aires, 15 de febrero de 1911.
"Conferencia sobre la enseñanza de la Ingeniería en España", Instituto de Ingenieros Civiles, 15 de noviembre de 1913.
"Ensayos de Automática. Su definición. Extensión Teórica de sus aplicaciones", Revista de la Real Academia de Ciencias, enero de 1914.
"Discursos con motivo de la Concesión de la Medalla Echegaray a don Leonardo Torres Quevedo" (de don Francisco de Arrillaga, de don Leonardo, de S.M. el Rey, y de don José Echegaray), Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 12 de marzo de 1916.
"Discurso inaugural del Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias", Real Academia Española, 31 de octubre de 1920. Contestación de don José Rodríguez Carracido.
"Arithmometre Electromécanique", Comunicación presentada en sesión publica en l'Académie des Sciences, París, 26 de junio de 1920.
"Discurso leído ante S.M. el Rey en la solemne sesión celebrada por la Unión Internacional de Bibliografía y Tecnología Científicas en la Real Academia Española", Madrid, 1926.

Autor

  • PSG