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LiteraturaPeriodismoBiografía

Torres del Álamo, Ángel (1890-1958).

Dramaturgo y periodista español, nacido en Madrid en 1880 y fallecido en su ciudad natal en 1958. Considerado como uno de los grandes autores "madrileñistas" de los primeros años del siglo XX, dejó un interesante legado literario constituido por gran cantidad de piezas breves de innegable sabor popular, casi todas ellas compuestas en colaboración con el periodista y comediógrafo madrileño Antonio Asenjo Pérez. Cercanas, en muchas ocasiones, al género chico, al café-concierto o al teatro de variedades, algunas de estas obras fueron puestas en escena acompañadas por las partituras musicales de los grandes maestros de la época, como Calleja, Font o Luna.

En líneas generales, la copiosa producción dramática de Ángel Torres del Álamo y Antonio Asenjo Pérez está formada por sainetes, juguetes dramáticos y otras piezas menores que, ambientadas en el Madrid de comienzos del siglo XX, reproducen con gracia y acierto el habla coloquial de las clases populares, así como los espacios geográficos más emblemáticos de la Villa y Corte. En ocasiones (como ocurrió también con los dramas, las comedias y los sainetes del autor "madrileñista" por antonomasia, el alicantino Carlos Arniches), la rigurosa pretensión de verismo que alentaba a ambos colaboradores les llevó a acuñar algunos dejes y dichos castizos que, antes que fiel reflejo del habla del pueblo madrileño, fueron modelo y pauta de la pronunciación y el léxico de los espectadores que habían acudido a contemplar los espectáculos de la denominada "razón social Asenjo y Torres del Álamo".

Entre los títulos más destacados de este tándem profesional de dramaturgos madrileñistas, conviene recordar El chico del cafetín (1911) y La romántica, ambas enriquecidas con sendas partituras del maestro Calleja; El rey de la martingala, con música de Font; y Los postineros, con acompañamiento musical de Luna y Foglietti. Además, llevaron a los escenarios de la Villa y Corte otras piezas tan celebradas por el público del lugar como La peque resulta grande; Troteras y danzaderas o los pendientes de la Tarara; Serafina la Rubiales o una noche en el juzgado; Las pecadoras; Verbena goyesca; La suerte de Salustiano o del Rastro a Recoletos; Margarita la Tanagra; Charito la samaritana; Concha la lamparillera o Felipe, ¿qué les das?; Rocío la canastera o entre calé y calé (1919); La boda de Cayetana o una tarde en Amaniel; El ilustre prócer; Paloma la postinera; Sangre de reyes (1925); El tío Paco (1926); La hija del librero o la virtud siempre triunfante (1929); Los polvos de la Madre Celestina (1932); Una tarde en la boca del asno o la boda de la Sole (1935); y, entre un sinfín de títulos de idéntico tenor, casi siempre centrados en el retrato de los personajes femeninos típicos del ambiente castizo madrileño, La Venus de las pieles, acompañada también por las notas musicales del mencionado maestro Pablo Luna.

Entre los galardones y reconocimientos que el pueblo de Madrid tributó a estos dos destacados autores costumbristas, cabe recordar el primer premio de un certamen teatral convocado por el Ayuntamiento de la capital, que recayó en una de sus obras más famosas, El chico del cafetín.

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  • jr