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FilosofíaReligiónBiografía

Tomás de Aquino, Santo (1221-1274).

Teólogo y filósofo italiano, doctor de la Iglesia. Santo Tomás se empeñó en la gigantesca tarea de reconciliar el pensamiento de Aristóteles con el cristianismo, siendo el más decisivo creador de la construcción intelectual llamada escolástica, que a lo largo de los siglos se convertiría en la filosofía oficial de la Iglesia Católica.

Vida y obras

Perteneciente a una familia de la nobleza italiana, Tomás de Aquino, o Doctor Angelicus ("Doctor Angélico") como también se le conoce, nació en el castillo de Roccasecca d'Aquino (Nápoles). A los cinco años fue ingresado en la abadía benedictina de Monte Casino y allí hizo sus primeros estudios. En la Universidad de Nápoles frecuentó la Facultad de Artes (1239-43). En esta misma ciudad conoció también a los dominicos y, pese a la dura oposición de su familia, decidió ingresar en el convento dominico. Su madre y sus hermanos no se dieron por vencidos y lo retuvieron a la fuerza. Pero él, pasado un año, huyó descolgándose por una ventana. Fue así como el año 1245 lo vemos en París, siguiendo las lecciones de San Alberto Magno. Tras cuatro años de permanencia en Colonia -ciudad a la que fue acompañando a su maestro-, regresó a París y allí, ordenado sacerdote y nombrado magíster, impartió clases comentando el libro de las Sentencias de Pedro Abelardo. Tres años después regresó a Italia, donde enseñó teología en varias ciudades. En Orvieto conoció al traductor Guillermo de Moerbeke, quien le proporcionaría la traducción de la mayor parte de las obras de Aristóteles. Volvió a París en 1268. Allí, además de su labor como docente, desempeñó una ardua tarea en la defensa de las órdenes mendicantes y contra los averroístas. Fue trasladado de nuevo a Nápoles en 1272, última ciudad en donde impartiría la enseñanza, pues, invitado por Gregorio X a participar en el Concilio de Lyon, murió en el camino, en el Castillo de Fossanova (Latina).

Sus obras se pueden agrupar en los siguientes acápites: 1. Comentarios a los siguientes escritos de Aristóteles: De la interpretación, Segundos analíticos, Física, Del alma, Metafísica, Política, Del cielo, Del mundo, De la generación y la corrupción; al In quatuor libros Sententiarum de Pedro Lombardo; al Liber de causis, que descubrió él, traducción del Elementos de Teología de Proclo; y al de Trinitate de Boecio. 2. Opúsculos: De ente et essentia, Contra impugnantes Dei cultum et religionem, De aeternitate mundi, De unitate intellectus contra averroístas, De mixtione elementorum. 3. Cuestiones: Quaestiones disputatae (De veritate, De potentia, De anima, De malo, De unione Verbi incarnati) y Quaestiones Qodlibetales. 4. Sumas: Summa Theologica (su gran obra, que consta de tres partes), Summa contra gentiles. También escribió parte de De regimine principum y el De regimine Judaeorum.

Doctrina

Relación entre teología y filosofía

Santo Tomás estableció la relación entre ambas ciencias a partir de la distinción de su objeto formal: mientras que la teología parte de las verdades reveladas, la filosofía se apoya en las leyes de la razón natural. Esta delimitación no impide que, en ocasiones, coincidan en el objeto material. Verdades reveladas entran, de hecho, en el ámbito de interés de la filosofía, como es el caso de la existencia de Dios que, aparte de ser conocida por la Revelación, puede ser demostrada por el discurso racional. La verdad revelada tiene más autoridad, puesto que no cabe error en la revelación. Teología y filosofía son dos vías de acceso a la única verdad: el conocimiento de Dios. Según esto, las fuentes de Santo Tomás serán, por un lado, las Sagradas Escrituras y la tradición teológica patrística y medieval, sobre todo, San Agustín y, por otro, el pensamiento filosófico a través de Aristóteles, el neoplatonismo, la filosofía musulmana (Averroes, particularmente) y la judía (Maimónides).

Metafísica

Con Aristóteles comparte el concepto de metafísica como ciencia que se ocupa del ser en cuanto ser. El ser es el concepto más universal y lo que primero cae bajo la aprehensión del entendimiento (primum cognitum). El ser constituye a su vez el ens, uno de los trascendentales, junto con los otros cinco: aliquid, unum, verum, bonum y pulchrum. Pero Santo Tomás introduce insospechadas proyecciones a conceptos como acto y potencia, esencia y existencia. La esencia coincide con la sustancia segunda a la que denomina quidditas, pero, en el caso de los entes sensibles, la quidditas no tiene como fundamento radical la esencia, sino la existencia (esse). Con la denominación esse quiere señalar el acto mismo de existir. De ella se vale para diferenciar el ser de Dios del ser de las criaturas. Mientras que en los seres sensibles la esencia no se identifica con la existencia, en Dios no hay diferencia alguna: su esencia consiste en existir. Pero si hablamos de ser, refiriéndonos a Dios y a los entes sensibles, no lo hacemos en un sentido unívoco, sino por analogía, pues resulta evidente la diversidad de los seres.

Dios: existencia y esencia

Para Santo Tomás es necesario probar la existencia de Dios, dado que ésta no se nos aparece de forma evidente. Rechazando el argumento ontológico, pues no considera posible una definición de la esencia divina como la que da San Anselmo, prefiere las demostraciones a posteriori. En la Summa propone cinco de ellas, que van elevándose desde el devenir propio del universo sensible hasta Dios, el cual es visto como motor inmóvil (primera vía), causa eficiente incausada (segunda vía), ser necesario y perfectísimo (tercera y cuarta vía), y supremo ordenador del universo (quinta vía). La validez de las pruebas de la existencia de Dios se apoya en la proposición de que lo real es inteligible: si no se afirmase la existencia de Dios, se terminaría postulando un proceso al infinito en la serie de los entes sujetos al devenir. Pero ello es contradictorio porque, quitando el principio, desaparece la razón de ser de los entes sensibles, es decir, la realidad deja de ser inteligible.

El nombre más propio de Dios es el de Ser subsistente (confluyen en él la revelación del nombre de Dios en la Biblia: "yo soy el que soy", con el vértice de la especulación filosófica). A la noción de subsistencia se reducen los atributos propios de Dios, ya individualizados en la filosofía griega y árabe (simplicidad, ecualidad, infinitud), así como los manifestados en la revelación cristiana (Trinidad, providencia, amor).

Dios y la creación

Dios creó el mundo en un acto libre y voluntario. Dios es el ser a se. Todos los demás seres existen gracias a que han recibido su existencia, digamos que gozan de una existencia donada, causada. La creación no debe entenderse, en Santo Tomás, como una emanación de Dios ni como una necesidad suya. Dios crea ex nihilo (de la nada). Por haber sido creado de la nada y bajo la acción divina, el universo requiere tres causas: eficiente, ejemplar y final. La razón humana no puede probar la eternidad o temporalidad del mundo. Pero la revelación nos dice que el mundo no ha sido eterno. Sin embargo, filosóficamente no es dado descartar la posibilidad de una creación ab aeterno.
La concepción tomista de la estructura del universo se basa en el geocentrismo de Aristóteles: el movimiento de las esferas celestes, dotadas de una materia etérea, está regido por sustancias espirituales; los cuerpos sublunares están distribuidos según el lugar que les corresponde por su naturaleza, determinada a su vez por el predominio de alguno de los elementos: los cuerpos pesados están abajo y los cuerpos en que predominan los elementos ligeros, están arriba.

El hombre y su conocimiento

La doctrina tomista acerca del hombre difiere de la agustiniana. En línea con el hilemorfismo, afirma que el hombre está compuesto de materia y forma. La unión entre alma y cuerpo no es accidental, sino sustancial. El cuerpo constituye el principio de individuación; el alma le da al hombre su condición en cuanto tal. Los seres que carecen de cuerpo, como los ángeles, son únicamente formas; cada ángel es una especie, no un individuo. Pese a la unión sustancial, el alma constituye una forma subsistente. De esta manera, al separarse del cuerpo, el alma sigue ejerciendo funciones propias. Desaparecen el alma vegetativa y sensitiva, pero no la racional, que tiene ser en sí misma. Esta realidad hace que el alma sea inmortal. Hay tantas almas como hombres, y cada una "vive" para sí su inmortalidad.

Cada alma es creada individualmente por Dios. No podría provenir por generación, porque ello supondría preexistencia en potencia en la materia, o lo que sería lo mismo, tendría un origen material.

El proceso del conocimiento se da bajo la cooperación estrechísima de alma y cuerpo. Los sentidos perciben la realidad inmediata (species sensibilis); transmitida esta percepción a la mente, aparecen las imágenes (phantasmata). Hasta aquí el conocimiento es como el de los animales. Pero el hombre, mediante la capacidad de abstracción, separa la esencia de lo real, y así concibe el universal. El problema de los universales los resuelve adoptando la postura de San Alberto: El universal es el concepto que existe sólo en la mente, pero con fundamento in re (en la cosa). Se trataría de una triple realidad: existe el universal antes de la cosa (ante rem) en la mente de Dios; en la cosa (in re) y después de la cosa (post rem), en la mente del hombre.

Ética y política

Partiendo del principio de que todo lo real tiende a su fin, Santo Tomás hace notar cómo hasta los seres que carecen de razón se encaminan hacia la finalidad para la que han sido creados. Sobre este concepto de fin se funda el de ley natural, entendida ésta como vía hacia el fin. Santo Tomás la define como "participación de la ley eterna en la criatura racional", que permite alcanzar la felicidad, a la que el hombre es encaminado de manera natural. La ley divina, por su parte, hace posible una dicha sobrenatural, que excede las posibilidades propias del hombre, aun cuando no afecta a sus aspiraciones: La gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona.

Santo Tomás concibe al hombre como un ser social por naturaleza (animal sociale). Esto equivale a decir que también la sociedad es algo natural. El ser humano necesita de la sociedad, que no se organiza según impulsos del instinto como en los animales gregarios, sino por medio de la razón. Toda sociedad tiene dos fines: uno inmediato, material, para satisfacer las necesidades de subsistencia, y otro trascendente, que es conducir a los individuos a Dios. Analizando las formas de gobierno sancionadas por la tradición clásica (monarquía, aristocracia y democracia), Santo Tomás afirma que ninguna de ellas debe ser considerada ilícita a priori. Se convierten en ilícitas cuando degeneran en tiránicas, y este peligro no lo corren solamente la monarquía y la aristocracia, sino también toda democracia que no respete la justicia. El poder legislativo deriva para los gobernantes de Dios, pero no de modo inmediato, sino a través del consenso popular. Se rechaza así la doctrina teocéntrica, por la cual la autoridad civil pretendería derivar directamente de Dios a través del Romano Pontífice. De esta forma se establece la distinción -nueva para el contexto cultural de la Edad Media-, de dos ámbitos en el poder: la soberanía del poder civil por un lado, y el poder religioso por otro.

Bibliografía

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Autor

  • Cipriano Camarero Gil