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FísicaBiografía

Taylor, Richard Edward (1929-2018).

Físico canadiense nacido en Medicine Hat (en el estado de Alberta) el 2 de noviembre de 1929 y fallecido el 22 de febrero de 2018. Fue galardonado con el Premio Nobel de Física -que compartió con los estadounidenses Jerome Isaac Friedman (1930) y Henry Way Kendall (1926-1999)- en 1990, "por sus investigaciones sobre la difusión de los electrones por protones y neutrones ligados, que influyeron decisivamente en la elaboración del modelo de los quarks de la física de partículas".

Nacido en el seno de la típica familia de emigrantes, por sus venas corría sangre irlandesa, escocesa y noruega. Sus padres eran unos modestos granjeros que, tras la I Guerra Mundial (1914-1919), se habían asentado en la pequeña localidad de Medicine Hat, sita en un valle por donde el ferrocarril canadiense de la costa del Pacífico cruzaba el sobre el río Saskatchewan.

Creció, en este entorno natural, llevando una vida feliz, aunque muy sobria y austera. Y no brilló especialmente en sus estudios primarios y secundarios, que realizó en escuelas e institutos públicos, si bien mostró una cierta predilección por las Ciencias y las Matemáticas (debida, según el testimonio del propio Taylor, al buen hacer de algunos de los profesores que le impartieron esas materias en dichos centros estatales).

El estallido de la II Guerra Mundial (1939-1945) sorprendió al pequeño Richard E. Taylor con tan sólo diez años de edad. La conflagración bélica afectó profundamente su vida cotidiana, pues su humilde localidad se fue transformando, sucesivamente, en escuela de entrenamientos de pilotos de guerra, campo de prisioneros alemanes y, por fin, centro de investigaciones militares. Pero, al mismo tiempo, estos cambios le ampliaron de golpe todos sus horizontes vitales y culturales, pues la ciudad se llenó de gentes nuevas, ideas diferentes, manifestaciones artísticas de gran calado (oyó por vez primera música sinfónica en un concierto organizado por los prisioneros del ejército nazi) y, en suma, novedosas formas de vida muy alejadas de la apacible rutina cotidiana de ese ambiente rural que el futuro premio Nobel había conocido hasta entonces.

De hecho, sus primeras inquietudes científicas vinieron alentadas por la repercusión que tuvo en todo el mundo el estallido de la primera bomba atómica. Decidido a experimentar por su cuenta, el jovencísimo Taylor creó su propio artefacto explosivo, con el que, de forma accidental, se voló tres dedos de su mano izquierda.

Ya en plena juventud, obedeciendo a esta inclinación hacia la Ciencia experimental, Richard Edward Taylor ingresó en la Universidad de Alberta, ubicada en la ciudad de Edmonton, donde siguió primero un programa especial centrado en los estudios de Física y Matemática, para acabar dedicándose de lleno a la Física Experimental. Durante un par de veranos, asistió, en calidad de ayudante de investigación, al Consejo de Investigaciones de Defensa que se había fundado en su localidad natal, donde se puso a las órdenes del prestigioso profesor E. J. Wiggins, quien le animó a que continuara sus estudios en las ciudades más adelantadas del Este de Canadá, o en los Estados Unidos de América.

Así, tras haber obtenido en su alma mater de Edmonton el grado de Master en Ciencias Físicas -con una tesis en la que consiguió medir, de forma muy rudimentaria, el doble decaímiento de partículas b en una cámara de Wilson-, Richard E. Taylor pasó al país vecino para continuar ampliando sus conocimientos en la Universidad de Stanford (California). Previamente, se había casado con Rita Bonneau, en la que encontró un apoyo fundamental para desarrollar todos sus planes de investigación, pues no sólo le animó a afincarse en California, sino que buscó allí un trabajo para ella -como maestra en una escuela militar- con el que pudieron afrontar los problemas económicos derivados del traslado.

En el Departamento de Física de la Universidad de Stanford, Taylor se vio obligado a esforzarse al máximo, pues allí coincidió con algunos científicos de la talla de Felix Bloch (1905-1983), Willis Lamb (1913- ) y Robert Hofstadter (1915-1990). Pero el joven científico canadiense no defraudó las expectativas de quienes, como su antiguo maestro E. J. Wiggins o su flamante esposa, le habían animado a ampliar su carrera de investigación en ambientes más propicios. Y así, al segundo año de estancia en Stanford se incorporó al acreditado laboratorio de dicha universidad (el High Energy Physics Laboratory), donde, aprovechando los progresos de un nuevo acelerador lineal de partículas, realizó su tesis doctoral bajo la supervisión del brillante catedrático Robert F. Mozley.

En 1958, merced a su experiencia en la construcción y el manejo de este tipo de aceleradores, Richard E. Taylor recibió una invitación de un equipo científico de la École Normale Supérieure de París, para que les instruyese acerca de un acelerador lineal similar al de Stanford, que se estaba construyendo en el Laboratorio de Orsay. Taylor, encantado con esta propuesta, permaneció en Francia durante tres años, período en el que su mujer trabajó como bibliotecaria en ese mismo Laboratorio de Orsay.

Los Taylor regresaron al Nuevo Continente en 1961, un año después de la llegada al mundo, en París, de Ted, su primer hijo. El científico canadiense se incorporó, entonces, al Lawrence Berkeley Laboratory, de la Universidad de California, en donde sólo permaneció un año, pues enseguida quiso regresar a Stanford para volver a trabajar en su magnífico acelerador lineal. Ya como miembro del SLAC (Stanford Linear Accelerator Center), Taylor trabajó en el diseño de un acelerador aún más potente, en colaboración con su antiguo compañero Pief Panofsky y con científicos visitantes que procedían del Instituto de Tecnología de California y del Instituto de Tecnología de Massachusetts (el célebre MIT).

Taylor empleó diez años de su vida en ese ambicioso proyecto. En el transcurso de ese decenio, su trayectoria profesional mejoró con su incorporación al plantel docente de la Universidad de Stanford (1968) y con la obtención, en 1971, de una beca Guggenheim que le permitió consagrar un año sabático a la visita del CERN (Centro Europeo de Investigaciones Nucleares). Diez años después, recayó en el científico canadiense el premio internacional Alexander von Humboldt, con el que pudo regresar a Europa para pasar todo el año académico en el famoso laboratorio alemán DESY (Hamburgo).

A su regreso a los Estados Unidos, fue designado Director Adjunto del Departamento de Investigación, cargo en el que sólo permaneció cuatro años (1982-1986), pues le quitaba mucho tiempo para su auténtica vocación: la investigación científica. Finalmente, su infatigable labor se vio recompensada, en 1990, con la entrega del Nobel por parte de la Academia Sueca de las Ciencias.

Aportaciones de Taylor

Richard Edward Taylor fue uno de los veintidós científicos que trabajó intensamente en el acelerador lineal de Stanford (SLAC), en una serie de pruebas experimentales que vinieron a demostrar que los protones y los neutrones son poseedores de una estructura interna, lo que a su vez confirma las predicciones teóricas del neoyorquino Murray Gell-Mann (1929- ), acerca de la existencia de los denominados quarks.

Junto con sus colegas de Stanford junto con Jerome I. Friedman y Henry W. Kendall -con los que luego habría de compartir el Nobel-, Taylor investigó sobre la estructura interna de la materia, en su mínima expresión, para lo que partió del modelo teórico de los quarks, postulado por Gell-Mann y -de forma independiente- G. Zweig. Tras sus descubrimientos experimentales en el acelerado lineal de Stanford, Taylor perfeccionó dicho modelo añadiéndole la existencia de unas subpartículas desconocidas hasta entonces, que luego fueron denominadas leptones; además, introdujo en el modelo teórico de Gell-Mann otras partículas no estructurales, sino de intercambio de fuerza, a las que en Stanford comenzaron a llamar bosones.

JRF

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.