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HistoriaBiografía

Talamantes Salvador y Baeza, Fray Melchor de (1765-1809).

Revolucionario mexicano aunque nacido en Lima (Perú) el 10 de enero de 1765 y fallecido el 10 de mayo de 1809 en San Juan de Ulúa. Titulado popularmente "protomártir de la Independencia", a pesar de su origen peruviano, la historiografía mexicana más reciente aboga porque se le considere "ciudadano y benemérito de la patria".

Se educó bajo la dirección de fray Manuel de Alcocer hasta los 14 años de edad, cuando tomó el hábito de la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de las Mercedes. Siguió estudios de Teología en la Universidad de San Marcos, opositó a las cátedras de filosofía, teología y Sagradas Escrituras y fue lector jubilado, examinador sinodal del Arzobispado del Perú, regente mayor de estudios y definidor general en la Provincia de la Merced de Lima. En noviembre de 1795 el padre Miguel Baeza, sin que se sepa a ciencia cierta la razón, le cedió una capellanía fundada en la ciudad de Lima.

Según informes y declaraciones en su contra, recogidos con motivo de su encarcelamiento y juicio posterior, debió implicarse en alguna situación comprometida que le atrajo alguna enemistad importante, ya que el 20 de septiembre de 1798 el provincial del Perú le concedió licencia para viajar a España, según decía "con objeto de votar en un capítulo general y de arreglar asuntos de familia", y lo más probable es que su pretensión fuera la de secularizarse, porque al parecer "hay constancia de que lo intentó, levantando diversas informaciones encaminadas a realizar tal propósito".

En noviembre de 1799 llegó a la ciudad de México. Había desembarcado pocos días antes en Acapulco, hospedándose en el convento principal de la orden de la Merced. Al parecer mostró a las autoridades la patente de la Provincia del Perú y los pasaportes del virrey, por los que se le concedía licencia para pasar a la península, una vez que hubiera concluido la guerra que España sostenía con Inglaterra. Uno de sus denunciantes declaró que "había venido fugitivo de su Provincia de Lima, yéndose a la de Quito, a Guayaquil, en donde por recomendaciones del gobernador de La Plata había conseguido las licencias para pasar a España". Según este informante "era inquieto, insubordinado e intrigante en los capítulos; poco escrupuloso en el cumplimiento de sus deberes, pasándose mucho tiempo sin que visitase el convento y dejando de celebrar misa en períodos de hasta seis meses consecutivos".

De sus actividades en México se tiene escasa noticia, con excepción de algunos sermones que llegaron a ser publicados y por los que fue muy elogiado. El Sermón político-moral predicado en la Real Capilla del Palacio Mayor de México, de 28 de marzo de 1800; el Panegírico de la Gloriosa Virgen y Doctora Santa Teresa de Jesús, que dijo en la iglesia grande de los reverendos padres carmelitas descalzos, el 15 de octubre de 1802, y la Oración fúnebre que en las exequias de los soldados españoles muertos en la guerra, que pronunció el 18 de noviembre de 1803 en la Santa Iglesia Metropolitana. Doctores y maestros de su época lo aplaudieron "por su delicado ingenio, exquisita crítica y amena erudición", así como por sus cualidades religiosas y civiles.

Al cabo de los años se había granjeado la amistad de numerosas personalidades entre los círculos criollos de la capital, así como cierta aureola de hombre culto y muy docto en diversas materias. El doctor Jacobo Villaurrutia, nombrado por el virrey director del Diario de México, declaró años más tarde: "Me dieron a conocer al citado religioso como uno de los literatos más a propósito para el cargo de censor, informándome que su trato era con las personas más visibles en dignidad y literatura". Entre estas personas se encontraban los licenciados Juan Francisco Azcárate y Francisco Primo Verdad, así como José María Fagoaga.

La fama que había alcanzado se confirmó poco después, cuando el virrey Iturrigaray llegó a considerarlo la persona más apta para hacerse cargo de una importante responsabilidad: por Real Orden de 20 de mayo de 1805 el rey de España había ordenado reunir y estudiar con todo detalle los documentos existentes en la capital del virreinato y en la frontera norte, relativos a los límites entre los territorios de Texas y la Luisiana. Previos diversos informes y pareceres y oído el fiscal de lo civil, el 27 de enero de 1807, el virrey resolvió nombrarlo "comisionado principal". En su resolución podía leerse que lo había hecho así "por constarle que a su buena salud reunía un talento y una ilustración muy finos, poseyendo una crítica sabia y no teniendo ocupación alguna de su religión que pueda impedirle hacer este servicio al rey y al Estado". Como ayudante y auxiliar en esta comisión, el virrey nombró al teniente de fragata, ayudante del cuerpo de pilotos de la Real Armada, Gonzalo López de Haro. Este último, por su parte, se encargaría "de realizar las delineaciones y planos que pudiesen necesitarse para mayor ilustración y claridad de los puntos geográficos e hidrográficos".

Como respuesta al encargo del virrey, Talamantes elaboró un documento que tituló Plan de límites de Texas y demás dominios de Su Majestad en la América septentrional española. Estructuraba su trabajo en cinco partes:

1.- Colección de documentos auténticos y originales relativos a la historia general de Texas desde 1630 hasta 1770.
2.- Documentos concernientes a puntos relativos a la historia de Texas y la Luisiana y de interés en el asunto.
3.- Documentos referentes a las pasadas controversias sobre la línea de límites entre ambas provincias.
4.- Colección de reales cédulas y órdenes e informes proporcionados por los virreyes de la Nueva España a la corte, sobre los evidentes derechos que tenía España en las partes este y norte de Texas.
5.- Discusión filosófica de los mismos derechos de España sobre diferentes puntos en Norteamérica, muy importante para fijar los límites entre Texas y la Luisiana e incidentalmente entre Texas y Nuevo México.

Para llevar a cabo esta tarea, y gracias al eficaz apoyo de su ayudante, acumuló piezas documentales, expedientes, informes y relaciones de todo tipo, obtenidos en archivos personales y bibliotecas públicas, como las de la Real Universidad, la Catedral, la del Colegio de Santos e incluso la Inquisición. En este último caso encontró fuerte resistencia y oposición a la entrega de los papeles solicitados, que llegaron hasta el propio virrey. Al parecer, "logró recopilar documentos suficientes para redactar cinco volúmenes de copioso e interesante material, que deberían estar precedidos de una introducción general a toda la obra y de una particular para cada uno de los tomos". Sin embargo, la reticencia de sus superiores causada por su desordenado método de trabajo le obligó a mudar de residencia, instalándose el 4 de mayo de 1807 con libros y papeles, en una casa cercana al convento, en el callejón de Talavera.

Los sucesos peninsulares de 1808, las noticias sobre el proceso de El Escorial, el motín de Aranjuez, la invasión francesa de la península, las abdicaciones de los reyes y el levantamiento del 2 de mayo, produjeron una convulsión social y personal de la que no pudo sustraerse y a cuyo comentario y discusión dedicó todo el tiempo. Abandonando sus labores de comisionado se convirtió en activo propagandista de las pretensiones criollas de autonomía. Su propio ayudante, dedicado a la copia de documentos históricos, pasó a consagrarse a la tarea de reproducir y trasladar a otras personas los opúsculos políticos que fray Melchor se dedicaba a producir con todo entusiasmo.

En contacto directo con el grupo criollo que predominaba en el Ayuntamiento de Ciudad de México, Azcárate, Primo de Verdad y Sánchez de Tagle, pero también con otros personajes tan destacados como Villaurrutia, los marqueses de Uluapa y de Guardiola y sus amigos del Portal de Mercaderes y la relojería de Blasio, dio a conocer sus pensamientos y a leer públicamente propuestas cargadas de intencionalidad política. En todos ellos prendió la convicción de que era necesario defenderse de Napoleón, al que se suponía dueño y señor de la monarquía peninsular, alentando la formación de autoridades independientes y autónomas, a imagen y semejanza de lo que estaba ocurriendo en las provincias peninsulares.

Entre sus propósitos, el más inmediato fue apoyar al virrey Iturrigaray, obligándole a ceder a la presión social de los grupos criollos, que exigían la convocatoria de juntas y asambleas representativas de las ciudades del virreinato. Talamantes, por su parte, escribió y difundió bajo seudónimo (empleó indistintamente "Yrsa" y "Toribio Marcelino Fardanay") algunos escritos, entre ello los más conocidos Congreso Nacional del Reino de Nueva España, en el que se exponen los graves motivos de su urgente celebración, el modo de convocarlo, individuos que deben componerlo y asuntos de sus deliberaciones; Representación nacional de las colonias. Discurso filosófico dedicado al Excelentísimo Ayuntamiento y Cuestión importante sobre el regreso de Fernando VII a la España.

El 15 de septiembre de 1808 se produjo el levantamiento del hacendado español Gabriel de Yermo y sus seguidores, apoyado por la Audiencia, que depusieron al virrey y apresaron a sus colaboradores y a los miembros más destacados del Ayuntamiento. Al día siguiente fray Melchor de Talamantes ingresó en prisión, iniciándose de inmediato el proceso por el que la Inquisición le acusaba "de haber turbado la tranquilidad pública induciendo a la independencia, a través de sus escritos y proclamas, la ocultación de personas, la divulgación de expresiones seductoras, falsas y sediciosas, de haber solicitado la celebración de un Congreso Nacional de Nueva España y una larga lista de ofertas reprobables".

El informe de los jueces de la Inquisición de 22 de marzo de 1809 insistía en hacer recaer toda la culpabilidad en Talamantes: "La crítica y peligrosa situación porque atravesaba España abrió un dilatado campo al padre fray Melchor de Talamantes para desplegar sus luces, planes y designios respecto de la suerte política que preveía o deseaba en esta Nueva España [...]. El Congreso Nacional había de llevar en sí las semillas de independencia, sin que las notasen los inadvertidos […] había de tener la representación nacional con ejercicio de la soberanía; y su existencia rompía con la metrópoli los vínculos de dependencia […]. En el Discurso Filosófico se proponían doce cuestiones o casos en que las colonias se podían separar legítimamente de su metrópoli".

Instruida su causa junto con la del franciscano fray Miguel Zugasti (en realidad se llamaba Zugástegui), ambos acusados de sedición, se ordenó su traslado a España, por lo que fueron encadenados y enviados a San Juan de Ulúa, a la espera de su embarque en el primer navío disponible. Sin embargo, atacados ambos por la fiebre amarilla que hacía estragos en la zona, el franciscano falleció el 3 de mayo de 1809 y Talamantes una semana después. Enterrado en el cementerio de la Puntilla, una lengueta de tierra que rodeaba al castillo, se dice que sólo se le quitaron los grillos que lo encadenaban en el momento de su inhumación. Tuvo que pasar algo más de siglo y medio para que el historiador Luis González de Obregón reivindicara su memoria y reprodujera sus escritos más famosos.

Bibliografía

  • PUGA Y ACAL, M. Verdad y Talamantes, primeros mártires de la Independencia. Tipografía el Progreso Latino, México, 1908

  • TALAMANTES, fr. M. de. Argumentos en favor de la Independencia de México. Presentación y biografía de GONZÁLEZ OBREGÓN, L. Ediciones del Centro de Documentación Política, México, 1979.

  • ALAMÁN, L. Historia de México. Fondo de Cultura Económica, México, 1985

  • ZÁRATE, J. La Independencia. Vol III de México a través de los siglos. Cía Gral de Ediciones, México, 1951 -1952

  • BUSTAMANTE, C. M. de. Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana. Fondo de Cultura Económica, México, 1985

Manuel Ortuño

Autor

  • 0304 Manuel Ortuño