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LiteraturaBiografía

Silio Itálico, Cayo (ca. 23-101).

Poeta latino, nacido hacia el año 23, cuyo nombre completo era Tiberio Catio Asconio Silio Itálico. Autor de los Púnica, epopeya sobre la Segunda Guerra Púnica, compuesta en diecisiete libros escritos a partir del 88.

Vida

La vida de Silio Itálico transcurrió entre los principados de Tiberio y Trajano, en torno a los años 23-101 d. C. Plinio el Joven (Epístola III 7) y Marcial (Epigramas VII 63, VIII 66; IX 86; XI 48 y 49) son los biógrafos fundamentales de este autor. El texto de Plinio es una necrológica sincera, una breve semblanza del poeta trazada recién conocida su muerte en su retiro napolitano. Marcial, amigo del poeta, da noticias más literarias que vitales. Según una y otra fuente éstos son los datos más relevantes de su vida: Silio Itálico nació en el seno de una familia adinerada, instalada tal vez en el norte de Italia. Desarrolló una espléndida carrera política, primero como abogado, luego cómo cónsul durante el 68, el mismo año que murió el demente Nerón, y, finalmente, durante el 77 como procónsul de Asia. En cuanto a sus ideales, fue seguidor de la escuela estoica. Es más, el filósofo neoestoico Epicteto lo estimaba como el mejor filósofo de los romanos. Durante la tiranía de Nerón, su fama perdió prestigio, puesto que se rumoreaba que había sido delator. A la muerte del emperador, fue partidario de Vitelio, quien le recompensó con el gobierno de Asia. Tras el asesinato de éste, acomodó su lealtad a Vespasiano. Fue laureado con el título de “príncipe de la ciudad” (princeps civitatis), si bien se despreocupó de desempeñar sus obligaciones como tal. Cansado de la vida pública, se retiró a la región de Campania para dedicarse de lleno a su vocación poética. Gastó gran parte de su fortuna en comprar villas, que adornaba con muchas estatuas e imágenes y que, además, enriquecía con buenas bibliotecas. De hecho, adquirió una finca de Cicerón en Túsculo, cerca de Roma, y el sepulcro de Virgilio, cerca de Nápoles, al que veneraba como a un dios. Se dejó morir lentamente por inanición alrededor del 101, a los setenta y cinco años de edad, aburrido de luchar contra un tumor incurable. De los dos hijos que tuvo, el mayor alcanzó el rango consular, mientras que el menor, Severo, murió antes que él, después de haber ostentado dos consulados.

Obra

Preliminares

La sentencia de Plinio sobre su poesía "scribebat carmina maiore cura quam ingenio" ("escribía poemas con más cuidado que ingenio”) ha pesado como una losa sobre los Púnica, única obra de Silio Itálico. Y de la misma opinión era H. E. Butler (en su libro Post-Augustan poetry from Seneca to Juvenal) veinte siglos más tarde, quien en 1909, sostenía que Silio “es, ante todo, conocido como el autor de la más larga y peor de las epopeyas romanas que quedan”. Sin embargo, la crítica moderna ha puesto en entredicho tales aseveraciones. Entre otros, F. Ahl, M. A. Davis y A. Pomeroy (en su artículo conjunto “Silius Italicus”, recogido en la obra Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, 1986) han abogado por la enorme valía literaria de los Púnica. Para estos estudiosos, Silio fue un poeta culto, que acometió una tarea ardua con enorme poder creativo y original pensamiento después de toda una vida dedicada a la política y a la poesía. Por esta razón los Púnica poseen una textura y calidad muy diferente de la Eneida de Virgilio o de la Farsalia de Lucano.

Los Púnica constituyen un carmen continuum (“poema épico extenso”) que sigue, más que a ninguna otra, la estela de la Eneida virgiliana. Si el argumento era distinto: las hazañas romanas durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.), el fin, no obstante, era idéntico: glorificar a Roma. En este sentido, Marcial consideró a Silio heredero de Virgilio (Epigramas XI 49), aunque su pluma no fuera tan diestra como la del mantuano. El tema de la Segunda Guerra Púnica era rico en sucesos dramáticos que habían sido ya historiados por Tito Livio en los libros 21-30 de su obra Ab urbe condita (Desde la fundación de Roma). Silio se nutrió, en cuanto a los datos, sobre todo de Livio, pero siguió muy de cerca la senda de Virgilio tanto en la forma como en la parafernalia de tópicos de la épica tradicional. De hecho, Silio aprovechó la predicción de Dido, versificada por Virgilio en Eneida, IV 622-29, de que vendría un vengador del pueblo cartaginés que lucharía contra Roma para iniciar en este punto su epopeya. El poeta, de este modo, continuaba en el tiempo el poema épico de Virgilio. Pero al poetizar la Segunda Guerra Púnica según los cánones de la épica tradicional y, en especial, teniendo a la Eneida como modelo, Silio Itálico cometió, para muchos, un craso error: querer amoldar la épica tradicional a los hechos históricos. Homero había cantado las hazañas míticas de Aquiles y Ulises, y Virgilio las de Eneas, de ahí que en ese cosmos legendario los tópicos convencionales de la épica (el descenso a los infiernos del héroe, los juegos funerales, la consulta de los Manes o el correlato objetivo entre hechos del presente y mitos de pasado) tuvieran su marco natural. Sin embargo, las batallas de Aníbal y Escipión el Africano, los héroes de los Púnica, nada tenían que ver con la mitología. En consecuencia, la intervención de los dioses en los asuntos humanos así como las escenas mitográficas resultan extrañas en los Púnica. Lucano había preferido con mejor criterio romper con la maquinaria divina a la hora de componer su Farsalia, donde versifica la historia de la guerra civil entre César y Pompeyo con el metro épico por excelencia: el hexámetro.

Estructura y argumentos de los Púnica

Los diecisiete libros de los Púnica relatan la Segunda Guerra Púnica con la siguiente distribución:

Libro I: Silio remonta los orígenes de las hostilidades entre los cartagineses y los romanos a la determinación de la diosa Juno por acabar con el poderío de Roma. El elegido para la empresa es Aníbal, que fue educado en el odio a los romanos. La guerra empieza en España, donde Aníbal ataca Sagunto, ciudad aliada de Roma. Una embajada romana entonces conmina a los cartagineses a que depongan el ataque, si no quieren provocar una guerra.

Libro II: Quinto Fabio Máximo, a la cabeza de una misión diplomática enviada a Cartago, no consigue disuadir al general cartaginés, por lo que declara la guerra. Sigue un duelo oratorio entre los cartagineses Hannón y Gestar, el primero contrario a la guerra, el otro a favor. Los saguntinos, aunque bajo la protección de la diosa Fides, no pueden resistir al durísimo asedio de Aníbal, que entra triunfante en Sagunto con la ayuda de Juno y la Furia Tisífone cuando todos sus ciudadanos han muerto.

Libro III: en la parte central de este libro Silio cataloga las tropas cartaginesas y sus aliados, reconociendo también sus éxitos bélicos, pues Aníbal atraviesa con su ejército la cordillera pirenaica y alpina. Roma, entonces, está aterrorizada. Entretanto, Venus, benefactora de los romanos, pide explicaciones a Júpiter, quien le manifiesta su propósito de sopesar la valentía de los hombres con esta guerra y, de modo especial, la de los romanos, que han ido perdiendo sus virtudes bélicas y sus ansias de gloria.

Libros IV-V: Ambos libros despliegan una actividad bélica febril. En el libro IV se versifican las dos victorias aplastantes de Aníbal en las batallas de Ticinio y Trebia sobre las tropas acaudilladas por Publio Cornelio Escipión. En el libro V el general Gayo Flaminio es también derrotado en la batalla de Trasimeno debido a su impiedad.

Libros VI-VII: suponen un intermedio de tranquilidad tras la acción tan agitada de los anteriores. Silio compone un excurso retrospectivo en el libro VI para elogiar las gestas de Atilio Régulo durante la Primera Guerra Púnica. Finaliza el libro VI con el nombramiento de Quinto Fabio Máximo como dictador. Por su parte, el libro VII recoge las estrategias dilatorias de Fabio, por las que se ganó el apodo de Cunctator (“el Retardador”).

Libros VIII-IX: retoman la acción trepidante con la narración de la derrota de Cannas. La culpa de la tragedia se debe, otra vez, a la incompetencia del jefe del ejército, el cónsul Marco Terencio Varrón.

Libro XI: este libro como en el caso de los libros VI-VII sirve de momento anticlimático. Aníbal asienta su campamento en Capua y Venus intercede por los romanos, enviando contra los cartagineses las divinidades del amor.

Libro XII: gracias a Marcelo los romanos, por fin, vencen a Aníbal en la batalla entablada cerca de Nola. Pese a la derrota, Aníbal se dirige a Roma con renovados bríos.

Libro XIII: Aníbal no consigue conquistar Roma y, además, pierde Capua. Silio, entonces, relata las muertes de Publio Cornelio Escipión y su hermano Gneo Cornelio Escipión producidas en España. A continuación, se cuenta la katábasis o bajada a los infiernos de Publio Cornelio Escipión el Africano. Allí tiene lugar una nekyia (término griego para designar la necromancia o adivinación del futuro a través del espíritu de los muertos), donde su madre Pomponia, amada por Júpiter, le revela su condición divina entre otras cosas.

Libros XIV-XVII: la racha de victorias romanas prosigue a lo largo de estos libros: el XIV nos informa de la toma de Siracusa por el general Romano Marcelo; el libro XV, por su lado, nos informa de los éxitos militares en España del joven Escipión y de la victoria de Claudio Neróny Livio Salinator en la batalla de Metauro, cerca de la ciudad italiana de Siena; el libro XVI se demora en la descripción de diversos juegos fúnebres, tópico esencial en la épica tradicional; por fin, la obra concluye en el libro XVII con la definitiva derrota sufrida por los cartagineses en Zama.

Lengua y estilo

Se ha achacado a la vejez de Silio el que su estilo sea, a menudo, tautológico y falto de estro poético; como decía Plinio, “más cuidado que ingenioso”. No obstante, su expresión sencilla también se debe a la admiración que el poeta sentía por Virgilio y a su esfuerzo por acoplar la desnuda prosa analística a su poema épico. Esta claridad de lenguaje se aleja del barroquismo entonces de moda y que tanto cultivaron sus coetáneos Lucano, Valerio Flaco o Estacio. Su arte hexamétrico destaca por un uso efectista de los pies espondeos, técnica en la que emula a Virgilio mejor que ningún otro épico de su época.

Pervivencia

Plinio el Joven y Marcial, contemporáneos del poeta, y Sidonio Apolinar más tarde, en el siglo V, son los únicos escritores que mencionan en la Antigüedad la obra de Silio Itático. Marcial, incluso, se refiere a los Púnica como “los libros inmortales del imperedecero Silio” (Epigramas, VII 63, 1). En la Edad Media Silio no fue totalmente olvidado, como parecen probar los ecos literarios encontrados en el poema épico Waltharius (ca. 930), que narra leyendas nibelungas. El humanista florentino Poggio Bracciolini (1380-1459) descubrió un manuscrito suyo durante el Concilio de Constanza (1416 o 1417). A partir de ese momento, los Púnica fueron editados por otros humanistas (Domizio Calderini, Pomponio Leto o Bartolomé Fonti), lo cual hizo que la obra se divulgara por toda Europa. Tuvo una recepción fecunda en Inglaterra donde fue con frecuencia leído e imitado. Sin embargo, las críticas negativas vertidas sobre su obra, especialmente las de francés Julio César Escalígero (1484-1558) en sus Siete libros de poesía (Lyon 1461), menoscabaron su prestigio y difusión en el resto de Europa. El poeta alemán Ludwig Uhland (1787-1862) versionó de nuevo la escena de “Escipión en la encrucijada entre virtud y placer” (XV 1-149), que fue, además, fuente de inspiración para un cuadro del celebérrimo artísta italiano Rafael Sanzio.

Bibliografía

Texto

DELZ, I. Silii Italici Punica. (Stuttgart: Teubner, 1987).

Estudios

AHL, F., DAVIS, M. A. y POMEROY, A. “Silius Italicus”, en H. Temporini und W. Hasse (eds.), Aufstief und Niedergang der römischen Welt II 32. 4 (1986), 2492-61, bibliografía en 2558-61.
ALBRECHT, M. von, Silius Italicus. Freiheit und Gebundenkeit römischer Epik. (Amsterdam: Schnippers, 1964).
................................ “Silio Itálico”, en M. von Albrecht, Historia de la Literatura Romana II (trad. castellana de D. Estefanía y A. Pociña), (Barcelona: Herder, 1999 [págs. 884-894]).
LORENZO, J. “Técnica descriptiva en Virgilio y Silio Itálico”, en Cuadernos de Filología Clásica 15 (1978), 201-15.
VESSEY, D. W. T. C., “Época flavia”, en E. J. Kenney y W. w. Clausen (eds.), Historia de la Literatura Clásica. II Literatura Latina (trad. castellana de E. Bombín), (Madrid: Gredos, 1989, [págs. 646-52]).

Traducciones

MINICONI, P., DEVALLET, G., VOLPIHAC-LENTHÉRIC, J. y MARTIN, M. La guerre Punique (4 vols.), (París: 1979-1992).

A. J. Traver Vera

Autor

  • Ángel Jacinto Traver Vera