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PolíticaBiografía

Sharon, Ariel (1928-2014).

Político israelí, líder del partido nacionalista Likud y de su escisión, Kadima, que alcanzó el cargo de primer ministro del país tras las elecciones del 6 de febrero de 2001 en las que derrotó con una amplia mayoría de votos a su oponente, el laborista Ehud Barak.

Nació en el moshav (cooperativa agrícola) de Kfar Maalal el 26 de febrero de 1928 y falleció en Tel Aviv, Israel, el 11 de enero de 2014. Inició su larga carrera militar a los catorce años cuando ingresó en las filas de la organización Haganah para luchar contra el ejército colonial británico. Fue instructor de la policía hebrea en 1947 y cuando estalló la primera guerra árabe-israelí en 1948, participó primero como jefe de infantería de una columna militar y, más tarde, como comandante de la unidad especial 101, famosa por las operaciones de represalia en los vecinos estados árabes. En todos los conflictos bélicos posteriores -campaña del Sinaí (1949), guerra de los Seis Días (1967), guerra del Yom Kippur (1973)- Sharon ocupó puestos de alta responsabilidad militar.

Abandonó el ejército con el objetivo de defender sus posiciones ideológicas nacionalistas desde el púlpito político y en diciembre de 1973 resultó elegido diputado por el Likud, el partido judío conservador. Al año siguiente se convirtió en asesor de seguridad del primer ministro Isaac Rabin. Asentado en la diputación permanente de la Cámara (knesset) en Jerusalén, su ascensión política le llevó a ocupar diferentes carteras ministeriales en los sucesivos gobiernos. Fue responsable de Agricultura en 1977, entre 1977 y 1983 ocupó el ministerio de Defensa, asumió la cartera de Industria y Comercio de 1984 a 1990, de Construcción y Vivienda de 1990 a 1992, en 1996 aceptó el ministerio de Infraestructuras Nacionales y entre 1998 y 1999 fue el responsable de Exteriores en el gobierno de Netanyahu. Con la caída del gobierno conservador en los comicios de mayo de 1999 y la dimisión de Netanyahu como líder del Likud, Sharon fue designado presidente interino del partido y confirmado en el cargo en el mes de septiembre.

En su largo camino por los derroteros políticos, el "halcón" del Likud protagonizó dos de los episodios más trágicos de la historia de Israel. En 1982, cuando Sharon ocupaba el ministerio de Defensa, tropas cristianas libanesas apoyadas por el ejército israelí asaltaron los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en Beirut y asesinaron a más de un millar de civiles, como represalia a las actividades de guerrilla de la OLP. La comisión Kahan que en 1983 se encargó de la investigación de las matanzas sentenció la culpabilidad de Sharon, que tuvo que abandonar su cartera ministerial. La segunda actuación tristemente histórica del líder del Likud le implica directamente en el rebrote de la Intifada en los últimos días de septiembre de 2000. Después de las conversaciones mantenidas en Camp David entre Barak y Arafat que abrían por primera vez la posibilidad de dividir la ciudad santa de Jerusalén, Sharon, custodiado por más de 2.000 soldados, decidió visitar la Explanada de las Mezquitas, lugar santo del Islam, y reivindicar el recinto en nombre del judaísmo. La provocación tuvo una respuesta inmediata por parte de los palestinos que estallaron en una nueva revuelta que, en los primeros meses de enfrentamiento, se cobró más de 400 muertos.

Suspendido el proceso de paz árabe-israelí y con continuos episodios de violencia en el país, los cimientos del gobierno laborista, que ya había perdido el apoyo parlamentario, comenzaron a tambalearse. El Likud exigió la convocatoria de elecciones anticipadas y presentó a Sharon como candidato oficial para desbancar a Barak del poder. Pero el inesperado regreso del ex primer ministro Netanyahu a la primera línea política, tras el abandono que protagonizó en 1999 después de su estrepitoso fracaso electoral frente a los laboristas, complicó durante los últimos días del año 2000 las opciones de Sharon a la jefatura del gobierno. Un amplio sector del Likud apoyaba sin reservas a Netanyahu que, con el objetivo de convertirse nuevamente en líder de las posiciones conservadoras del país, llegó incluso a proclamar su candidatura. La pretensión de Netanyahu de disolver el Parlamento antes de que se celebraran elecciones a primer ministro no se hizo efectiva y, finalmente, optó por retirarse de la lucha política y apoyar la opción oficialista de Sharon.

Solucionadas las disputas internas en el partido, los sondeos auguraban para el líder del Likud una amplía victoria en la cita electoral del 6 de febrero de 2001. Las previsiones se cumplieron y Sharon consiguió el respaldo de más del 63% de los votos, frente al escaso 37% de su oponente, Ehud Barak. Tras conocer su triunfo electoral, invitó a los laboristas a formar un gobierno de unidad nacional y pidió al pueblo palestino que abandonara el camino de la violencia para reanudar el proceso negociador. No obstante, manifestó su intención inamovible de mantener Jerusalén como capital indivisible de los judíos de Israel, dejando sin efecto la promesa de su antecesor de negociar con los palestinos la posibilidad de compartir el control de la ciudad. Sharon declaró que iniciaría un nuevo proyecto de paz con una nueva dinámica de negociación, lo que significaba desmarcarse de los acuerdos alcanzados entre Arafat y Barak y empezar desde cero. El propio primer ministro saliente, Ehud Barak, anunció oficialmente que las propuestas realizadas en la reunión de Taba (enero de 2001) podían considerarse prescritas y no comprometían al nuevo jefe electo del Ejecutivo. La respuesta inmediata de la Autoridad Nacional Palestina fue exigir que se respetaran los pactos verbales alcanzados con el Gobierno laborista y no dar marcha atrás en el proceso negociador. La victoria del 'halcón' fue recibida con pesimismo en los países árabes, que desconfiaban de Sharon como interlocutor válido para avanzar en el proceso de paz, y con recelo en la Unión Europea, donde se temía que las posiciones del nuevo líder del país paralizaran los acuerdos alcanzados con los palestinos y retrasaran indefinidamente la estabilidad en la zona.

Los grupos radicales palestinos entendieron que había llegado el momento de intensificar la Intifada y, sólo cuarenta y ocho horas después de la victoria electoral de Sharon, colocaron un coche bomba en un barrio judío de Jerusalén. Días después, un helicóptero de combate israelí lanzó un proyectil sobre el coche en el que viajaba un comandante de la guardia personal de Yasir Arafat. Desde el rebrote de la Intifada, y a pesar de la fuerte condena de la comunidad internacional, fuerzas del ejército israelí habían iniciado una política de ejecuciones sumarias contra líderes de la revuelta palestina justificadas desde el Gobierno del primer ministro en funciones, Ehud Barak, como respuesta legítima a las acciones terroristas de los comandos islámicos. Veinticuatro horas después del asesinato, un conductor de autobús palestino lanzaba su vehículo contra un grupo de soldados y civiles israelíes que esperaban la llegada del transporte público. Ocho personas murieron y el gobierno de Barak se apresuró a anunciar la adopción de fuertes medidas de represalia por el atentado.

Primer Gobierno de unidad

Mientras la ola de violencia arreciaba en las calles de los territorios ocupados, Ariel Sharon negociaba con los líderes laboristas la formación de su prometido Gobierno de unidad nacional. Sectores pacifistas y del ala izquierdista del laborismo se opusieron radicalmente a suscribir un pacto con el Likud y amenazaron con abandonar las filas del partido si se producía la alianza. Ehud Barak no atendió las protestas de los sectores críticos de su formación política y alcanzó un acuerdo de colaboración con Sharon en el que se comprometió a aceptar la cartera de Defensa en el nuevo Ejecutivo. Sólo habían transcurrido diez días desde que, tras su derrota electoral, anunciara al país su retirada de la vida política. La rebelión en las filas laboristas amenazaba con provocar una escisión y las presiones sobre Barak le obligaron a anunciar, por segunda vez en quince días, su retirada temporal de la vida política y la renuncia a la cartera ministerial en el Gabinete de unidad de la derecha israelí. Pero el abandono de Barak no impidió que un sector del laborismo, liderado ahora por el ministro de Cooperación Regional, Simón Peres, insistiera en la necesidad de integrarse en el proyecto político del líder del Likud y, en una tumultuosa asamblea celebrada el 26 de febrero de 2001, el Comité Central del partido aprobó la participación laborista en el Gobierno unitario de Sharon. El triunfo de la iniciativa 'pactista' pilotada por Peres convirtió al veterano político israelí en el nuevo referente de su partido. Finalmente, ocho ministros laboristas se integraron en el Gobierno de Ariel Sharon. Peres asumió la cartera de Exteriores, Benjamín Ben Eliezer fue nombrado ministro de Defensa y el druso Salah Tarifi se convirtió en el primer ministro árabe (sin cartera) de la historia de Israel (dimitiría un año después, el 27 de enero de 2002, víctima de un chantaje sexual y de acusaciones de prevaricación y soborno para conseguir la residencia en Israel de un amigo palestino).

En su objetivo de configurar uno de los Gobiernos más amplios de la historia política del país, que garantizara el apoyo parlamentario a su nuevo Ejecutivo, Ariel Sharon consiguió que en su plataforma de alianza nacional se integraran también un buen número de organizaciones nacionalistas ultraortodoxas laicas y religiosas. A cambio, tuvo que entregar algunos ministerios a las organizaciones de extrema derecha (Infraestructuras, Turismo).

Ariel Sharon fue investido nuevo primer ministro de Israel el 7 de marzo de 2001 con el apoyo de 74 de los 120 diputados del Congreso. En el acto de investidura, el nuevo mandatario presentó en el Parlamento su Gobierno de unidad nacional y alcanzó el compromiso de poner fin a la revuelta palestina. Pero los peores pronósticos se cumplieron y en los dos primeros meses de su mandato se recrudeció el conflicto árabe-israelí y aumentaron los episodios de violencia. La represión contra la Intifada se intensificó de forma determinante y desaparecieron las opciones para avanzar en el proceso de paz. Dos acontecimientos de especial relevancia, que se produjeron con apenas unas horas de diferencia, dejaron clara la política del nuevo Gobierno en relación con la crisis en la zona.

En la madrugada del 15 de abril, fuerzas del ejército israelí lanzaron un ataque contra tropas sirias en Líbano. Un año antes, el gobierno de Ehud Barak había ordenado la retirada del ejército israelí del sur del Líbano en cumplimiento con los acuerdos firmados por el ex primer ministro Benjamin Netanyahu y el líder palestino Yasir Arafat y, desde 1982, las tropas israelíes no atacaban objetivos sirios en Líbano. Pero el nuevo Ejecutivo ultranacionalista quiso dejar claro que su llegada al poder significaba "un cambio en las reglas del juego" y no dudó en responder al ataque de Hezbolá, en el que murió un soldado israelí, con un bombardeo contra posiciones sirias en Líbano. Los países árabes condenaron con dureza el ataque y el Gobierno sirio advirtió que se reservaba el derecho de responder a las provocaciones de Sharon.

Apenas unas horas después, tropas israelíes ocuparon una zona de la franja de Gaza, en represalia por el lanzamiento de cinco obuses de mortero desde este territorio palestino, y anunciaron su intención de permanecer allí de forma indefinida hasta el cese de la violencia. Por primera vez desde la firma de los acuerdos de Oslo en 1993, el ejército israelí ocupaba una zona bajo control de la autoridad palestina. La diplomacia estadounidense tuvo que intervenir de forma inmediata. El secretario de Estado norteamericano Colin Powell criticó la ocupación y exigió al Gobierno israelí el cumplimiento de los acuerdos firmados y la retirada de las tropas. Ariel Sharon aceptó la reprimenda y ordenó el repliegue veinticuatro horas después.

La escalada del conflicto avanzó, sin embargo, hacia una guerra abierta en la que cada ataque de las fuerzas palestinas recibía una contundente respuesta por parte del ejército israelí. En un claro desafío a la comunidad internacional y a los sectores pacifistas de su país, que criticaban con dureza las desproporcionadas represalias militares, Sharon anunció que utilizaría todo el arsenal bélico de sus fuerzas armadas para combatir la Intifada palestina. Su amenaza no tardó en hacerse efectiva y, por primera vez, desde el estallido del conflicto, envió aviones de combate F-16 para bombardear posiciones árabes en Gaza y Cisjordania. Claramentente instalado en posiciones belicistas, el mandatario israelí tampoco atendió la exigencia estadounidense de poner fin a los nuevos asentamientos de colonos en territorio palestino y supeditó el alto el fuego al desmantelamiento previo de la Intifada.

El primer día de julio de 2001, Sharon ordenó un nuevo bombardeo contra posiciones sirias en Líbano como represalia a un ataque de la guerrilla libanesa de Hezbolá contra un destacamento de tropas israelíes. La arriesgada afrenta del "halcón" contra sus vecinos del norte volvió a poner en peligro el equilibrio conseguido en 2000, cuando el Gobierno laborista de Barak retiró las tropas israelíes del sur de Líbano.

Seis meses después de llegar al poder, la inflexible postura militar adoptada por Sharon y su estrategia de "asesinatos selectivos" entre los presuntos líderes de la Intifada alejaban aún más la búsqueda de soluciones efectivas al conflicto. Los trágicos ataques terroristas que sufrió Estados Unidos en la jornada del 11 de septiembre de 2001, atribuidos a grupos fundamentalistas islámicos, representaron un nuevo punto de inflexión en el conflicto de Oriente Próximo. Arafat y Sharon condenaron enérgicamente los salvajes atentados y, siete días después, acordaron decretar el alto el fuego. Entretanto se anunció una nueva reunión entre el ministro de Exteriores israelí, Simon Peres, y el líder de la Autoridad Nacional Palestina para retomar las conversaciones de paz aunque, presionado por la derecha ultranacionalista de su Ejecutivo, Ariel Sharon suspendió la cumbre en el último momento. El encuentro entre Arafat y Peres se produjo finalmente el 26 de septiembre en Gaza y, celebrada en un clima tenso, la reunión concluyó con el compromiso de las partes de mantener el alto el fuego y reanudar la cooperación en materia de seguridad.

El tímido acercamiento diplomático volvió a saltar por los aires en 17 de octubre de 2001 cuando el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) asesinó en un hotel de Jerusalén al ministro de Turismo israelí y líder del partido ultranacionalista Unión Nacional, Rehavam Zeevi. Sharon responsabilizó del atentado al propio Arafat y ordenó una ofensiva militar de castigo contra la mayoría de las ciudades autónomas de Cisjordania.

El plan de acción israelí se encaminó entonces hacia el arrinconamiento, físico y político, de Yasir Arafat. Cercado desde las Navidades en su oficina de Ramala y acusado por el Gobierno israelí de ser el responsable directo de los continuos atentados suicidas perpetrados por los radicales islámicos, Arafat vivía los momentos más críticos de su liderazgo al frente de la ANP. La espiral acción-reacción no se detuvo en los meses posteriores y los episodios de violencia incontrolada llegaron a un punto sin retorno en los primeros días del mes de marzo de 2002. La residencia oficial de Arafat en Ramala fue atacada por helicópteros israelíes y en una sola jornada perdieron la vida 46 personas, 39 de ellas árabes, en diferentes ciudades de la Palestina ocupada. Nuevos atentados palestinos y operaciones de represalia israelí en los campos de refugiados radicalizaron las posturas entre los sectores más duros de las dos partes del conflicto, mientras el equipo político y militar comandado por Ariel Sharon asumía el objetivo de aniquilar las infraestructuras de la ANP hasta lograr el destierro definitivo del líder palestino. A finales de marzo, Sharon puso en marcha la llamada "Operación Muro Defensivo", la mayor ofensiva militar de las últimas dos décadas, y el ejército desplegó más de un centenar de carros de combate y vehículos blindados en Ramala, la sede provisional del Ejecutivo palestino. Arafat quedó aislado en su refugio durante 34 días de férreo asedio mientras las tropas israelíes tomaban al asalto los campos de refugiados (especialmente sangriento en Yenín) y reocupaban territorios en Gaza y Cisjordania con el objetivo de neutralizar a los cerebros de los ataques suicidas.

En un escenario de violencia permanente instalado en la zona, el Gobierno de unidad nacional padeció momentos críticos cuando el 20 de mayo de 2002 Ariel Sharon cesó de forma fulminante a cinco ministros del partido ultrarreligioso Shas y a cinco viceministros de la Unidad de la Torah, como castigo por haber votado en el Parlamento contra un plan económico urgente, diseñado por el primer ministro para financiar la ofensiva militar contra los palestinos a costa de recortar fondos de otras partidas y de incrementar impuestos indirectos. La ley fue rechazada por 47 votos en contra, 41 a favor y una abstención. La destitución provocó la retirada inmediata del apoyo al Gobierno de 22 diputados de la Cámara aunque, dos días después de la primera votación, el plan volvió a someterse a consulta en el Parlamento y fue finalmente aprobado con 65 votos.

El 14 de julio de 2002, Ariel Sharon autorizó la reanudación de los contactos oficiales con responsables palestinos, siempre que Arafat se mantuviera alejado de la mesa de negociación. Dos meses después y en respuesta a un nuevo atentado suicida del extremismo palestino, los tanques israelíes irrumpieron en el cuartel de Arafat (Mukata) en Ramala, dinamitaron casi por completo el complejo presidencial e iniciaron un nuevo asedio de carácter indefinido con el objetivo de forzar el exilio del presidente de la ANP. Presionado por Naciones Unidas y la diplomacia estadounidense, Sharon ordenó diez días después levantar el cerco.

El fracaso del Gabinete de unidad

Entretanto, la crisis en el Gobierno israelí, anunciada antes del verano, se materializó el 30 de octubre de 2002 con la dimisión en bloque de los siete ministros laboristas integrados en el Gabinete de unidad nacional, formado por Ariel Sharon tras los comicios de febrero de 2001. Al presentar su renuncia, los ministros alegaron discrepancias sobre la aprobación de una partida presupuestaria, que el Likud pretendía destinar a mejorar la seguridad de los asentamientos en Gaza y Cisjordania, en lugar de a favorecer las prestaciones sociales de los israelíes como defendían los laboristas, pero tras este pretexto formal se escondían razones políticas de mayor envergadura, como la anunciada convocatoria de elecciones primarias en el seno del laborismo y la necesidad de todos sus líderes de aparecer ante sus correligionarios desligados de los pactos suscritos contra natura con el nacionalismo conservador del Likud.

En cualquier caso, la caída del Gobierno de coalición no impidió que el primer ministro lograra la aprobación de sus presupuestos en la Cámara, donde de inmediato buscó el apoyo de nuevos aliados en las filas de los partidos ultranacionalistas y religiosos para formar una nueva mayoría parlamentaria y evitar la convocatoria de elecciones adelantadas. La primera medida para conquistar nuevos socios de Gobierno entre el extremismo conservador llegó con el nombramiento como nuevo ministro de Defensa de Saul Mofaz, veterano militar responsable de algunas de las operaciones más polémicas de represión de la Intifada y ferviente defensor del destierro de Arafat. Los palestinos y los sectores pacifistas israelíes acogieron con temor la designación del nuevo titular de Defensa y auguraron un más que previsible recrudecimiento de la Intifada.

Por otro lado, el fracaso del Gabinete de unidad de Sharon coincidió en el tiempo con una nueva batalla interna en el seno del Likud por conquistar el liderazgo del partido. Los sondeos auguraban una clara victoria del ex primer ministro Netanyahu sobre el jefe del Ejecutivo en ejercicio en las inminetes elecciones primarias y Ariel Sharon ideó una ambiciosa maniobra política para acabar con las rivalidades intestinas de poder y garantizar, al mismo tiempo, la victoria del partido de cara a los futuros comicios generales, previstos para octubre de 2003. Pidió a Netanyahu que retirara su candidatura a la jefatura del Ejecutivo y, a cambio, le ofreció la cartera de Exteriores en el nuevo Gabinete además del segundo puesto en las listas electorales del partido para las próximas elecciones con el compromiso de, cumplida la mitad de la legislatura, cederle la jefatura del Gobierno. El ex primer ministro aceptó la oferta pero exigió, como contrapartida, garantizar una nueva mayoría parlamentaria y un Ejecutivo sólido con la convocatoria de elecciones anticipadas; aspecto éste sobre el que Sharon mantenía inalterable, al menos de momento, una postura de clara oposición.

El primer ministro contó con el apoyo de la extrema derecha (Unión Nacional-Israel Beituni) para superar en el Parlamento una moción de censura contra su política económica y social, impulsada por el partido pacifista Meretz y respaldada por el Shinui derechista laico, las formaciones árabes y los diputados laboristas, pero, sin embargo, las negociaciones con los conservadores radicales para formar Gobierno fracasaron. Para ingresar en el Ejecutivo los líderes de la Unión Nacional exigían al mandatario israelí declarar oficialmente enterrados los Acuerdos de Oslo; circunstancia inaceptable pues hubiera desatado de inmediato un enfrentamiento directo con Washington. Frustrados sus planes y maniobras políticas, y muy a su pesar, el 5 de noviembre de 2002 Ariel Sharon anunció la convocatoria de elecciones en un plazo máximo de tres meses. Netanyahu, por su parte, vio de este modo cumplida su solicitud de adelanto electoral y aceptó ponerse a las órdenes de Sharon, como titular de Exteriores, en el Gobierno provisional.

El 28 de noviembre de 2002, Ariel Sharon logró una victoria arrolladora sobre Netanyahu en las elecciones primarias del Likud aunque la jornada quedó ensombrecida por una oleada de atentados contra Israel dentro y fuera de las fronteras del país. Las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa reivindicaron el asesinato de seis militantes del partido nacionalista israelí cuando acudían a votar en Galilea, horas después de que un coche bomba cargado de explosivos estallara frente a un hotel israelí en Mombasa (Kenia) y se cobrara la vida de quince personas. Casi simultáneamente, un avión, que había partido del aeropuerto africano con 261 pasajeros a bordo y destino a Tel Aviv, fue atacado con dos misiles que no lograron alcanzar al aparato. Algunas hipótesis aventuraron la posibilidad de que el doble atentado en Kenia fuera obra de extremistas islámicos asociados a la red terrorista de Al Qaeda.

Los comicios adelantados se celebraron finalmente el 28 de enero de 2003 y se cumplieron los pronósticos que aventuraban una victoria aplastante del candidato conservador a pesar de que, en las semanas previas, el primer ministro se había visto salpicado por algunos escándalos de corrupción, soborno y compra de votos en los que, presumiblemente, estaban implicados dirigentes de su formación política e incluso alguno de sus hijos. En cualquier caso, y a pesar del alto índice de abstención (32%), Sharon y el Likud salieron fortalecidos de las elecciones generales al tiempo que sus rivales históricos, los laboristas, sufrieron el mayor varapalo electoral de toda su historia. También las esperanzas de reanudar el camino de la paz sufrieron un duro revés después de que, a finales de febrero, el primer ministro anunciara un pacto para formar Gobierno con el Partido Nacional Religioso (PNR), portavoz de los colonos, la formación laica Shinui y la ultraderecha de Unión Nacional; tres fuerzas políticas que ya habían manifestado su apoyo a la ampliación del programa de asentamientos y su negativa a plantear en su agenda ejecutiva cualquier referencia a la futura constitución de un Estado palestino. El 27 de febrero de 2003, el Parlamento israelí aprobó el nuevo Gabinete, con el apoyo de 68 de los 120 escaños de la Cámara.

Un grave enfermedad le impidió concluir su mandato. En coma desde que el 4 de enero de 2006 sufrió una hemorragia cerebral, el Gabinete israelí decretó su incapacitación el 14 de abril cuando, tal y como establece la ley, se cumplían 100 días de hospitalización. Ehud Olmert, primer ministro en funciones y nuevo líder de Kadima, el partido vencedor en las recientes elecciones legislativas, recibió entonces poderes definitivos al frente del Ejecutivo.

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  • ISC