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FísicaBiografía

Segrè, Emilio Gino (1905-1989).

Físico estadounidense de origen italiano nacido en Tívoli (cerca de Roma, en la región del Lacio) el 1 de febrero de 1905 y fallecido en Lafayette (en el estado norteamericano de California) el 22 de abril de 1989. Fue galardonado con el Premio Nobel de Física -que compartió con el estadounidense Owen Chamberlain (1920- )- en 1959, "por el descubrimiento del antiprotón".

Nacido en el seno de una familia de clase media formada por el industrial Giuseppe Segrè y su esposa Amelia Treves, cursó su enseñanza primaria en una escuela pública de su ciudad natal. Más tarde, la familia se trasladó a Roma, donde el futuro premio Nobel realizó sus cursos de bachillerato.

Inclinado tempranamente hacia las Ciencias y la Tecnología, en 1922 ingresó en la Universidad de Roma para cursar estudios superiores de Ingeniería; pero, al cabo de unos años entregado a esta carrera, decidió que estaba más capacitado para la especulación teórica que para la aplicación práctica de los saberes científicos, por lo que se pasó los estudios de Física.

Bajo la tutela del gran físico nuclear Enrico Fermi (1901-1954), el joven Segrè alcanzó el título de doctor en Ciencias Físicas en 1928. Inmediatamente después, cumplió con sus obligaciones militares en el flota naval de su país (1928-1929), y al término de esta actividad regresó a su alma mater para incorporarse a su claustro en calidad de profesor ayudante. Trabajó durante un año a las órdenes del científico y político siciliano Orso Mario Corbino (1876-1937), hasta que, en 1930, fue recompensado con una beca de la Fundación Rockefeller que le permitió desplazarse a la Universidad de Hamburgo (Alemania), en donde colaboró con otro destacado científico de su tiempo, Otto Stern (1888-1969). Luego, mantenido aún por esa ayuda de la célebre fundación norteamericana, pasó a Amsterdam (Holanda) para ampliar sus conocimientos bajo el magisterio del brillante físico Pieter Zeeman (1865-1943).

A su regreso a Italia (1932), Segrè volvió a incorporarse a la Universidad de Roma, en donde colaboró activamente con sus antiguo maestro y amigo -eran casi de la misma edad- Enrico Fermi. Especialmente exitosas fueron las investigaciones que ambos realizaron conjuntamente acerca de la estructura del átomo, de las que surgió el descubrimiento de los neutrones lentos y la confirmación de que un proceso de bombardeo con neutrones daba lugar a la formación de núcleos artificialmente radiactivos.

En 1936, Emilio Segrè abandonó la Universidad de Roma para ingresar en la plantilla docente de la de Palermo, donde ocupó el cargo de Director del Laboratorio de Física. Allí continuó investigando sobre la radiactividad creada artificialmente, ahora en colaboración con Carlo Perrier, con quien realizó un sorprendente descubrimiento: un nuevo elemento químico -el primero en ser obtenido de forma artificial- al que llamaron tecnecio.

Dos años después de su incorporación a la Universidad de Palermo, mientras estaba realizando una visita a los Estados Unidos de América, Emilio Segrè fue desposeído de su cargo docente por parte del gobierno fascista de Mussolini (1883-1945). El científico de Tívoli, que no compartía el sesgo político que estaba tomando una buena parte de la ciudadanía italiana, buscó trabajo en el país que estaba recorriendo y, dado el prestigio que ya había alcanzado, recibió de inmediato una oferta para sumarse al equipo de enseñantes e investigadores de Universidad de Berkeley (California).

Incorporado, así, al equipo científico del Laboratorio Lawrence de Radiaciones (organismo dependiente de centro universitario), Segrè redobló sus investigaciones sobre la química y la física nucleares, con lo que, en 1941, pudo anunciar el descubrimiento de un nuevo elemento: el astato. Poco después, auxiliado por sus colaboradores americanos, reveló la existencia del isótopo 239 del plutonio, otro metal radiactivo que hasta poco tiempo antes era desconocido, debido, en parte, a que apenas está presente en la Naturaleza.

Estos y otros hallazgos auparon a Emilio Segrè hasta convertirle en uno de los líderes del acreditado equipo científico que, durante la II Guerra Mundial (1939-1945), trabajo con denuedo en Los Álamos (Nuevo México) en el denominado proyecto Manhattan. Tras intervenir de forma decisiva en varias fases del proceso tendente a la consecución de la fisión nuclear, el físico italiano consiguió, con sus colaboradores, desarrollar la primera bomba atómica, objetivo final de dicho proyecto.

Segrè se identificó tanto con los Estados Unidos de América que, en 1944, solicitó y obtuvo la nacionalidad norteamericana. Dos años después, ya concluida la conflagración bélica internacional, regresó a la Universidad de California en calidad de Profesor de Física, donde continuó impartiendo clases y desarrollando varios proyectos de investigación que le llevaron, entre otras aportaciones de gran valía, al descubrimiento del antiprotón, detectado por vez primera en 1955, en un estudio realizado por él y por su colaborador Owen Chamberlain.

Tras haber obtenido el Nobel por este descubrimiento, Segrè fue llamado a impartir cursos y conferencias en las universidades de todo el mundo. Fue profesor invitado en las universidades estadounidenses de Columbia (Nueva York) e Illinois, y visitó también la Universidad de Río de Janeiro. En 1974 aceptó, a titulo honorífico, un nuevo nombramiento como profesor de la Universidad de Roma, en la que había dado clases cuarenta años antes. También fue nombrado profesor honorario de la Universidad de San Marcos, de Lima (Perú), y profesor honoris causa por la Universidad de Palermo (Italia).

Casado con Elfriede Spiro y padre de tres hijos (Claudio, Amelia y Fausta), Segrè fue miembro de algunas de las asociaciones científicas más prestigiosas del planeta, como la Academia Nacional de las Ciencias de U.S.A., la Academia de las Ciencias de Heidelberg (Alemania) y la Accademia Nazionale dei Lincei (Italia). Además del ya mencionado Premio Nobel, su trabajo fue reconocido con otros muchos honores y distinciones, como la Medalla de Hofmann (concedida por la Sociedad Alemana de Química) y la Medalla Cannizzaro (otorgada por la Accademia Nazionale dei Lincei).

Autor de varios tratados de obligada consulta en las facultades de Física y Química de todo el mundo, entre sus obras cabe recordar las tituladas Nuclei and particles (Núcleos atómicos y partículas, 1964), Enrico Fermi, physicist (Enrico Fermi, físico, 1970), Modern Physicists and their discoveries (Físicos actuales y sus descubrimientos, 1980) y From X-Rays to Quarks (De los Rayos-X a los quarks, 1980).

Descubrimientos de Segrè

La primera aportación valiosa del físico italiano a la Ciencia contemporánea fue el descubrimiento del tecnecio, elemento cuya existencia había sido predicha, aunque no se había logrado detectar y aislar de forma empírica. El norteamericano Ernest Orlando Lawrence (1901-1958), con una acelerador de partículas de su propia invención -el ciclotrón-, había conseguido generar este elemento de forma artificial, bombardeando molibdeno con núcleos de deuterio (o deuterones). Desde Berkeley, lugar de trabajo de Lawrence, el resultado de este experimento fue enviado a Palermo, donde Segrè y Perrier analizaron las pruebas obtenidas por su colega americano y detectaron la presencia de un elemento novedoso que fue bautizado como "tecnecio", para subrayar que había sido obtenido de forma artificial (pues esta voz procede de un término griego que alude a lo creado artística o técnicamente por el ser humano). El tecnecio, descubierto en 1937 e identificado con el número 43 en la tabla periódica, no posee ni un sólo isótopo estable, lo que justifica su ausencia total en la Tierra.

Tres años después, en colaboración con Corson y Mackenzie, Emilio Segrè descubrió, en el Laboratorio Lawrence de Radiaciones (de la Universidad de California), el elemento número 85, al que denominaron "astato". Este elemento radiactivo, que también carece de isótopos estables, fue hallado por los tres científicos en un experimento en el que bombardearon bismuto con partículas alfa. Se creyó, en un principio, que, al igual que el tecnecio, no existía en la Tierra de forma natural; pero, al cabo de muchos años, fue detectado en algunos minerales, en los que aparece al descomponerse el uranio y el torio.

En el transcurso de aquel mismo año de 1940, Segrè, en colaboración con Glenn Theodore Seaborg (1912-1999), descubrió el isótopo número 239 del plutonio, con lo que este elemento pasó a ser el principal en la fabricación de reactores nucleares y bombas atómicas, ya que era fisionable y mucho más fácil de obtener que el uranio 235.

Los trabajos de Segrè y su equipo también sirvieron para confirmar, en 1942, la existencia del promecio, elemento obtenido un año antes por varios científicos de la Universidad de Ohio. Con todo, su mayor aportación tuvo lugar en plena madurez de su carrera, cuando, a sus cincuenta años de edad (1955), el científico italiano y su colega Owen Chamberlain se sirvieron del bevatrón -un potente acelerador de partículas que ellos mismos habían desarrollado en el Laboratorio Lawrence de Radiaciones (Universidad de Berkeley)- para demostrar la existencia del antiprotón, prevista teóricamente, muchos años antes, por el físico británico Paul Dirac (1902-1984). Gracias a esta investigación de Segrè y Chamberlain -que fue recompensada con el Nobel- se pudo confirmar que el antiprotón era, efectivamente, como había previsto Dirac, la antipartícula del protón, dotado de su misma masa, aunque con carga eléctrica negativa.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.