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PolíticaHistoriaBiografía

Savimbi, Jonas Malhiero (1934-2002).

Dirigente guerrillero angoleño, nacido en Andulo (provincia de Bie) en 1934 y muerto en la región de Moxico el 22 de febrero de 2002, como consecuencia de un combate entablado entre el ejército nacional de Angola y las tropas del UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola), la organización paramilitar de ideología maoísta de la que el propio Savimbi fue fundador y máximo representante a lo largo de su agitada vida.

Los datos referentes a la infancia y juventud del dirigente angoleño son absolutamente desconocidos. Entre el áurea legendaria de que él mismo quiso rodearse, figuraba su nacimiento dentro de una familia de rancio abolengo entre la etnia ovimbundu, así como su educación europea, concretamente en Suiza, donde logró graduarse en medicina en la universidad de Lausana. Todas estas noticias son, evidentemente, falsas, pero llegaron a calar hondo entre gran parte de la etnia ovimbundu, la mayoritaria en el centro del país, debido al carisma del doctor Savimbi, a sus dotes de oratoria y a su capacidad para aunar en su seno la desconfianza hacia la etnia kimbundu, mayoritaria en la zona costera del país y el sustento popular del MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola), dirigido por el que sería gran rival de Savimbi, José Eduardo dos Santos.

La primera noticia segura de Savimbi es que en 1966, cuando Angola aún era un territorio colonial portugués, fundó el UNITA como movimiento paramilitar maoísta, opuesto tanto al colonialismo luso como, y tal vez sobre todo, a los postulados marxistas del MPLA de Dos Santos. Durante una década, ambos combatieron contra el objetivo común de alcanzar la independencia angoleña, estableciendo un pacto sobre un hipotético reparto de responsabilidades políticas en 1974. Pero en 1975, cuando llegó por fin la ansiada oportunidad, Savimbi se negó a reconocer el gobierno de Dos Santos y continuó la guerra, esta vez contra el legítimo estado angoleño. En el fondo de la cuestión subyacía la sumisión del MPLA al comunismo soviético, mientras que Savimbi prefería mantener su simpatía hacia el maoísmo y propugnaba una situación de Angola más parecida al bloque de Países No Alineados. Lo peor de todo fue que en medio de esta pugna, las superpotencias norteamericana y soviética entraron en liza y, además, de la triste manera habitual durante la época de la Guerra Fría, es decir, subvencionado solapadamente la carrera armamentística de ambos contendientes.

Angola vivió desde entonces una cruel guerra civil que arrasó el país, causando millones de muertos, refugiados y afectados, además de sembrar de minas cada centímetro cuadrado de su extensión. En los años ochenta del siglo XX, con la anuencia de la administración Reagan norteamericana, Savimbi mantuvo excelentes relaciones con agentes de la CIA, que le informaban de diversos operativos militares bajo el pretexto de que Savimbi se encontraba luchando contra la extensión del comunismo en África. También fue un aliado más del régimen racista de Pretoria, ya que los intereses de Savimbi eran afines a los de Sudáfrica: controlar el tráfico de diamantes y, llegado el caso, participar mutuamente en operaciones bélicas. Otro de los aliados de Savimbi, con el que además mantuvo una cordial relación de amistad, fue el presidente de Zaire, Mobutu Sese Seko, otro de los grandes beneficiados del desastre postcolonial del continente africano y a quien el interés por los diamantes y riquezas de todo tipo también hacía confluir en lo que parecía una amistad interesada. En 1989 Savimbi volvió a pactar con el gobierno de Dos Santos una tregua, pero cualquier aproximación estaba condenada al fracaso, ya que Savimbi se negaba a entregar sus prerrogativas sobre la extracción y comercio de diamantes. Sólo de forma muy posterior, en el lustro 1995-2000, los comisionados de la ONU tasaron en unos cuatro mil millones de dólares los beneficios que el UNITA había obtenido mediante estas operaciones, lo que permitió a Savimbi obtener armas (incluso aviones MIG) para sus tropas y, sobre todo, dinero con que sobornar a cualquier autoridad cercana a los límites fronterizos del país gobernado por Dos Santos.

En 1991 la paz parecía llegar a Angola después de que ambos dirigentes firmasen los acuerdos de Bicesse. El resultado primigenio fue la convocatoria de elecciones libres en el estado para el año 1992, en las que el UNITA compareció reconvertido en partido político legal. En estas circunstancias, el despliegue de medios efectuado por Savimbi fue extraordinario, dominado por la riqueza ceremonial y por una ostentación de la autoridad de dudoso gusto, ya que al propio Savimbi le acompañaba en todo momento una guardia de corps de elite vestida con carísimos uniformes y pertrechada con las armas más espantosas. Como quiera que el resultado de las elecciones le fue contrario, ya que Dos Santos (con una más que probable manipulación de las urnas) fue declarado vencedor, Savimbi no dudó en reanudar las hostilidades desde su refugio zaireño, donde Mobutu Sese Seko le apoyaba incondicionalmente y donde recibía las ayudas económicas de Sudáfrica y Estados Unidos.

Tras dos años de violentísimos combates, la desaparición del gigante soviético y el cambio de orientación en la política internacional, sobre todo por los continuos escándalos financieros a grupos paramilitares de la eras Reagan-Bush y por los inicios de la lucha contra el apartheid sudafricano, provocaron que Savimbi se fuese quedando cada vez más solo en su lucha. Pero todavía continuaba gozando de una amplísima popularidad y, en especial, seguía manteniendo el lucrativo negocio de los diamantes para armar a su ejército: gran parte del armamento ligero y medio del desaparecido Pacto de Varsovia fue a parar, durante la década de los noventa del siglo XX, a tierras angoleñas, a manos de Savimbi. Consciente de que la situación se complicaba, el dirigente ovimbundu se aprestó de nuevo a negociar con Dos Santos: los tratados de Lusaka (1994), ratificados ante la comunidad internacional mediante una ceremonia realizada en Bruselas en la que ambos antagonistas se fundieron en un amistoso abrazo, volvía a enderezar a Angola hacia el camino de la paz, pero bastó apenas un mes para que las hostilidades bélicas se reanudasen.

Para entonces, Savimbi tenía el mando de uno de los mejores ejércitos africanos y pensó que, además de la lucha por la independencia, el mercenarismo podía ser una fuente de ingresos. Así, en los años finales del siglo XX, las tropas angoleñas de Savimbi combatieron en Burkina Faso, Gabón, Zaire, Namibia y, prácticamente, en cualquier conflicto donde sus servicios pudieran comprarse. Hacia 1997, la defenestración de Mobutu Sese Seko fue el inicio del fin. Al año siguiente, el ejército de Angola destruía las bases del UNITA en el centro del país, situadas predominantemente en las ciudades de Andulo y Baliundo, asestando un golpe de gracia no ya al entramado militar de Savimbi, sino al comercio ilegal de diamantes, su principal fuente financiera. Desde entonces, el cerco sobre el estrafalario combatiente angoleño se fue estrechando con la colaboración de la troika de observadores ONU (formada por Portugal, Estados Unidos y Rusia), totalmente decidida a acabar con la amenaza de Savimbi. Curiosamente, días antes de la emboscada en que se produjo su muerte, el presidente Dos Santos había hecho público su viaje a Washington para mantener conversaciones con el presidente norteamericano, George Bush Jr., relativas a la definitiva instauración de una paz en Angola que, ausente el sanguinario Savimbi, se antojaba más factible. Efectivamente, sólo un mes después de la desaparición del histórico guerrillero, las Fuerzas Armadas angoleñas y UNITA alcanzaron un acuerdo de paz que restablecía los términos suscritos en Lusaka y en el que se contemplaba la convocatoria de elecciones en un plazo máximo de dos años, la reintegración social de los 50.000 guerrilleros y la adopción de un plan de emergencia para los cuatro millones de desplazados.

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez