Sánchez-Silva, José María (1911-2002).
Narrador, periodista y guionista cinematográfico español, nacido en Madrid en 1911 y fallecido en su ciudad natal el 13 de enero de 2002. Autor de una obra narrativa de escasa calidad literaria, gozó, en cambio, de una enorme popularidad como escritor en la década de los años cincuenta merced a su célebre relato titulado Marcelino Pan y Vino (1953), pronto ampliado por él mismo en el volumen titulado Historias menores de Marcelino Pan y Vino (1953), y definitivamente consagrado entre el público español -y en no pocos foros internacionales- por medio de una versión cinematográfica homónima, rodada en 1954 por el realizador húngaro Ladislao Vajda.
Hombre de acusada inclinación humanística, firme talante conservador y fuerte espiritualidad religiosa, José María Sánchez-Silva cursó estudios superiores de periodismo en la Escuela de El Debate, vinculada a la Iglesia católica, y pronto se significó como uno de los jóvenes periodistas que, durante los años cuarenta, se convirtieron en adalides acérrimos de la ideología falangista y los intereses de la jerarquía eclesiástica. Fue por aquel entonces cuando su firma comenzó a alcanzar cierta resonancia entra las páginas del rotativo Arriba, cabeza visible de la prensa oficial del Movimiento Falangista, en el que habría de ocupar el cargo de Subdirector en 1949. Además, desplegó una intensa actividad periodística en otros medios de comunicación afines a su ideología conservadora, como el diario católico Ya y el cotidiano monárquico ABC. En todos estos rotativos se significó como un brillante articulista, preocupado tanto por cuestiones de índole social como por la exhibición de unas inquietudes literarias que, en el fondo, estaban al servicio de la moral dominante y la propaganda ideológica del gobierno franquista.
En lo que a esta producción literaria se refiere, cabe empezar por señalar su precocidad en el cultivo de la prosa de ficción, género en el que se había adentrado dos decenios antes de alcanzar la celebridad con Marcelino Pan y Vino. En efecto, ya a los veintitres años de edad había dado a la imprenta su primera narración, titulada El hombre de la bufanda (1934), a la que luego se sumaron otros títulos como La ciudad se aleja y La semana sin lunes, obras que pasaron inadvertidas para la mayor parte de la crítica y los lectores. Pero tras la publicación, en 1953, del relato titulado Marcelino Pan y Vino, cautivó de inmediato la atención de todo un país afectado todavía por las miserias de la posguerra y férreamente dominado por una moral católica que, en su feroz celo inquisitorial contra cualquier idea progresista, valoraba por encima de todo las expresiones de una religiosidad ingenua y sentimental que rayaba a veces en la cursilería y la gazmoñería. Dentro de estas coordenadas estético-ideológicas hay que situar -para entender lo desproporcionado de su alcance- el éxito de esa novelita que relata la peripecia de un niño huérfano que, recogido y criado por una comunidad de frailes, entabla una particular relación de amistad con una imagen de Cristo crucificado, al que socorre en varias ocasiones con pan y vino (de ahí el título de la obra). El mayor deseo del pequeño huérfano es conocer a su madre, milagro que hará posible el Cristo del convento en agradecimiento a la bondad y generosidad de Marcelino.
Por esta vía de ternura infantil, suaves concesiones al humor, exultante visión positiva de la vida y, en el fondo, disimulada propaganda política y confesional, discurre el resto de la abundante prosa de ficción de José María Sánchez-Silva, autor de otras narraciones como las recogidas en el ya citado volumen Historias menores de Marcelino Pan y Vino (1953), y de otros títulos como Primavera de papel (1953), Historias de mi calle (1954), Fábula de la burrita Non (1956) y Tres novelas y pico (1958). Otros relatos suyos que gozaron de cierto predicamento en su época son Adelaida; Adiós, Josefina; Aventura en el cielo de Marcelino Pan y Vino; El chihuahua que mordió a Hernán Cortés; Cosas de ratones y conejos; El gran viaje de Marcelino Pan y Vino; Jesús creciente; La otra música; y Tres animales son; así como los dedicados a comienzos de la década de los setenta a Ladis, un nuevo personaje con el que, sin salir del género infantil, intentó imprimir una cierta modernidad a su obra (Ladis y el FBI; Ladis en las praderas; Ladis en órbita; Ladis, un gran pequeño; Ladis va al oeste; El segundo verano de Ladis, etc.). Por esta extensa producción narrativa, José María Sánchez-Silva fue distinguido con prestigiosos galardones que vinieron a sumarse a los premios que jalonaban su dilatada trayectoria periodística, como el Nacional de Periodismo o el Mariano de Cavia; entre esos reconocimientos literarios, figuran el Premio Nacional de Literatura y la Medalla de Oro Andersen (este último, destinado a la promoción de la literatura infantil y juvenil).
Entre las numerosas recopilaciones y muestras antológicas de su obra que publicó Sánchez-Silva, figuran algunos títulos como Sánchez-Silva: Obras selectas (1959), Cuentos de Navidad (1981), Obras selectas (1990), Cuentos de adultos y cuentos infantiles (1996), Relatos infantiles y juveniles (1996), Cuentos adultos (1996), Artículos periodísticos (1996) y Cuentos cristianos (1998). La curiosidad despertada por su obra en todos los rincones de la Península Ibérica ha propiciado, además, la traducción de algunos de sus textos más conocidos al catalán, el gallego y el euskera, idiomas en los que pueden leerse algunas versiones como las tituladas Adéu, Josefina; Marcel·li pa i ví; y Ardo ta Ogi, Martxelin.
Fuera del ámbito de la ficción, el escritor madrileño se adentró por senderos biográficos con algunas obras notables por su estilo, aunque lastradas siempre por la exaltación de esos valores políticos, religiosos y morales que estaban omnipresentes en su visión del mundo. Entre estas semblanzas biográficas, cabe recordar aquí Juan de Arco (1944) y, sobre todo, Franco..., ese hombre (1964), una encomiástica presentación de la peripecia vital del dictador, al que Sánchez-Silva intentó dotar de un perfil humano entrañable, enfocando la lente biográfica en su vida familiar y cotidiana. Asimismo, el escritor madrileño es autor de otra aproximación a la figura del militar (Franco íntimo. Su historia familiar), así como de una biografía novelada de uno de los períodos más oscuros de la vida de Cristo, publicada bajo el título de La adolescencia de Jesús nunca contada (1997). Entre su producción ajena a la ficción novelesca hay que ubicar también un interesante libro de viajes titulado Un paleto en Londres (1952).
En su faceta de guionista, José María Sánchez-Silva debutó con la adaptación de su relato para la citada película de Ladislao Vadja, con la que alcanzó renombre internacional el niño actor Pablito Calvo, que encarnaba el papel de Marcelino. Fue una coproducción hispano-italiana que, con partitura musical de Pablo Sorozábal, contó con un reparto en el que estaba representado lo mejor del cine español de la época, como queda bien patente en el trabajo de -entre otros- Rafael Rivelles, Antonio Vico, Fernando Rey y Antonio Ferrandis. De forma inesperada hasta para sus propios promotores, la fama de la película -que recibió un premio del jurado popular en el Festival de Cine de Berlín de 1955- rebasó las fronteras de la Península Ibérica para convertirse en uno de los mayores éxitos mundiales de la historia del cine español, con singular resonancia en algunas naciones de tradiciones culturales tan disímiles como pueden serlo Japón e Italia. La magnífica acogida dispensada en la Península Itálica a la historia urdida por Sánchez-Silva propició una segunda versión cinematográfica de Marcelino Pan y Vino, rodada en 1991 por Luigi Comencini.
Además de los textos de esta cinta cinematográfica, José María Sánchez-Silva intervino como guionista en otras muchas películas, entre las que figura una nueva versión para la gran pantalla de una de sus obras literarias. Se trata de la adaptación al cine de Franco..., ese hombre, rodada en 1964 por el director madrileño José Luis Sáenz de Heredia (otro franquista de pro que, en 1941, ya había exaltado el régimen dictatorial con la película Raza, cuyo argumento original se atribuye al propio Francisco Franco).