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LiteraturaBiografía

Samaniego, Félix María (1745-1801).

Escritor español nacido en Laguardia (Álava) en 1745, en el seno de una familia de noble tradición, de la que nacieron nueve hijos, y muerto el 11 de agosto de 1801.

Vida

Sabemos poco de sus primeros años. El celo educativo de su padre le colocó bajo la tutela de Gaspar Calvo, quien le enseñó en su domicilio los rudimentos de materias como lectura, escritura, gramática y matemáticas. Estudió luego lengua y humanidades en la Escuela de Gramática de su pueblo natal. En 1758 fue enviado, según era costumbre entre los potentados del País Vasco, a estudiar a un colegio jesuita de Bayona y luego a Burdeos, hasta el curso 1763-64 en que retornó a España. Su educación francesa, sin ser muy profunda, le proporcionó una cierta preocupación por la cultura que le llevó a participar activamente en tertulias y discusiones. Vuelto a Laguardia, y sin trabajo concreto que realizar, ya que su padre administraba aún la hacienda familiar, comenzó a frecuentar las tierras guipuzcoanas de Azcoitia, Azpeitia y Vergara, donde vivían sus tíos los condes de Peñaflorida y otros familiares. En 1764, el conde, don Xavier de Munibe, proyectaba fundar una Sociedad Patriótica al estilo de otras entidades europeas. El joven Samaniego colaboró activamente en la creación de la que sería la Sociedad Patriótica Bascongada de Amigos del País. En 1767 contrajo matrimonio con la joven bilbaína Manuela Salcedo, que no le daría hijos. Residieron en Laguardia, pasando largas temporadas en la finca familiar de La Escobosa. En 1775 fue nombrado alcalde de Tolosa, villa en la que había heredado diversas posesiones. Esto no fue óbice para que siguiera colaborando con la Sociedad Bascongada y realizara una eficaz labor para la creación de un centro de enseñanza, el Real Seminario Bascongado de Vergara, fundado en 1776, modelo para otros centros que surgieron después en el país. Samaniego fue en dos ocasiones director del colegio (1780 y 1782), y la aparición de sus Fábulas (1781) está ligada a su labor pedagógica.

Con la subida de los Borbones al poder se produjo un proceso centralizador que entró en litigio con las instituciones forales del País Vasco. Al complicarse la situación, en 1783, Samaniego fue comisionado por la provincia de Álava para que de una manera directa gestionara los problemas provinciales en la Corte, aunque también tramitó otros asuntos regionales y de la Bascongada. En la capital llevó a cabo una intensa actividad literaria: asistió a reuniones y tertulias, y gozó de la amistad de nobles y escritores. Publicó en 1784 el segundo volumen de sus Fábulas, definiéndose así como un gran fabulista, capaz de recrear el género e inventar nuevos temas sin que desmerecieran de los modelos. Participó en las polémicas teatrales de la época defendiendo el teatro neoclásico y la ideología ilustrada. Esta actividad cultural fue más exitosa que los progresos de las gestiones que le habían encargado. Tampoco llegó a buen puerto el plan de un Seminario para señoritas, que la Bascongada pretendía establecer en la ciudad de Vitoria. Decepcionado y cansado volvió de nuevo a su tierra, donde le agradecieron sus esfuerzos y le gratificaron con una vajilla de plata, ya que él no había querido ninguna recompensa.

De nuevo en Bilbao, volvió a controlar su hacienda, bastante olvidada, y a frecuentar las antiguas amistades. En ocasiones tuvo que responder a los ataques de Iriarte, como en la llamada Carta apologética al señor Masson en la que, aprovechando la polémica en torno a este escritor francés, aunque sin entrar en ella, hizo una ordenada crítica de la obra del escritor canario. Éste mueve todos los hilos de su influencia para que el folleto desaparezca, e incluso le acusa a la Inquisición, pero todo quedó en la recogida del impreso. De nuevo volvió nuestro fabulista a enfrentarse a Iriarte a causa de su melólogo titulado Guzmán el Bueno (1789), aunque la muerte de éste le hizo retirar de la imprenta un nuevo folleto crítico.

En 1792 decidió Samaniego llevar una vida más tranquila y se retiró a su villa natal, Laguardia, en la que podrá realizar su ideal de hombre ilustrado, amante de la naturaleza, y vigilar más de cerca su abandonada hacienda. Dos sucesos rompieron su tranquilidad: la invasión francesa del año 1793 que dejó malparadas sus posesiones guipuzcoanas, y el proceso de Inquisición en que se vio envuelto por poseer libros prohibidos. Su salud se fue deteriorando y murió en Laguardia en 1801.

Félix María Samaniego. El león vencido por el hombre. (Fábulas).

Obra literaria

Fábulas en verso castellano

Son 157 composiciones, recogidas en dos volúmenes organizados en nueve libros y precedidos de un prólogo. Fueron compuestas para los alumnos del Colegio de Vergara, en cuya tarea pedagógica colaboraba. Su intención está dentro del carácter didáctico de la literatura neoclásica e ilustrada y respondía a la máxima estética de deleitar enseñando. Debió de influir en la elección del género sus conocimientos de la literatura francesa, en especial de La Fontaine, aunque Samaniego no es un mero traductor, sino que actualiza la materia tradicional desde las fuentes clásicas (Esopo, Fedro), aumenta los datos explicativos y dramatiza las escenas en relación con la función didáctica que pretende.

En el desarrollo de las fábulas, el escritor alavés sigue la estructura convencional, aunque procura plantear claramente la oposición entre personajes-animales, por medio de adjetivos antitéticos, para que de ella se desprenda clara la moraleja. La formulación de la moralidad suele ir al final de la fábula, como consecuencia aleccionadora de lo sucedido en el episodio que la precede. Quizá sea la moraleja, desde el punto de vista de la estructura, el aspecto menos conseguido en Samaniego dada su excesiva extensión. Se exige que sea concisa y breve, de forma que pudiera quedar grabada con facilidad en la mente infantil. Pero Samaniego se pierde con frecuencia en rodeos inútiles, a diferencia de La Fontaine que solamente insinúa la moraleja.

El tipo de moralidad de las fábulas no es cristiana ni tan siquiera ingenua. Se aplica, siguiendo la tradición, el concepto naturalista de la moral. Las bases están próximas a la ideología de Rousseau, pero en realidad es una ética de supervivencia, de lucha por la vida la que los animales parlantes nos predican. Una moral en la que tienen cabida el egoísmo, la venganza, la astucia, la desconfianza... Tampoco debemos olvidar el rico caudal de ideas ilustradas o de estética neoclásica. Otras veces son simples principios de convivencia o reflexiones dictadas por la experiencia, de puro valor práctico. Por eso no es extraño que la moraleja esté tan cerca de la filosofía del refrán y que a veces se formule con uno de ellos, literalmente o con ligeras modificaciones por imperativos de la rima.

Consecuente con sus principios, Samaniego hace en sus fábulas un derroche de gracia y sencillez. La gracia la consigue a base de viveza y colorismo en la expresión. Las fábulas están esmaltadas, ya que no de metáforas, sí de expresiones cálidas e ingeniosas, realizadas en un lenguaje corriente. Juega, incluso, con los refranes y los dichos populares. Otros rasgos que definen su estilo son: ausencia de elementos cultos, vocabulario sencillo y acumulación de sustantivos y adjetivos, buscando la concisión.

Igual que su opositor Iriarte, Samaniego hace un derroche de recursos métricos. Intenta huir de la monotonía buscando un cierto tipo de acomodación significativa y cierta musicalidad pegadiza. Utiliza con preferencia la silva, cuyo libre balanceo entre heptasílabos y endecasílabos se adapta con facilidad al ritmo narrativo. Pero esto no es óbice para que encontremos otras estrofas como serventesios, redondillas, endechas, romancillos, décimas... Sin ser innovador, Samaniego cumple con decoro su misión de rimador, aunque a veces tengamos que acusarle de ripios o de defectos rítmicos.

Las Fábulas tuvieron una excelente recepción en su época, poniendo de moda el género, y se han convertido en uno de los libros más editados de la literatura española.

El Jardín de Venus

El Jardín de Venus es una colección de cuentos eróticos, que Samaniego dejó inédita. Resulta chocante que la seriedad con que nos suelen recordar al hombre ilustrado tenga su cara oculta llena de picardía. Pocos de nuestros escritores dieciochescos se libraron de lo que los clérigos entendían por corrupción general de costumbres que había traído la nueva visión de la vida y pocos son los que no nos han dejado un testimonio literario en el mismo sentido. Se unían así a la corriente secreta de literatura amatoria de tanta raigambre en Europa y en España desde la Edad Media y renacida al amparo del libertinismo del XVIII.

La Fontaine fue el moderno revitalizador de este tipo de cuento erótico en verso en sus Contes et nouvelles y a través del poeta francés debió llegar a Samaniego el interés por este género. Estos versos galantes están parcialmente recogidos en varias colecciones manuscritas e impresas: Cuentos y poesías más que picantes (Barcelona, 1899), Cancionero de amor y de risa (Madrid, h. 1920)... También existen ediciones independientes, casi ninguna completa, de El Jardín de Venus, título que no es original del autor sino de los editores: Madrid, Impr. Artística, 1921; Madrid, 1934; hasta la edición crítica de E. Palacios (Madrid, Siro, 1976), reeditada en 1991 (Madrid, Ed. A-Z).

Los argumentos del libro son unas veces originales y otras adaptados de fuentes extranjeras no siempre fáciles de reconocer. Algunos debieron ser chistes o facecias verdes de su época que Samaniego cuenta a su manera. En todo caso los hace suyos adaptándolos a la realidad española: los motivos convencionales se presentan localizados en Córdoba ("El reconocimiento"), en la Puerta del Sol ("La poca religión"), o en una escenografía rural cercana a la tierra del autor. Son españoles los personajes: gallegos, andaluces, navarros y extremeños... Religiosos y seglares aparecen, indistintamente, como protagonistas de estas historias; las mujeres, jóvenes y hermosas, se muestran propicias al goce sexual. No hay descripción, sino acción.

Concisión, claridad, gracia desbordante caracterizan el estilo del escritor alavés. Samaniego utiliza un lenguaje corriente, muy apropiado al caso, pero sugerente. Con frecuencia juega con vocablos de sentido figurado, pero de claro contenido erótico, que producen una solución chocante. Abundan palabras y giros populares. Y es perito consumado en el manejo del lenguaje sexual. Sabe acomodarse al habla de los personajes y escribir incluso con su fonética regional, como ocurre con el andaluz de "El piñón" o con el italiano bárbaro del mismo cuento. La versificación es muy sencilla, alternan heptasílabos y endecasílabos con rima alterna o en pareado. En líneas generales, Samaniego sigue siendo un excelente pintor, ahora no de luchas animales sino amorosas y entre humanos. Estamos ante auténticos cuadros vivos, realistas sin escrúpulos, donde los bellos cuerpos desnudos se nos manifiestan en actitudes voluptuosas y paganas.

Poesías varias

Otra parte de la producción poética de Samaniego está formada por versos de circunstancias abandonados en manos de sus destinatarios o perdidos en el expurgo purificador que precedió a su muerte. Algunos de sus versos son: Descripción del convento de Carmelitas de Bilbao, llamado el Desierto, graciosa sátira, compuesta hacia 1791, en la que describe de forma irónica la vida de los frailes de ese convento bilbaíno; Los huevos moles es una silva, entre burlesca y erótica, con la que pretende criticar el mal gusto de una composición de fray Diego Tadeo González titulada El murciélago alevoso; El Dios Escamandro es una versión de un tema clásico donde el mito está implicado con lo amatorio. La fuente directa es La Fontaine, que a su vez lo tomó de Boccaccio. No se incluye en la colección de cuentos verdes porque su erotismo está más diluido, lejos de los cuadros profundamente realistas a los que nos tenía acostumbrados.

Félix María Samaniego. Las moscas. (Fábulas).

Crítica teatral

Es ésta su labor menos conocida, aunque destacable dentro del contexto de su siglo por la honestidad en el servicio a un credo nuevo, el neoclásico, y por rehuir el tono insultante de las polémicas. Su crítica teatral se centra en tres trabajos: Continuación de las Memorias críticas de Cosme Damián, que censura la arbitraria antología del Theatro Español de García de la Huerta, quien menospreciaba el teatro francés y a sus partidarios en España; un extenso artículo aparecido en El Censor en 1786, en el que bajo el seudónimo de Cosme Damián hace un completo análisis de la escena española, tanto a niveles teóricos como en los aspectos prácticos de la representación, ofreciendo soluciones personales; una crítica contra del género dramático- lírico del melólogo, con un juicio negativo del Guzmán el Bueno de Iriarte, del que Samaniego hace una versión burlesca.

En conjunto, Samaniego fue un hombre de la Ilustración, dedicado a las letras de modo circunstancial, pero que supo acertar con su peculiar manera de serlo. Su indolencia de carácter le impidió realizar mayores empresas literarias. Salvo breves etapas de mayor actividad y compromiso prefirió la vida tranquila, de amistad y buen vivir.

Bibliografía

  • SAMANIEGO, Félix María: Fábulas, ed. E. Pascual, Salamanca, Anaya, 1990

  • SAMANIEGO, Félix María: El jardín de Venus, ed. E. Palacios Fernández, Madrid, Ed. Siro, 1976.

  • PALACIOS FERNÁNDEZ, Emilio: Vida y obra de Samaniego, Vitoria, Fundación Sancho el Sabio, 1975.

  • VELILLA, Salvador: Félix María Sánchez Samaniego, un vasco del siglo XVIII, San Sebastián, Ed. Txertoa, 1991.

E. Palacios Fernández

Autor

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