

Ruiz Rodríguez, Antonio, o "Espartaco" (1943-VVVV).
Matador de toros español, nacido en Espartinas (Sevilla) el 29 de marzo de 1943. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de "Espartaco", apodo que en la década de los años ochenta hizo famoso su hijo mayor, el conocido espada Juan Antonio Ruiz Román. Además, Antonio Ruiz Rodríguez es padre de otro matador de toros que, hasta el momento, continúa la saga taurina inaugurada por él: Francisco José Ruiz Román ("Espartaco Chico").
Nacido en el seno de una humilde familia campesina, Antonio Ruiz Rodríguez se aficionó desde niño al mundo del toro y comenzó a dar sus primeros capotazos en tientas y capeas de su tierra hasta que, el día 13 de abril de 1961, en la plaza de toros de Granada, consiguió una oportunidad para estrenar su primer traje de luces. Hallándose con fuerzas para emprender la aventura de llegar al escalafón superior de los matadores de toros, se probó en varios festivales benéficos y logró otra oportunidad para volver a pisar la arena del redondel granadino, esta vez en la que había de ser su primera novillada picada, festejo que se verificó el 27 de julio de aquel mismo año de 1961. A partir de entonces, su incipiente carrera cayó en un peligroso estancamiento del que no se recuperó hasta la temporada de 1965, en la que consiguió tomar parte en tres novilladas.
A pesar de la falta de contratos, su empeño en alcanzar el doctorado taurino se vio recompensado el día 19 de marzo de 1966, cuando cruzó el ruedo de la plaza de toros de Huelva para recibir la alternativa que había de otorgarle su padrino, el coletudo chiclanero Emilio Oliva Tornell; el cual, bajo la atenta mirada del espada venezolano Efraín Girón Díaz, que comparecía en calidad de testigo, le cedió la muleta y el estoque con los que había de trastear y despenar a un morlaco negro zaino, perteneciente a la ganadería de Jiménez Prieto, que atendía a la voz Isleño. Además de los diestros reseñados, estuvo presente aquella tarde el caballero rejoneador jerezano Álvaro Domecq Romero, que abrió plaza con la lidia de un toro de rejones. El toricantano anduvo fino con la pañosa en la faena ejecutada ante el toro de su doctorado, pero no llegó a obtener ningún trofeo por esta labor; en la muerte del que cerraba plaza falló reiteradamente en el manejo del acero, por lo que escuchó un aviso de la Presidencia.