Ruiz Pérez, Raúl (1947-1987).
Narrador y ensayista español, nacido en Badalona (Barcelona) en 1947 y fallecido en Barcelona en 1987. A pesar de su breve existencia, dejó impresa una espléndida producción narrativa que explora con deslumbrante belleza e inusitado rigor intelectual las claves paganas, cristianas y racionalistas de la cultura occidental, y se erige en una de las cotas cimeras de la narrativa española contemporánea.
Impulsado desde su temprana juventud por una acusada vocación humanística, cursó estudios superiores de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona y, una vez licenciado, emprendió una firme trayectoria profesional por el sendero de la docencia, al que permaneció ligado durante diez años. Comenzó pronto a compaginar sus labores de profesor con su decidida inclinación hacia la escritura, para darse a conocer como narrador a mediados de los años setenta con una opera prima que, titulada Torrijos y yo junto al mar... (1974), quedó finalista entre las novelas presentadas aquel año al prestigioso Premio Barral.
Plenamente confiado, a partir de entonces, en su acreditada capacidad para el cultivo de la prosa de ficción -enriquecida por una vasta y fecunda erudición que dota a todas sus obras de múltiples referencias culturales, sin menoscabo de ese alarde de imaginación creativa que parece reclamar el género-, Raúl Ruiz se enfrascó en una frenética actividad literaria en la que la huella apreciable de sus maestros predilectos (Luciano de Samósata, Omar Jayyam, los poetas arábigo-andaluces, Montaigne, Oscar Wilde, Valle-Inclán, Jorge Luis Borges y, entre otros, Julio Cortázar) arrojó por fruto unos textos tan complejos como originales, donde la fabulación libérrima logra hermanarse -en una siempre difícil simbiosis- con los principales referentes históricos, literarios, religiosos y filosóficos de la cultura y el pensamiento occidentales.
Todo ello empezó a quedar patente en los relatos que conforman el volumen titulado De las meninas a los laberintos (1977), galardonado con el Premio Internacional Pasárgada; pero, sobre todo, en la publicación a comienzos de la década de los años ochenta de El tirano de Taormina (Madrid: Hiperión, 1980), la primera gran novela de Raúl Ruiz y su entrega inicial de una magistral trilogía narrativa que habría de ser conocida, unos años después, como "El ciclo de Taormina". En ella, el escritor de Badalona erige un universo narrativo propio alrededor de tres personajes de asombroso perfil literario -el tirano Schiavón, el cronista Arnaldo de Montferrat y el papa Sixto VI-, los tres enfrentados por profundas contradicciones estéticas e ideológicas que, en medio de un proteico espacio anacrónico que abarca la historia de Occidente desde sus orígenes hasta nuestros días, pone de manifiesto la fragilidad de los límites que separan la historia del mito, la realidad de la ficción y la reflexión filosófica de la creación poética.
En El tirano de Taormina, centrada fundamentalmente en la figura de Schiavón y en las polémicas que sostiene con su cronista y amigo Arnaldo de Montferrat, "se pasa revista, humorística y poéticamente, a unos acontecimientos tan dispares como las Cruzadas, la muerte de Sócrates, mayo del 68, las fiestas rococó, la Revolución Francesa o el incendio de la Biblioteca de Alejandría. El desfile de personajes es tan heterogéneo y anacrónico que acaba por convertirse en familiar; no hay duda de que son paseantes asiduos del Callejón del Gato. Desde el centauro Quirón hasta Sixto VI, desde Cleopatra a lady Godiva, desde Empédocles a Croissant de Petritxol, desde Zeus a Eleonora de Sant'Angelo, todos los personajes caminan con displicencia por ese atajo -o laberinto- que bordea la realidad y la fantasía [...]".
Por su parte, la segunda entrega de la trilogía, publicada al cabo de un año bajo el bello y sugerente título de Sixto VI. Relación inverosímil de un papado infinito (Madrid: Ediciones Hiperión, 1981), "es el anverso o reverso de una moneda de dos caras: por una se veía la efigie de Schiavón, tirano de Taormina; por la otra, este desconcertante perfil de Sixto VI, pontífice máximo de la Iglesia", tan minuciosamente trazado por Raúl Ruiz que se completa, incluso, con la transcripción de su incalificable encíclica Generate deos (Engendrad dioses), dirigida "a toda la juventud y, por extensión, a todos los hombres y mujeres que aún conservan su capacidad para el entusiasmo". Todo resulta insólito y asombroso en este desacostumbrado ejercicio de imaginación y reflexión que es Sixto VI, sin duda alguna una de las mejores novelas escritas en lengua castellana en el último cuarto del siglo XX, en la que Raúl Ruiz cautiva al lector inquieto desde la maravillosa eufonía del título (justificada luego por el protagonista con su acostumbrada lucidez cínica: "Seré Papa, Stella, y me haré llamar Sixto VI. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: porque suena bien. Ten presente que muchas cosas que la gente lee como trascendentes o esotéricas tienen su razón primigenia en la eufonía") hasta la ingeniosa y oportuna inclusión de una serie de notas que, so pretexto de reafirmar la naturaleza "histórica" de esta "relación inverosímil", no hacen sino añadir nuevos espacios ficticios a la auténtica dimensión fabulesca de la narración ("Curiosamente, rompiendo con toda tradición, Sixto VI quiso que esta encíclica pasara a la posteridad con el nombre de sus dos últimas palabras (generate deos). Quizás pretendió con ello subrayar lo insólito de su texto; quizás, hace hincapié en una metáfora de postrimería; quizás, dejar este colofón como único bien heredable").
Idéntico acabado formal y similar alcance significativo presenta la tercera y última entrega de "El ciclo de Taormina", aparecida al cabo de tres años bajo el título de La peregrina y prestigiosa historia de Arnaldo de Montferrat (Madrid: Hiperión, 1984), con la que Raúl Ruiz vino a cerrar su particular universo poético desde la perspectiva del tercer protagonista del triángulo de actantes, el cronista al servicio de Schiavón, que se había presentado en la primera novela con estas palabras: "Mi nombre es Arnaldo de Montferrat... y no soy un juglar, sino un goliardo". Para completar la riqueza intelectual e imaginativa de sus dos entregas anteriores, dentro del mismo caos temporal que sustenta la ficción anacrónica, el narrador catalán cede ahora la voz al cronista para que, desde su retiro en la isla de Lipari, redacte unas memorias fascinantes.
Desde la aparición de La peregrina y prestigiosa historia... hasta la prematura fecha de su muerte -que vino a truncar una de las más sólidas trayectorias narrativas de la literatura española contemporánea-, Raúl Ruiz tuvo ocasión de dar a la imprenta otras obras de indudable interés, aunque ninguna tan acabada como las tres novelas que conforman "El ciclo de Taormina". Entre ellas, resulta obligado destacar otras dos excelentes narraciones extensas, Los papeles de Flavio Alvisi ((Barcelona: Montesinos Editor, 1985) y, sobre todo, Hay un lugar feliz, lejos, muy lejos (Barcelona: Montesinos Editor, 1987), que, aparecida en el mismo año de su desaparición, quedó como el testamento narrativo del autor de Badalona, ambientado en el pueblo norteamericano de Nevertown y poblado de numerosos personajes que protagonizan algunos episodios representativos del talento y la erudición de Raúl Ruiz.
El resto de su producción literaria se completa con un volumen de prosas poéticas, Cuentemas (Madrid: Hiperión, 1981); una curiosa incursión en el difícil género de la narrativa juvenil, La llave que brilla (Madrid: Anaya, 1987); una recopilación póstuma de algunas de sus narraciones breves, publicada bajo el título de El alfabeto de la luna (Barcelona: Montesinos Editor, 1992); un texto ensayístico titulado La mirada del idiota (Id. Id., 1984); y otro volumen de ensayo, Un libro capital sobre capiteles (Madrid: Hiperión, 1982), escrito en colaboración con Manuel Pagés Buisán.
Gran aficionado al Séptimo Arte, Raúl Ruiz cultivó, además, la crítica cinematográfica en algunas de las numerosas revistas culturales en las que aparecieron sus abundantes colaboraciones periodísticas, como Cinema 2002, El Viejo Topo, Ozono y Kantil.