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FísicaMedicinaBiografía

Röntgen o Roentgen, Wilhelm Conrad (1845-1923).

Físico alemán, célebre descubridor de los rayos X, nacido en Lennep, Renania (Prusia), el 27 de marzo de 1845 y fallecido en Múnich el 10 de febrero de 1923.

Tras hacer sus primeros estudios en los Países Bajos y en Suiza, se graduó por la Universidad de Zúrich. En 1876 impartió clases de física en la Universidad de Estrasburgo, tres años después se trasladó , también como profesor, a Giessen, y en 1888 a Würzburgo. Entre 1900 y 1920 permaneció en la Universidad de Zúrich, donde fue nombrado catedrático. En esta ciudad dirigió el Instituto Físico, llevó a cabo numerosas investigaciones sobre la elasticidad, las propiedades del cuarzo y de otros cristales, los calores específicos de los gases, la absorción de las radiaciones caloríficas en los gases y la rotación electromagnética de la luz polarizada.

El 8 de noviembre de 1895 por la tarde -ya había oscurecido, así que el laboratorio estaba en penumbra-, mientras recogía sus cosas, Röntgen observó al mover una lámina de papel recubierta de platinocianuro de bario, que ésta emitía un ligero resplandor en la oscuridad. Los rayos catódicos con los que estaba experimentando no podían incidir en la placa, por lo que dedujo que alguna radiación invisible estaba excitando la fluorescencia.

Apagó el tubo de rayos catódicos y la fluorescencia también se apagó. Estaba claro entonces que esos rayos invisibles provenían del tubo y, atravesando las paredes del vidrio, se propagaban a gran distancia. Observó, además, que los rayos traspasaban los objetos opacos, incluso delgadas láminas de metal, y que al colocar su mano entre el tubo y la placa fluorescente se apreciaban los huesos de su mano en la misma. Igualmente, pudo obtener imágenes de los huesos de su propia mano cuando la colocó entre el tubo de rayos X y una placa fotográfica.

Röntgen -que se consideraba a sí mismo un mediocre investigador- quedó sorprendido por este descubrimiento, y decidió estudiarlo en profundidad antes de hacerlo público. Durante siete semanas trabajó en su laboratorio en el más absoluto hermetismo, sin decir lo que estaba haciendo ni tan siquiera a su esposa, la cual, ante el cambio de conducta que veía en su marido, llegó a pensar que éste pasaba por una crisis mental.

El físico alemán logró determinar que los rayos se propagaban en línea recta, y también demostrar que eran de alta energía, pues ionizaban el aire y no se desviaban por los campos eléctricos y magnéticos, pero, sin embargo, no consiguió demostrar su naturaleza ondulatoria al fracasar en aquellos experimentos asociados a toda propagación de carácter ondulatorio: los fenómenos de reflexión, difracción, interferencia, etc. Finalmente, el 28 de diciembre de aquel año, Röntgen hizo llegar a una revista científica y a los principales físicos de Europa un documento en el que detallaba su descubrimiento, documento que acompañó de una radiografía de su propia mano, para que los otros científicos comprobasen con sus propios medios la realidad de sus experimentos.

Entre los científicos que recibieron el documento se encontraba el físico francés Jules-Henri Poincaré, quien, el día 24 de enero de 1896, lo mostró en la reunión semanal de la Académie des Sciences de París. Además, sugirió a su colega y amigo Antoine Henri Becquerel, que estaba trabajando en las propiedades las sales de uranio y de otras sustancias que manifestaban fluorescencia, que si los rayos X podían causar fluorescencia, tal vez algunas sustancias fluorescentes pudiesen emitir rayos X.

El descubrimiento de los rayos X supuso una revolución en los campos de la física y la medicina, y buena parte del mundo científico se volcó en su estudio; por otra parte, los bulos acerca de las extraordinarias propiedades de los rayos X tuvieron un gran impacto social. Algunos ignorantes detractores intentaron vetarlos (decían que con ellos era posible ver a las mujeres desnudas), y los mercachifles se aprovecharon del desconocimiento general, al extremo de que varios fabricantes de ropa interior se enriquecieron notablemente vendiendo prendas anti-rayos X. El absurdo llegó hasta los legisladores que -caso del estado de Nueva Jersey- prohibieron instalar rayos X en los gemelos de teatro para salvaguardar la intimidad de las coristas.

El industrial norteamericano Thomas A. Edison, enterado de la existencia del descubrimiento, se puso en contacto con el sabio alemán, insistiendo para comprarle la patente de los rayos X, a lo que Röntgen se negó rotundamente, pues consideraba los beneficios de su invento patrimonio de la humanidad. Edison, si bien se resignó a renunciar a la patente, no se olvidó de los rayos X, y en la Exposición Eléctrica de Nueva York de 1896 instaló una atracción en la que por unas monedas se podía meter la mano frente a un aparato de rayos X que proyectaba los huesos sobre una pantalla fluorescente. La persona encargada de la atracción de feria después de unas semanas de trabajo perdió toda la piel de la mano por quemaduras profundas y falleció a causa de la subsiguiente infección. Fue el primer muerto en la historia de la radiación.

Las investigaciones de Röntgen le merecieron en 1901 el Premio Nobel de Física. Su descubrimiento hizo que la radiología fuera contemplada como una rama de la ciencia y señaló el comienzo de la era de la electrónica, además de lo cual proveyó a la medicina de un nuevo método de diagnóstico. En reconocimiento a sus trabajos se le concedió un título nobiliario (von Röntgen), se dio su nombre a una unidad física (el roentgen, que mide la intensidad de las radiaciones de alta frecuencia) y, en 1971, se creó en Würzburgo el premio que lleva su nombre. Röntgen que, debido a la crisis financiera posterior a la Primera Guerra Mundial, había perdido el dinero concedido por la Fundación Nobel, pasó sus últimos años de vida retirado humildemente en el campo.

Autor

  • Gerardo Meiro Martínez