Rojas, Isaac Francisco (1906-1995).
Marino y político argentino, vicepresidente de facto de la República argentina, nacido en Buenos Aires en 1906 y muerto en la misma ciudad en 1995. Estudió entre 1923 y 1929 en la Escuela Naval Militar, de la que egresó como guardiamarina. Realizó estudios especiales en artillería y derecho internacional en la Escuela de Guerra Naval. Fue marino del acorazado Rivadavia y realizó tareas de investigación científica en los buques San Juan y San Luis. Fue comandante de los rastreadores Thorne y Bouchard y jefe de artillería del crucero Almirante Brown. Ascendió a contraalmirante en 1952 y estuvo al comando del guardacostas Pueyrredón y del crucero Nueve de Julio. Durante los dos primeros gobiernos peronistas (1946-1955), la Marina había sido postergada a un tercer puesto entre las fuerzas armadas y por lo tanto relegada en la concesión de prebendas, que las otras armas recibieron con creces. Por esta circunstancia, los marinos sentían hacia el gobierno de Perón recelos fundados. Por otro lado, el adoctrinamiento por parte del peronismo no había sido tan intenso como en las otras armas, ni tampoco las purgas que siguieron a los intentos fallidos de golpes militares de los años 1951 y 1952 fueron tan drásticas. De tal modo, la Marina se había convertido en un reservorio de opositores dispuestos a apoyar cualquier intento de golpe contra el peronismo. Fue justamente la Marina la que intentó uno el 16 de junio de 1955 con el bombardeo de la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, sede del gobierno nacional. La operación buscaba matar al presidente Perón y produjo pérdidas humanas calculadas en 300 muertos y 600 heridos. No obstante, y a pesar de que el castigo por el fallido golpe fue enérgico, la Marina siguió conspirando. Oficiales de menor rango, como los capitanes de navío, se habían puesto al frente de la preparación de otra asonada, y convencieron al contraalmirante Rojas, a la sazón director de la Escuela Naval Militar de Río Santiago, en la provincia de Buenos Aires, para que encabezase la sublevación. Éste estaba convencido de que sin el concurso del ejército era imposible lograr el éxito de la misión, por lo cual se puso en contacto con los conspiradores de esa arma, encabezados por el general Eduardo Lonardi, retirado ya. El movimiento estalló el 16 de septiembre de 1955 en la ciudad de Córdoba y su resultado fue incierto por varios días, aunque la marina consiguió estacionarse frente a la capital, previo bombardeo de las destilerías de petróleo de la ciudad de Mar del Plata, en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires. La amenaza del contraalmirante Rojas de bombardear las mismas instalaciones de la ciudad de La Plata, a cincuenta kilómetros de la capital, fue decisiva para el triunfo del movimiento. Las negociaciones entre una Junta Militar formada a tal efecto y los jefes revolucionarios tuvieron lugar en su buque insignia. El 20 de septiembre Perón se asiló en la embajada paraguaya, para luego pasar al Paraguay en un hidroavión, y ese mismo día el general Lonardi asumió la presidencia provisional por decreto en la ciudad de Córdoba. Rojas accedió al cargo de vicepresidente el 24 de setiembre de 1955. El movimiento subversivo tomó el nombre de “Revolución Libertadora”. El gobierno tomó inmediatamente medidas para eliminar de las filas de las fuerzas armadas a todo oficial que tuviera alguna relación con el gobierno depuesto. En la Marina la purga significó el pase a retiro de todos los oficiales de grado superior a Rojas, de tal modo que éste ascendió a almirante automáticamente en octubre del mismo año. Pronto empezaron las desavenencias dentro del nuevo gobierno, en el que convivían dos tendencias opuestas: la liberal, que pretendía disolver el partido peronista, y la Confederación General de Trabajadores (CGT), que respondían al gobierno depuesto, orientación que estaba representada por el vicepresidente Rojas apoyado por los nuevos jefes y oficiales del ejército; la otra tendencia era la llamada nacionalista, que aconsejaba castigar sólo a los que habían cometido ilícitos y no innovar con respecto a las dos organizaciones citadas, aplicando el lema “ni vencedores ni vencidos” que había pronunciado el presidente Lonardi el día de su asunción. Esta situación llevó a la renuncia del presidente provisional, que compartía los principios de los nacionalistas y no estaba dispuesto a dejarse presionar por los liberales. El 13 de noviembre de 1955 asumió la presidencia provisional el general Pedro Eugenio Aramburu, y las dos líneas pervivieron, aunque ya no enfrentadas en la actitud de hacer frente a las organizaciones peronistas. Aramburu proponía una salida institucional rápida y mantenía una actitud negociadora, mientras que el vicepresidente Rojas, partidario de liquidar totalmente al peronismo antes de volver al régimen constitucional sin tener en cuenta el tiempo que llevara hacerlo, representaba la línea dura, cuyos miembros fueron popularmente llamados “gorilas”. Con el objetivo de controlar la acción del poder ejecutivo se creó un Consejo Militar Revolucionario, más tarde llamada Junta Consultiva Militar, integrado por el presidente, el vicepresidente y los ministros de Ejército, Marina y Aeronáutica, organismo que debía, entre otras cosas, refrendar todo decreto-ley emanado de la presidencia, así como prestar acuerdo para el nombramiento de ministros nacionales e interventores de provincias. Los primeros actos del segundo gobierno de la libertadora borraron la consigna “ni vencedores ni vencidos”: se disolvió la CGT y también la Fundación Eva Perón, entidad de ayuda social creada por la segunda esposa de Perón, María Eva Duarte, y se hizo lo propio con el partido peronista. Se creó asimismo una Junta de Recuperación Patrimonial, presidida por el vicepresidente Rojas, que debía investigar acerca de los bienes de los funcionarios del gobierno de Perón. La depuración de peronistas en el ejército se hizo cada vez más amplia, hecho que generó descontento entre las filas de la institución militar hasta provocar un levantamiento armado. La insurrección, de tendencia peronista, estalló el 9 de junio de 1956, encabezada por los generales retirados Juan José Valle y Raúl Tanco. Pero los servicios de información del poder ejecutivo estaban al tanto y procedieron, antes del alzamiento, a detener a civiles militantes de organizaciones gremiales. El movimiento fracasó por su pésima organización y por la rápida acción del gobierno, que la misma noche del levantamiento montó un operativo de represión encabezado por Rojas y decretó la vigencia de la ley marcial, que permitía ordenar juicio sumarísimo y proceder al fusilamiento de toda persona que, armada o no, perturbara el orden público, lo que fue llevado a la práctica inmediatamente con dieciocho militares sublevados, entre ellos Valle y Tanco, y nueve civiles, algunos sin juicio previo. La influencia de Rojas en el gobierno, preponderante al principio, fue perdiendo peso paulatinamente durante 1956, al punto de que el almirante llegó a presentar su renuncia, que no fue aceptada por sus pares de las otras armas. En enero de 1957 Aramburu reformó su gabinete casi sin tenerlo en cuenta; en marzo debió aceptar que otro marino fuera despedido del gabinete y más tarde se vislumbró la verdadera diferencia entre ambos. Para Rojas las condiciones para una entrega del poder a los civiles todavía no estaban dadas por la pervivencia del peronismo. Bajo estas circunstancias se produjo una convocatoria a elecciones para el retorno de la democracia el 12 de febrero de 1958. El presidente Aramburu confiaba en que triunfaría la fracción radical liderada por Balbín, que compartía los principios de la revolución libertadora y proponía permitir algunas candidaturas peronistas que en su opinión no obtendrían muchos votos. Rojas, en cambio, pensaba que ningún candidato peronista podía ser permitido en las elecciones, por lo que solicitaba continuamente su proscripción. Sin embargo, los resultados electorales concedieron el triunfo a Arturo Frondizi gracias al apoyo del peronismo, quien asumió el poder el 1 de mayo de 1958; apenas entregado el poder, Rojas estaba ya conspirando contra el gobierno. En 1963, con ocasión de la disputa entre azules y colorados, Rojas hizo un último intento para ganar el control político del gobierno, pero fue derrotado. Fue siempre el exponente más claro del antiperonismo militante y el portavoz de quienes se oponían a la planificación estatal y a las empresas estatales. Sin embargo, al final de su vida tuvo un acercamiento con el gobierno del presidente Menem, quien accedió a la presidencia en 1989 por el Partido Justicialista.
D. Santilli