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CineBiografía

Robards, Jason (1922-2000)

Actor estadounidense nacido en Chicago, Illinois, el 26 de julio de 1922 y muerto en en Connecticut el 26 de diciembre de 2000. Hijo del también actor Jason Robards Senior, fue uno de los eternos secundarios del cine norteamericano y uno de los grandes intérpretes de teatro del país. Fue un actor de éxito tardío pero sólido y Hollywood premió su trabajo con dos premios Oscar por sus interpretaciones en Todos los hombres del presidente (1976) y Julia (1977).

Cuando la familia de Robards se trasladó a California para que el patriarca trabajara en el cine, el joven Jason disfrutaba más del deporte que del séptimo arte y en 1939 se alistó en la Marina donde se convirtió en un empedernido lector de obras de teatro. Cuando se licenció siete años más tarde no dudó en matricularse en la Academia de Artes Dramáticas de Nueva York. Durante algunos años compaginó pequeños papeles en los escenarios con su trabajo como taxista y como empleado de una bolera hasta que el director José Quintero le ofreció el papel de Hickey en la obra de Eugene O'Neill The iceman cometh. Desde entonces y durante muchas décadas, Robards fue un intérprete habitual en las representaciones de las obras de O'Neill.

Siempre antepuso Broadway y el teatro a los caprichos de Hollywood pero consiguió brillantes interpretaciones como actor de reparto en un puñado de grandes películas como Larga jornada hacia la noche (1962), Hasta que llegó su hora (1969), Johny cogió su fusil (1971), Melvin y Howard (1980), por la que fue nuevamente nominado al Oscar, El día después (1981), Storyville (1993), o las más recientes Philadelphia y Magnolia. Uno de los pocos papeles protagonistas que llevó a la gran pantalla fue en La balada de Cable Hogue (1970). En su tercer matrimonio estuvo casado con la actriz Lauren Bacall, de la que se divorció a finales de los años sesenta, coincidiendo con una etapa turbulenta para el actor en la que convivió con episodios de alcoholismo y fuertes depresiones. Él mismo manifestó que la fuerza del teatro le había mantenido vivo.

Autor

  • Isabel Sánchez Calvo