Rizal y Mercado, José Protesio (1861-1896).
Patriota e intelectual filipino, nacido en Calamba (provincia de Laguna, Luzón) el 19 de junio de 1861 y fallecido en Manila el 30 de diciembre de 1896, que fue la figura capital del movimiento independentista filipino de finales del siglo XIX. Inspirador ideológico de dicha causa, con su muerte se convirtió en primer y más insigne de sus mártires. Destacó además como escritor, faceta que cultivó en la forma de ensayos, novelas, poesías, cartas críticas o artículos periodísticos.
Nacido en el seno de una próspera familia de mestizos chino-filipinos propietarios de una plantación de azúcar, José Rizal creció en un ambiente ilustrado fruto de la influencia ejercida por su madre, Teodora Alonso, integrante de los círculos intelectuales de Manila. Realizó sus primeros estudios en el Ateneo de la capital filipina, donde se graduó en 1877, destacando pronto por su capacidad para el estudio así como una amplia vocación multidisciplinar que le condujo a interesarse por materias tan distintas como Historia, Antropología, Literatura, Arte, Filosofía y Medicina. En 1879 el Liceo Artístico-Literario le concedió el primer premio en un concurso nacional por su oda A la juventud filipina.
Después de cursar los primeros años de las carreras de Medicina y Filosofía y Letras en la Universidad de Santo Tomás, en 1882 viajó a España para continuar su formación médica en la Universidad Central de Madrid. Durante su estancia en la capital peninsular también asistió a clases de pintura en la Academia de San Fernando, y estudió inglés y alemán entre otros idiomas. Pronto entró en contacto con otros estudiantes filipinos, entre quienes se encontraban Graciano López Jaena, Eduardo de Lete, Mariano Ponce o Marcelo Hilario del Pilar, que serían también figuras capitales en el desarrollo de un movimiento nacional; sin embargo, Rizal pronto comenzó a destacar entre todos ellos por su elocuencia y personalidad, erigiéndose en el auténtico líder espiritual del grupo.
En 1886 viajó a Alemania para completar estudios de Medicina y Filosofía en la prestigiosa Universidad de Heidelberg. La estancia en esta ciudad le sirvió para entablar sólidas relaciones con otros científicos e intelectuales de la época como el geógrafo austriaco Ferdinand Blumentritt, a quien le unió una gran amistad. Blumentritt ejerció una influencia decisiva en el creciente interés de Rizal hacia las ciencias sociales y la antropología. Empapado de las corrientes intelectuales europeas en boga, caracterizadas por la aplicación de la teoría evolucionista a las razas y las naciones, sus investigaciones en este campo le llevaron a refutar científicamente la creencia generalizada de la inferioridad del nativo filipino, despertando en él una conciencia de la peculiaridad del pueblo filipino pero sobre todo de su injusta situación de postración. En particular, Rizal centraba sus críticas en las órdenes religiosas: los abusos de las órdenes regulares justificados en la religión eran, desde su perspectiva, el verdadero mal de su país más que el mero hecho de la soberanía española, a la que reconocía el mérito de haber introducido en las islas la civilización occidental. En esta línea se situó su primera obra, Noli Me Tangere (No me toques), publicada en Heidelberg ese mismo año de 1886. La hostilidad de esta novela hacia los frailes españoles era tal que provocó su censura inmediata en las islas y la expulsión del propio Rizal nada más haber retornado a Manila, en 1887.
Tras breves estancias en Japón y Estados Unidos, en abril de 1888 regresó a tierras europeas, residiendo durante distintos períodos en Londres, París y Amberes. Desde estas capitales comenzó a escribir artículos para diversos medios españoles entre los que a partir de 1889 se encontraba La Solidaridad, el periódico quincenal en el que expresaban sus ideas el círculo selecto de estudiantes filipinos residentes en Europa y del que Rizal formaba parte, conocidos como los Propagandistas. Fue en este medio donde vio la luz uno de los más interesantes ensayos de Rizal, Filipinas, dentro de cien años, publicado ese mismo año y en el que ya vislumbraba la posibilidad de caer en el futuro bajo el dominio de Estados Unidos. Con todo, las reivindicaciones políticas de Rizal que se plasmaban en la prensa, así como las de la mayoría de los propagandistas, eran ciertamente moderadas porque no cuestionaban abiertamente la legitimidad de la soberanía española: Rizal se limitaba a pedir la equiparación legal de las Filipinas con cualquier otro territorio español, y sólo dejaba entrever en ocasiones la posibilidad de la independencia si fallaban todos los intentos de reforma.
En 1890 realizó una revisión crítica de la obra del siglo XVII Sucesos de las Islas Filipinas, de Antonio de Morga; la edición de Rizal hacía énfasis en las raíces históricas del pueblo filipino, en lo que vino a ser una reivindicación de la riqueza cultural del archipiélago antes de la colonización. En 1891 vio la luz un nuevo trabajo, El Filibusterismo (denominación del separatismo) o El reino de la codicia, en el que retomó la sátira crítica hacia los frailes de Noli Me tangere quizás incluso con más radicalidad; no en vano, algunos interpretaron este texto como una apuesta ya clara por la independencia. Aunque estas obras estaban prohibidas por la jerarquía eclesiástica de Filipinas, la medida no evitó que gozaran de una considerable difusión en las islas, contribuyendo a propagar entre las clases ilustradas un sentimiento de pertenencia nacional y la conciencia de ser un pueblo sojuzgado. En cuanto a la faceta literaria, la obra de Rizal presenta un estilo narrativo profundamente imbuido del realismo dominante en la época en el que no faltan los cuadros costumbristas, combinado con un afán didáctico propio de quien pretende llegar a extraer una enseñanza práctica; en este sentido, destacan los diálogos entre personajes que encarnan posturas ideológicas contrapuestas, acaso reflejo de su propio debate interior.
Pese al evidente peligro que corría su vida, Rizal regresó a Filipinas en junio de 1892 tras una breve estancia en Hong Kong (1891-92). En la colonia británica había redactado los estatutos de la Liga Filipina, una organización ligada a la francmasonería y carente en principio de contenido político: según sus propias palabras, la Liga debía “[...] fomentar la unión de los filipinos y promover el comercio y la industria, formando sus socios una especie de cooperativa”, aunque probablemente aspiraba a convertirla en el núcleo del movimiento nacionalista en propio suelo filipino. En cambio, para las autoridades españolas la Liga constituía un llamamiento explícito a la subversión; en consecuencia fue prohibida y su líder arrestado y desterrado a la ciudad de Dapitán (noroeste de Mindanao), donde permaneció los siguientes cuatro años. Durante este exilio dentro de su propio país estuvo dedicado por completo a la actividad científica y filantrópica -fundó un hospital y una escuela- , apartado de toda implicación ideológica o política.
En el verano de 1896 obtuvo el permiso del gobernador Ramón Blanco para partir a Cuba e incorporarse al ejército colonial en calidad de médico, aunque bajo la estrecha vigilancia de las autoridades españolas. Sin embargo, encontrándose en pleno viaje llegó desde Manila la orden de enjuiciamiento por su responsabilidad en la rebelión independentista del Katipunan que acababa de estallar (septiembre de 1896). De nuevo en prisión, la política de inflexibilidad del nuevo gobernador general, Camilo Polavieja, motivó que esta vez Rizal fuera juzgado por un Consejo de Guerra, siendo encontrado culpable de los cargos presentados y condenado a muerte (26 de diciembre 1896), pese a no existir pruebas de su participación en el levantamiento y haber manifestado en todo momento su rechazo al empleo de la violencia para lograr la emancipación. Fue fusilado cuatro días más tarde de dictarse la sentencia. En sus últimos días en prisión escribió el poema Mi último Adiós, obra de gran belleza lírica.