Richepin, Jean (1849-1926).
Poeta, narrador, dramaturgo y conferenciante francés, nacido en Médéa (Argelia) en 1849, y fallecido en París en 1926. Desde sus orígenes de poeta crítico y provocador, defendió a las clases menos favorecidas y esgrimió un oficio literario concebido para minar los cimientos de la moral vigente y el poder establecido. Sin embargo, la fama le condujo al virtuosismo creativo y al amaneramiento estilístico, para acabar acomodándole en el seno de una sociedad que él mismo había agriamente satirizado.
Hijo de un médico del ejército francés, vio la luz en un campamento militar del Norte de África, en donde su padre estaba destinado. Pero pronto se trasladó con toda su familia a la capital francesa, en donde recibió una esmerada educación, de inspiración clásica y humanista, en la famosa École Normale Supérieure de París. Desde su temprana juventud, el joven Jean Richepin se mostró inclinado hacia una vida disipada y aventurera que le llevó a participar en los ambientes más variados de la bohemia parisina, en donde pronto fue conocido como parroquiano asiduo a todos los cafés de Montmartre y animador entusiasta de los proyectos culturales más extravagantes. Entre ellos, tuvo especial resonancia en el París de su época la fundación del grupo poético de los Vivants, creado para censurar y quebrantar las convenciones sociales y culturales del momento, por medio de poemas y canciones de aire popular y corte satírico que no dejaban títere con cabeza. Al hilo de estas actividades promovidas por los Vivants, el más radical de ellos, Jean Richepin, llegó a protagonizar un pintoresco recorrido por todo su país enrolado en la caravana nómada de una tribu gitana.
Tras agotar su primera juventud en estas y otras ocupaciones similares que, si bien le reportaron un merecida fama de enfant terrible, no arrojaron ninguna edición impresa de las composiciones dispersas por las que ya era de sobra conocido, a mediados de los años setenta decidió reunir sus célebres poemas sobre vagabundos en un volumen titulado La chanson des gueux (La canción de los mendigos, 1876), obra que inmediatamente se convirtió en piedra de escándalo en el París del último cuarto del siglo XIX. Constituida por una serie de composiciones que, con gran crudeza naturalista, retratan la vida airada de las capas sociales más bajas, esta opera prima del bullicioso Richepin fue prohibida por las autoridades francesas, que decretaron la inmediata puesta en prisión de su autor, bajo el cargo de atentar con sus escritos contra la moral pública.
Como suele ser habitual, esta desproporcionada actuación de la justicia gala provocó un efecto totalmente contrario al que buscaba conseguir, por lo que Richepin y su poemario gozaron pronto de una creciente fama cuya estela fue aprovechada por el autor para dar a la imprenta otros volúmenes de versos. Así, en 1877 volvió a los anaqueles de las librerías con el poemario titulado Les caresses (Las caricias, 1877), una colección de composiciones caracterizadas por su encendido erotismo; y, siete años después, volvió a perturbar la tranquilidad de los bienpensantes con Les Blasphèmes (Las blasfemias, 1884), un poemario que levantó la polémica por su contenido materialista y antirreligioso.
Por aquel entonces, el poeta Richepin ya se había dado a conocer también como prosista, por medio de unos extraordinarios relatos fantásticos que, dominados por el terror, rendían tributo a los cuentos tenebrosos del escritor estadounidense Edgar Allan Poe. Esta recopilación de narraciones breves, presentada bajo el título de Les morts bizarres (Los muertos aguerridos, 1876) fue sólo el anticipo de una interesante producción narrativa que dio paso a algunas novelas de inspiración regionalista, como Miarka, la fille à l'ourse (Miarka, la hija de la osa, 1883) y Braves gents (La gente honrada, 1886); sin embargo, este cambio de género no condujo al autor a renegar de su antigua condición de poeta, como quedó patente en la salida a la calle del poemario Le mer (La mar, 1886), compuesto mientras redactaba las obras en prosa anteriormente citadas.
Dando rotundas pruebas de su versatilidad y facilidad literarias, simultáneamente Jean Richepin había comenzado a cultivar el género dramático, en el que se adentró con buen pulso merced a una serie de comedias que le convirtieron en uno de los autores teatrales más aplaudidos de finales del siglo XIX. Tras el feliz estreno de Nana Shabib (1883), contribuyó de forma decisiva al fugar renacimiento en Francia del teatro romántico, con obras como Le filibustier (El filibustero, 1888), Vers la joie (Hacia la alegría, 1894) y, sobre todo, Le chemineau (El vagabundo, 1897), unánimemente celebrada como su obra maestra, y sin duda alguna la pieza dramática más popular de su época, después del Cyrano de Bergerac de Rostand.
La repercusión alcanzada por estos éxitos teatrales convirtieron a Jean Richepin en un autor famoso, cada vez más integrado en los círculos artísticos oficiales y, en general, en la alta sociedad parisina de comienzos de la nueva centuria. Así, en 1908 fue elegido miembro de la Academia francesa, donde se acomodó definitivamente para dedicarse a vivir de las numerosas conferencias que dictaba, basadas en sus memorias literarias y en el análisis de los fenómenos sociales que había conocido tiempo atrás.
J. R. Fernández de Cano