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PinturaBiografía

Reverón, Armando (1889-1945).

Pintor venezolano, nacido en Caracas el 10 de mayo de 1889, y muerto el 18 de septiembre de 1954, hijo único de Julio Reverón Garmendia y Dolores Travieso Montilla. A los ocho años se trasladó a Valencia, ciudad del interior venezolano, a casa de unos amigos de la familia materna, los Rodríguez Zocca, donde el joven Armando se inició en la pintura a manos de su primo Ricardo Montilla, que acababa de llegar de Nueva York.

En 1904 contrajo fiebres tifoideas, así que volvió a Caracas para que su madre le cuidara; tuvo una larga convalecencia, que le obligó a permanecer mucho tiempo en casa dedicándose a la pintura. Con doce años recibió su primer encargo -la copia de una cacería de leones realiza por Delacroix- por parte del comerciante valenciano don Lorenzo Ochoa.

Toda esta situación conllevó a que el 23 de junio de 1908, Reverón se inscribiese como alumno de la Academia de Bellas Artes que, por ese entonces, dirigía el pintor Emilio Mauri, donde fue un alumno disciplinado y atento a las indicaciones de sus maestros (especialmente, de Antonio Herrera Toro, por el que sintió una gran admiración) siguiendo la línea pictórica academicista y tenebrista del pintor Cristóbal Rojas 1857-1890, uno de sus mejores modelos. Los propósitos de esta primera etapa de su pintura, que los críticos sitúan entre 1907 y 1911, son la consolidación de una formación seria y académica y de un estilo correcto.

Con Reverón estudió toda la generación de jóvenes artistas (César Prieto, Manuel Cabré, Francisco Valdés, Próspero Martínez, Antonio Edmundo Monsanto, Marcelo Vidal, etc.) que iniciaron la renovación del arte venezolano por medio de la creación del Círculo de Bellas Artes. Cuando, en 1909, tuvo lugar la famosa huelga contra el director de la Academia, Herrera Toro, que había suplantado a Mauri tras su muerte, los estudiantes exigieron nuevas condiciones docentes, tales como clases nocturnas, el reinicio de los concursos para obtener pensiones y la inclusión de modelos en vivo para las clases de dibujo anatómico, condiciones estas que fueron rechazadas por Herrera Toro, quien finalmente optó por cerrar la Academia ante la persistencia de la protesta. Cabe señalar que Reverón no tomó partido ante el conflicto, ya que su nombre no figura entre los firmantes del manifiesto contra Herrera Toro.

Durante el tiempo que permaneció la Academia cerrada, Reverón viajó a Valencia, donde realizó una de sus mejores obras del momento: el retrato de su hermana de leche, Josefina (Muchacha Tejiendo). Al acabar la huelga, Reverón se incorporó de nuevo a la Academia hasta que terminó sus estudios en 1911. Tras graduarse y celebrar su primera exposición al lado de Rafael Monasterios en los locales de la Escuela de Música y Declamación, Reverón fue becado por la Municipalidad de Caracas para ampliar estudios en España.

Reverón se instaló en Barcelona, para seguir el curso de 1911-12 de la Escuela de Artes y Oficios de La Lonja, período al que pertenecen obras como Plaza de Barcelona, en las que se advierte un aclaramiento de su paleta. Vuelve por un breve tiempo a Caracas, donde realiza el conocido retrato del poeta Enrique Planchart y, tras obtener nuevos fondos para continuar sus estudios, regresó de nuevo a España.

En este segundo viaje, Reverón se instala en Madrid, para asistir como oyente a las clases de la Academia de San Fernando. Asimismo, siguió cursos de dibujo al natural con el pintor Moreno Carbonero y fue asiduo del taller de Muñoz Degraín. En un viaje a Segovia conoció a Ignacio Zuloaga, con quien entabló una breve amistad. No obstante, serán las obras del Museo del Prado -a las que se referirá con entusiasmo toda su vida- las que ejercieron una mayor influencia en su pintura y en su ánimo. Goya fue el perfecto introductor en el conocimiento de la pintura. Sus veladuras y en el tratamiento de la figura femenina, con sus famosas majas, ejercieron una poderosa atracción sobre el artista venezolano.

Pero el paso por España se convirtió en algo más que un aprendizaje artístico. El joven Reverón encontró en la vida cultural de Madrid un mundo muy atractivo, que forjó su carácter y lo dotó de un conocimiento intenso sobre el teatro, la literatura, los toros y otras manifestaciones de tipo popular. Aspectos que años más tarde serán recogidos en sus composiciones. Cuando en 1915 regresa definitivamente a Venezuela, su pintura estaba impregnada de tonalidades azules (Jardín de la Casa de los Carreño), muy propias de las influencias modernistas recibidas, aunque, aún quedaban restos de un trasnochado academicismo muy patentes en obras como Paisaje del Calvario.

Instalado en Caracas, pronto entró en contacto con los miembros del recién fundado Círculo de Bellas Artes. Colabora repartiendo folletos y catálogos de exposiciones, dicta cursos de perspectiva y de escenografía, habla continuamente de su experiencia española y de su pasión por los toros. Asimismo, viaja en numerosas ocasiones a la Guaira y Macuto (en el litoral central) y visita Valencia. Conoce a los pintores europeos el rumano Samys Mützner y el ruso Nicolás Ferdinandov, instalados momentáneamente en el país. Este último logrará intimar con él y ejercerá sobre su carácter una notable influencia: según Ferdinandov, el artista debía hacer de su modo de vivir una continuidad de su manera de pintar, buscar el aislacionismo para crear un lenguaje plástico único y personal.

Los viajes al litoral se intensifican. Y tras la muerte de Josefina, su "medio hermana", con la que se sentía muy unido, un Reverón deprimido decide dejar Caracas y trasladarse a vivir a la Guaira, donde imparte clases de dibujo para sobrevivir, siguiendo los consejos de Ferdinandov. Por esas fechas, en unas fiestas de Carnaval de esta población costera, conoce a Juanita Mota, a la que pronto se une y convierte en su modelo. Para el año de 1921, después de superar la mortal "fiebre española" de 1918, Reverón se instaló definitivamente en el Litoral (Macuto): ya nunca volvió a salir de allí.

Desde el año 1919 hasta 1921 la pintura de Reverón no se había revelado todas sus posibilidades. Los temas tratados eran los comunes a los miembros del Círculo; en especial, el paisaje de los alrededores de Caracas y algunos sitios de la costa, como Patio del Colegio Chavez, El río Guaire, Calle del Valle, Paisaje Azul, Paisaje de Maiquetía, El Parque de macuto, Procesión de la Virgen del Valle, Calle de Punta Brava, Nocturno de luna. También aparecerán algunos retratos, como el del ruso Ferdinandov, la Familia Rodríguez Zocca, Juanita con abanico, Juanita junto al trípode, Figura bajo un uvero, Mujeres en la cueva. En todas estas obras encontramos un Reverón sin un estilo definido, que bebe de diversas fuentes -modernismo, impresionismo, simbolismo-; es un artista con una enorme versatilidad, que puede pasar del tratamiento más pastoso en obras como Calle de Punta Brava (1920), hasta pinturas tratadas al modo cuasi puntillista como El bosque de la Manguita. Otras veces, se atisba un mayor atrevimiento formal, tal y como si estuviera ensayando para una futura pintura, caso de obras como Paisaje Azul, Juanita junto al trípode, o el extraordinario Uveros Azules.

En este mismo período realizó una serie de exposiciones que tuvieron gran éxito de crítica y público: en 1918 junto con Rafael Monasterios en la Academia de Bellas Artes; en 1920 junto con Ferdinandov, Monasterios, Federico Brandt y Antonio Edmundo Monsanto en la Universidad Central. Exposición, cuyas ventas permitieron a Reverón iniciar la construcción del que fue su lugar y "fortaleza" de trabajo en Macuto: El Castillete de las Quince Letras. A raíz de que se instalara allí, la vida cultural de Caracas se convirtió en ajena, su pintura se vuelca sobre sí y el mundo inmediato que le rodea: paisajes costeros y la figura de Juanita.

Para 1924 se advierte en sus obras una gran madurez; ya se ha desprendido de las viejas influencias y se aferra a un modo de pintar en el que el color se vuelve muy limitado, mientras el soporte (preferentemente de arpillera) actúa como un elemento integrado en la composición: su pintura es consecuente con su modo nuevo de vivir austero y primitivo. Así nacen obras como Paisaje, Plaza, Naiguata, Simetría de Uveros, Rancho con árbol, Luz tras mi enramada. La obra cumbre de este periodo es Fiesta en Caraballeda (1927), en la que Reverón culmina un período de avances, a la vez que de ensayos para afrontar lo que se ha definido como su famosa "etapa blanca" (1925-1933).

En el "periodo blanco" Reverón continua limitando la pigmentación, reducida prácticamente al uso del blanco, y el soporte va adquiriendo más protagonismo. La luz cegadora de la costa tropical se convierte en una excusa para confeccionar una obra marcada por la construcción de un lenguaje pictórico muy personal, del que surgen signos de un mundo naturalista, pero que, sobre todo, se convierten en elementos denominadores de un lenguaje plenamente universal: Paisaje Blanco, El Playón, Retrato de Juanita, Ranchos, Rancho en el litoral, Figura sentada bajo un árbol, El árbol, Macuto en oro, Bosque, Rostro de mujer.

Asimismo, es el momento en que Reverón se dedicará a la confección de sus propios útiles de pintura, sus famosos coletos, acentuando con ello una práctica de realizar sus propios enseres y afianzando así esa condición primitiva y autosuficiente con la que había impregnado su vida. Su pintura es ya distinta a todas las que se exhiben en Venezuela, alejada de las modas de la capital y del resto del mundo. A medida que crece su propia experiencia, también crece la imagen de su "locura" por parte de una sociedad que no lo entiende: nace entonces la leyenda del "loco de Macuto". Él, quizás recordando sus tiempos de España y su amor por el teatro, afianza aún más esta visión estrafalaria y poco acorde con las buenas costumbres. Los que los visitan se encuentran ante un Robinsón del siglo XX, un hombre mono ataviado con un taparrabos que ejerce extraños exorcismos ante las miradas atónitas de turistas y curiosos.

Hacia la década de los treinta, Reverón acentúa su predilección por los desnudos y las composiciones femeninas, para las que emplea, además de Juanita, otras modelos o simples muchachas del lugar. Pinta entonces una serie de gran tamaño conocida como Hijas del Sol: viste de plumas y guayucos o taparrabos a sus modelos, en un intento por nutrir a su pintura de argumentos literarios y simbolistas. En estos cuadros se combinarán el color blanco con una serie de tonos sepias que a partir de ahora tendrán una mayor frecuencia en su pintura. En palabras de A. Boulton, uno de su mejores biógrafos, comenzaría la "etapa o período sepia", ejemplos de la cual serían, por ejemplo, Desnudo acostado, El Sancocho, Juanita sentada, Mujer con Mantilla, Fiesta de la Cruz de Mayo, Paisaje de Macuto, Desnudo acostado, Juanita cocinando, Ranchos de la Guaira, Autorretrato, Cocoteros, Lectura, Juanita en el Playón, Desnudo, La maja criolla, Autorretrato con India.

Al finalizar la década de los treinta, su incomunicación autoimpuesta va en aumento: Reverón no distingue entre el mundo exterior y su realidad. Se produce entonces una situación que le llevará a una primera crisis, de la que se recuperó retornando a una pintura que insistía sobre su propia imagen, recreando las figuras en ambientes de misterio e irrealidad. Por ese entonces, realizó sus conocidas "muñecas de trapo" que estaban dotadas de "personalidad propia": Graciela, Niza, Isabelita. Asimismo, realizó toda una serie de objetos que introdujo posteriormente en sus composiciones: piano, partituras, mascaras, pajareras, etc. Las muñecas y los objetos confeccionados irán suplantando a los modelos vivos, claro exponente de lo cual son las obras Tres figuras con niño, Autorretrato con muñecas, Bailarinas, Composición con cuatro figuras, Seis figuras, El Concierto, El Bautizo, Las Tres Gracias, Cinco Bailarinas, La lectura, Tres majas, La maja, Niza.

En 1945 el deterioro físico y psíquico del artista se agudiza, de forma que es ingresado en el Sanatorio del doctor Báez Finol. Nuevamente, Reverón superará la crisis, retorna a Macuto y realiza toda una serie de paisajes portuarios en los que refleja la modernización del litoral; son de las pocas obras de Reverón en las que el mundo exterior adquiere protagonismo: La locomotora amarilla, Taller, Puerto de la Guaira.

En la última etapa de su vida (1945-1954) su pintura se vuelve aún más intimista y alcanza cierto grado de erotismo. Además, realiza toda una serie de geniales autorretratos. A partir de 1951, las crisis se hacen cada vez más frecuentes y en 1953 vuelve a ser internado en el Sanatorio del doctor Báez Finol. Se producen los primeros reconocimientos públicos a su labor y se le concede el Premio Nacional de Pintura. En este tiempo su actividad se redujo al máximo, tan sólo hace algunos dibujos en el sanatorio con tizas y carboncillos. El 18 de septiembre de 1954 fallece víctima de una embolia cerebral. Un año más tarde se inaugura en el Museo de Bellas Artes de Caracas una retrospectiva de su genial obra, con más de cuatrocientas pinturas.

Bibliografía

  • A.A.V.V. Diccionario de las Artes Plásticas en Venezuela. (Venezuela: Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, 1973).

  • A.A.V.V. Armando Reverón (1889-1954). Exposición Antológica.(Caracas: Fundación Galería de Arte Nacional, 1992).

  • BOULTON, A. Obra de Armando Reverón. (Caracas: Fundación Neumann, 1966).

  • CALZADILLA, J. Armando Reverón. (Caracas: Corpoven, 1979).

  • CONTRAMAESTRE, C. Reverón: el hombre mono. (Mérida: El Techo de la Ballena, 1969).

  • PINEDA, R. Armando Reverón. (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1958).

Autor

  • Antonio E. de Pedro.