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HistoriaLiteraturaBiografía

Pidal, Pedro José (1800-1865).

Político, abogado y erudito español, nacido en Villaviciosa (Asturias) en 1800 y muerto en Madrid el 28 de diciembre de 1865.

Vida

Sus padres fueron de José Pidal y de Antonia Carniado, una familia noble, pero de escasos recursos económicos. Se educó en su ciudad natal, para pasar posteriormente a Oviedo, donde estudió Derecho. Durante sus años universitarios recibió la influencia de las ideas constitucionalistas que triunfaban en los ambientes estudiantiles de la capital asturiana. Perteneció a la Compañía Literaria, el grupúsculo ovetense que se sumó al pronunciamiento de Riego y defendió el restablecimiento del régimen representativo frente al autoritarismo de Fernando VII. Editó el diario El Aristarco, de tendencia conservadora moderada, y colaboró en diversas revistas asturianas.

En 1822 se estableció en Madrid para ejercer como pasante en un famoso bufete de abogados. No abandonó por ello su militancia política, ni su actividad periodística; fue colaborador habitual del diario moderado El Espectador. En 1827, ante el peligro de una nueva invasión francesa, Pidal siguió al gobierno constitucional a Sevilla y luego a Cádiz. Desde la hojas de su rotativo continuó defendiendo el constitucionalismo y llamó a la resistencia contra la ocupación extranjera. La reacción anticonstitucional que se produjo tras la intervención en España de los Cien Mil Hijos de San Luis, obligó a Pidal a mantenerse escondido en Cádiz y el Puerto de Santa María durante todo ese año. En 1828 regresó a Oviedo, donde fue detenido y encarcelado, ya que pesaba sobre él una condena de ocho años de prisión por haber participado en el alzamiento de 1820. Sin embargo, se benefició del indulto general que otorgó Fernando VII y fue puesto en libertad al cabo de pocos días.

En 1834 fue designado alcalde mayor de la localidad asturiana de Cangas de Tineo y, poco después, juez de Villafranca del Bierzo y de Lugo. En 1837 obtuvo el cargo de oidor en la Audiencia de Pamplona y, en 1838, el de fiscal togado del Tribunal Mayor de Cuentas. Ese último año fue además elegido diputado por Asturias; se dio a conocer en la palestra política con un polémico discurso en el que reclamó el restablecimiento de los diezmos eclesiásticos, recién abolidos por Mendizábal.

La revolución progresista de septiembre de 1840 le obligó a abandonar sus cargos oficiales y a emprender un corto exilio en París. Regresó a Madrid al año siguiente, tras el inicio de la Regencia de Espartero, y volvió a dedicarse al periodismo político de oposición y a la crítica literaria. Colaboró asiduamente en la Revista de Madrid, con artículos sobre diversos temas de historia y literatura españolas, además de encargarse de la crónica política mensual de dicha publicación. Asimismo, impartió cursos en el Ateneo de Madrid sobre historia del Derecho español y fue presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación durante tres años.

En 1843 renovó su acta de diputado en las Cortes reunidas tras la caída del general Espartero. Desde este momento se convirtió en una de las principales figuras del Partido Moderado. La formación de un gabinete enteramente progresista por Olózaga, a pesar de que la mayoría parlamentaria era moderada, llevó a la Cortes a nombrar a Pidal Presidente del Congreso. Éste aconsejó la sustitución de Olózaga al frente del gobierno, así como la de los vicepresidentes de las Cortes, forzando con ello la disolución de la coalición de gobierno que había provocado la caída de Espartero. Se le encomendó entonces la formación de un nuevo gabinete, de mayoría moderada, en el que también dio cabida a los progresistas, al nombrar al general Serrano ministro de Guerra.

Pero, tras una nueva disolución de las Cortes, Pidal permaneció retirado de la vida política hasta que, en mayo de 1844, fue nombrado ministro de Gobernación en el primer gabinete de Narváez, líder del Partido Moderado. Participó en las deliberaciones sobre la reforma de la Constitución progresista de 1837, defendiendo la idea de que dicha reforma se llevara a cabo en concurrencia con las Cortes, frente al marqués de Viluma, ministro de Estado, partidario de volver al régimen de carta otorgada. Como ministro de Gobernación, fue el principal artífice de las leyes que impulsaron la centralización de la administración provincial y local, así como de las que instituyeron la reforma educativa y la del servicio de Correos, y de diversas medidas destinadas a mejorar las infraestructuras y las comunicaciones (como la creación de la primera línea telegráfica que funcionó en el país). Junto a su cuñado, Alejandro Mon, ministro de Hacienda, encabezó el sector monpidalista del Partido Moderado, que rompió con Narváez debido a la cuestión de los matrimonios reales, al ser favorable Pidal a que dicha cuestión se sometiera a discusión parlamentaria.

Después de un lapso de varios meses tras la caída de Narváez en 1846, Pidal volvió a ocupar la cartera de Gobernación en el gabinete de Istúriz, hasta la disolución de éste en 1848. Se reconcilió con Narváez poco antes del estallido revolucionario de 1848 y, en julio de ese año, pasó a ocupar la cartera de Estado en el tercer gabinete presidido por aquél. La medida más significativa tomada en este puesto fue la puesta en marcha de una iniciativa gubernamental que pretendía unir a las naciones europeas para apoyar a la Santa Sede, en el contexto de la Revolución liberal de 1848. Preparó un nuevo concordato con Roma, que no llegó a promulgarse debido a la caída del gobierno, pero que fue finalmente aceptado en 1851, durante el gobierno de Bravo Murillo Durante 1852 fue una de las principales voces de la oposición a la política antiparlamentaria de Bravo Murillo.

Durante los años siguientes, Pidal se mantuvo alejado del gobierno y rehusó participar en los gabinetes moderados que se formaron sin la presidencia de Narváez. Durante la etapa de gobierno progresista, volvió a escribir con asiduidad en los medios periodísticos moderados, como El Diario Español, desde el que defendió su ideario conservador, católico y monárquico. Al volver al poder el partido moderado en 1856, fue encargado de nuevo de la cartera de Estado por Narváez. En octubre de 1857, al formar gobierno el general Armero, fue nombrado embajador ante la Santa Sede, cargo al que renunció tras la subida al poder de la Unión Liberal de O'Donnell en 1858, debido a los fuertes enfrentamientos que había mantenido anteriormente con el nuevo jefe del gobierno. A fines de 1859 cayó enfermo. Abandonó definitivamente la política, aunque siguió compareciendo, en ocasiones señaladas, a los debates del Congreso. Poco antes de morir, en 1865, recibió el título honorífico de senador vitalicio y la reina Isabel II le otorgó la grandeza de España, que vino a añadirse al marquesado que le había ya concedido en 1847. Fue enterrado en el santuario de Covadonga, en su Asturias natal.

Pedro José Pidal escribió prolijamente sobre historia, literatura e historia del derecho españoles, además de algún que otro poema (como los reunidos en su obra Ocios de mi edad juvenil). Durante su época en Oviedo escribió Elementos de Derecho civil español. En 1828 salió a la luz su obra Tablas históricas y cronológicas de la historia de España desde los tiempos primitivos hasta nuestros días. Posteriormente publicó sus principales trabajos de crítica literaria y filológica en la Revista de Madrid: Estudios sobre las unidades dramáticas, Malón de Chaide, Poema del Cid, Tomé de Burguillos, Poema de Santa María Egipciaca y Poema de los Reyes Magos (estos dos últimos, rescatados por el propio Pidal en la biblioteca de El Escorial), etc. En 1843 ingresó en la Academia de Jurisprudencia y, al año siguiente, fue elegido miembro de número de la Real Academia Española, en la que ingresó con un discurso titulado Formación del lenguaje vulgar en los Códigos españoles. Durante los últimos años de su vida, ya retirado de la política, se dedicó a completar su Historia de las alteraciones de Aragón en el reinado de Felipe II. Otras obras suyas que merecen citarse son: Teatro escogido de Tirso de Molina, Vida del trovador Juan Rodríguez del Padrón, Sobre el descubrimiento de América en el siglo IX por los escandinavos, Jurisdicción eclesiástica, De Juan Valdés y de si es autor del Diálogo de las lenguas, Del régimen municipal en España, La poesía considerada como elemento de la Historia; o Vindicación de un prelado de lglesia española (Alonso de Cartagena). Su amor por la literatura antigua castellana le llevó a solicitar por vía diplomática, cuando era ministro de Estado, el códice del Cancionero de Baena, perteneciente a la Biblioteca Nacional de París. Tras obtenerlo en préstamo, se lo confió a los estudiosos Gayangos y Ochoa para que llevaran a cabo su publicación crítica, a la que el propio Pidal añadió un prólogo titulado Discurso sobre la poesía castellana de los siglos XIV y XV, que se considera su obra más interesante.

Bibliografía

  • PIDAL, P. J. Estudios literarios. (Madrid: 1890).

Autor

  • Victoria Horrillo Ledesma