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Ocio y entretenimientoBiografía

Palomar Romero, José Luis (1952-VVVV).

Matador de toros español, nacido en Soria el 22 de noviembre de 1952. Animado por una acusada vocación taurina, decidió en su temprana juventud enfocar sus miras profesionales por el sendero del Arte de Cúchares, y unos meses antes de alcanzar los dieciocho años de edad (concretamente, el día 10 de julio de 1970) estrenó su primer terno de alamares en el coliseo taurino de su ciudad natal. Durante varios años, cosechó relevantes triunfos en calidad de novillero, entre ellos el de su presentación en la madrileña plaza Monumental de Las Ventas, en un extraño cartel que incluía a otros tres jóvenes aspirantes a matadores de toros: Luis Miguel Moro, "Chinito de Francia" y Juan Ramos. Pero, a pesar de estos éxitos habidos en los primeros compases de su andadura novilleril, su condición de torero modesto -escasamente relacionado con los círculos taurinos dominantes- le impidió ocupar los primeros puestos del escalafón de aprendices hasta la campaña de 1977, en la que se enfundó la taleguilla en treinta y seis ocasiones.

Alentado por el empujón que parecía haber experimentado su carrera, José Luis Palomar afrontó la campaña de 1978 decidido a dar el gran salto que habría de incluirle en el escalafón superior. Así las cosas, el día 4 de marzo de dicho año hizo el paseíllo a través del redondel de Castellón de la Plana, dispuesto a recibir la alternativa que había de otorgarle su padrino, el matador alicantino José María Dols Abellán ("José Mari Manzanares"); el cual, bajo la atenta mirada del lidiador salmantino Pedro Gutiérrez Moya ("Niño de la Cape"), que hacía las veces de testigo, facultó al toricantano para que diera lidia y muerte a estoque a un pupilo de la ganadería de don Baltasar Ibán. Anduvo muy inspirado aquella tarde el joven espada soriano, que abandonó el coso castellonense con una oreja de cada uno de sus dos enemigos.

Esta exitosa función le animó a confirmar cuanto antes en Madrid -como es de rigor- la validez de su título de doctor en Tauromaquia. Compareció, pues, en la arena venteña el día 17 de mayo de aquel mismo año de 1978, fecha en la que estuvo apadrinado por el aguerrido espada albaceteño Dámaso González Carrasco, quien le cedió los trastos con los que había de muletear y estoquear a un burel criado en las dehesas de don Ramón Sánchez. Aquella tarde, en la que volvió a dar testimonio de la ceremonia el citado "Niño de la Capea", José Luis Palomar no tuvo a su favor la misma fortuna que le había acompañado el día de su alternativa; pero, a pesar de ello, logró culminar aquella temporada con un total de treinta y nueve corridas toreadas.

La escasez de contratos durante las temporadas de 1979 y 1980 marcaron un hondo declive en la trayectoria del torero soriano, que logró salir de este alarmante bache a mediados de 1981, después de cosechar dos meritorios triunfos veraniegos en la plaza de Las Ventas. En efecto, el día 19 de julio cortó una oreja ante la siempre severa afición madrileña, trofeo que volvió a recibir el 9 de agosto siguiente, ganándose con ello la admiración del público de la Villa y Corte, así como un contrato para vestirse de luces en el ciclo isidril del año siguiente. Así las cosas, dispuesto a no desaprovechar esta excelente ocasión de demostrar su valía, José Luis Palomar Romero compareció de nuevo en el coliseo de la capital el día 1 de julio de 1982, fecha que recuerdan todos los aficionados cabales como una de las más memorables de la historia reciente del Arte de Cúchares. Frente a dos toros de la acreditada ganadería de don Victorino Martín, el coletudo soriano desplegó toda su maestría en el dominio de los tres tercios de la lidia, y, tras haber dejado patente la elegante sobriedad de su toreo clásico, sereno y reposado, salió a hombros por la Puerta Grande, avalado con una oreja de cada uno de sus dos oponentes. Compartió esta salida triunfal en volandas con sus dos compañeros de cartel, el alicantino Luis Francisco Esplá Mateo y el gaditano Francisco Ruiz Miguel -ambos tocados también por la varita mágica del arte en aquella espléndida función de toros-, y con el ganadero Victorino Martín (el "paleto" de Galapagar"), que había echado al ruedo unos soberbios astados cuyo juego permitió el lucimiento de los tres matadores.

El delirio que provocó aquella actuación de José Luis Palomar en el ruedo capitalino propició una nueva oferta de la empresa madrileña, que invitó al diestro soriano a hacer el paseíllo en la próxima corrida extraordinaria de Beneficencia, convocada para el día 16 de junio de aquel memorable año de 1982. Decidido a hace valer su triunfo isidril, Palomar volvió a desorejar a los dos astados de su lote, pertenecientes también al hierro de Victorino Martín, y de nuevo salió a ambos de la afición de la Villa y Corte. Aquella tarde, fueron sus compañeros de cartel el veterano maestro madrileño Antonio Chenel Albadalejo ("Antoñete") y el ya citado Francisco Ruiz Miguel.

Esta reedición del clamoroso triunfo isidril enderezó vigorosamente la trayectoria profesional del matador de Soria, quien, a pesar de las dos graves cornadas que sufrió poco después (una en Pamplona, asestada por un toro de Pablo Romero; y otra en Mont de Marsan, infligida por un astado de Victorino Martín), dio fin a aquella grandiosa temporada después de haber cumplido cuarenta y seis ajustes. Tuvo ocasión, poco después, de cruzar el océano Atlántico y torear con notable acierto en Perú, donde ofreció tardes de gran inspiración durante la Feria de Lima.

En la campaña de 1983 se vistió de luces en treinta y nueve ocasiones, para descender hasta la cifra de veintiséis corridas toreadas durante la temporada de 1984, debido en parte a la grave cogida que sufrió en las arenas de su Soria natal, donde un sañudo toro le seccionó la vena safena. Hizo veinticinco paseíllos en 1985, para caer de nuevo a los puestos más bajos del escalafón en las dos campañas siguientes. Pero, acostumbrado ya a estos altibajos, el 29 de mayo de 1988 volvió a cosechar las ovaciones de la afición capitalina después de cortar una oreja a un magnífico ejemplar de la ganadería lusa de Murteira Grave, que al término del ciclo isidril de aquel año fue distinguido como el toro más bravo de la feria. Cuando parecía que su carrera volvía a relanzarse, en la campaña de 1989 José Luis Palomar resultó herido de gravedad en dos ocasiones, percances que vinieron a delimitar, prácticamente, el final de su actividad profesional como matador de reses bravas. El primero de ellos tuvo lugar el día 13 de agosto en la plaza de toros de Tarragona, donde un astado adornado con la divisa de don Javier Moreno le alcanzó gravemente en el abdomen; el segundo sobrevino en las arenas de Alcalá de Henares el día 2 de septiembre, esta vez provocado por un burel procedente de la vacada de Peñajara. A partir de entonces, el singular torero soriano apenas se vistió de luces, aunque continuó en activo hasta la temporada de 1995, en la que entonó su adiós definitivo al ejercicio de la profesión taurina. Entre las notables peculiaridades que jalonan su irregular pero, en muchas ocasiones, deslumbrante carrera como matador de toros, cabe reseñar que jamás hizo el paseíllo a través del albero de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, ni siquiera durante su etapa de aprendizaje novilleril.

Bibliografía.

  • - ABELLA, Carlos y TAPIA, Daniel. Historia del toreo (Madrid: Alianza, 1992). 3 vols. (t. 3: "De Niño de la Capea a Espartaco", págs. 95-97).

- COSSÍO, José María de. Los Toros (Madrid: Espasa Calpe, 1995). 2 vols. (t. II, pág. 641-642).

Autor

  • 0103 JR.