Oliveira, Manoel de (1908-VVVV).
Director y guionista de cine portugués nacido en Oporto el 11 de diciembre de 1908. Su nombre completo es Manoel Candido Pinto de Oliveira.
Nacido en el seno de una familia acomodada, desde muy joven se sintió atraído por el mundo del cine, en aquellos años del cine mudo. A finales de la década de los veinte dio sus primeros pasos como actor en el seno de la efímera Escola de Actores de Cine de Vitaliano Rino Lupo. No obstante, la imagen fue la dominante en estos primeros años, en los que apasionadamente veía mucho cine y se dejaba atrapar, fundamentalmente, por los documentales extranjeros que llegaban a Portugal.
Sus primeras experiencias profesionales estuvieron marcadas precisamente por el género documental, parcela en la que se estrenó con Doura, faina fluvial (1931), un sorprendente trabajo, en exceso realista y muy vivo, sobre la ciudad de Oporto, imágenes admiradas mucho más en el extranjero que en su propio país. Otros trabajos en este sentido provocaron cierto desencanto en el director quien, durante unos años, abandonó este ambiente para regresar de nuevo a él una vez que se sintió más seguro de lo que quería hacer. Otro documental, O pintor e a cidade (1956), le dio el prestigio que necesitaba para seguir adelante en su inquieta andadura.
Desde este momento, Manoel comenzó a entender el uso de la cámara, la importancia que tienen las imágenes y los sonidos; quizá por eso Acto de Primavera (1963) se tachó de teatral, quizá por su entrega a las pasiones del individuo, su obsesión por la importancia de un ambiente en el que se proyectan las inquietudes de unos personajes de ficción que se transmutan en otros perfectamente identificables, más realistas. Así, O passado e o presente (1972) da motivos de satisfacción a los que se aferran a un visionado superficial (que ofrece notables deficiencias) y a aquellos otros que encuentran una sorprendente radiografía de su cotidianidad. En este caso la apuesta de Oliveira (en la que afirma su madurez narrativa) se convirtió en un acicate para el cine portugués, tan necesitado de nuevos alicientes, por mucho que algunos coetáneos del director discrepasen con sus propuestas.
Manoel continuó su trayectoria con una nueva adaptación en Benilde ou a virgem-me (1975), en este caso la obra teatral de José Régio, en la que, nada más iniciar su narración, lleva al espectador hacia un escenario de ficción (el marco teatral levantado en los platós de la Tobis) para hacer ver al que contempla la historia que transcurre allí, en ese decorado (espacio artificial) donde va a tener lugar el relato. Esta mera contemplación no va a restar importancia a lo que acontece, sino que lo refuerza y sitúa en un contexto preferente todo aquello (voces, ruidos, elementos diversos) que llega del “exterior” (del fuera de campo); crea un vínculo ilimitado entre lo visible, lo real, y lo invisible, lo sobrenatural.
El siguiente trabajo de Oliveira es la adaptación de Amor de perdiçao (1978) sobre el texto de Camilo Castelo Branco, un ejemplo vivo de la tradición romántica portuguesa. Montado inicialmente (como siempre por problemas económicos en su producción) como mini serie para televisión, Oliveira tuvo que soportar numerosas críticas tras su emisión. Cuando la película regresó a Portugal, tras ser aclamada en varios países europeos, el pase de la versión para la gran pantalla supuso que se contemplara con otros ojos. Mientras unos se mantuvieron firmes en la contrariedad, otros espectadores comprobaron que eran numerosas, y creativamente singulares, las aportaciones de Oliveira. Volvió claramente a la escenificación literal de la obra, no a su versión, detalle que le obliga a consolidar la autonomía de cada secuencia, puntualizar el plano que elige y marcar un referente (un punto de vista) casi imposible o que, por lo menos, plantea algunas dudas al que sigue la historia. Amor de perdiçao es, sin duda, uno de los grandes ejercicios estilísticos del director nacido en Oporto y confirma que más allá de un decorado, de un telón pintado, lo que más le interesa es enseñar a ver lo que apenas se percibe.
En las películas mencionadas, Oliveira confirma su interés por el amor, el amor en la distancia, difícil, ausente, irremediablemente obstaculizado por los propios enamorados y su entorno. Los gestos que convencen al espectador de lo que es posible (una relación) se trasforman en confirmación de lo imposible, como si una fuerza oculta obligara a separar las miradas de los amantes (son los “amores frustrados” que componen este ciclo fílmico). En esta línea, y tras años de trabajo y de búsqueda de financiación, seguirá con Francisca (1981), una historia de pasiones, de encuentros y rechazos (sobre los que planea la sombra de la fatalidad que provoca, inevitablemente, la tragedia) vistos a través del encuentro entre el escritor Camilo Castelo Branco y su amigo José Augusto, siempre sobre el referente de Francisca (la Fanny Owen literaria), articulando planos repetidos para no modificar la perspectiva que puede tener el espectador. Una obra muy literaria que se sustenta en las frías expresiones de sus personajes y en la monotonía recitativa, muy esteticista en su plasmación visual.
Si bien Francisca consolida la carrera del director a nivel internacional, la obra de Manoel de Oliveira se verá sostenida por el respaldo de cierta crítica y los visionados programados en salas especiales. No se puede hablar de una obra abierta a todos los públicos, sino claramente abocada a circuitos exclusivos del llamado Arte y Ensayo y, posteriormente, salas de versión original.
En el camino de la trasgresión (para muchos más bien agresión) se sitúan películas como Os canibais (1988), una obra que no convenció a una inmensa mayoría. Con el deseo de consolidar su carrera, el veterano director mostró una incansable actividad que le llevó a hacer una dura reflexión sobre la historia portuguesa en No, o la vana gloria de mandar, de 1990; a entrar de nuevo en los sentimientos a partir del hecho de mostrar el alma de un personaje hasta extremos perversos en El valle de Abraham, de 1993; a situaciones ambiciosas y degradantes en A caixa, de 1994; a obligarle a razonar sobre el desorden que rige su vida en O convento, de 1995; o a narrar la provocación que le produce la eterna dualidad genética de la relación hombre-mujer en Party, de 1996. Oliveira habla de la naturaleza humana desde todas las perspectivas y las afronta con gran efectividad en la madurez de su vida, incorporándola, incluso, como argumento de una de sus películas, Viaje al principio del mundo (1997), donde muestra su mundo particular, una reflexión que se presenta fallida quizá como premonición de lo que siente al ver como su obra apenas es valorada por un grupo muy reducido de admiradores; una obra que habla de la madurez, del tiempo vivido, de la presencia irrespetuosa de una muerte cercana, de la lucha por superar ese sentimiento de impotencia, plasmada fundamentalmente en Inquietud, de 1998.
Se puede decir que la obra de Manoel de Oliveira está dominada por el teatro, al tiempo que convierte al espectador en engranaje fundamental en la concepción de sus historias visuales, al que hace partícipe de lo que desea contar y al que provoca con estructuras narrativas aparentemente redundantes pero bien organizadas (quizá en exceso para muchos de esos espectadores). Sorprende ver a muchos de sus personajes hablándose sin mirarse o, por el contrario y como complemento, mirar directamente a cámara como queriendo llegar al patio de butacas. La atención viene, además, reclamada por la siempre necesaria (así lo considera la estructura de Oliveira) voz en off, textos que pueden ser apuntes, sugerencias, interrogantes, motivaciones, mensajes repletos de sensibles reflexiones.
El cine de Oliveira (quizá el más importante director de cine luso) es un cine del alma, y quizá al hablar del espacio de los sentimientos se esté apuntando una singularidad que sorprende en el seno del cine portugués y europeo, sobre todo por su escasez. Su veteranía no le ha impedido sortear, a lo largo de su vida, todo tipo de obstáculos que quisieron poner freno a una creatividad sorprendente. Su contribución creadora y su compromiso cívico merecieron en 2002 el reconocimiento de la Generalitat Valenciana que entregó al cineasta el Premio Mundial de las Artes. Ese mismo año dirigió El principio de la incertidumbre, película basada en la novela Jóia de família, de la autora portuguesa Agustina Bessa-Luís.
En 2006, con 98 años de edad, estrenó Belle toujours, nada menos que un "epílogo" del Bell de jour de Buñuel, un juego en el que la propia Deneuve se negó a participar (fue sustituida por Bulle Ogier) y en el que sí volvió a reencontrarse con su personaje Michel Piccoli. La película, realizada con un presupuesto mínimo, supone una sacrcástica y espléndida revisión de la mítica cinta de Buñuel, donde sus personajes se enfrentan al paso de los años y a las confesiones de un lejano pasado en el transcurso de una peculiar cena.
Filmografía
(Manoel de Oliveira fue guionistas de casi todas sus películas).
Cortos y mediometrajes:
1931: Douro, faina fluvial.
1932: Estátuas de Lisboa.
1938: Miramar, praia de rosas; Já se fabricam automóveis em Portugal.
1941: Famaliço.
1956: O pintor e a cidade (y producción, montaje, dir. fotografía y sonido).
1958: O coraçao (y dir. fotografía)
1959: O po (y producción, montaje, dir. fotografía y sonido).
1964: A caça (y producción, montaje, dir. fotografía y sonido).
1965: As pinturas do meu irmo Júlio (y producción, montaje, dir. fotografía y sonido).
1982: Visita ou memórias e confisses.
1983: Nice- Á propos de Jean Vigo; Lisboa cultural (para TV).
1985: Simposio Internacional de Esculptura.
1987: A Bandeira nacional.
Largometrajes:
1942: Aniki Bóbó (y montaje).
1963: Acto de primavera (y producción, montaje, dir. fotografía y sonido).
1972: O passado e o presente (y producción y montaje).
1975: Benilde ou a Virgem Me.
1978: Amor de perdiço.
1981: Francisca.
1985: Le soulier de satin.
1987: O meu caso; De profundis.
1988: Os canibais (y montaje).
1990: No, o la vana gloria de mandar (y montaje).
1991: A Divina Comedia (y montaje).
1992: O día do Desespero (y montaje).
1994: El valle de Abraham (y montaje); A caixa.
1995: O convento (y montaje).
1996: Party.
1997: Viaje al principio del mundo (y actor).
1998: Inquietude.
1999: A carta.
2000: Vuelvo a casa.
2002: El principio de la incertidumbre; Momento.
2003: Un filme falado.
2004: O quinto império - Ontem come hoje.
2005: Espeho mágico; Do visível ao invisível.
2006: Belle toujours.
Trabajos como actor:
1928: Fátima milagrosa (sin acreditar).
1933: A canço de Lisboa.
1982: Conversa cabada.
1994: Lisbon Story.
1997: Especial Cannes: 50 Anos de Festival (para TV).
1999: História do cinema (serie; para TV).
Otros trabajos como montador:
1967: Perpetuo Contra o Esquadrao da Morte.
Como supervisor:
1966: A proposito da inauguraçao de uma estatua.
1971: Sever de vouga… uma experiencia.
Bibliografía
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AA.VV. Manoel de Oliveira. (Lisboa; Cinemateca Portuguesa, 1981).
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FRANÇA, J.A. Introduçâo á obra de Manoel de Oliveira. (Lisboa; Instituto de Novas Profissôes, 1981).
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ROMA TORRES, A. Cinema português. Ano Gulbenkian. (Vila da Maia; Libros Zero, 1974).
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PRADO COELHO, E. Vinte anos de cinema português: 1962-1982. (Lisboa; Instituto de Cultura e Lingua Portuguesa, 1983).
E. García Fernández