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LiteraturaBiografía

Odio, Eunice (1922-1974).

Poetisa nacida en San José de Costa Rica en octubre de 1922 y fallecida en México en mayo de 1974. Fue una viajera incansable (Guatemala, El Salvador, México, etc.), en parte llevada de su espíritu inquieto y en parte huyendo de su patria natal por el mutuo desprecio que se prodigaron ella y sus compatriotas.

Recreó en su obra poética la visión plástica de un mundo no siempre feliz, y transmitió en sus versos la misma intensa pasión con que ella vivió sus días. Su riqueza verbal y extremada sensibilidad pueden encontrarse en todos sus poemarios: Los elementos terrestres (1948, premio Centroamericano 15 de Septiembre), Territorio del alba (escrito entre 1946 y 1948 y publicado en 1953), Tránsito de fuego (1957) -su logro mayor-, Pasto de sueños (1953-1971) y Últimos poemas (1967-1972). La voz lírica de Eunice Odio, siempre entregada a cada verso, presenta una evolución patente, en que Tránsito de fuego supone el cenit de toda su obra poética y la raya divisoria de dos etapas bien diferenciadas, desde aquella primera de composiciones más tradicionales publicadas en Repertorio americano en 1945.

Los ocho poemas que componen Los elementos terrestres son de un erotismo explícito, un canto a la entrega física vivida entre "amado y amada", tema que recrea con ecos léxicos de San Juan de la Cruz, del Cantar de los cantares y otras influencias bíblicas. Su publicación tuvo lugar en Guatemala, ante la indiferencia que se le prodigó en Costa Rica, lo que decidió a Eunice Odio a nacionalizarse guatemalteca.

Su siguiente poemario, publicado esta vez en Argentina, se caracteriza por contener mayores audacias léxicas ("árbola") e imágenes rompedoras y con su pincelada de surrealismo ("un crepúsculo enredado entre la lengua"), como aporte de Eunice Odio a la Vanguardia. A partir de 1955 se afincó en México. Se hizo ciudadana mejicana y, salvo algo más de dos años que residió en Estados Unidos, ya no abandonó el país, en el que trabajó como traductora para diversas editoriales y periodista en El Diario de Hoy, además de escribir artículos para revistas literarias de toda parte.

Se definió a Eunice Odio "inteligencia en llamas", y, carácter difícil el suyo, evolucionó hacia una poesía más difícil si cabe a partir de Pasto de sueños, más metafísica y conceptual, y de poemas más extensos. En Tránsito de fuego el poeta practica una inteligencia creadora, capaz de convocar lo nombrado mediante la palabra escrita. Se trata de un largo poema dialogado, dividido en cuatro partes y de carácter alegórico-dramático, a versos indescifrable y hermético, como siempre resulta ser el proceso de la Creación.

Rasgos constantes a lo largo de su obra son la importancia que concedió al cuerpo humano -"poesía anatómica" si puede decirse así-, al que veía como un fruto más de la Naturaleza, como un pájaro o una montaña; y en plena Naturaleza mítica sitúa a los personajes, fusionados con el resto de elementos naturales, en un espacio abierto y terrestre, jamás en una habitación, en una casa, en una ciudad. Todo son formas de un mismo Todo:

"Este niño es una pradera llena de aguas ocultas,
de flores venideras,
de aire que se alegra en la mañana.

[...]

Mauricio acaba de amanecer,
acaba de crecer lo que crecen las rosas:
centímetros de pétalos,
semanas de prodigio.

Acaba de reír al oír el corazón de los grillos,
al ver sobre los muros y la sierra,
la sombra tintineante de las golondrinas que iban a otros cielos,
a otros caminos verdes.

Yo lo he oído cantar la sagrada canción de los insectos,
las fieras
y los pájaros;
la perpetua canción de los animales
que es la perfecta espuma de la Tierra.

[...]

Un día crecerá con dolor como todos crecemos
-como si nos pariéramos en el desierto;
como si fuéramos un vientre luminoso;
[...]
Como si fuéramos un vientre, hacemos aullando nuestros huesos secretos,
nuestra carne del alma.

[...]

Mauricio, niño mío,
ángeles murmurantes disfrazados de agua,
de tierra virgen que florece,
de grandes bosques como soles agitados,
te cantan al oído una Inmensa Balada.
Tú aprenderás a oírla para siempre.
"

(Fragmentos de "Mauricio, niño mío", 1963)

Su obra en prosa, a la que se dedicó con mayor constancia desde 1954, consta de dos textos breves, el cuento El rastro de la mariposa y el ensayo En defensa del castellano, a los que se suman reseñas, artículos y cartas.

En los últimos años de su vida, alimentó las llamas de su existencia con el alcohol y una cólera lacerante que la hizo aborrecible a los demás. Murió cuando preparaba las pruebas de corrección de la antología de sus mejores poesías, Territorio del alba y otros poemas, que tuvo edición póstuma el mismo año de su fallecimiento. Dicha edición se cerró con unas notas de pesar de quienes la conocieron, y todos ellos, amigos suyos, hablaban de una mujer de pasión quemante, llena de dolorosa angustia, agresiva, visceral y extraña. No en vano, su muerte acaeció en absoluta soledad, y su cadáver fue hallado en la bañera a los diez días del trance.

Autor

  • Juan Lázaro Betancor