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HistoriaPolíticaBiografía

Napoleón III Bonaparte. Emperador de Francia (1808-1873)

Emperador de los franceses, desde 1852 hasta 1870; nacido en París, el 20 de abril de 1808, y muerto en Chislehurst, Kent, el 2 de enero de 1873. Tercer hijo de Luis Bonaparte, rey de Holanda, y de su esposa Hortensia de Beauharnais. En 1810 su madre se separó de Luis Bonaparte, y al sobrevenir la Restauración, el futuro Napoleón III se instaló junto a ésta en el palacio de Arenenberg, en la orilla S del lago de Constanza. Se afilió al carbonarismo italiano y participó en la insurrección de Italia central en 1831. A la muerte de Napoleón II, en 1832, se erigió en el pretendiente bonapartista. Su intentó de sublevar la guarnición de Estrasburgo (1836) le obligó a exiliarse a América, de donde pasó a Suiza y luego a Gran Bretaña (1838).

Continuó relacionándose con sus amigos de Francia, y en 1840 intentó otro movimiento para derrocar al gobierno francés. Desembarcó en la playa de Vimereux, cerca de Boulogne, el 6 de Agosto de aquel año, pero no tuvo éxito ya que fue detenido con su cómplices.

Napoleón fue hecho prisionero y conducido a la prisión de Hamburgo, donde escribió Extinción du paupérisme (1844). El 25 de mayo de 1846 consiguió escapar y huyó a Inglaterra, donde permaneció hasta que estalló en Francia la Revolución de 1848. Al proclamarse la Segunda República, Napoleón se convirtió en el símbolo al que se unían todas las tendencias de los franceses.

El 19 de diciembre de 1848 fue elegido presidente de la República y desde entonces todas sus pasos se encaminaron a la adquisición de una mayor autoridad y a buscar la popularidad entre todos los sectores de la sociedad francesa. Tuvo la suficiente habilidad como para acrecentar su poder personal y, al mismo tiempo, tomar una apariencia de defensor de la democracia. Cuando, en mayo de 1850, la Asamblea redujo el número de electores, supo zafarse de la responsabilidad de esta medida, mostrando así la incapacidad del sistema y la necesidad de un cambio, que esperaba fuese a su favor.

Preparó cuidadosamente un golpe de Estado, y cuando la Asamblea rehusó derogar la ley sobre el sufragio, en 1851, vio la oportunidad de actuar. El pueblo confió a Napoleón la preparación de una nueva Constitución. Ésta se proclamó el 14 de enero de 1852, y aunque conservaba las formas republicanas, daba extraordinarias atribuciones al presidente, disponiendo además la centralización administrativa, el control del sufragio universal y la subordinación de la asambleas legislativas. El 2 de diciembre de 1852, Luis Napoleón fue declarado Emperador, tomando el nombre de Napoleón III. El Segundo Imperio francés duró 18 años, y, durante este periodo, Francia se convirtió en la primera potencia de Europa. Se restableció la Corte imperial con toda su brillantez y esplendor, y París fue el centro europeo del lujo y de la elegancia. El 29 de enero de 1853, se casó con la española Eugenia de Montijo, condesa de Teba.

La guerra de Crimea (1854-1856) pareció convertir a Francia en el ámbito de Europa, que el emperador pretendía reformar según los principios revolucionarios (derecho de los pueblos a disponer de los mismos), pero manteniendo el orden según la tradición del Antiguo régimen. Se puso de acuerdo con Cavour y emprendió la guerra de Italia (1859), que le proporcionó Niza y Saboya (1860).

Debido al desarrollo de la industria francesa y la creciente importancia de la clase obrera, intentó llevar a cabo una serie de medidas, aparentemente liberalizadoras, encaminadas a canalizar el movimiento obrero. Pero las concesiones del emperador sólo lograron reforzar la oposición: expansión de las doctrinas de Proudhon, participación en la primera internacional, huelgas de Le Creusot y de Lyón, etc; mientras su política exterior sufría grandes fracasos. La desgraciada expedición a México (1862-1867) y la libertad de acción permitida a Prusia contra Austria, que condujo a la derrota de Sadowa (1866), así como a la delicada cuestión romana (Mentana, 1867), anunciaban la decadencia exterior.

Cuando se precisó la amenaza prusiana, no supo ni evitarla, ni dirigir la guerra, y tuvo que capitular en Sedán, el 2 de septiembre de 1870. Capitulación que terminó con la rendición de los franceses y donde Napoleón III fue cogido prisionero, terminó la primera fase de la guerra franco-prusiana y se puso fin también al Segundo Imperio francés. Napoleón III fue internado en el castillo de Wihelmshöbe, cerca de Cassel, donde permaneció hasta la terminación de la guerra en 1871. Entretanto, un grupo de republicanos capitaneados por Gambetta proclamó en París la Tercera República francesa y depuso a Napoleón III. Cuando fue puesto en libertad por los alemanes, se reunió con su esposa e hijo en Chislehurst, Inglaterra. En 1872, aquejado de unos cálculos vesicales tan fuertes que le impedían moverse o dormir, hizo llamar al prestigioso médico inglés Henry Thompson, que anteriormente había tratado con éxito a Leopoldo I. Ante la gravedad del estado de Napoleón, Thompson propuso insertarle un catéter hasta la vejiga, a lo que el emperador se negó. Si aceptó, en cambio, someterse a dos litotricias con las que expulsó fragmentos de cálculos renales. No obstante, Thompson no pudo hacer gran cosa por Napoleón III, el cual murió, de un ataque cardíaco, mientras se le practicaba la tercera litotricia. La autopsia del emperador reveló que tenía los riñones destrozados, a causa de tan grave y prolongada agresión.

Durante los 20 años del reinado de Napoleón III, la economía francesa experimentó un auge extraordinario. Aumentó el comercio, resurgió la industria, el tendido del ferrocarril y la organización bancaria. Supo atraerse a un buen sector de la clase obrera, promulgando alguna legislación social; y trató al mismo tiempo, de no indisponerse con la burguesía liberal. También prestó atención a la población agrícola, muy importante por número. Con su protección a los nacionalistas prentendió transformar el orden europeo establecido, y, al carecer de medios para esta empresa, fracasó en su empeño. Con la muerte de su hijo en 1879, en Sudáfrica, en lucha contra los zulúes, se desvanecieron todas las esperanzas de restablecer la dinastía Bonaparte en Francia.

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