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PolíticaHistoriaBiografía

Montfort, Simón de, Conde de Leicester (ca. 1208-1265).

Aristócrata anglo-francés, nacido en Île-de-France hacia 1208 y fallecido en Evesham (Reino Unido), el 4 de agosto de 1265. Como segundo hijo de Simón de Montfort, vivió sus primeros años en el señorío parisino de Montfort, protegido por el rey de Francia, Felipe Augusto y, tras la muerte de su padre (1218) y de este monarca (1223), por el nuevo rey, Luis VIII, que había combatido a los cátaros bajo las órdenes del gran militar francés. Sin embargo, tras la muerte de Luis VIII (1226) y el advenimiento de San Luis, la situación de Simón de Montfort cambió por completo, dada la enemistad que mantenía con Blanca de Castilla, esposa de Luis VIII y regente de Francia por la minoridad de su hijo. Al parecer, Simón había decidido casarse con Juana, condesa de Flandes, enlace matrimonial al que se oponía la reina. Ello motivó que Simón, despechado, decidiese emigrar a Inglaterra, aunque para ello tuviese que realizar una cesión en los derechos a su hermano Amaury. A éste, por testamento paterno, habían correspondido, además de las posesiones en el sur de Francia, las dignidades que los Montfort mantenían en el reino británico (conde de Leicester y Senescal de la corona), mientras que a Simón le había correspondido el condado de Montfort y otros territorios adyacentes en Île-de-France. Antes de emigrar, Simón cedió todas sus posesiones francesas a su hermano Amaury, a cambio de las prebendas que éste tenía en Inglaterra: tal era su decisión de no regresar a Francia jamás.

Promoción en la corte inglesa (1228-1248)

Al llegar a Inglaterra, aproximadamente en 1228, se encontró con una desagradable sorpresa: los títulos de la familia Montfort en el reino habían sido vaciados de efecto, como represalia de la monarquía inglesa a la ocupación de Normandía (feudo inglés en el continente) por Felipe Augusto, llevada a cabo durante los primeros años del siglo XIII. A pesar de ello, y gracias a la recomendación de su primo Ranulfo, conde de Chester, entró al servicio de Enrique III, quien, en 1229, revocó las sanciones existentes contra los Montfort, por lo que Simón de Montfort pudo titularse conde de Leicester y Senescal de Inglaterra. Durante esos años, Simón apoyó profundamente la política de Enrique III, enfrentado al hombre fuerte del reino, Pierre des Roches, obispo de Winchester. Como recompensa a este apoyo, en 1236 el monarca lo nombró su mayordomo con ocasión del enlace entre el rey inglés y su esposa, Leonor de Provenza, además de concederle una elevada renta de 500 marcos. Con posterioridad, y para certificar plenamente el ascendente logrado en la corte, el 7 de enero de 1239 Simón de Montfort se casó con Leonor Plantagenet, hermana del rey, aunque el matrimonio tuvo lugar tras algún vericueto pontificio y legal.

Leonor era viuda de William Pembroke y, tras la muerte de éste, había hecho voto de castidad, por lo que su nuevo matrimonio disgustó mucho al papa Gregorio IX. A su vez, el Parlamento británico se ofendió porque no había sido consultado sobre tal matrimonio, lo que llevó al hermano del rey Enrique III, Ricardo, duque de Cornualles, a encabezar una revuelta de los barones, hartos de los desmanes de los reyes. Ante esta situación, el rey aconsejó a la nueva pareja que se marchase de Inglaterra hasta que los ánimos estuviesen calmados, pero Simón de Montfort se presentó ante Ricardo de Cornualles, le solicitó excusas por no haber respetado al Parlamento y, como compensación, se ofreció a acompañarle a Tierra Santa, en la cruzada que el hermano del rey dirigiría en 1240. Ricardo de Cornualles, vivamente impresionado ante el carácter de Simón, aceptó gustoso su lanza, por lo que, desde 1240 hasta 1242, el conde de Leicester veló armas donde ganara la fama militar su fallecido padre. Y, desde luego, no lo debió de hacer nada mal, ya que algunos de los caballeros propusieron al emperador alemán Federico II, en tanto que rey de Jerusalén, distinguiera a Simón con el cargo de virrey mientras durase su ausencia. No obstante, a finales de ese mismo año Simón regresó a Inglaterra, llamado con urgencia por Enrique III.

La pacificación de Gascuña (1242-1252)

De regreso a Inglaterra, Simón participó en el frustrado intento de invasión de Normandía (1242) por parte del monarca británico, y logró casi más reconocimiento del que ya tenía cuando, tras la derrota de las tropas inglesas en Saintes, el conde de Leicester arriesgó su propia vida para que Enrique III pudiese escapar del acecho enemigo. Como recompensa, el monarca le cedió el castillo de Kenilworth, residencia real, donde Montfort se asentó con su esposa y donde estableció una especie de círculo cortesano, en el que figuraron personalidades tan destacadas como el arzobispo de Lincoln, Robert Grosseteste, filósofo y teólogo reformador, o el profesor oxoniense Adam de Marsco, teólogo franciscano. Durante aproximadamente seis años, Simón abandonó la vida militar para tomar parte en la vida política del reino, tanto en embajadas a otras cortes europeas como a Roma, así como defendiendo a Enrique III de las invectivas de sus parlamentarios, como la crisis acontecida en 1244.

Tal vez añorando su actividad militar y guerrera, Simón de Montfort estuvo a punto de aceptar el ofrecimiento de San Luis, rey de Francia, para acompañarle a Tierra Santa en la nueva cruzada que el monarca galo estaba promoviendo; pero antes de que su respuesta afirmativa hubiese sido pronunciada, el rey Enrique III le solicitó para que fuese, en calidad de gobernador absoluto, a Gascuña, un pequeño territorio enclavado en Francia que era vasallo del rey inglés y que se encontraba alterado por la rebelión de los nobles. Simón aceptó a regañadientes, sólo tentado por las inusuales condiciones que Enrique III le ofreció, entre las que se incluían plenos poderes y un estipendio económico muy elevado. Tal vez por esta razón, el gobierno del conde de Leicester en Gascuña se caracterizó por la tiranía y por la crueldad: restauró el orden ante los rebeldes gascones a costa del derramamiento de sangre. El principal opositor de Gascuña, Gastón de Bearne, incluso llegó a solicitar en 1252 que se sometiese a juicio la tiranía del gobernador. Aunque el Parlamento inglés exoneró al conde de Leicester de los cargos, la prudencia obligó a Enrique a retirarle del gobierno de Gascuña para tomar él personalmente las riendas de la pacificación. Simón aceptó el trato económico, pero montó en cólera cuando, en 1253, el propio Enrique tuvo que llamarle urgentemente para que le ayudase en la pacificación, pues él no podía con los nobles gascones.

El distanciamiento con Enrique III y la rebelión (1253-1258)

La distancia entre los cuñados cada vez parecía mayor; el conde, estaba hondamente enfadado por esta llamada de urgencia, cuando se suponía que su relevo al frente del territorio gascón se había producido porque el monarca lo haría mucho mejor; por lo que respecta al monarca, estaba dolido con el conde de Leicester porque, tras el fallecimiento de la reina Blanca de Castilla en noviembre de 1252, y debido a que el rey legítimo, San Luis, aún se encontraba en las cruzadas, una gran mayoría de los nobles franceses había ofrecido a Simón la regencia del reino, dada la buena relación que mantenía con el monarca galo. Algunos investigadores también sostienen que el mecenazgo que el conde tenía con diversos miembros de la jerarquía eclesiástica inglesa, especialmente con los reformadores franciscanos oxonienses encabezados por Robert Grosseteste, hicieron a Simón de Montfort recapacitar sobre el gobierno autoritario de la monarquía y tomar abierto partido por el parlamentarismo como solución más adecuada.

A todo ello se unió tal vez el más grave error cometido por Enrique III: el anuncio de la conquista de Sicilia, corona que quería ofrecer a su hijo, el príncipe Edmundo, con la anuencia y el apoyo espiritual del papa Inocencio IV. Tras unas larguísimas discusiones en el Parlamento y en la corte, finalmente, un gran ejército de tropas señoriales de todos los barones ingleses fue puesto bajo el mando del conde de Leicester; finalmente, en junio de 1258, el acosado rey Enrique III no tuvo más remedio que claudicar y convocar una reunión del Parlamento en Oxford, donde fue aprobada, en el mes de junio, una serie de anexos a la Carta Magna, en los que se daba más poder al Parlamento, conocidos con el nombre de Provisiones de Oxford. En ellas los barones obtuvieron las bases para formar un Consejo Real permanente, formado por veinticuatro miembros que, a su vez, elegirían a los cuatro del ejecutivo, además de formar un nuevo comité, el Consejo de los Doce, que se subrogaba las potestades fiscales del reino antes de que fuesen validadas por la firma del rey. El parlamentarismo de Simón de Montfort quedaba ampliamente reflejado en el logro de Oxford, aunque no tardarían en surgirle enemigos.

Últimos años: la dictadura del Senescal (1259-1265)

El primero de ellos fue el único apoyo del rey entre los barones, Richard de Clare, conde de Gloucester. Las polémicas en el parlamento entre los condes de Leicester y Gloucester fueron amplísimas, pues el segundo únicamente estaba de acuerdo en limitar el poder del rey cuando éste no respetase las disposiciones parlamentarias, no siempre, como abogaba Simón, al que acusaban de sedición. Por ello, en 1260, el rey y la facción del conde de Gloucester, ayudados por el papa y por el rey de Francia, San Luis, se hicieron con el control del Parlamento y lograron expulsar a Montfort, que pasó a residir en su castillo de Kenilworth bajo estrecha vigilancia real. Pero en octubre de 1261 Enrique III dio un paso más: anular las Provisiones de Oxford, lo que significó una nueva revuelta de los barones ingleses en 1262. El conde de Leicester no quiso intervenir, pero la gravedad de los acontecimientos, que amenazaban con una verdadera guerra civil, hizo que se sumase a los rebeldes en abril de 1263. Esta presencia fue suficiente para que Enrique III recurriese al rey de Francia, que se ofreció para mediar en la causa y decidir con su prestigio si eran o no eran justas las peticiones de los nobles ingleses. Simón, obviamente, aceptó la propuesta y detuvo a las tropas, pero las volvió a armar después de que en el llamado Pacto de Amiens (enero de 1264), el monarca francés declarase nulas y sin efecto todas las reformas solicitadas por los parlamentarios británicos.

Aunque siempre es complicado lucubrar con los acontecimientos del pasado, es bastante posible que un arreglo entre Enrique III y sus barones hubiese sido menos lesivo, porque, tras la intervención del monarca galo, el viejo espíritu unitario de 1258 volvió a unir a todo el estamento bajo la dirección de Montfort en una abierta guerra contra el rey inglés. En la batalla de Lewes, celebrada el 14 de mayo de 1264, tanto Enrique III como su hijo y sucesor, el príncipe de Gales Eduardo, futuro Eduardo I, fueron hechos prisioneros por las tropas de Montfort, que volvió a restaurar la Carta Magna con todas las provisiones anteriores, y se convirtió, como Senescal del reino, en la máxima autoridad en tanto el monarca no aceptase la aprobación de la ley. Tal vez se precipitase en tomar tal decisión, pues el resto de los barones se asustó ante las perspectivas y comenzó una nueva reagrupación, esta vez bajo la fusta del joven Gilbert de Clare, nuevo conde de Gloucester, hijo del anterior. La ayuda de Gilbert, más la astucia del príncipe Eduardo de Gales, hicieron escapar de su prisión de Hereford (tal vez con la connivencia de algunos barones) a Enrique III y a su hijo. Mucho más dotado de mando que su padre, fue el futuro Eduardo I quien se encargó de las operaciones: el 1 de agosto de 1265 se dirigió hacia la residencia de Kenilworth y consiguió poner de su lado a las tropas señoriales que, en principio, apoyaban a Simón de Montfort. Posteriormente, comandó una espectacular persecución por todo el curso del río Severn hacia las pocas tropas que aún permanecían leales al senescal, hasta que, finalmente, las atrapó en Evesham. En la batalla producida en esa ciudad inglesa, el 4 de agosto de 1265, Simón de Montfort encontró la muerte. No obstante, y escarmentado en cabeza ajena, cuando Eduardo I sucedió a su padre en la corona inglesa, en 1272, lo primero que hizo fue aprobar la Carta Magna con todas las provisiones, lo que había constituido la lucha de Montfort y el motivo de su muerte.

Hoy día, Simón de Montfort es considerado en Inglaterra como uno de los padres del constitucionalismo británico. En la ciudad de Evesham, donde falleció, se halla un monumento conmemorativo de su actividad para que el Parlamento inglés fuese siempre de la mano del rey, y no separado, cuestión a la que dedicó la mayor parte de su devenir vital.

Bibliografía

  • MORGAN, K.O. (Ed.) The Oxford History of England. (Oxford: Oxford University Press, 1988).

Enlaces en Internet

http://www.fordham.edu/halsall/source/matt-west1.html; Transcripción (en inglés) de la Rebelión de Simón de Montfort, escrita por el religioso Matthew de Westminster en el siglo XIII. Es parte del Internet Medieval Sourcebook, editado por el Centro de Estudios Medievales de la Universidad de Fordham (Nueva York).
http://www.parliament.uk/parliament/guide/sdemonfo.htm; Página oficial del Parlamento británico, con datos sobre la participación de Simón de Montfort en la consolidación de los estatutos parlamentarios.

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez.