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HistoriaBiografía

Montfort, Arturo III de, Duque de Bretaña y Condestable de Francia (1393-1458).

Aristócrata francés, conde de Richmond (1399-1458), conde de Ivry (1420-1458), condestable de Francia (1425-1458) y duque de Bretaña (1457-1458). Nacido en Bretaña (Francia) en 1393 y muerto en Richmond (Inglaterra) el 26 de diciembre de 1458. Como condestable de Francia, participó activamente en la última fase de la Guerra de los Cien Años, luchando a favor del monarca Carlos VII, y al lado de la Doncella de Orleáns, la famosa Juana de Arco, contra la dominación inglesa de Francia.

Primeras experiencias militares

Arturo fue el último hijo del duque de Bretaña, Juan V de Montfort. En los primeros años de su juventud, Arturo colaboró activamente con su hermano mayor, Juan VI de Montfort, en la administración del ducado, lo que hizo posible que éste le cediese, en 1399, el título de conde de Richmond, dignidad ostentada en Inglaterra por la familia Montfort desde 1372. A pesar de que esta cesión indujo al joven Arturo a preocuparse en primera instancia por los asuntos británicos, las luchas acontecidas en Francia entre las casa de Borgoña y Armagnac le hicieron regresar para ocuparse de velar por los intereses de su linaje y, naturalmente, también en busca de esa fortuna caballeresca tan habitual en la nobleza de la época medieval.

En primera instancia, Arturo simpatizó con la causa de los Armagnac, pero mucho más importante fue el que, a instancias de su hermano el duque de Bretaña, el conde de Richmond entrase a formar parte del séquito de Carlos VI, donde trabó amistad con el Delfín (heredero del trono), el príncipe Luis. Esta entrada en la casa regia fue la que posibilitó que Arturo pelease por la causa francesa en la batalla de Azincourt, el 25 de octubre de 1415, en la que las tropas inglesas de Enrique V infligieron una severísima derrota al rey francés, desbaratando prácticamente su causa. El conde de Richmond fue herido en el campo marcial y hecho prisionero por los victoriosos británicos. No hay que olvidar que Arturo, en tanto titular de una dignidad nobiliaria inglesa, podía ser acusado de crimen de lesa majestad, pues había procedido a combatir contra el monarca inglés, su señor. Por ello, mientras que los ufanos representantes de la casa de Borgoña pactaban con los emisarios de Enrique V un sometimiento absoluto de Francia por parte de Inglaterra, el conde de Richmond era trasladado a Inglaterra y encerrado entre rejas, en espera de juicio.

De la prisión al primer plano político

Cinco años permaneció Arturo de Montfort en la Torre de Londres. En la primavera de 1420 fue puesto en libertad pero con unas condiciones claras impuestas por Enrique V: el conde de Montfort debía convertirse, a partir de ese momento, en uno de lo más firmes colaboradores en Francia de la política anglófila. La primera ocasión de mostrar este cambio de actitud aconteció en mayo de 1420, cuando Arturo, recientemente regresado a territorio galo, convenció a su hermano, el duque de Bretaña Juan VI de Montfort, para que accediese a firmar el tratado de Troyes, mediante el cual se legitimaba el dominio inglés de Francia al quedar investido Enrique V como heredero del trono, entre otras muchas cláusulas pactadas. Como Juan VI de Montfort, a quien no en vano apodaban el Astuto, se avino a razones, Enrique V recompensó la labor de Arturo con el título nobiliario francés de conde de Ivry, lo que significó el primer paso en el camino de éste hacia las cumbres políticas francesas.

El siguiente escalón tuvo lugar en 1423, cuando el conde de Richmond, con el beneplácito de la casa de Borgoña, contrajo matrimonio con Margarita de Borgoña, la joven viuda del Delfín Luis, a quien había servido Arturo en los años anteriores. Este enlace le convertía en pariente de los dos hombres fuertes del momento: el duque de Borgoña, Felipe el Bueno, y el duque de Bedford, el hombre a quien Enrique V había confiado la regencia de Francia. Y fue precisamente en ese momento, cuando todo parecía adecuado para alcanzar un puesto de preeminencia en la esfera de poder anglófilo de Francia, el conde de Richmond se enemistó con el duque de Bedford y decidió pasarse al bando opositor, encabezado por el Delfín del Vienesado, como se llamó al desposeído heredero, el príncipe Carlos, futuro Carlos VII de Francia. No existen razones fundamentadas históricamente para explicar por qué Arturo de Montfort tomó esta sorprendente decisión; la leyenda popular habla de un enfrentamiento con el duque de Bedford porque éste habría cortejado a la esposa del conde, Margarita de Borgoña, pero cualquier explicación es una cábala.

Arturo de Montfort, condestable de Francia

Los primeros contactos entre el conde de Richmond y Carlos VII datan de 1424, aunque no se plasmarían en algo concreto hasta marzo de 1425, cuando Carlos VII, amparándose en la legalidad vigente quebrantada por el dominio inglés, nombró a Arturo de Montfort con el cargo de condestable de Francia. En principio, la tarea asignada era muy complicada, dado que se ponía en manos del condestable un ejército destrozado por la derrota de Azincourt, desmoralizado y con pocas garantías de que cumpliera la misión. Asimismo, el carácter de Arturo, un guerrero hosco, huraño, con excelentes dotes de mando y organización pero con escasa sensibilidad ante factores sociológicos, tampoco parecía augurar demasiadas buenas perspectivas para el bando francés. El único aliento de estos primeros tiempos corrió de la mano de las alianzas familiares: en octubre de 1425, el duque de Bretaña, Juan el Astuto, hermano a la sazón del condestable, pasaba también a pelear por los intereses de Carlos VII tras la firma del tratado de Saumur.

Entre 1425 y 1427, el condestable Montfort se ganó las antipatías de todo su ejército, por sus rudas formas de adiestramiento militar, y también las de los favoritos de Carlos VII, en especial el valido del rey, Georges de La Trémoille, maestro en la incompetencia política y guerrera. Por esta razón, en 1427 los enemigos del condestable aprovecharon que su hermano, el duque de Bretaña, había firmado un pacto de no agresión con el duque de Bedford, regente anglófilo del reino, para expulsar a Arturo de la corte, acusándole de sedición. Haber militado anteriormente en el bando inglés parecía demasiada carga para que Arturo de Montfort pudiese triunfar

El encuentro con Juana de Arco y el regreso a la corte

Pese a ello, el todavía condestable de Francia estaba convencido de que su causa era la correcta, por lo que se puso en camino hacia el único sitio posible: Orleáns. Allí, la visionaria Juana de Arco, la Doncella de Orleáns, había transmitido al pueblo francés justamente la moral y la confianza que el carácter del condestable no podía realizar. Después de una breve entrevista, Arturo de Montfort puso su espada al servicio de Juana de Arco y peleó bajo el estandarte de las flores de lis doradas defendiendo Orleáns del asedio inglés. En 1429 las guarniciones francesas obligaron al enemigo a la retirada, logrando la primera gran victoria para la causa de Carlos VII, que fue coronado como monarca en Reims a finales de ese mismo año, con la presencia de Juana de Arco y del condestable Montfort en la ceremonia. A partir de ese instante, la lucha entre La Trémoille y Arturo fue despiadada, acusándose mutuamente delante del rey de entorpecer los progresos de la causa de Carlos VII; estos enfrentamientos, sobre todo después de la captura y muerte de Juana de Arco (1431), polarizaron el interés de la corte francesa, hasta que en 1432, después de que nuevamente el duque de Bretaña se pasase al bando francés, el condestable Montfort logró la expulsión de La Trémoille de los puestos de privilegio político al lado de Carlos VII.

Sin enemigos políticos y optimizando al máximo su popularidad tras pelear la lado de la Doncella de Orleáns, Arturo comenzó a reorganizar el ejército francés a su voluntad, a la vez que desplegaba una notable actividad diplomática. Sus siempre buenas relaciones con la casa de Borgoña, a través de su esposa, lograron lo que parecía imposible: que Carlos VII y el duque borgoñón, Felipe el Bueno, pusiesen fin a sus históricas desavenencias mediante la firma del Tratado de Arrás, el 21 de septiembre de 1435. La paz en la capital de Artois supuso un punto de inflexión importante en la Guerra de los Cien Años: los dos principales nobles franceses, el duque de Bretaña y el duque de Borgoña, se comprometían a luchar por la unidad de Francia sin intervención inglesa. Ni qué decir tiene que el principal factótum de este tratado, el propio condestable, pasó a convertirse en el hombre más poderoso de la corte francesa y quien dirigió las maniobras militares contra la ocupación inglesa.

La reorganización del ejército

La euforia existente en el seno de la corte francesa se quebró un tanto en abril de 1436, cuando un pequeño destacamento inglés tardó apenas un par de horas en conquistar París. En los meses siguientes, el condestable Montfort intentó infructuosamente reconquistar la plaza, pero sus quebradizas tropas fueron incapaces de conseguirlo. Seguramente, la toma parisina de 1436 fue la gota que colmó el vaso de su paciencia, por lo que, una vez más, solicitó al rey Carlos VII las licencias necesarias para proceder a la reorganización del ejército francés, como ya había hecho algunos años antes. No obstante, esta petición de Arturo, efectuada en el momento cumbre de su carrera política y militar, fue aceptada por el monarca, lo que dio paso al nacimiento del moderno ejército de Francia. La principal reforma fue de rango fiscal, ya que el antiguo sistema, basado en contraprestaciones feudales de los vasallos del rey, dejó paso a un ejército independiente que se financiaría a través de dos impuestos reales: las tasas sobre hornos y sobre la sal.

Con la financiación asegurada, el condestable Arturo de Montfort agrupó a las tropas en compañías regulares de caballería, llamadas gens d'armes (de donde, curiosamente, procede el nombre de la actual policía francesa, los populares gendarmes), con las que realizó un entrenamiento sofisticado aprovechando la tregua de Tours, firmada en 1444, y que significó una detención de los enfrentamientos previa a la resolución de la Guerra de los Cien Años. En septiembre de 1449, la acción conjunta de la infantería francesa y de las nuevas compañías de gens d'armes hicieron retroceder a las fuerzas inglesas hasta la península de Cotentin, antes de que en abril de 1450 el condestable Montfort se alzase con una importantísima victoria en la batalla de Formigny. Esta victoria abrió el camino para que el ejército de Carlos VII conquistase Normandía y Guyena, los últimos reductos ingleses de Francia, y se pusiese fin al conflicto bélico más largo de la Edad Media europea.

A partir de 1450, y a pesar de la extraordinaria labor realizada, el condestable Arturo de Montfort abandonó los campos de batalla por la más confortable vida cortesana y palaciega. Dentro de ella, tuvo que enfrentarse a la compleja sucesión del ducado de Bretaña, ya que su sobrino Pedro II de Montfort falleció en 1457 sin hijos, dejando al veterano condestable de Francia como único heredero del territorio. Apenas un año disfrutó de esta nueva dignidad Arturo, ya que falleció en el curso de una visita a su condado inglés de Richmond, el 26 de diciembre de 1458. Actualmente, está considerado como uno de los más importantes militares de la historia de Francia y como el padre del ejército galo.

Bibliografía

  • CONTAMINE, Ph. La Guerra de los Cien Años. (Barcelona, 1989).

  • MITRE FERNÁNDEZ, E. La Guerra de los Cien Años. (Madrid, 1990).

  • TOUBERT, P. Historia de Francia. (Barcelona, Crítica: 1987).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez