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LiteraturaBiografía

Menandro (ca. 342-ca. 289 a. C.)

Comediógrafo ateniense, nacido entre el 342 y el 341 a.C. y fallecido entre el 293 y el 289 a.C. Es representante, junto a Dífilo y Filemón, de la llamada Comedia Nueva. Miembro de una familia acomodada, fue discípulo en su juventud de Teofrasto y durante sus años de estudio trabó amistad con Demetrio Falereo, quien dirigió los destinos de Atenas durante una década (317-307 a. C.) para luego marcharse a Egipto, donde desarrollaría una importante labor literaria. Menandro, al igual que su amigo, fue invitado en numerosas ocasiones a abandonar Atenas por el floreciente Egipto, algo que él nunca quiso hacer.

Algunos testimonios nos informan de que Menandro debutó como autor de comedias en el 321 a. C. con la obra titulada Orgé. Se sabe que debió componer unas 100 comedias, de las que apenas ha quedado nada. Durante mucho tiempo sólo se tuvo conocimiento de las piezas teatrales de Menandro a través de las citas de gramáticos, lexicógrafos y florilegios, así como por las adaptaciones que de sus comedias hicieron los autores dramáticos latinos, en especial Plauto y Terencio; este último, llamado en sus días dimidiatus Menander ("medio Menandro"), tomó como modelo al comediógrafo griego en tres de sus seis obras: Andria, Heatontimoroumenos y Adelphoe. De todos modos, aunque estas adaptaciones latinas dejan entrever algo del fino humor y de las excelentes tramas de las obras de Menandro, también ocultan mucho, pues, como el mismo Terencio anunciaba desde sus prólogos, en Roma era perfectamente lícito la contaminatio o mezcla de originales, lo que impide hacerse una idea exacta de alguna obra de Menandro en concreto. Mucho más difícil es descubrir el espíritu de Menandro tras las comedias de Plauto, quien en sus adaptaciones actuó aún con mayor libertad que Terencio; de todas formas, la Aulularia toma como modelo una obra hoy desconocida de Menandro, Bacchides procedería de Dis Exapaton, Cistellaria de Synaristosai (aunque en este último caso no todos los autores están de acuerdo) y Stichus de Adelphoi.

El hecho es que Menandro, un autor admirado e imitado en la Antigüedad, desapareció para nosotros casi por completo en los primeros siglos de la llamada Edad Oscura (VII-VIII d. C.). Sólo en nuestros días se ha podido ir rellenando esa laguna gracias a los descubrimientos papiráceos, que han permitido recuperar una obra completa de Menandro (Dyskolos, del 317 a. C.) y abundantes fragmentos de otras seis (Epitrépontes, Perikeiromene, Samia, Aspis, Sikyonios y Misoumenos). Además, se conocen fragmentos más o menos extensos de Dis Exapaton, Georgós, Heros, Theophoroumene, Kitharistes, Kólax, Phasma y de dos obras cuyos títulos son todavía desconocidos, la llamada Fabula Incerta y la Comoedia Florentina, que muy bien podría ser parte de la ya mencionada Aspis; también se conocen unas series de versos de Karchedonios, Koneiazomenae y Perinthia. De igual modo, se conservan algunos fragmentos de autoría incierta que muy bien podrían atribuirse a Menandro, como es el caso del "papiro Didot". Junto a los papiros, otra fuente importante para el conocimiento de Menandro son las Períocas, breves resúmenes de los argumentos de las comedias seguidos de la notación del verso inicial de las obras, las indicaciones didascálicas (donde se consignan datos de interés como la fecha de representación) y que se completan con la inclusión de un juicio crítico sobre la pieza.

En estas obras de Menandro, representadas no sólo en la Atenas de su tiempo sino también en otras zonas de influencia cultural griega, se descubren las características de la llamada Comedia Nueva, que había conseguido incorporar al género de la comedia algunos de los hallazgos de la tragedia de Eurípides. De hecho, frente a lo común en otros autores de la Nueva (Dífilo y Filemón), Menandro rehusó parodiar el mito; en sus obras, de ambiente ciudadano y burgués, se encuentran por el contrario algunos de los temas comunes en las tragedias euripideas aunque con un aire totalmente nuevo: la violación, la exposición o abandono de los niños, los posteriores reconocimientos (anagnórisis), los viajes, los duros trabajos y esfuerzos sufridos tras años que desembocan en un final feliz, etc. Todos estos temas (algunos de los cuales ya habían sido comunes en la llamada Comedia Media) se iban desarrollando a través de una complicadísima trama dramática, por lo que al comienzo de la obra era preciso el prólogo explicativo que pusiera en antecedentes al público. En ocasiones, estos prólogos eran recitados al comienzo de la obra por una divinidad, aunque esto no era obligatorio.

Menandro, como buen autor dramático, era consciente de la importancia del público como un elemento más de la representación, por lo que jugaba muy a menudo con el factor sorpresa y con la necesidad de mantener el contacto con el espectador (algo que es inherente al género de la comedia desde sus inicios); de todos modos, esta interrelación público-actores se hizo aún más evidente en los dramas de Menandro, donde las interpelaciones no sólo quedaron para el prólogo, sino que fueron también un elemento importante en los monólogos de algunos personajes y, cómo no, en los apartes, que constituyen un importante procedimiento para realzar el elemento cómico.

En cuanto al papel del coro en las piezas dramáticas de Menandro, se observa su creciente disminución, completando así una tendencia que ya se había dejado notar en la Comedia Antigua y Media. En las obras de este autor, el coro con sus danzas y cantos sólo sirve para marcar la separación entre los diferentes actos. El arte dramático de Menandro se centra, así, no sólo en la perfecta estructura de sus piezas sino también en su perfecto dominio del metro. Sus trímetros yámbicos dan la impresión de un lenguaje coloquial, cargado de una gran riqueza de matices que permiten caracterizar con finura y amplitud a cada uno de los personajes. Este aspecto ya fue destacado por algunos críticos de la Antigüedad, como Aristófanes de Bizancio, quien concedía a Menandro uno de los primeros lugares entre los poetas griegos, o como Quintiliano (10, 1, 69), que señalaba a Menandro como uno de los más importantes imitadores de Eurípides y reconocía su capacidad para acomodarse omnibus rebus, personis, adfectibus ("a cualquier circunstancia, cualquier personaje, cualquier sentimiento").
A parte de estos procedimientos técnicos, el éxito de Menandro se apoyaba también en su perfecto cuadro de costumbres. Menandro es, en definitiva, un perfecto observador de la necedad y la miseria que siempre acompañan la vida del hombre. Las comedias de Menandro permiten hacerse una cierta idea de la sociedad ateniense de sus días. Sus personajes pertenecen, sobre todo, a una clase burguesa donde la convención social ocupa un lugar destacado. El amor surge aquí como un elemento importante en la trama, en la que se suelen dibujar las relaciones entre diferentes individuos y donde el juego de la apariencia/realidad desempeña un papel importante: el joven obligado a casarse y que, al mismo tiempo, se halla enamorado de una hetaira, el misántropo (como en el Dyskolos) o las relaciones entre padres e hijos (como en Adelphoi) son ingredientes fundamentales de sus comedias en las que domina, ante todo, la variedad.

Los personajes de Menandro están tomados así de los diferentes estamentos sociales y, aunque partan de los estereotipos del género cómico, se muestran cargados de ciertos rasgos que los individualizan: el joven y el viejo, el rico y el pobre (las disquisiciones sobre la pobreza son, así, abundantes en su obra), el amo y el esclavo. Hay, además, personajes tradicionales como el soldado o el cocinero, ya objeto de caricatura en la Comedia Media, aunque en Menandro reciben también un tratamiento particular; junto a ellos aparece la hetaira, que representa un personaje femenino dotado de cierta libertad. Todos ellos aparecen retratados con simpatía e ironía, al ser puestos en un escenario en el que su libertad se enfrenta en ocasiones con una fuerza superior e incomprensible que siembra el desconcierto y provoca ese juego de apariencias donde reside el fino humor de las comedias: la Tyché o Fortuna, un concepto ambiguo y contradictorio.

En realidad, se puede afirmar que el gran mérito de Menandro reside en su capacidad para la creación de estos personajes, que aún partiendo de tipos, reciben una caracterización psicológica precisa (aunque no excesiva) y viven dentro de la comedia una vida real, semejante a aquella que llevaban sus espectadores. En Menandro se descubre una fe en el lado bueno de sus personajes y se adivina un cierto sentimiento filantrópico que le permite encontrar concomitancias entre los diferentes individuos por encima de las convenciones sociales. Esta nueva concepción se puede resumir en una de las frases más célebres de Menandro que también recogió Terencio en su Heautontimoroumenos 77: homo sum, humani nil a me alienum puto ("hombre soy: nada de lo humano considero ajeno a mí"). En este sentido, cabe recordar que durante la Antigüedad (y sobre todo a partir del siglo IV) fueron muy célebres los Apotegmas de Menandro, una colección de versos sueltos extraídos de las diferentes obras del autor junto con otros muchos que, en honor a su fama, le fueron atribuidos pero cuya autoría es más que dudosa.

Bibliografía

Ediciones

DEDOUSSI, C. Samia (1965).
LLOYD-JONES, P. H. Dyscolus (1960).
KASEL, R. Sikyonios (1965).KÖRTE, A. Menander, Reliquiae (1938, con un suplemento hecho por A. Thierfelder: 1957). VAN LEEUWEN, J. Menandri fabularum reliquiae (1919).

Estudios

MÉAUTIS, G. Le crépuscule d'Athènes et Ménandre (1954).
WEBSTER, T. B. L. Studies in Menander (1950).
- Studies in Later Greek Comedy (1953).

Autor

  • Teresa Jiménez Calvente