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LiteraturaBiografía

Marquina, Eduardo (1879-1946).

Poeta, dramaturgo, narrador, traductor, crítico teatral y periodista español, nacido en Barcelona el 21 de enero de 1879 y fallecido en Nueva York en 1946. Fue el padre del director de cine español Luis Marquina (1904-1980). Autor de una interesante producción dramática que, basada en argumentos históricos y legendarios, le proporcionó gran fama literaria en su época, dejó también un variado y brillante legado poético que, partiendo de la estética modernista, fue evolucionando hasta enmarcarse plenamente en la temática civil. Fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1931.

La vida de Eduardo Marquina, orientada por entero al cultivo de la creación literaria, constituye uno de los ejemplos paradigmáticos de la figura del escritor de ideología conservadora que busca su inspiración en las fuentes tradicionales, la exaltación de la historia patria y la defensa encendida de los valores espirituales cristianos. Ferviente partidario, además, de la unidad nacional española, a pesar de haber nacido en Barcelona escribió prácticamente toda su obra en lengua castellana; las únicas excepciones son su drama Emporium (1906) y sus colaboraciones publicadas a comienzos del siglo XX en las revistas Pèl i ploma y La publicitat, textos con los que contribuyó a introducir el modernismo en la literatura catalana del momento. Ese conservadurismo político e ideológico le llevó, tras el estallido de la Guerra Civil, a tomar partido por el bando de los sublevados, lo que le valió sendos nombramientos como presidente de la Junta Nacional de Teatro y de la Sociedad General de Autores.

Tras haber cursado estudios superiores de Derecho y Filosofía, se dio a conocer como escritor por medio de una serie de poemarios que anunciaron, sucesivamente, su modernismo de corte parnasiano (Odas, de 1900), su recuperación de los ecos bucólicos (Las vendimias, de 1901, y Églogas, de 1902), su apego al tono intimista (Elegías, de 1905) y su cultivo de una moderada sensualidad pagana (Vendimión, 1909). A pesar de esta aparente variedad temática y estilística, estos volúmenes de versos coincidían a la hora de mostrar su particular interpretación de la corriente modernista bajo el prisma del clasicismo hispánico, ya que en todos ellos Marquina hizo acopio de temas, motivos y moldes formales propios de la más pura tradición literaria española (de ahí que una parte de la crítica considere al autor barcelonés como el más clásico de los poetas modernistas españoles). Tras el desgaste de la estética modernista, su producción lírica evolucionó hacia el tratamiento de una temática civil que, plasmada en los poemarios titulados Canciones del momento (1910) y Tierras de España (1914), constituye la parte más apreciable de su corpus poético. Además, aportó a la poesía española contemporánea una espléndida traducción de la obra francesa Arte poétique, de Paul Verlaine

En 1907, el poeta barcelonés se trasladó a Madrid, en donde fue nombrado redactor jefe de España Nueva. En la capital del país, Eduardo Marquina se relacionó pronto con los círculos literarios más bulliciosos y trabó amistad con algunos destacados escritores que, como el dramaturgo barcelonés Jacinto Grau y el ensayista vitoriano Ramiro de Maeztu, le ayudaron a consolidar su prometedora carrera literaria, lanzada por aquel entonces a la conquista de los escenarios teatrales. Así las cosas, en 1908 Marquina estrenó su obra titulada Las hijas del Cid, primero de una larga serie de dramas históricos que, escritos en su mayoría en verso, combinaban el inspirado aliento poético del escritor catalán -no exento de una verbosidad excesivamente recargada y sonora- con la recreación de episodios y la semblanza de personajes célebres del pasado esplendoroso español, tanto en su dimensión histórica como en su tradición legendaria. Sin lugar a dudas, el más aplaudido de todos estos dramas fue el titulado En Flandes se ha puesto el sol (1910), que mereció los elogios unánimes de críticos y espectadores y fue galardonado por la Real Academia Española en 1911; pero Marquina también cosechó notables éxitos con los estrenos de otros dramas similares, como Doña María la Brava (1910), La alcaldesa de Pastrana (1911), El rey trovador (1912), Las flores de Aragón (1915), El Gran Capitán (1916), Don Luis Mejía (1925, escrito en colaboración con el dramaturgo cubano Alfonso Hernández Catá), La ermita, la fuente y el río (1927), El monje blanco (1930), La Santa Hermandad (1939), El estudiante endiablado (1942) y Teresa de Jesús (1943). Un año después de su muerte -sobrevenida súbitamente en Nueva York cuando el dramaturgo barcelonés regresaba de Colombia, donde había ejercido funciones de embajador extraordinario de España en la toma de posesión del nuevo presidente de dicha república hispanoamericana-, se estrenó con éxito en Buenos Aires su último drama, titulado El galeón y el milagro. Dentro de esta constante entrega al cultivo del Arte de Talía, Eduardo Marquina también escribió algunas comedias que, en su conjunto, gozaron de menor estima que sus dramas históricos y legendarios.

Tampoco alcanzaron gran renombre las frecuentes incursiones del poeta barcelonés en el género narrativo, al que aportó algunas discretas novelas como las tituladas La caravana, Almas anónimas, Maternidad, Las dos vidas, El beso en la herida y El destino cruel. En realidad, aunque Marquina ha pasado a las Letras españolas del siglo XX como un destacado dramaturgo, el escritor catalán fue esencialmente poeta: poeta lírico en su primera etapa modernista, poeta cívico en sus últimos poemarios, y poeta dramático en su vasta y fecunda producción teatral, caracterizada más por lo elevado de los temas y lo elaborado del lenguaje, que por el tratamiento específicamente dramatúrgico de unas acciones desarrolladas, casi siempre, con gran superficialidad.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.