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FilosofíaReligiónBiografía

Malebranche, Nicolas (1638-1715).

Nicolas Malebranche.

Filósofo y científico francés, nacido en París el 16 de agosto de 1638 y fallecido en 1715, cuyo pensamiento está orientado por el agustinismo y por las corrientes científicas de la época. Espíritu dotado de notable capacidad de síntesis y de gran originalidad, Malebranche fundó su propio sistema filosófico denominado ocasionalismo.

Vida y obras

Nació en París en el seno de una familia numerosa y acomodada. A causa de su precaria salud se vio obligado a recibir su formación a través de profesores particulares hasta la edad de 16 años. Estudió Filosofía en el Collège de la Marche y Teología en el Oratorio de Bérulle. En 1660 entró en Oratorio, donde predominaba el agustinismo. La lectura del Traité de l'homme, de Descartes, marcaría profundamente su espíritu, sin que llegara a absorberlo incondicionalmente (véase cartesianismo). Su especulación y su vida giraron siempre en torno a la metafísica teocentrista. También se dedicó a la actividad científica en el campo de las matemáticas (con estudios sobre el cálculo infinitesimal) y en el de la física (con la corrección de las leyes del movimiento de Descartes y la elaboración de nuevas teorías sobre la luz y los colores).
Entre sus obras destacan: Recherche de la vérité (1674-75, su obra más importante), Conversations chrétiennes (1676), Méditations chretiennes et métaphysiques (1682), Traité de la nature et de la grâce (1680, obra que sería incluida en el "Índice" en 1689), Entretiens sur la métaphysique et la religion (1682), Traité de moral (1684) y Entretiens d'un philosophe chrétien avec un philosophe chinois sus la nature de Dieu (1708).

Pensamiento filosófico

El problema del conocimiento

En contra de la doctrina de Descartes sobre la separación entre filosofía y teología, Malebranche defiende que ambas deben colaborar en el descubrimiento de la verdad. Si se da conflicto entre ambas, éste se debe a las limitaciones impuestas al hombre por el pecado original. Esto explica también por qué con tanta facilidad el hombre cae en el error: el intelecto fácilmente se deja dominar por las sensaciones y los sentimientos y el alma pierde el dominio sobre el cuerpo. Otro punto en que se separa de Descartes es el problema de los "intermediarios en el campo de la causalidad". Descartes, en efecto, recurría a los "espíritus vitales" para explicar la interrelación entre la sustancia espiritual, por un lado, y la sustancia extensa, por otro. Pero se plantea el problema: ¿Cómo puede el hombre conocerse a sí mismo y conocer el mundo extenso si la res espiritualis (alma) y la res extensa (cuerpo) se hallan en imposibilidad de comunicación? Malebranche responde que ese conocimiento el hombre únicamente puede tenerlo a través de Dios, que es en quien residen las ideas, arquetipos de los entes creados, porque sólo él puede haberlos engendrado. El alma es incapaz de producir las ideas ya que, aunque su voluntad es activa, su mente es pasiva. "Nosotros vemos todas las cosas en Dios, porque nuestro espíritu vive en Dios", dice haciendo propia la opinión de San Agustín. Dios es, pues, la única causa de todo; el actuar del hombre es sólo ocasión (de aquí la teoría conocida como ocasionalismo). Ver todas las cosas en Dios no quiere decir ver su esencia, porque no se da identidad con Dios por nuestra parte, sino semejanza. De esta forma, aunque no pueda eludir el panenteísmo (todo es Dios), evita el panteísmo y el ontologismo.
Resulta extraño que a la hora de determinar qué clases de cosas vemos en Dios, Malebranche las reduzca a una sola: la idea de extensión, arquetipo de la extensión material. No menos sorprendente es la afirmación de que nos resulta imposible conocer al alma por su idea; tan sólo conocemos "algo" de ella, porque si la aprehendiéramos en su absoluta integridad, sería tanto como separarla del cuerpo.

Ocasionalismo y leyes de la naturaleza

Malebranche admite la existencia de un orden ideal, al cual también se somete Dios: su santidad consiste en su perfecta y espontánea adecuación a este orden. Culmina así su ruptura con Descartes, el cual defendía que Dios crea arbitrariamente las verdades matemáticas y los valores morales. Desde luego que el mundo depende de una elección de Dios, dirá Malebranche, pero esa elección no se dirige al mejor de los mundos posibles, sino únicamente al mejor de los mundos compatibles con la simplicidad de las leyes que conservan su existencia. Dios ha escogido un mundo uniforme y constante (salvo en el caso de los milagros, que, por supuesto, Malebranche admite). La relación entre Dios y el mundo se realiza por medio de leyes uniformes que están en la base de la creación. El valor de tales leyes reside en el hecho de que tienen la mayor "simplicidad" posible, que pueden enlazarse en un pequeño número de principios supremos. La simplicidad de las leyes de la naturaleza se convierte así en un valor de carácter estético-arquitectónico al que se subordinan otros atributos de Dios, como la bondad ante las criaturas. De dicha simplicidad proceden, en efecto, los males o "desórdenes" existentes en el mundo. En cambio, el hecho de que él normalmente no intervenga para poner remedio a los males provocados por las leyes de la naturaleza y de la gracia, depende del carácter de "generalidad" de la acción de Dios.
Dios es, pues, la verdadera causa eficiente de todo. Las causas naturales se limitan a determinar según leyes constantes la eficacia de la voluntad divina, y son meras causas ocasionales.

Autor

  • CCG.