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LiteraturaBiografía

Luciano de Samósata (ca.120-180).

Escritor griego, maestro de la sátira, que fue extremadamente hábil en el manejo del diálogo. A pesar de su enorme éxito y su dilatada producción literaria, es poco lo que sabemos sobre su propia vida; de hecho, la mayor parte de los datos proceden de sus escritos. Se sabe que su lengua materna no fue el griego, pues procedía de Samósata, una ciudad situada en el Eúfrates superior: el propio Luciano se llamaba a sí mismo sirio.

Su primer contacto con el mundo del arte fue con la escultura, disciplina que aprendió en casa de su tío; sin embargo esta experiencia no tuvo un final feliz, como él mismo relata en una de sus obras; desde allí, se dirigió hacia las escuelas de retórica en Jonia, donde su talento brilló con luz propia. Fue allí donde estudió la literatura griega desde Homero hasta los poetas alejandrinos y donde conoció las grandes obras de la prosa ática.

Todo este bagaje literario aparece en sus propios escritos bien de manera directa a través de citas o, mucho más frecuentemente, de una manera indirecta gracias a las alusiones, técnica que dominaba a la perfección. Por medio de esta formación retórica y literaria, Luciano moldeó su estilo manteniéndose en un moderado aticismo, al que supo insuflar un nuevo aire muy personal.

Una vez concluido este período de estudio, Luciano trabajó un tiempo como abogado y, tras su fracaso en estas lides, comenzó a cultivar con éxito la profesión de rétor a la manera de los sofistas viajando de un lado a otro y ofreciendo conferencias. Llegado a la cuarentena, se asentó en Atenas, donde abandonó su dedicación a la retórica por la filosofía; con todo, su aproximación a esta ciencia no supuso grandes cambios en su vida ni en su pensamiento; más bien se trató de un acercamiento superficial que le permitió enriquecer su ya agudo escepticismo.

Luciano expone sus contactos con la Academia y el Liceo al mismo tiempo que con los cínicos y epicúreos. De todas estas escuelas extrajo un mayor sentido crítico respecto a la sociedad y el mundo contemporáneo, pero no fue más allá ni se preocupó por ahondar en los grandes problemas filosóficos que se dirimían en torno a esos centros de pensamiento; del mismo modo, Luciano sintió siempre una profunda aversión por los estoicos, que quedó también reflejada en su obra. A partir de este momento, Luciano desarrolló un nuevo tipo de diálogo bajo la influencia de la diatriba filosófica de Menipo de Gádara: el diálogo satírico, en el que se mezclaban elementos del diálogo socrático con el diálogo propio de la Comedia Nueva (de la que Luciano tenía un amplio conocimiento).

A lo largo de su vida y, sobre todo, a causa de su profesión de maestro ambulante de retórica, Luciano viajó por Asia Menor, Grecia, Italia y llegó incluso hasta la Galia, donde vivió durante algún tiempo. Finalmente, gracias a sus contactos con la buena sociedad romana obtuvo un puesto como funcionario en la administración de Egipto, donde continuó con su labor literaria hasta su muerte, acaecida después del año 180.

Obra

Dada la enorme variedad de su obra es muy difícil ofrecer una clasificación de la misma, por lo que es mejor seguir un criterio cronológico que dé cuenta de las distintas etapas o momentos claves de la vida literaria de Luciano. Como se ha dicho, Luciano comenzó su andadura en el mundo de la literatura como orador o conferenciante; de esta primera época son sus discursos Abdicatus, Phalaris, Tyrannicida, sus descripciones artísticas como De domo y algunos elogios como el titulado Muscae encomium, en el que a la manera de los sofistas elogiaba a una mosca. También pertenecen a esta época sus Prolaliai, pequeñas piezas retóricas que servían de introducción a alguna disertación sofística. A pesar de que se trata de una literatura de artificio y de intención vana, Luciano muestra siempre una gran sobriedad compositiva y, en su estilo, deja de lado los ornamentos excesivos del asianismo. Aunque este tipo de obras fue más común en su juventud, Luciano nunca abandonó por completo la práctica de la retórica tal y como se ve en su Hércules, pieza que compuso ya en edad avanzada.

Cuando Luciano, hastiado de la retórica, se interesó por la filosofía, se decantó por el género de la sátira y la crítica. A esta época pertenecen su Bis accusatus, donde Luciano se imagina un juicio en el que debe defenderse de la Retórica, disciplina que había abandonado no hacía mucho. En esta misma línea se sitúan su Rhetorum praeceptor y su Pseudosophista, que contiene un acerado ataque contra el hiperaticismo. A partir de este momento y, sobre todo, tras adoptar a Menipo de Gádara como modelo, Luciano inició la composición de sus afamados diálogos, en los que atiende con buenas dosis de sarcasmo a ciertos asuntos de índole filosófico-moral y donde abundan las referencias a la filosofía vulgar de los cínicos y escépticos. Entre estas obras destacan sus Diálogos de los dioses, el Prometeo y los Diálogos de los dioses marinos, en los que trata algunos temas ya presentes en la gran poesía griega clásica. Inspirados en la comedia están sus Diálogos de las hetairas, donde Luciano se retrotrae a la Atenas del siglo III a.C. para reproducir una conversación en la que las hetairas, con aire de comedia de Menandro, desvelan sus penas y sus argucias para mantener a sus amantes, y su Timón. A medida que avanzaba en la composición de este tipo de obras, el espíritu mordaz de Luciano alcanzó su máxima expresión crítica y paródica en aquellos diálogos en los que arremetió contra la religión como el Icaromenipo, el Iuppiter tragoedus o el Deorum concilium. Su crítica contra la corrupción de los ricos y su alabanza del sabio que nada necesita aparece en su Menipo, Cataplus, Caronte, el Diálogo de los muertos y el Gallo; en ellos, se aparecen en los infiernos los espectros de aquellos que fueron algo en vida y que han de sufrir las burlas y escarnios de los pobres y marginados, que nada perdieron con la muerte. En sus obras, Luciano se burla, unas veces con un humor ácido y otras simplemente con fines hilarantes y cómicos, de los antiguos dioses, de los falsos filósofos, los impostores o cazadores de herencias.

Pero Luciano no sólo realizó crítica de personajes y situaciones sino que también arremetió, como ya había hecho con anterioridad en el caso de la retórica, contra la filosofía en sus diálogos Convivium, Piscator o Philopseudes, donde Luciano convirtió a los filósofos en simples narradores de historias fantásticas. En alguno de los diálogos Luciano llegó incluso a introducirse como un personaje más con el nombre de Licino como en el titulado Hermótimo. Su total escepticismo respecto de la filosofía se pone de manifiesto cuando dentro de este último diálogo Licino declara que al hombre le es imposible adscribirse a un sistema filosófico concreto "pues necesitaría más de doscientos años sólo para iniciarse en ellos".

De acuerdo con su fuerte imaginación, Luciano se descubre también como un hábil narrador de relatos ficticios, que caen en el ámbito de la novela como La historia verdadera, un relato de aventuras donde se ridiculizan las utopías, o Lucio, también llamado El asno, que se considera apócrifo y que fue modelo de Apuleyo. Otro género cultivado por este autor fue la epístola como su De mercede conductis, carta dirigida a un tal Timocles, en la que le aconsejaba contra la vida de un funcionario de la corte. Su tratado De historia conscribenda también reviste la forma epistolar; aquí Luciano critica la manera en que sus contemporáneos hacían historia, tema que volvió a retomar en los dos libros de su Verae historiae. De igual modo, Luciano recurrió a la epístola para sus obras de madurez, el De morte Peregrini y Aléxandros, donde narraba la vida y la obra de Alejandro de Abunoticos, profeta impostor y fundador de nuevos cultos.

Luciano de Samósata fue un escritor original no tanto por los temas que desarrolló en sus obras, muchos de los cuales ya habían sido tratados por autores anteriores (la visita al mundo de ultratumba o al Olimpo aparecían ya en Aristófanes y en la poesía homérica), sino por la manera en que lo hizo. En su obra, se encuentra un cuadro perfecto de la sociedad de su época que se enriquece con sus críticas; por otro lado, su pensamiento refleja una bien lograda mezcla entre los tópicos propios de la literatura que imitaba y la filosofía de tintes más populares. Nunca fue un pensador original, pero sí un hábil urdidor de historias. Por lo demás, llevó a la perfección a un género que hasta el momento no había tenido demasiado eco, el diálogo satírico, lo que lo convirtió en un autor admirado y leído a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento. En cuanto a su estilo, Luciano fue un aticista que con la enorme variedad de los motivos que pueblan sus obras y su manera de escribir clara y brillante ganó para sí una legión de lectores que aún hoy perduran.

Transmisión de su obra

Por lo que a la fortuna de Luciano se refiere, cabe recordar que durante el Medievo, época en que la lengua griega cayó en un profundo olvido, la fama de Luciano se eclipsó por completo. Los humanistas del temprano Quattrocento fueron quienes lo pusieron nuevamente de moda tras la traducción por parte de Giovanni Aurispa (1370-1459) de uno de los Diálogos de los muertos, pronto vertido al español y otras lenguas de cultura. En español, hubo dos versiones distintas dentro del mismo siglo XV: una de Martín de Ávila, uno de los intelectuales a las órdenes del primer Marqués de Santillana; otra más se atribuye a Vasco Ramírez de Guzmán. El título de la primera de las versiones es Contención entre Alexandre, Aníbal y Scipión. Este diálogo volvería a ver la luz en forma impresa gracias al taller sevillano de Pedro Brun en torno a 1505.

No obstante, Luciano sólo dominó el panorama literario español y europeo en el siglo XVI. De hecho, sin el modelo del samosatense no se entiende una gran parte de la literatura del momento, de talante especialmente crítico, burlón y reformista. En pos de Luciano, marcharán no pocos diálogos erasmistas y todos aquellos autores que pusieron sus energías en la tarea de dar una nueva vida a la llamada fábula menipea. Desde ahí en adelante, Luciano será uno de los clásicos indiscutibles para la cultura europea.

Bibliografía

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Teresa Jiménez Calvente

Autor

  • Teresa Jiménez Calvente.