Llona Echeverri, Numa Pompilio (1832-1907).
Poeta romántico ecuatoriano, nacido en Guayaquil el 5 de marzo de 1832 y muerto en la misma ciudad el 4 de abril de 1907. Su nombre original era Manuel Pompilio, que él cambió por Numa Pompilio. Realizó los estudios de primaria en Cali (Colombia), y los de secundaria en Lima; en esta última ciudad obtuvo también el título de abogado. Pasó muchos años en Perú, país al que amó y por el que trabajó con ahínco. En Lima enseñó Estética y Literatura en la Universidad de San Marcos y se desempeñó como redactor principal y literario del periódico El Comercio. Representó al Perú como cónsul en Madrid (1860-1862) y en Roma (1864-1866). Fue comisionado por el gobierno peruano para llevar a cabo el monumento que hoy se eleva en el Callao en honor de los defensores de este puerto frente a las tropas españolas. Por estos servicios, el Perú le honró con la concesión de una medalla y con el título de ciudadano peruano, y le nombró también miembro del "Consejo de Instrucción Superior" y director del "Instituto de Bellas Artes, Letras y Monumentos".
En 1883 regresó a su país natal, donde desempeñó los cargos de Rector de la Universidad de Guayaquil, Director de la Escuela de Artes y Oficios de Quito y rector de algunos colegios en la costa. Desde la edad de once años comenzó a componer poemas, actividad que desarrollaría de forma admirable durante toda su vida; abarcó temas religiosos, patrióticos, estéticos y filosóficos. Sus obras más significativas son: Los clamores de Occidente, Cantos Americanos (1865), Nuevas poesías y escritos en prosa (1870), Noche de dolor en las montañas (1872), Clamores de Occidente (1880), Interrogaciones (1881, poemas filosóficos), Himnos, dianas y elegías (1882, poesías patrióticas y religiosas) e Historia de la guerra del Pacífico. En 1893 la editorial Garnier Hnos. de París publicó una selección de sus poemas líricos bajo el título de La Estela de una vida. El gran reconocimiento de su arte poético tuvo lugar en su ciudad natal, en 1904, cuando fue solemnemente coronado en el teatro Olmedo, por iniciativa del Diario del Pueblo, y de manos de la poetisa Dolores Sucre y Lavayen. En los últimos años de su vida recibió una pensión de 200 sucres que le otorgó el gobierno de Lizardo García en 1905.
