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HistoriaPolíticaBiografía

Kennedy, John Fitzgerald (1917-1963).

Político estadounidense y trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América (1961-1963). Nació el 29 de mayo de 1917, en Brookline (Massachusetts), y murió el 22 de noviembre de 1963, en Dallas (Texas), como consecuencia de varios disparos que recibió en la cabeza y el cuello cuando recorría en coche descubierto la ciudad tejana para hacer campaña electoral. Fue el presidente más joven de su país (contaba con 43 años cuando ocupó el cargo) y el primero de religión católica. Su idealismo juvenil imprimió a su administración un nuevo carácter bajo la denominación de Nueva Frontera.

El clan de los Kennedy

John Fitzgerald Kennedy, también conocido con las siglas J.F.K., fue el segundo hijo de una familia numerosa y de elevada posición económica integrada por Joseph Kennedy, su mujer Rose y sus nueve hijos. El padre había heredado de su abuelo, Patrick Kennedy (auténtico fundador de la dinastía), un modesto patrimonio y, decidido a ascender a toda costa en la sociedad aristocrática de Boston, se casó con la hija del alcalde de Boston y estableció así las bases de su posterior imperio económico. Joseph Kennedy siempre había albergado inquietudes políticas. Frío, calculador e inteligente, supo ponerse del lado del político con más proyección del momento, el demócrata Franklin Delano Roosevelt, a cuya campaña política contribuyó económicamente. De esta forma, se convirtió en uno de los hombres más poderosos e influyentes en el período del New Deal.

Al desatarse la crisis financiera que concluyó con el crack de 1929 (véase Crisis de 1929) y que llevó a la ruina a miles de inversores estadounidenses, Joseph Kennedy fue uno de los pocos hombres de negocios que logró evitar el hundimiento de sus empresas. Su culminación política llegó tras la elección como presidente de su amigo Franklin Delano Roosevelt en el año 1933, lo que le valió el nombramiento de embajador en Londres (1938-1941). En vista de que su listón político había llegado a lo más alto posible, Joseph Kennedy preparó a sus hijos varones a conciencia con el único objetivo de que alguno de ellos llegase, en un futuro no muy lejano, a ocupar el sillón de la Casa Blanca, a la par que les inculcó un alto grado de autodisciplina y un agresivo espíritu de lucha y de competencia, como prueban las siguentes palabras dirigidas a sus hijos: "No me importa lo que hagáis en la vida, pero hagáis lo que hagáis, sed los mejores del mundo".

Los primeros años de J.F.K.

El joven John pasó sus primeros años bajo la sombra constante de su hermano mayor y protector, Joseph Kennedy, en el que su padre había puesto todas sus esperanzas para llevar a cabo su ambición política y cumplir su gran sueño. John nació con una ligera deformación en la columna vertebral y creció como un niño tímido y bastante débil, con constantes problemas de salud en comparación con el favorito del patriarca, el robusto y sano Joseph Kennedy, paradigma del brillante y prometedor joven norteamericano.

Después de cursar sus primeros estudios en el Croate College de Wallinford (Connecticut), ingresó en 1936 en la Universidad de Harvard para estudiar Derecho, aunque no fue un estudiante demasiado brillante. Durante los veranos de 1937 y 1938, aprovechando la estancia de su padre en Londres como embajador, realizó un viaje por varios países de Europa y Oriente Medio durante el cual, animado por su propio padre, recabó todos los datos posibles acerca de la situación social y política de los países que visitaba. A raíz de esa gira y de la observación directa de la Guerra Civil Española, el joven J.F.K. comenzó a interesarse por la política. De vuelta a su país, se tomó en serio los estudios y se licenció brillantemente en 1940, no en Derecho, sino en Ciencias Políticas, con una tesis excelente titulada Why England Slept? (¿Por qué dormía Inglaterra?), en la que intentaba analizar los motivos de la Política de Apaciguamiento desplegada por el primer ministro británico Chamberlain ante las continuas amenazas belicistas de Adolf Hitler.

Cuando Estados Unidos se implicó en la Segunda Guerra Mundial, J.F.K. intentó alistarse como voluntario en la Marina de guerra varias veces, pero todas ellas fue rechazado por su lesión de columna. Finalmente, gracias a la influencia de su padre, logró ser admitido como comandante de una lancha torpedera con misión en el Pacífico, con la que llevó a cabo varias misiones de riesgo hasta que, el 2 de agosto de 1943, el destructor japonés Amagiri partió su embarcación en dos. J.F.K., que se comportó heroicamente arrastrando hasta la costa a uno de sus hombres herido, salió seriamente lesionado de aquel percance, con su lesión dorsal bastante agravada, pero fue condecorado con las medallas de la Marina y de la Infantería de Marina, lo cual colmó de felicidad a su ambicioso padre.

De regreso a su país, durante un largo período de convalecencia, J.F.K. pensó seriamente dedicarse a labores periodísticas, toda vez que su futuro como político parecía haber acabado. Pero, cuando apenas llevaba trabajando unos meses en la International News Service como corresponsal político, la repentina muerte de su hermano mayor Joseph, el 12 de agosto de 1944, en un accidente aéreo cuando intentaba destruir unas bases alemanas de bombas volantes V-1 y V-2, trastocó todos sus planes futuros. El patriarca de la familia decidió que el tímido y enfermizo John Fitzgerald Kennedy ocupase el puesto vacante dejado por su hermano en la lucha por conquistar la presidencia de los Estados Unidos de América.

J.F.K. congresista y senador

En aras de la voluntad de su padre, John F. Kennedy se vio obligado a vencer su timidez para convertirse en un político profesional, dominador de todos los resortes estratégicos posibles para conseguir los votos necesarios que le llevaron, en 1946, cuando tan sólo contaba 29 años de edad, al Congreso, en el que representó a un distrito de Massachusetts por el Partido Demócrata. Una vez elegido congresista, se adhirió al ala progresista de su partido, con cuyo apoyo consiguió renovar el cargo en las dos elecciones siguientes (1948 y 1950). Gracias a su creciente popularidad en el Partido Demócrata y entre el resto de la clase política del país en general, debido a su aspecto juvenil y a la imagen de honrado universitario que nadie supo vender tan magníficamente como él, J.F.K. se fijó una nueva meta política: alcanzar un puesto como senador, logro que consiguió al ganar a su oponente republicano, Henry Cabot Lodge, por más de 70.000 votos de diferencia. Una vez más, la perfecta maquinaria propagandística de los Kennedy, junto al dinero de la dinastía y el propio encanto de John Fitzgerald, logró imponerse. El nuevo senador tenía entonces 35 años de edad. Ese mismo año conoció, en una de las reuniones electorales preparadas por su madre, a una prometedora y bella periodista del Washington Times-Herald, Jacqueline Lee Bouver, con la que acabó casándose por el rito católico en septiembre de 1953.

Sometido a una intervención quirúrgica relacionada con sus problemas de espalda, que se había resentido como consecuencia de la tremenda campaña política, el futuro presidente aprovechó ese período de calma relativa para escribir su libro Perfiles de Coraje, acerca del espíritu de sacrificio del que habían hecho gala los principales prohombres de su país para contribuir al bienestar de la nación, con el que logró ganar el prestigioso premio Pulitzer, en 1957, en la sección de biografías. Su fortuna, fama y encomiables propósitos hicieron entrever a John F. Kennedy la posibilidad de presentar al Partido Demócrata su candidatura para la vicepresidencia, acompañando al candidato designado por la Convención, Adlai E. Stevenson, pero su partido lo rechazó por un escaso margen de votos. Haciendo gala de un gran sentido político, J.F.K. no se desanimó y, alentado por su ambicioso padre, sacó partido de su derrota y se propuso intentarlo de nuevo, esta vez como aspirante a la presidencia.

La campaña presidencial. La Nueva Frontera

El momento de J.F.K. llegó tras ganar su segunda elección al Senado, en el año 1958. Kennedy asumió el liderazgo del ala liberal de su partido y reunió en torno a su candidatura a un grupo de jóvenes y brillantes políticos con los que se lanzó a la conquista de la Casa Blanca, entre los que destacaba su hermano y director de campaña, Robert Kennedy. La Convención demócrata le eligió candidato en una primera votación, frente a su oponente Lyndon B. Johnson, al que acabó designando vicepresidente en su equipo para enfrentarse al candidato republicano, el entonces vicepresidente Richard Nixon. Kennedy supo rebatir al astuto y experimentado político republicano esgrimiendo en su contra la réplica a los tres principales defectos que aquél le había achacado: a su juventud, Kennedy argumentó que Nixon era tres años mayor que él; al hecho de ser senador, Kennedy alegó su honradez y el populismo de que había gozado durante todas sus legislaturas; y, por último, a su condición de católico practicante en un país mayoritariamente protestante, el joven candidato afirmó que, como hombre político y público que era, no se sentía vinculado a los dictámenes de la Iglesia romana.

El núcleo principal de su campaña cristalizó en torno a la idea de una nueva época que habría de emprender Estados Unidos, denominada Nueva Frontera, la cual evocaba el espíritu pionero de la conquista del Oeste y que venía a significar una renovación total del país, empezando por una administración cansada y anquilosada desde los tiempos del New Deal de Roosevelt y manifiestamente inmovilista bajo la presidencia de Eisenhower.

Tras un escaso margen de votos (113.000 sobre un electorado de 68.800.000 votantes), J.F.K derrotó a Richard Nixon. El célebre debate televisado por la NBC resultó decisivo para decantar el voto de los indecisos: frente a un Nixon cansado, con barba cerrada y con bastante temor a perder, triunfó el joven, risueño y mentalmente más ágil candidato demócrata. El 8 de noviembre de 1960, con 43 años de edad, J.F.K fue elegido trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, algo que nunca había ocurrido hasta entonces. Las ambiciones del patriarca de la dinastía se habían cumplido con creces.

John Fitzgerald Kennedy fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América.

La presidencia de John Fitzgerald Kennedy: política exterior

Nada más tomar posesión de su cargo, J.F.K. formó un equipo competente y de su máxima confianza, integrado por su hermano Robert Kennedy, como secretario de Justicia (Fiscal General), Robert McNamara en el puesto de secretario de Defensa y Dean Rusk en la secretaría de Estado. Su programa político se basó en la recuperación económica, la mejora general de la Administración estadounidense, la diversificación de los medios de defensa y el establecimiento de una alianza para el desarrollo integral del continente americano, programa este último al que llamó Alianza para el Progreso. Además, llevó a cabo un amplio abanico de reformas sociales, encomendadas a su hermano Robert, mientras que él se dedicaba, casi por completo, a los múltiples asuntos exteriores en los que Estados Unidos tenía intereses muy concretos.

Su primera acción importante de Gobierno afectó al continente americano. John Fitzgerald Kennedy, con el objeto de adelantarse ante cualquier iniciativa política del líder comunista cubano Fidel Castro, modeló una nueva política estadounidense respecto a sus vecinos continentales: la Alianza para el Progreso. Este programa, que incluía una ayuda económica de más de 46.000 millones de dólares, se cimentó en base a los siguientes puntos: apoyo a las democracias contra las dictaduras, concesiones de créditos a largo plazo, estabilización de precios en la exportación, programas de reforma agraria, control de armamento, ayudas a la investigación y el fortalecimiento de la OEA (Organización de Estados Americanos) como organismo decisorio y pleno de contenido político. Todos menos el líder cubano Fidel Castro, en el poder desde enero de 1960, aceptaron con los brazos abiertos el programa del joven presidente estadounidense.

El primer acontecimiento internacional serio que puso a prueba la capacidad del nuevo presidente fue el mantenimiento de relaciones con la URSS de Nikita Kruschov, tema que en un primer momento parecía abocar hacia la distensión con la puesta en libertad, en enero de 1961, por parte de los soviéticos, de los tripulantes de un avión estadounidense espía derribado mientras sobrevolaba el espacio aéreo soviético. Kennedy intentó consolidar dicha situación y mostrar sus deseos de paz creando un Cuerpo de la Paz, organismo fundado en pro de la fraternidad mundial. Pero los propósitos del presidente se vinieron abajo tras el gran fiasco perpetrado por un gran número de exiliados cubanos en Miami, entrenados a conciencia por la CIA, cuando intentaron invadir Cuba en Bahía de Cochinos el 14 de abril de 1961. Lo cierto es que, aunque era un plan diseñado por la anterior administración del presidente Eisenhower, se supo que Kennedy, tras resistirse en un primer momento al plan, acabó dando el visto bueno. Kennedy y su administración sufrieron un duro varapalo. Fidel Castro reaccionó declarando la República Democrática de Cuba y fortaleciendo aun más su posición en la isla.

A partir del mes de abril de ese mismo año, Kennedy dirigió su atención al sudeste asiático, concretamente a la amenaza del comunismo de hacerse con el control de Laos. Para evitarlo, Kennedy se hizo cargo, con la aquiescencia de la SEATO, de la defensa militar anticomunista en toda Indochina, y abasteció con todo tipo de material de guerra al gobierno proestadounidense laosiano, a la vez que enviaba los primeros "asesores militares" (eufemismo para designar a los contingentes de tropas). Su firme compromiso de aplicar los acuerdos de Ginebra dio como resultado un alto el fuego efectivo en la zona y una posterior entrevista en Viena, en el mes de junio, con el líder soviético, en la que ambos acordaron la neutralidad respecto a Laos. Sin embargo, no pudieron llegar a acuerdo alguno en el problema de Berlín. Cuando fue levantado el vergonzoso muro que separó ambos sectores, uno occidental proestadounidense y uno oriental bajo la égida soviética, Kennedy no dudó en enviar contingentes bien armados para asegurar la ruta terrestre hacia el sector occidental y reafirmar los derechos de paso. Entre tanto, volvieron a surgir problemas en el Sudeste Asiático, donde la zona de conflictos se extendió de Laos a Vietnam del Sur, país ocupado por el régimen proestadounidense de Diem. Kennedy trató de frenar las fuerzas comunistas del Vietcong en Vietnam del Sur con nuevas medidas de contrainsurgencia. En un claro error táctico, Kennedy envió más material de guerra y "asesores militares", hasta alcanzar, a finales del noviembre de 1963, el número de 16.000 hombres, lo que dio comienzo a la larga Guerra de Vietnam.

En el otoño de 1962, Kennedy se tuvo que enfrentar, sin duda alguna, a la crisis más importante de todo su mandato presidencial, al descubrirse una serie de estaciones secretas de rampas de misiles soviéticos de medio alcance en la isla de Cuba. Kennedy reaccionó con una medida muy arriesgada al ordenar el bloqueo marítimo total de la isla para impedir el abastecimiento nuclear de barcos soviéticos. El temple de Kennedy se puso de manifiesto cuando exigió tajantemente al líder soviético el desmantelamiento de las bases. Tras unos meses en los que se temió seriamente por el estallido de un conflicto nuclear entre las dos máximas potencias del mundo, Nikita Kruschov cedió a la presión estadounidense y mandó el derribo de las rampas de misiles. El desenlace feliz de la segunda crisis cubana constituyó un éxito indudable para el presidente estadounidense.

El año 1963 significó para Kennedy la culminación de su éxito en política internacional. Kennedy se bañó en multitudes en una triunfal gira por varios países de Europa, en el curso de la cual fue recibido en Berlín occidental como un héroe. En junio pronunció un discurso en la ONU en el que abanderó los deseos de acabar con la Guerra Fría, al tiempo que estableció con Moscú el famoso teléfono rojo de línea directa entre ambos líderes. Un mes después, los Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña firmaron el primer tratado de prohibición de pruebas nucleares. El único hecho que enturbió su política exterior fue el recrudecimiento de la situación en Vietnam del Sur, donde tenía ya instalado un auténtico ejército de ocupación que sostenía a un gobierno totalmente corrupto.

Política interior

Debido a la poca fuerza con que contaba en el Congreso, J.F.K. tuvo serios problemas para llevar a cabo su programa sobre estímulo económico, reforma fiscal y ayuda para la educación y el bienestar, siempre obstaculizado por la gran mayoría conservadora republicana. Durante los dos primeros años de su administración, Kennedy tuvo que dar prioridad a la amenaza de la inflación. Para ello, no dudó en utilizar su poder para persuadir a la industria y a los poderosos sindicatos de que mantuvieran los precios y salarios dentro de las pautas recomendadas, como hizo en el año 1962, cuando forzó a las compañías acereras, en una aparición televisiva para todo el país, a retirar su proyecto de aumentar los precios, como parte fundamental para desarrollar su política liberalizadora en los intercambios comerciales y para proteger al dólar.

Kennedy logró sacar adelante varias leyes para aumentar el salario mínimo, para fomentar las obras públicas y modificar programas urbanísticos y para reducir los impuestos. También incrementó la distribución de víveres a los más necesitados y subvencionó las escuelas públicas en un país donde se rendía, y se rinde aún, un culto casi divino a la enseñanza privada. Pero fracasó sin embargo en la política de Derechos Civiles, no por sus intenciones, sino por lo que tardó en adoptar un postura consistente en el tema, tal y como se encargó de recordarle, en marzo de 1963, un desencantado Martin Luther King, que acusó al presidente de establecer un programa simbólico en los asuntos raciales, más pensando en las próximas elecciones que en el problema concreto de las minorías. Aun así, Kennedy llevó a cabo serios intentos para lograr la integración plena de los negros en el sistema educativo del país, para lo cual amenazó incluso con el envío de tropas federales si no se cumplían las leyes de integración antirracistas, labor en la que destacó especialmente su hermano Robert Kennedy. La mayor parte de todos sus proyectos de ley no fueron promulgados hasta el año 1964, ya con Lyndon B. Johnson como presidente.

La muerte de Kennedy

En el otoño de 1963, J.F.K. comenzó a preparar el terreno para las próximas elecciones. Inició una larga gira por doce estados, principalmente del sur, donde el presidente quería consolidar su candidatura. La campaña comenzó en Florida, y de allí pasó al estado de Texas. El 22 de noviembre de 1963, mientras era conducido en automóvil descubierto por las calles de Dallas, fue herido mortalmente por varios disparos que procedían de algún lugar situado encima de la gran multitud que se agolpaba a ambos lados de las calles por donde pasaba la comitiva presidencial. Según el posterior informe emitido por el presidente del Tribunal Supremo, Earn Warren (el Informe Warren), el único responsable del magnicidio fue el ex-marine Lee Harvey Oswald, con antecedentes de desequilibrio mental y de conocida tendencia prosoviética y castrista. Oswald fue arrestado pocas horas después del crimen, en un cine próximo al lugar de los hechos, y fue asesinado dos días después por el propietario de un bar nocturno, Jack Ruby, quien murió también enseguida en extrañas circunstancias.

A pesar del dictamen de la Comisión Warren, los enigmas y dudas alrededor del asesinato dieron pie a todo tipo de conjeturas que señalaban incluso a la CIA y al Gobierno como posibles implicados. En una posterior investigación del caso encargada por el Congreso, se llegó a la conclusión más que posible de que en el magnicidio hubiera sido perpetrado por más de una persona, lo que reforzaría varias declaraciones de testigos presenciales del hecho, convenientemente silenciadas en aquellos momentos trágicos, que oyeron varios tiros procedentes de lugares distintos.

El asesinato de J.F.K. conmocionó a la clase política de todo el mundo. Su pérdida fue más sentida en su país que la del otro gran presidente también asesinado, Abraham Lincoln. Su persona pasó a ocupar el panteón del héroe idealizado en la mitología del pueblo estadounidense. Con la muerte de Kennedy acabaron unos años muy ricos en promesas, pero realmente parcos en resultados prácticos. La Nueva Frontera había perdido a su gran líder.

Bibliografía

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  • COLLIER, P.: Los Kennedy: un drama americano, Barcelona: Tusquets, 1985.

  • HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, M.: Historia de los Estados Unidos de América: de la República burguesa al Poder presidencial, Madrid: Marcial Pons, 1997.

  • LANE, M.: Juicio precipitado: crítica al Informe Warren de la Comisión Warren respecto a los asesinatos del presidente John Fitzgerald Kennedy, el agente J. D. Tippit y Lee Harvey Oswald, Madrid: Taurus, 1967.

  • MANCHESTER, W.: Muerte de un presidente: 20 de noviembre a 25 de noviembre de 1963, Barcelona: Noguer, 1967.

  • PALOMARES LERMA, G.: La era Kennedy, Madrid: Grupo 16, 1994.

Carlos Herraiz García

Autor

  • Carlos Herráiz García.