A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
LiteraturaBiografía

Brodribb, John Henry o "Henry Irving" (1838-1905).

Ensayista, actor dramático y gerente teatral británico, nacido en Keinton-Mandeville (condado de Somersetshire) en 1838 y fallecido en 1905. Aunque su verdadero nombre era el de John Henry Brodribb, en el mundillo teatral británico fue conocido por su apelativo artístico de "Henry Irving". Hombre de vasta cultura y extraordinaria sensibilidad artística, durante la segunda mitad del siglo XX se convirtió en una de las figuras señeras de la escena inglesa, al tiempo que desarrollaba una infatigable labor de animación y promoción cultural que le permitió ejercer una notable influencia en el panorama intelectual inglés de su tiempo.

Apasionado desde su temprana juventud por el Arte de Talía, con apenas dieciocho años de edad debutó sobre el escenario del Lyceum Theatre de Sunderland, donde tuvo ocasión de apuntar un talento innato que pronto habría de consolidarle como uno de los mejores intérpretes dramáticos de su época. Inmerso, a partir de entonces, en una intensa vida de representante que pronto le condujo hasta algunos teatros de Londres, emprendió diversas y exitosas giras por los escenarios de Edimburgo, Liverpool y Dublín, para acabar asentándose durante cinco fecundas temporadas en la ciudad de Manchester, donde dejó definitivamente cristalizado ese prestigio que le situaba ya entre las primeras figuras de las tablas inglesas.

Su regreso a Londres tuvo lugar en 1866, año en el que fijó su residencia definitiva en la capital del Reino Unido. Tan vertiginosa consagración le permitió, al cabo de un lustro, hacer su debut en el solemne escenario londinense del Lyceum Theatre (1871), institución a la que permaneció vinculado durante el resto de su dilatada trayectoria profesional, ya en calidad de actor, y a título de gerente e inquilino. Durante los veintiocho años que pasó Henry Irving deleitando al público que abarrotaba el Lyceum Theatre, logró convertirse en uno de los mejores especialistas en la interpretación de los textos dramáticos de Shakespeare, autor al que no sólo respetó fielmente sobre las tablas, sino al que restituyó muchos fragmentos que permanecían en el olvido del público tras las sucesivas podas que actores y productores de otras épocas habían ejecutado sobre sus obras. Ganó, por estos trabajos consagrados al monstruo de Stratford-upon-Avon, un merecido reconocimiento entre las capas intelectuales del país, lo que no fue óbice para que, de vez en cuando, hiciera gala de la amplitud versátil de sus recursos escénicos al producir e interpretar piezas modernas sujetas al gusto de sus contemporáneos (como melodramas y dramas románticos en verso). Tan celebradas fueron sus dotes interpretativas -caracterizadas por la facilidad con que captaban la complicidad de los espectadores y por una acentuada afectación que, en la actualidad, sería tildada de histriónica-, que en 1895 se convirtió en el primer actor que era honrado por la corona británica con el título de "Sir". Al mismo tiempo, sus actividades como productor contribuían a extender y acrecentar la buena opinión que de él tenían la crítica y el público, ya que se hizo famoso por unas puestas en escena fastuosas y opulentas, plagadas de alardes plásticos y proyectadas sin reparar en gastos. Rodeado del cariño, el respeto y la admiración de sus compatriotas, supo ganarse también el aplauso sincero de los públicos más exigentes del continente americano, sobre el que efectuó varias giras triunfales que le permitieron recorrer los principales escenarios de los Estados Unidos de América y Canadá entre 1883 y 1904.

Tanto en estas expediciones internacionales como en su país natal, Henry Irving se mantuvo al pie de las tablas hasta el fin de sus días. Entre los honores que le rindieron sus paisanos y admiradores después de su muerte, conviene reseñar su entierro solemne en la Abadía de Westminster, privilegio insólito para un actor.

En su faceta de escritor e investigador, Henry Irving dio a la imprenta algunos ensayos relacionados con el teatro, materia que ocupó también la mayor parte de sus frecuentes y concurridas conferencias. Entre sus obras más sobresalientes, conviene recordar la titulada El teatro (1893). Pero, al margen de estas aportaciones individuales al progreso de la dramaturgia británica de su tiempo, Irving desempeñó un papel fundamental como compañero, promotor y amigo de numerosos actores y escritores que compartieron con él escenarios, tertulias y todo tipo de vivencias. Así, facilitó el despegue de la prometedora actriz norteamericana Ethel Barrymore cuando ésta se presentó en las tablas londinenses para intervenir, junto a quien ya se había convertido en uno de los grandes monstruos de la escena mundial, en el montaje de The Bells y Peter the Great. Pero, sin duda alguna, su logro más perdurable en materia de difusión y promoción cultural fue el alcanzado el 18 de mayo de 1897 ante el público que abarrotaba la platea del Royal Lyceum Theatre, donde leyó una adaptación escénica de la novela Drácula, de su amigo Bram Stoker. El célebre autor irlandés, que en 1876 había conocido a Henry Irving, experimentó un giro radical en su vida cuando, a instancias de éste, se trasladó a Londres para convertirse en secretario, administrador y consejero del genial actor (es decir, en algo parecido a la figura actual del "manager" o representante), cargo que le permitió integrarse plenamente en los cenáculos artísticos y intelectuales de la capital inglesa y dedicarse, en sus ratos de ocio, al cultivo de la creación literaria. En este sentido, puede afirmarse que Henry Irving fue el gran descubridor del talento de Bram Stoker y, en buena medida, el responsable de la gran acogida que tuvo su relato vampiresco en el momento de su aparición.

Al margen de estas relaciones, el comediante y productor de Keinton-Mandeville se relacionó estrechamente con otras grandes figuras del teatro inglés decimonónico, como la famosa actriz de Coventry Ellen Alice Terry (con la que compartió cartel por vez primera en el Queen's Theatre en 1867, para tenerla luego bajo su dirección, durante más de veinte años, como primera actriz del Royal Lyceum); o como el no menos célebre actor estadounidense Edwin Thomas Booth (con quien alternó la interpretación de los papeles de Otelo y Yago, también el Lyceum Theatre, entre 1881 y 1882).

El dramaturgo y crítico teatral escocés William Archer (autor de estudios tan valiosos para la historia de la escritura dramática inglesa como English Dramatists of Today [Dramaturgos ingleses de hoy, 1882]), dedicó a la vida y obra del actor de Keinton-Mandeville todo un ensayo monográfico (Henry Irving, 1883). Y el ya citado Bram Stoker, amigo y colaborador del gran productor y comediante, se apresuró a publicar, a los pocos meses de su desaparición, sus emotivos Recuerdos personales de Henry Irving (1906)

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.