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HistoriaPolíticaBiografía

Hussein, Saddam (1937-2006).

Militar y político iraquí, nacido en Tikrit el 28 de abril de 1937 y muerto en Bagdad el 30 de diciembre de 2006, al ser ejecutado en la horca. Presidente de Irak desde 1979 hasta 2003, impuso en el país una férrea dictadura y su régimen fue protagonista de algunos de los episodios más convulsos en el panorama de las relaciones internacionales tras el final de la guerra fría.

Cursó la educación primaria en su ciudad natal y en 1955 se trasladó a Bagdad para proseguir con su formación. Fue rechazado en la Academia Militar y en 1957 ingresó en el partido Baaz (Partido del Renacimiento Árabe Socialista), un grupo político con marcada ideología nacionalista y revolucionaria. Dos años más tarde participó en el complot orquestado para asesinar al primer ministro Kassem, lo que le obligó a huir y refugiarse en Egipto.

Tras el derrocamiento de Kassem en 1963, Saddam regresó a su país y comenzó a escalar rápidamente peldaños en la arena política, al servicio de las nuevas autoridades nacionalistas. En 1965 fue elegido vicesecretario general del Mando Regional iraquí y a partir de 1966 organizó las milicias baazistas que desempeñaron un papel fundamental en el golpe de Estado que en 1968 llevó al poder a su partido. El nuevo hombre fuerte de Irak, Hassan al-Barkr, le encargó la organización de los servicios de inteligencia y seguridad del nuevo régimen, un cometido que Saddam Hussein cumplió con celo extremo. Su ascenso en la cúpula política se confirmó en noviembre de 1969, momento en el que fue designado vicepresidente de la República y del Consejo del Mando Revolucionario (CMR).

En los años sucesivos trabajó de forma incansable por allanar el camino de su ascenso a la jefatura del Estado y se deshizo de cuantos rivales políticos se cruzaron en su camino. Finalmente, el 16 de julio de 1979 Saddam tomó el relevo de Hassan al-Barkr como presidente de la República, primer ministro, secretario general de partido Baaz, presidente del CMR y jefe de las Fuerzas Armadas. Con semejantes atribuciones de poder, el mandatario iraquí continuó poniendo en práctica su sistema de eliminación de rivales y enemigos políticos y tejió una sólida estructura de intereses familiares y clientelistas para instaurar en el país una férrea dictadura sustentada sobre su liderazgo y el fervor patriótico que logró infundir entre los iraquíes.

En 1980 declaró nulo el acuerdo de Argel suscrito con Irán en 1975 para el control de algunos territorios en disputa y ordenó la invasión del país vecino, lo que transformó los enfrentamientos fronterizos entre ambos países en una guerra cruenta, que se prolongaría hasta 1988. Después de ocho años de agotador conflicto, Irán aceptó el armisticio de Naciones Unidas e Irak proclamó su victoria. A pesar de las devastadores consecuencias humanas, económicas y materiales de la guerra, Saddam no tardó en programar un nuevo episodio hostil que volvería a desestabilizar el statu quo en el Golfo Pérsico. En agosto de 1990 los soldados iraquíes invadieron Kuwait sin encontrar resistencia e incorporaron el territorio a la soberanía de Bagdad. Esta acción provocó una reacción internacional inmediata y las potencias occidentales auspiciaron en Naciones Unidas una larga cadena de resoluciones de condena contra Irak.

Invocando el derecho internacional profanado por Saddam, Estados Unidos se erigió en garante de las sanciones decretadas por Naciones Unidas, particularmente de la resolución 678 del Consejo de Seguridad que exigía la retirada inmediata del territorio kuwaití, y se puso al frente de una coalición militar -en la que además estarían presentes Gran Bretaña, Francia, Italia, Arabia Saudí y Kuwait como combatientes, así como otros países de la zona y algunos occidentales, entre ellos España, que prestarían apoyo logístico- preparada para expulsar a las tropas iraquíes de Kuwait. Así las cosas, el 17 de enero de 1991 la aviación aliada puso en marcha la operación "Tormenta del desierto", con uno de los más devastadores bombardeos de la historia sobre territorio iraquí. El 24 de febrero se inició el ataque por tierra y, tres días más tarde, Saddam Hussein solicitó el alto el fuego, ordenó la retirada de sus tropas y aceptó cumplir las resoluciones de la ONU. El 3 de marzo, Irak firmó la rendición incondicional.

Finalizado el conflicto, el dictador iraquí tuvo que hacer frente a los movimientos revolucionarios que desarrollaron en el país los opositores al régimen, especialmente kurdos y chiitas. De nuevo, sólo las amenazas internacionales le disuadieron de emprender un ataque genocida contra la población kurda. En agosto de 1992 fuerzas aéreas conjuntas estadounidenses, francesas y británicas, pusieron bajo control aliado la franja del extremo sur del país, un territorio que del mismo modo que el norte de mayoría kurda quedó prohibido a la aviación iraquí. De esta forma se crearon en Irak zonas de exclusión, bajo protección internacional, que a efectos prácticos quedaron fuera de la administración de Bagdad. Además, la comunidad internacional acordó mantener las sanciones de bloqueo económico sobre el régimen iraquí hasta que Saddam ofreciera garantías suficientes del cumplimiento de las resoluciones emitidas por la ONU en materia de desarme y eliminación de armas de destrucción masiva.

En los años siguientes, Saddam mantuvo un pulso constante con los principales Gobiernos occidentales y muy particularmente con la Casa Blanca. Las provocaciones más o menos altisonantes del mandatario iraquí, como la expulsión de su territorio de los inspectores internaciones de armas bajo la acusación de espionaje, se respondieron desde Washington con hostigamientos militares intermitentes que lejos de minar la estructura de poder del régimen, repercutían de forma directa sobre la maltrecha población civil.

Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, el presidente estadounidense George Bush anunció el inicio de una guerra global contra el terrorismo que, por una suerte de intereses políticos y geopolíticos, derivaría en una nueva intervención armada contra Irak. La primera fase de la "batalla" se ejecutó en territorio afgano contra el régimen talibán y, en el otoño de 2002, Bush anunció su intención de atacar Irak para acabar con uno de los enemigos históricos de Estados Unidos, Saddam Hussein. El régimen iraquí quiso desafiar la amenaza de una nueva intervención bélica con una respuesta de fuerza y demostración de unidad contra los planes de Washington. Convocó un plebiscito para confirmar la permanencia de Saddam en la presidencia y, como cabía esperar, el mandatario resultó reelegido con el 100% de los votos y un 100% de participación. Días después de la consulta, el líder iraquí premió el respaldo unánime de su pueblo con el anuncio de una amnistía total para todos los presos del país y los desertores que hubiera huido de las fronteras nacionales.

Antes de acabar el año, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó, con forma de resolución 1.441, un ultimátum que instaba al régimen iraquí a cumplir de manera inmediata la legalidad en materia de desarme y obligaba a Bagdad a aceptar el regreso a su territorio de los inspectores internacionales de arsenales. Aunque Saddam aceptó la reanudación de las inspecciones, la comunidad internacional se mostraba ya dividida en dos grandes tendencias a estas alturas de la crisis. Por un lado, un grupo de países liderados por Estados Unidos defendía un ataque preventivo e inminente contra Irak con el argumento de que el régimen de Saddam había vulnerado repetidamente la legalidad internacional y escondía armas de destrucción masiva en su territorio. Francia encabezaba, por otro lado, a un conjunto de países partidarios de lograr el desarme de Irak por la vía pacífica y en función de los resultados obtenidos mediante las inspecciones de la ONU.

Estados Unidos no logró reunir en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el consenso suficiente para respaldar su posición y a mediados de marzo de 2003 dio por fracasado el proceso de negociación diplomática en la crisis de Irak. Con el apoyo militar de Gran Bretaña y Australia, el respaldo logístico y político de otros países como España, y la oposición explícita de Francia, Alemania, Rusia y China, entre otros, el 20 de marzo George Bush dio la orden de bombardear Irak. Pocas semanas después, las tropas angloestadounidenses tomaron Bagdag, y el 14 de abril de 2003 cayó la ciudad de Tikrit, cuna de Saddam y último bastión de resistencia del régimen. La población civil volvió a sufrir las consecuencias más devastadoras de una intervención armada que acabó con la dictadura baazista sin que los vencedores localizaran el paradero del dictador. El 14 de diciembre, muchos meses después de la caída de su Gobierno, Saddam fue capturado en una aldea cercana a Tikrit.

Acusado de ordenar la muerte de 143 chiíes de la localidad de Al Dujail en 1982, Sadam Husein se sentó en el banquillo de los acusados el 19 de octubre de 2005 para, en tono desafiante, mantener su declaración de inocencia y negarse a reconocer la autoridad del tribunal. El primer día del juicio contra el ex dictador estuvo marcado por la ausencia de entre 30 y 40 testigos, por el temor a represalias; circunstancia por la que el presidente del tribunal acordó aplazar la vista. En los dos meses siguientes se produjeron continuos aplazamientos y en la jornada del 7 de diciembre Sadam se negó a comparecer en las sala, en claro desafío al tribunal. La vista se reanudó el día 21 del mismo mes con duros testimonios de las víctimas de la represión baazista.

En enero de 2006 dimitió el presidente del tribunal por presiones del Gobierno iraquí, que lo tachaba de "blando", y el 29 enero se reanudó el proceso con nueva trifulca: Saddam llamó traidor al nuevo juez y se marchó de la sala.

Tras semanas de interrupciones, golpes de efecto y arengas políticas, el 1 de marzo Saddam admitió su responsabilidad en ordenar la ejecución de 148 chiíes en 1982, sospechosos de participar en un atentado contra él, aunque niega acusación de crimen pues los implicados fueron juzgados por la ley iraquí.

El 15 de marzo el ex presidente llamó a los iraquíes a la resistencia contra las fuerzas de ocupación, y en abril ciertas investigaciones pusieron de manifiesto la autenticidad de las firmas de Saddam en los documentos que lo implicaban en la masacre de Dujail.

Después de su negativa a declararse culpable o no culpable, el fiscal general pidió la pena de muerte para Saddam Hussein el 19 de junio, así como para Barzan al Tikriti y Taha Yassin Ramadan. En el segundo juicio realizado contra él, que comenzó el 21 de agosto, se le acusó de genocidio en la operación Anfal, una campaña represiva contra los kurdos que duró dos años y se saldó con más de 180.000 muertos. Durante el proceso a Saddam fueron asesinados tres abogados.

El 5 de noviembre de 2006 Saddam fue condenado a morir en la horca (también lo fue su hermano Barzan al Tikriti), y en el momento de la sentencia varios colaboradores del ex dictador insultaron al tribunal y Saddam pronunció las siguientes palabras: "¡Larga vida a Irak, larga vida a los iraquíes! ¡Alá es más grande que el ocupante!"

El Tribunal de apelaciones de Irak confirmó el 26 de diciembre de 2006 la sentencia de muerte contra Saddam Husein por crímenes contra la humanidad. Los altos funcionarios iraquíes decidieron ejecutar la pena de su muerte antes de la llegada del 2007. Saddam Hussein fue ahorcado en torno a las seis de la mañana el 30 de diciembre de 2006.

Autor

  • Sagrario Arenas Dorado; 0304 (a.ISC)