Hume, David (1711-1776).
Filósofo e historiador inglés, cuya filosofía -a través de la influencia de Berkeley-, desarrolló la doctrina de Locke, y llegó a un total escepticismo. Precisamente esta actitud escéptica sería el aguijón que más tarde despertaría a Kant del "sueño del dogmatismo".
Vida y obras
Nacido el 7 de mayo de 1711, Hume provenía de una familia de la pequeña burguesía terrateniente escocesa. En un principio su familia quiso que estudiara leyes, e incluso comercio, pero al final tuvieron que dejarle libre para seguir lo que constituía su gran ambición: la filosofía. Por aquellos años la obra filosófica de Locke y las teorías de Berkeley constituían temas de discusiones animadas. Tras finalizar sus estudios, decidió viajar para dilatar el horizonte de sus ideas, y así lo encontramos en La Flèche (Francia), donde, a la sombra de Descartes, redactó su Treatise of Human Nature (en 1734 publicó los dos primeros libros y en 1740 el tercero) mediante el cual esperaba alcanzar gran fama. Pero esta obra, considerada hoy como su trabajo más importante, pasó desapercibida, a pesar del Compendio que publicó en 1740 que trataba de hacer más asequibles sus ideas. De su estadía en Francia nació una gran amistad con Rousseau, que, sin embargo, terminó mal. Luchó por una cátedra en la universidad de Edimburgo, pero no lo logró debido a la oposición del ambiente eclesiástico ortodoxo. Volvió a Francia, esta vez como secretario del general Saint-Clair. En 1752, a su regreso a Inglaterra, fue nombrado bibliotecario en la Abogacía de Edimburgo. Entre tanto iba reelaborando la materia del Tratado; nacían así Phylosophycal Essays concerning Human Understanding (1748), que junto con Enquiry concerning the Principles of Morals (1751) constituirán su obra más divulgada. En 1752 apareció la obra Discursos políticos. Escribió también Four Dissertations (1757), de las cuales la más importante fue The natural history of religion. History of England (1754-61), recibida con ataques por todos los sectores, Dialogues concerning natural religion, aparecidos póstumamente (1779). Tras una penosa enfermedad llevada con entereza de ánimo, murió en Edimburgo, la misma ciudad donde había nacido.
Doctrina filosófica
El conocimiento
La primera preocupación de Hume, igual que la de Locke, es la investigación en torno a las ideas. Como un empirista más, llega a esta conclusión: todo lo que contiene nuestra mente son percepciones. El grado de intensidad con que éstas se manifiestan en nuestra mente establece una distinción: las percepciones podrán ser impresiones e ideas. Las impresiones, percepciones básicas, son captadas inmediatamente y a ellas pertenecen las sensaciones, las emociones y las pasiones. Las ideas, por su parte, son copias o representaciones desvaídas de las impresiones en la mente y guardan cierta semejanza con las impresiones, pues en realidad vienen a ser imágenes mentales generadas por las mismas.
Por otro lado, las impresiones también pueden ser simples (las que no admiten distinción ni separación) y complejas (aquellas que admiten divisiones). Consecuentemente también habrá ideas simples y complejas. Por ejemplo: la impresión que nos causa la percepción de un chasquido, es una impresión simple, y a ella se seguirá una idea simple. Sin embargo, al escuchar una sinfonía, tendremos una impresión compleja (la variedad de notas musicales), que a su vez, evocará una idea compleja. Es posible, además, distinguir impresiones que son sensación, las que provienen de los sentidos externos, e impresiones que son reflexión, las producidas por el ejercicio interno de la mente.
Con el cúmulo de ideas que es capaz de "crear", asimilar y archivar la mente, elaboramos el conjunto de pensamientos y razonamientos humanos. El sinfín de ideas que la mente humana puede elaborar, cabe agruparlo en tres modalidades: relaciones, modos y sustancias. Por relaciones Hume entiende todas aquellas asociaciones susceptibles de comparación, y que son: la semejanza, la identidad, la relación de lugar y tiempo, la cantidad, los grados de cualidad en común para dos objetos, la oposición y la relación causa-efecto. Sólo cuatro de esas relaciones son capaces de proporcionarnos conocimientos ciertos: las de semejanza, oposición, grados en la cualidad y cantidad o número. Esto supone que solamente la matemática será capaz de proporcionarnos conocimientos ciertos. Los modos y las sustancias son agrupaciones de ideas simples que la imaginación une y a las cuales se les puede asignar un nombre diferenciador.
La relación causa-efecto
Lo que habitualmente se entiende como relación de causa y efecto, Hume lo explica como la constatación de que un determinado fenómeno sigue a otro. Pero nunca experimentamos ese acontecer en su realidad, simplemente lo vemos. Pretende mostrar así que la causalidad es una "relación de ideas" que nos hace notar la contigüidad en los fenómenos. Esto equivale a decir, en otro sentido, que la ciencia sobre los fenómenos naturales está basada en "creencias" -idea que tendrá gran repercusión- afirmadas en nosotros por la costumbre de observar repetidamente un fenómeno concreto como posterior a otro fenómeno causal. Vienen a ser las verdades de hecho, según la clasificación de Leibniz. Fácil es concluir de aquí que la ciencia experimental tiene que basarse en la observación. De esta manera queda formulado el principio del empirismo: cualquier pensamiento que elabora nuestra mente procede de la experiencia, dado que toda idea verdadera procede de la impresión.
La idea de sustancia y del yo
Puesto que la idea de sustancia no proviene de una impresión concreta, tampoco podemos poseer la idea de la misma. La idea tradicional de sustancia queda reducida en Hume a "una colección de ideas simples unidas por la imaginación". Sólo hay cualidades e ideas de esas cualidades, como ya había dicho Berkeley; no se da ese algo más, la sustancia, que las soporte. Pero Hume va más lejos que Berkeley al negar la validez objetiva al yo, al espíritu, el cual no pasa de ser un manojo de percepciones varias. Por eso afirmará -y en esto recogerá la idea de Locke- que se ve obligado a creer en el yo, pero sin saber en realidad qué es.
Ética y religión
Hume niega la existencia de una "razón práctica" y la posibilidad de una fundamentación racional de la ética. El objeto de la moral (pasiones, voliciones y acciones) no es susceptible de ese acuerdo o desacuerdo entre las ideas sobre las que se basan lo verdadero y lo falso. Si la razón no puede ser la fuente del juicio de valor, habrá que buscarlo en el sentimiento, que surge espontáneo en nosotros ante acciones susceptibles de lo que consideramos valoración moral. El análisis de este sentimiento revela que es una forma de placer o de "gusto". Ello le lleva a excluir de la moral todo rastro de austero moralismo o de mortificación del alma o del cuerpo, porque el fin de la moral es la felicidad y el gozo de vivir del mayor número de hombres posible.
Igualmente duro se muestra Hume ante el problema religioso. Menoscaba la pretensión de las pruebas de la existencia de Dios, y niega su existencia apelando al problema del mal en el mundo. La religión tiene su origen en el sentimiento de miedo de la gente y en la ignorancia de las causas de los eventos terribles de la naturaleza. En su libro Historia natural de la religión, defiende una evolución a partir del politeísmo, hasta llegar a la idea abstracta de la divinidad propia de las religiones monoteístas.
Proyección histórica de Hume
Hume ejerció gran influencia en los iluministas franceses y alemanes. Basta recordar la deuda que Kant dice haber contraído con el escepticismo de Hume, en el que identificó el famoso "despertar del sueño dogmático". Su influencia, sin embargo, decayó, al menos en el continente europeo, a causa de las críticas de superficialidad que la filosofía romántica hacía contra el empirismo. Pero siguió muy viva en Inglaterra, y ejerció bastante influjo en Estados Unidos. La verdadera aceptación histórica de Hume, sin embargo, comenzó a finales del siglo XIX, con la revalorización del Tratado, cuyas tesis han influido directamente en el neopositivismo.
Bibliografía
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LEROY, A.: David Hume, París, 1953;
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RABADE, S.: Hume y el fenomenismo moderno, Madrid, 1975.
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ARDAL, P.: Passion and Value in Hume's Treatise, Edimburgo, 1966.