Horst, Horst P. (1906-VVVV).
Fotógrafo alemán nacido en Weibenfels del Saale en 1906. Su nombre verdadero es Paul Bohrmann.
Llegó a la fotografía de la mano de su amigo, el prestigioso fotógrafo de moda George Hoyningen-Huene, después de realizar estudios de arquitectura con Le Corbusier. Pero el paso empresarial lo dio gracias a Janet Flaner, editora del New Yorker que, habiéndole descubierto en una pequeña exposición organizada en la galería de Passy, le ofreció un primer contrato para la revista Vogue, publicación a la que Horst permaneció fiel durante toda su vida.
Amante de la fotografía y amante de la moda, encontró en su trabajo la mejor manera de expresar esta pasión. Si bien es cierto que no revolucionó el mundo de la fotografía de moda, bien puede afirmarse que contribuyó a su perfeccionamiento en un momento en que dicho género estaba redefiniéndose, superada ya la etapa en la que la prenda tenía que ser la protagonista; tanto el modelo como el fotógrafo dejaron, a partir de ese momento, la huella de su presencia creativa en la imagen.
Si algo caracteriza la fotografía de Horst es su concepción de la belleza en la línea del gusto clásico; no en vano analizó exhaustivamente la pose clásica, la escultura griega y la pintura del clasicismo, interesándose especialmente por la posición de las manos. De este modo, la combinación de poses y actitudes, el uso parco de accesorios, la iluminación sencilla pero hábilmente dirigida y el espléndido dominio de las características del blanco y negro, confieren a las imágenes de Horst una elegancia comparable a las primeras fotografías de moda del maestro Beaton. Sabía transformar simples planchas de madera en mobiliarios exquisitos, cilindros de cartón en columnas antiguas, moldes de yeso en ricos mármoles de Carrara, todo al servicio de su ideal clásico.
En este contexto, sus fotografías muestran entornos de glamurosa ficción sin relación alguna con la realidad, como proyección de su ideal de belleza. Una belleza que se torna fría, distante e inaccesible, que juega con la seducción y el erotismo como conceptos de representación intelectualizada y no como instintos sensoriales. En este punto, resulta altamente difícil describir una imagen de Horst; hay que verlas para sentir todo lo que el autor transmite. La distancia que establece entre sus fotografías y la realidad lo convierten en un gran fotógrafo para su época, ya que, si bien, es consciente del pragmático valor de la publicidad como industria y de la moda y la belleza como mercancía, supo extraer de este mundo todo su refinamiento con un estilo que abandona el consumo en pro de la exaltación de la elegancia clásica.
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