Hobson, Valerie (1917-1998).
Actriz británica, nacida en Larne (Irlanda del Norte) el 14 de abril de 1917 y fallecida en Londres el 13 de noviembre de 1998. Nacida en el seno de una rica familia norirlandesa (su padre era militar en la Armada Real), comenzó muy joven a recibir clases de canto, danza e interpretación; su talento no pasó desapercibido para sus maestros, con lo que comenzó a figurar en diversas obras de teatro hasta el punto de que con 15 años ya era una consumada actriz. En 1934, después de llevar varias docenas de representaciones a sus espaldas, le llegó la oportunidad del cine: la Universal Pictures de Hollywood le hizo una oferta para protagonizar diversas películas del género de terror, tan en boga en aquella época. Naturalmente, Valerie Hobson cruzó el Atlántico con rumbo a la meca del cine, donde protagonizó filmes como La novia de Frankenstein (1935), del director James Whale. Su romance en la pantalla con Frankenstein, Boris Karloff, fue, a la postre, el mayor éxito de Hobson en todo el mundo, a pesar de que las tuercas y el maquillaje no dejasen apenas entrever la belleza de la actriz británica, por no hablar de las limitaciones interpretativas de tal papel.
En 1938, en el umbral de la Segunda Guerra Mundial, regresó a Inglaterra para protagonizar un exitoso film, Jump for joy, junto a Douglas Fairbanks Jr. A partir de ese momento, su imagen pasó a desempeñar el estereotipo de belleza británica: elegante, sólida, hermosa y con cierto aire provinciano, todas las niñas del país querían parecerse a ella. De esta forma, durante los duros años de la posguerra, sus películas y sus representaciones teatrales conformaron uno de los pocos bálsamos de la población inglesa, que la idolatraba. Por esta razón, la opinión pública se conmocionó hondamente en 1953, cuando Valerie Hobson, que por aquel entonces representaba con soberano éxito el papel de profesora de inglés en El rey y yo en los escenarios londinenses del West End, anunció a bombo y platillo su decisión de abandonar las bambalinas para contraer matrimonio con el político John Profumo.
Profumo y Hobson formaron, durante una década, la pareja más famosa de toda Gran Bretaña. Él, un brillante político del Partido Conservador, uno de los hombres de confianza del Primer Ministro Harold Macmillan desde su puesto de Secretario de Estado de Defensa; ella, la mujer más respetada y la actriz más brillante del mundo británico. No eran pocos los que auguraban que el número 10 de Downing Street, la residencia del primer ministro británico, sería muy pronto el domicilio de ambos. Todo ello se vino abajo en octubre de 1963, cuando estalló el llamado escándalo Profumo. John había mantenido relaciones sexuales con una prostituta londinense llamada Christine Keeler, que, a su vez, había sido contratada por el MI-5 británico (servicio de espionaje) para, merced a su oficio, atrapar a un espía del KGB soviético llamado Eugene Ivanov. El ministro y el espía habían ofrecido en la intimidad multitud de datos sobre sus respectivos gobiernos, por lo que de la estupefacción se pasó a la ira. John Profumo y Harold Macmillan fueron obligados a dimitir, a pesar de que Valerie Hobson defendió la inocencia de su marido en multitud de actos públicos. La popularidad de Profumo cayó todavía más en picado debido al prestigio de su esposa, pues más allá del problema estrictamente político (el peligro de que las confesiones de Profumo hubieran podido llegar a conocimiento soviético), más allá del problema ético planteado (Profumo militaba en el puritano Partido Conservador), prácticamente nadie en todas las islas podía comprender cómo el ministro había podido serle infiel a aquella mujer, Valerie Hobson, a la que todos admiraban.
Durante años se especuló con el divorcio de la pareja y, sobre todo, con el retorno de Hobson a los escenarios, aunque finalmente ninguna de ambas cuestiones se produjeron. Valerie trabajó junto a su esposo en las obras de caridad avaladas por éste en su puesto de presidente del Toynbee Hall, en el East End de Londres, y acabó por perdonar la infidelidad de su esposo. Durante los años 70 y 80 del siglo XX, la multitud de reposiciones de las películas y obras de teatro realizadas por Valerie Hobson contribuyeron a que las nuevas generaciones no olvidasen su calidad artística. El 13 de noviembre de 1998, Hobson falleció en su domicilio londinense, entre muestras de reconocimiento de toda la opinión pública inglesa.