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Hidacio de Mérida (s. IV).

Metropolitano y escritor hispanorromano del siglo IV. Nombrado probablemente poco antes del año 379, desempeñó el cargo de arzobispo de Mérida. Como obispo de la misma ciudad, Hidacio tuvo la responsabilidad pastoral no sólo de ella, sino también de las otras sedes dependientes. Hidacio se distinguió en el mundo romano de la época como uno de los máximos luchadores contra las enseñanzas heréticas de Prisciliano, hombre culto, piadoso y laico, procedente de la clase senatorial, que convulsionó con sus doctrinas a las comunidades cristianas, en especial a la de Mérida, donde contaba con un buen número de seguidores.

(Véase Priscilianismo)

Ante semejante problema surgido en su propia diócesis, Hidacio determinó convocar un concilio urgente en la ciudad de Zaragoza, en el año 380, en el que contó con la decidida colaboración de otros once prelados más. El priscilianismo consistía en un movimiento nacido entre los cristianos más radicales y exigentes que pedían una vuelta a la pureza evangélica primigenia, una mayor dosis de ascetismo, rehuir del fasto y las vanidades mundanas en que, según ellos, había caído la Iglesia tras el triunfo que le supuso el Edicto de Milán (313). Sus miembros, en su gran mayoría célibes, pobres y vegetarianos, amantes de la vida retirada y de la igualdad entre los sexos, muy pronto provocaron un serio recelo por parte de las autoridades religiosas y civiles. De hecho, Hidacio consiguió un rescripto imperial por el que mandó al exilio a todos los seguidores del heresiarca. En vista de que la medida no provocó el efecto deseado por Hidacio, éste llegó a desplazarse en persona a la sede imperial de Tréveris, donde reclamó la intervención directa del emperador Graciano en el asunto, y posteriormente de Teodosio I el Grande, que fue quien dictaminó finalmente la ejecución de Prisciliano, en el año 384.

Antes del sangriento desenlace, Hidacio compuso y leyó públicamente en Mérida un Commonitorium, donde lanzó graves acusaciones heréticas contra Prisciliano y su secta. La réplica de éste indujo al obispo a responderle en su famosa obra Liber Apologeticus, en la que Hidacio hizo un completo y erudito catálogo sobre todas las herejías surgidas hasta el momento y rechazadas por él, basándose para ello en un profundo conocimiento sobre las Sagradas Escrituras y sectas contemporáneas. Prisciliano, lejos de amilanarse, volvió a responder inmediatamente al obispo de Mérida, mandando a Roma su Liber ad Damasum. En Roma no faltaron duras acusaciones contra el metropolitano de Mérida, surgidas de los partidarios de Prisciliano, quien a la sazón era obispo de Ávila y que contaba con un numeroso grupo de seguidores, especialmente de presbíteros y bajo clero. Lo cierto es que la herejía priscilianista se extendió desde la sede abulense a la de Mérida, donde la comunidad cristiana llegó a estar hondamente dividida entre los partidarios de uno u otro bando. Prisciliano logró el apoyo de dos obispos dependientes del arzobispado de Mérida, los cuales se declararon en rebeldía de su superior eclesiástico.

Sin embargo, tras un intento de hacerse con la dirección de la Iglesia emeritense por parte de Prisciliano en el que un presbítero priscilianista llegó a hacer preso a Hidacio en su propia iglesia, los defensores de la ortodoxia lograron atajar a los seguidores heréticos y apresar a su líder, Prisciliano, el cual fue conducido a Tréveris, donde fue ejecutado por el nuevo emperador, Teodosio, en el año 384.

Tras la ejecución del heresiarca, se produjo una reacción en contra de Hidacio en un buen número de diócesis cristianas, encabezadas por la propia Roma, molesta por el hecho de que Hidacio entregase al brazo secular o laico a un miembro de la Iglesia, el cual debía ser juzgado dentro de las propias leyes eclesiásticas. Hidacio sufrió las consecuencias de tal reacción que se concretaron en una sentencia de excomunión contra su persona y el consiguiente exilio al año siguiente. A partir de ese momento, su rastro se perdió para siempre.

Bibliografía.

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Autor

  • Carlos Herraiz García.