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Ocio y entretenimientoBiografía

Herrera Rodríguez, Francisco, "Curro Guillén" (1783-1820).

Matador de toros español, nacido en Utrera (Sevilla) el 16 de noviembre de 1783 y muerto en la plaza de toros de Ronda (Málaga) el 20 de mayo de 1820. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de "Curro Guillén".

Nacido en el seno de una familia taurófila (su madre era prima del gran Joaquín Rodríguez, "Costillares", y su abuelo, Francisco Herrera, fue uno de los primeros matadores de toros de los que hay noticia), "Curro Guillén" jugaba desde muy niño a ser torero, "banderilleando" y "estoqueando" las sillas de su casa. A los quince años formó una cuadrilla de toreros infantiles, al frente de la cual mató dos reses bravas en una capea en Llerena (Badajoz), donde empezó a ganar fama de torero temerario. Se presentó en Madrid con tan sólo dieciséis años, y a los veinte ya era aclamado como figura del toreo por la afición madrileña, que desde siempre se ha distinguido por ser la más rigurosa y entendida del mundo.

Toreó en la Maestranza de Sevilla en 1804 y 1805, y el segundo tribunal taurino ratificó el veredicto de la afición capitalina. Conquistados, pues, los dos públicos que con mayor seriedad podían juzgar su labor en el ruedo, optó en un principio por lo más cómodo y se limitó a torear por tierras meridionales, rechazando el reto que desde la Corte le lanzaban para que midiera allí su arte con el de quien estaba llamado a ser su más enconado rival sobre la arena, el chiclanero Jerónimo José Cándido. Pero comoquiera que la afición madrileña ansiaba volver a verle torear, alternó con Cándido en Madrid en 1811, en corridas que, organizadas para el solaz de José Bonaparte, no eran del agrado de "Curro Guillén", cuyo señalado patriotismo había quedado patente en los primeros años de la invasión francesa.

En 1812 marchó a Lisboa, donde pasó dos años matando toros triunfalmente y admirando a la afición portuguesa. Dicen las crónicas que sus triunfos en el coso lisboeta eran parejos al éxito que obtuvo entre las damas lusitanas, con lo que parece que "Curro Guillén" fue uno de los pioneros en adornar la figura del matador de toros con ese marchamo de seductor que causa estragos entre las féminas. Vuelto a España, alternó con las principales figuras de aquellos años (Antonio Ruiz, "El Sombrerero"; Juan Núñez, "Sentimientos"; y el citado Jerónimo José Cándido), e hizo tales alardes de valor, coraje y temeridad, que pronto empezó a cobrar más que el mejor pagado de ellos. Durante el segundo decenio del siglo XIX fue considerado por muchos aficionados cabales como el número uno del momento, y hubo quien vio en él al sucesor del infortunado José Delgado, "Pepe-Hillo".

Pero, a juicio de otros muchos puristas, "Curro Guillén" tenía varios defectos. Uno de ellos era que tapaba con su arrojo y su temeridad un repertorio bastante corto y poco apoyado en buenos fundamentos técnicos; y otro, tal vez el que menos le perdonaban sus detractores, radicaba en que prefería matar al volapié, a pesar de que también sabía hacerlo recibiendo. En la fatídica tarde del 21 de mayo de 1820, los aficionados rondeños le "saludaron" con la hostilidad que solían exhibir contra los espadas que no seguían las directrices marcadas por su ilustre paisano, el simpar Pedro Romero. Romero alardeaba de matar siempre recibiendo, y tenía por desdoro el verse obligado a utilizar el volapié que inventara "Costillares" para aliviar la suerte suprema cuando los toros se quedaban parados. Cuando "Curro Guillén" se disponía a ejecutar un volapié para despenar al primero de la tarde, un tal Manfredi, cabecilla entre quienes increpaban al de Utrera, le exigió desde el tendido que citara a recibir. Al escuchar que este Manfredi reiteraba con sorna su petición, como si estuviera poniendo en duda el valor y la capacidad de quien tantos méritos había ganado a fuerza de mostrarse audaz y temerario, "Curro Guillén" citó a recibir y salió de la suerte empitonado y despedido contra las tablas. Juan León, su peón de confianza (que después se convertiría en el torero insignia del bando liberal), fue con presteza al quite y se arrojó valientemente encima del astado; pero el burel lo prendió por un hombro con el cuerno derecho, al tiempo que con el izquierdo hacía presa en el cuerpo de "Curro Guillén". Tanta era la fortaleza que había sacado de repente un toro tenido por blando durante toda su lidia, que se llevó hasta el centro de la plaza a ambos toreros, enganchado cada uno de ellos en uno de sus pitones. Juan León salvó la vida, pero "Curro Guillén", que aún tuvo fuerzas para ponerse en pie y correr hacia la barrera, cayó muerto en brazos de su amigo Francisco Caamaño, contratista de caballos.

Autor

  • JR.