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LiteraturaReligiónBiografía

Heliodoro de Emesa (s. IV).

Obispo y escritor griego, natural de Emesa en Siria, vivió a fines del siglo IV de la era cristiana, en el reinado de Teodosio y sus hijos. Fue obispo de Trica, en Tesalia, y se hizo célebre por una novela que escribió titulada Las Etiópicas o amores de Teagenes y Cariclea, cronológicamente la última de las novelas griegas que se conservan y la que más éxito tuvo tanto en Bizancio como en la Europa renacentista y barroca y cuyo manuscrito fue hallado por casualidad en Buda en la Biblioteca del rey de Hungría; se han hecho de ella muchas traducciones y ediciones, y da pormenores curiosos sobre Egipto.

Al final de la novela el autor dice ser oriundo de la fenicia Émesa, donde a partir de la época de Heliogábalo cobró gran importancia el monoteísmo solar que su propio nombre (Heliodoro="regalo del Sol") sugiere. Una fuente antigua nos habla de su posterior conversión al cristianismo, llegando a ser obispo, pero no es seguro que haya que dar crédito a tales noticias, que también circularon respecto a Aquiles Tacio. La propia fecha de la novela es discutida, y los estudiosos han propuesto dataciones que oscilan entre el segundo cuarto del siglo III y la segunda mitad del IV d.C., aunque quizá sea esta última la más verosímil.

La trama

Libro I

Egipto, delta del Nilo. Una muchacha se lamenta junto a un joven herido, en medio de cadáveres y restos de un banquete. Unos bandidos se acercan a ellos pero son puestos en fuga por otra banda más numerosa, que se lleva a los jóvenes a su refugio en una isla; allí quedan al cuidado del griego Cnemón, que les cuenta su historia: cómo su madrastra, enamorada de él, le acusó ante su padre, cómo con la ayuda de la esclava Tisbe se descubrió la verdad y la madrastra se suicidó. El jefe de los bandidos, Tíamis -metido a delincuente tras haber sido despojado por su hermano de la dignidad sacerdotal- se enamora de Cariclea y se concierta la boda, que habrá de celebrarse en Menfis. Ella y Teágenes se hacen pasar por hermanos pero en realidad están prometidos. Se produce un ataque enemigo y Tíamis acuchilla en la oscuridad a Cariclea, tras lo cual es hecho prisionero. Teágenes huye con Cnemón.

Libro II

Ambos vuelven a la cueva donde estaba encerrada Cariclea, que sigue viva (la muerta por equivocación era Tisbe). Teágenes parte con su amada; Cnemón sale en otra dirección y se encuentra con Calasiris, que le cuenta una larga historia. En su juventud visitó Delfos y allí conoció al sacerdote Caricles, quien a su vez, en un viaje por Egipto, había adoptado a una preciosa niña de siete años de manos de un etíope (con ella había recibido unas piedras preciosas y un paño con misteriosas letras). Convertida ya en una muchacha, Caricles quiere desposarla con un pariente, pero la joven quiere conservarse virgen al servicio de Artemis. Llegan a Delfos para los juegos Píticos unos jóvenes tesalios, cuyo jefe recibe un enigmático oráculo.

Libro III

Este joven es Teágenes, que conoce a Cariclea en una ceremonia religiosa; ambos se enamoran perdidamente. Calasiris tiene un sueño en el que Apolo y Artemis le encomiendan el cuidado de los dos jóvenes. Teágenes declara su amor a Cariclea en el templo de Apolo.

Libro IV

Teágenes compite en los Juegos y Cariclea cae enferma de amor. Se recurre a la ayuda de Calasiris, que hace traer la tela recibida en tiempos por Caricles de manos del etíope. En la inscripción que allí se lee se declara que Cariclea es hija de Persina, reina de Etiopía, que milagrosamente tuvo una niña blanca, y por miedo a las sospechas de su marido la hizo entregar a un extranjero; se menciona también una piedra llamada Pentarbe, capaz de obrar milagros. En vista de que Caricles quiere casar a Cariclea con su sobrino, Teágenes rapta a la muchacha por consejo de Calasiris y parten hacia Fenicia; Caricles y los suyos salen en su persecución.

Libro V

Entonces alguien interrumpe la narración de Calasiris para decir que ha encontrado a Tisbe, raptada anteriormente por los piratas; en realidad se trata de Cariclea. Vuelve entonces el narrador al momento en que Teágenes y su amada partieron de la isla de Tíamis: caen en manos de las tropas egipcias, Teágenes queda a disposición del sátrapa de Egipto, Oroóndates, mientras que Cariclea queda en libertad y se reencuentra con Calasiris. Continua entonces la narración de éste, que cuenta cómo cayeron en manos de unos piratas egipcios, que ya en la playa se disputaron la posesión de la bella joven, muriendo todos. En este punto había comenzado el libro I.

Libro VI

Teágenes ya no está en poder del ejército, sino que ha sido otra vez capturado por Tíamis y los suyos, para consternación de Cariclea. Cnemón vuelve a Grecia, ya casado. Calasiris y Cariclea, disfrazados de mendigos, salen en busca de Teágenes; mientras tanto Tíamis y los suyos se dirigen a Menfis para reponerle en el cargo sacerdotal que le fue arrebatado. Calasiris y Cariclea se alojan en casa de una mujer; el fantasma de su hijo muerto vaticina a Cariclea un destino regio.

Libro VII

Tíamis llega a Menfis, donde, en ausencia de Oroóndates, gobierna su mujer, Arsace, enamorada de antiguo de Tíamis y ahora también de Teágenes al conocerlo. Arsace decide que el pleito entre Tíamis y su hermano Petosiris por el sacerdocio se resuelva en duelo, y cuando el primero va a dar muerte al segundo aparece Calasiris, que es el padre de ambos, detiene la lucha y al poco tiempo muere. Reencuentro feliz de Teágenes y Cariclea. Pero Arsace, prendada del joven, intenta conseguir sus favores por medio de la celestina Cíbele, cuyo hijo Aquémenes deberá casarse con Cariclea; pero Teágenes revela que Cariclea no es su hermana sino su prometida. Aquémenes sale hacia Tebas, donde el sátrapa Oroóndates prepara un ejército contra los etíopes.

Libro VIII

Oroóndates manda traer a su presencia a los dos enamorados, pero entretanto Arsace ha encarcelado a Teágenes como venganza por su desdén y manda envenenar a Cariclea. Por un error es Cíbele la que muere envenenada, se acusa de su muerte a Cariclea y es condenada a morir en la hoguera, pero el dios Helios intercede por ella y obra el milagro de que el fuego no la dañe. Va a dar al calabozo junto con su amado, pero en seguida aparece el enviado de Oroóndates y se lleva a los prisioneros; Arsace se suicida. Por el camino los dos jóvenes y quien les conduce son hechos prisioneros y llevados ante el rey etíope.

Libro IX

Éste se encuentra sitiando la ciudad de Siena, en la que se ha refugiado Oroóndates. Se decide sacrificar a los prisioneros. Los etíopes toman la ciudad pero Teágenes y Cariclea consiguen evadirse. A continuación tiene lugar una espectacular batalla entre los etíopes y las tropas persas del sátrapa, saliendo vencedores los primeros. El rey etíope, Hidaspes, tiene un sueño en el que se le anuncia el hallazgo de una hija suya. Teágenes y Cariclea son de nuevo apresados y conducidos ante Hidaspes, que está dispuesto a sacrificarlos (la reina Persina está ausente). Se fiema la paz entre etíopes y persas-egipcios.

Libro X

Hidaspes regresa con los suyos a Méroe, capital del reino etíope, y hace llamar a Persina. Las víctimas para el sacrificio deben pasar por una prueba para comprobar su virginidad (de lo contrario no pueden ser sacrificados a la Luna y el Sol): se trata de pasar sobre una parrilla ardiente, y Teágenes y Cariclea salen indemnes de la prueba. Pero Sisimitres, decano de los sabios gimnosofistas -especie de colegio sacerdotal de tipo brahmánico- se pronuncia en contra de los sacrificios humanos. Cariclea muestra entonces la tela y la piedra Pentarbe, así como una marca de nacimiento en su brazo, lo que provoca el reconocimiento por parte de Persina y también, con reticencias, de Hidaspes.
Pero el rey sigue decidido a sacrificar a Teágenes y pretende casar a Cariclea con un sobrino. Teágenes tiene una valerosa intervención con un toro que se había escapado y sembrado el pánico entre los asistentes, y a continuación se le invita a luchar con un descomunal soldado etíope, al que consigue derrotar con su habilidad. Llega entonces Caricles, que va en busca de Cariclea, raptada por Teágenes en el libro IV; finalmente todo se aclara, quedan abolidos los sacrificios humanos y se anuncia la boda de los dos enamorados. Se ha cumplido la oscura profecía del oráculo de Delfos (en II, 35).

Sobre la obra

Las Etiópicas de Heliodoro es la novela griega más tardía de cuantas conservamos, así como la más extensa y la más elaborada en todos los sentidos. Aun manteniéndose fiel a las convenciones del género novelesco, son varias e importantes las novedades que presenta su obra. En primer lugar en lo que se refiere a la estructura narrativa: la obra comienza in medias res, con una escena que podríamos calificar de cinematográfica (unos bandidos que asoman por la cresta de un monte, al amanecer), y sólo poco a poco va el lector enterándose de la identidad de los personajes y las peripecias que les han llevado hasta donde están. Como ya sucedía en la Odisea (cuyo influjo en la novela se ha destacado repetidamente), el relato de un personaje sirve para que el lector conozca parte de lo ocurrido anteriormente, y a partir de ahí (libro VI) la acción transcurre de una forma lineal. Además hay que destacar la extrema concentración temporal de la acción: si en otras novelas ésta se medía en meses o años, en las Etiópicas sólo transcurre un mes desde la escena inicial hasta la final -el paralelo con la Iliada es en este aspecto evidente. A todo ello hay que añadir la habilidad de Heliodoro para anticipar o retardar episodios, creando suspense, así como la mayor imbricación de las historias secundarias (Calasiris y sus hijos, etc.) en la trama principal.

El marco histórico de la novela es el Egipto dominado por los persas ( en torno al siglo V a.C.), aunque con numerosos anacronismos y errores, y tanto en este prurito de verosimilitud histórica como en la presencia de reyes y sátrapas en la trama se revela Heliodoro como un autor arcaizante, cercano a Caritón, en contraste con el aburguesamiento de otras novelas posteriores. Entre sus influencias literarias destacan Homero, Eurípides, Platón, varios historiadores, la Vida de Apolonio de Tiana y el propio Aquiles Tacio, entre otras. Su estilo es retórico, rebuscado y solemne, aunque se procura que cada personaje tenga el suyo propio.

La religión juega un papel muy importante en la obra de Heliodoro. En consonancia con el sincretismo de su época el autor identifica a Apolo con Helios y a Artemis con Isis y la Luna, y se ha querido ver en el curso de la acción un descubrimiento paulatino de una realidad divina cada vez más pura; también hay que destacar la recalcitrante castidad de los protagonistas, que va más allá de la de cualquier otra novela. Por todo ello no es extraño que la obra haya sido con frecuencia interpretada en clave alegórica, tanto por neoplatónicos como por cristianos.

La novela de Heliodoro fue muy admirada e imitada en Bizancio, incluso por encima de la de Aquiles Tacio, considerada más inmoral. En la Europa de los siglos XVI y XVII (en menor medida el XVIII) su fama fue gigantesca. La primera edición del texto griego se publicó en Basilea en 1534, y pronto fue traducida a casi todas las lenguas europeas; destaca especialmente la versión francesa de J. Amyot, traductor también de Longo. El influjo de Heliodoro en la literatura de la época fue profundo, y hay testimonios de su popularidad en Rabelais, Montaigne, Racine (que decía que se sabía la novela de memoria), Shakespeare, Tasso, etc.

En España hubo, entre otras varias, una versión anónima en 1554, pero la versión clásica sería la de Fernando de Mena (Alcalá, 1587), que todavía se reedita. La nómina de novelistas o dramaturgos que imitaron a Heliodoro es muy extensa -entre ellos Lope de Vega, Gracián y Calderón-, pero el caso más conspicuo es sin duda Los trabajos de Persiles y Sigismunda de Cervantes, que López Estrada definió como "la versión española del ideario literario europeo que representa la Historia etiópica".

Bibliografia

  • Traducción: E. Crespo, en la "Biblioteca Clásica Gredos", nº 25, Madrid, 1979, con introducción y bibliografía. Reedición de la versión de Fernando de Mena por F. López Estrada, Madrid, 1954.

Autor

  • TOÑI