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QuímicaFísicaBiografía

Haber, Fritz (1868-1934).

Físico y químico alemán, nacido en Breslau (la actual ciudad polaca de Wroclaw) el 9 de diciembre de 1868, y fallecido en Basilea (Suiza) el 29 de enero de 1934. Fue galardonado con el Premio Nobel de Química en 1918, por haber conseguido realizar, en su laboratorio, la síntesis del amoníaco.

Hijo del comerciante judío Siegfried Haber, que regentaba en Breslau un negocio de productos químicos, vino al mundo en el seno de una de las familias de mayor arraigo en su ciudad natal, en una de cuyas escuelas más prestigiosas, la de St. Elizabeth, cursó sus primeros estudios. Ya a tan temprana edad dio muestras de poseer una innata vocación científica, que le empujó a hacer sus primeros experimentos químicos cuando era todavía un jovencísimo colegial.

Cada vez más interesado por las Ciencias, en 1886 ingresó en la Universidad de Heidelbeg para cursar estudios superiores de Química. Allí tuvo la fortuna de contar con un maestro de la talla de Robert W. Bunsen (1811-1899), que fue el primero de una larga y muy acreditada serie de profesores cuyas enseñanzas contribuyeron a completar la excelente formación que recibió el joven Haber.

Pasó luego a la Universidad de Berlín, donde quedó bajo la tutela de otro relevante científico, August Wilhelm von Hofmann (1818-1892), y completó finalmente su formación superior en la Escuela Técnica de Charlottenberg (la actual Universidad Técnica de Berlín), supervisado por otro brillantísimo profesor, Karl Liebermann.

Concluida su formación universitaria, el joven Fritz Haber se incorporó a la vida laboral, primero en calidad de químico dentro del comercio de su padre, y luego como ayudante del profesor Georg Lunge (1839-1923), en el laboratorio que éste ocupaba dentro del Instituto de Tecnología de Zurich (Suiza). A continuación, pasó a Jena para colaborar con otro destacado científico de su tiempo, Ludwig Knorr.

Por aquel tiempo, el joven Fritz Haber aún dudaba entre consagrarse de lleno a la Química u orientar su carrera hacia los estudios de Física. De esta encrucijada vino a sacarle, en 1894, una oferta laboral de la Universidad Karlsruhe, que ponía a su disposición un puesto de lector en el departamento de Tecnología Química, bajo las órdenes del profesor Hans Bunte. Influido por éste -que era especialista en la química de la combustión- y por otro colega de Karlsruhe, Carl Engler, Haber se introdujo en el estudio de los combustibles y, de forma muy especial, del petróleo, al que dedicó gran parte de sus investigaciones durante el largo período que pasó en dicha universidad (1894-1911).

A los dos años de llegar a Karlsruhe, Fritz Haber obtuvo el título de doctor con una tesis sobre la descomposición y la combustión de los hidrocarburos. Tras un breve paréntesis en su infatigable labor investigadora -que aprovecho para contraer matrimonio, en 1901, con Clara Immerwahr-, el científico de Breslau fue designado profesor de Química y Electroquímica Física de su centro de trabajo (1906), y, más tarde, Director del Instituto de Física y Química de la Universidad de Karlsruhe.

Durante aquel prolongado y fructífero período en dicho centro de estudios superiores, Fritz Haber desarrolló, en colaboración con Carl Bosch (1874-1940), el célebre proceso por el cual acabaría obteniendo amoníaco de forma sintética (trabajo que, al cabo de unos años, habría de reportarle el premio Nobel).

En 1911, el científico alemán abandonó la Universidad de Karlsruhe para incorporarse, en calidad de Director, al célebre Instituto de Física y Electroquímica de Berlín-Dahlem (también conocido como Instituto Kaiser Wilhelm), cargo en el que sustituyó a un antiguo colega, Carl Engler. Allí continuó desplegando una intensa labor científica que, entre otros señalados servicios a su nación, le puso al frente de Departamento de Guerra Química del Ministerio de la Guerra de Alemania durante la I Guerra Mundial (1914-1919). Los conocimiento de Haber fueron decisivos para proporcionar al ejército alemán ciertos gases utilizados como armamento.

Su prestigio nacional e internacional creció aún más en 1918, cuando sus méritos fueron subrayados por el Nobel. Sin embargo, a medida que fue incrementándose el poder de los nazis en Alemania, el científico fue pasando a un segundo plano en la vida intelectual de su país, dada su condición de judío. Finalmente, la política racista de Hitler (1889-1945), que obligó a las instituciones a despedir al personal de origen semita, aconsejó a Haber presentar su renuncia en 1933.

Acto seguido, Fritz Haber aceptó una invitación de sir William Pope y se afincó en Inglaterra, donde comenzó a impartir clases en la Universidad de Cambridge. Pero, a los pocos días, una grave dolencia cardíaca le forzó a abandonar todas sus actividades docentes e investigadoras, para buscar un lugar de residencia cuyo clima fuera más benigno que el terrible invierno inglés. Fue así como, en medio de la desolación que le causaba el repudio de esa Alemania a la que tanto había servido, buscó acomodo en Israel, donde le habían ofrecido una plaza de investigador acorde con su capacidad y sus méritos. Pero jamás llegó a ocuparla, porque, en el transcurso del viaje que le conducía hasta su nuevo destino israelí, sintió cómo se recrudecía su enfermedad y hubo de hacer un alto en la ciudad suiza de Basilea, donde la muerte le sorprendió allí a comienzos de 1934.

Galardonado con los principales honores y distinciones del ámbito científico internacional -como la medalla "Rumford" de la Royal Society de Londres, que le fue otorgada en 1932-, Haber dejó impresos varios tratados en los que recogió los resultados de sus experimentos e investigaciones. Entre ellos, cabe citar los titulados Grundiss der technischen Elektrochemie auf theoretischer Grundlage (Introducción a las bases teóricas de la Electoquímica técnica, 1898), y Thermodynamik technischer Gasreaktionen Vorlesungen (Lecciones sobre la Termondinámica de las reacciones técnicas de gases, 1908).

Aportaciones de Haber

Como ya se ha indicado más arriba, los primeros trabajos científicos de Haber estuvieron relacionados con la descomposición y combustión del petróleo y otros hidrocarburos. En 1898 publicó un libro en el que recogía gran parte de las lecciones que había impartido, hasta entonces, en la Universidad de Karlsruhe; allí expresaba su intención de relacionar la investigación química con los procesos industriales.

Luego acometió numerosos proyectos electroquímicos, entre los que cabe situar sus trabajos sobre la electrólisis de las sales, realizado durante los primeros años del siglo XX. Sus hallazgos sentaron las bases para determinar la acidez de un líquido; además, inventó, en colaboración con Cremer, el electrodo de vidrio, que ambos usaron ya con los mismos fines científicos con que se emplea en la actualidad; y llevó a cabo las primeras investigaciones experimentales acerca de las diferencias de potencial que tienen lugar entre los electrolitos sólidos y sus soluciones acuosas.

Trabajado infatigable, durante estos primeros años de su trayectoria como investigador Fritz Haber estudió también el problema de la pérdida de energía que se da en los motores de vapor y las turbinas, y puso a disposición de la industria algunas soluciones para reducir considerablemente estas pérdidas por medio de procedimientos electroquímicos. No logró, ciertamente, resolver de un modo satisfactorio este problema, pues sus propuestas no eran viables desde un punto de vista comercial; pero, en el transcurso de estas investigaciones, acumuló importantes hallazgos acerca de la combustión del hidrógeno y el monóxido de carbono.

En 1909 hizo público el denominado proceso de Haber (que más tarde habría de ser perfeccionado por Carl Bosch), con el que había obtenido la síntesis del amoníaco a partir de nitrógeno tomado del aire e hidrógeno conseguido por medio de la hidrólisis del agua. El método, tan sencillo y novedoso como aplicable a la gran producción industrial, consiste en calentar esa mezcla de nitrógeno e hidrógeno a una temperatura de quinientos grados centígrados, y someterla a una presión que oscila entre las doscientas y las mil atmósferas, en presencia de un catalizador conformado por limaduras de hierro, óxido de aluminio y óxido de potasio.

Gracias al proceso de Haber, la industria -y, en general, la economía- alemana experimentaron un notable auge a comienzos del siglo XX, ya que con su empleo se podían obtener potentes explosivos y, a muy bajo coste, fertilizantes agrarios que, hasta entonces, sólo se conseguían importándolos de Chile (los famosos nitratos). La Historia contemporánea reconoce que, merced al descubrimiento de Haber, Alemania pudo afrontar la I Guerra Mundial sin temor a verse desprovista, con el paso del tiempo, de alimentos para la población y municiones para las tropas.

Pero la colaboración de Haber con el ejército alemán no se redujo a su célebre proceso de síntesis del amoníaco. Ya en plena contienda internacional, fue el responsable de los trabajos que permitieron el uso con fines bélicos de algunos gases venenosos como el cloro, el fosgeno, la iperita o el gas mostaza. Estas investigaciones de Haber provocaron que otros científicos de su época le criticasen con duras palabras -entre ellos, el químico británico Ernest Rutherford (1871-1931), que se negó a recibir al alemán cuando éste se refugió en Cambridge-; pero el investigador de Breslau se disculpaba alegando que sus estudios estaban siempre encaminados a conseguir mejoras para la Humanidad, y que él no era responsable de los fines letales que otras personas daban a sus inventos y descubrimientos. De hecho, algunos de sus trabajos acerca de los gases tuvieron valiosas aplicaciones humanitarias, como el que le permitió construir la alarma que silba al detectar un escape de gas grisú en las minas, o el hilo de cuarzo que detecta gas a muy baja presión.

En cualquier caso, su implicación con el Departamento de Guerra durante la I Guerra Mundial le causó muchos disgustos y socavó peligrosamente su salud. Asimismo, fue víctima de una grave depresión cuando, entre 1920 y 1926, constató el fracaso de uno de sus proyectos más ambiciosos: la recuperación de oro a partir del agua del mar, con el que pretendía contribuir de forma decisiva a la recuperación económica de su patria tras a conflagración bélica internacional.

JRF

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.