A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
LiteraturaBiografía

Guillén Batista, Nicolás (1902-1989).

Poeta cubano, nacido en Camagüey el 10 de julio de 1902 y fallecido en La Habana en 1989. Considerado por muchos críticos y lectores como el mayor poeta cubano de todos los tiempos, desarrolló a lo largo de su longeva existencia una extensa y fecunda producción lírica que, dentro de su riquísima variedad temática y estilística, progresó sobre todo por los senderos de la poesía negra, la poesía social y la poesía neopopularista de raíz folclórica (abierta, ésta última, a cualquier diversidad racial). Su radical rebeldía contra toda manifestación de la injusticia, plasmada siempre en su preocupación por los problemas de los grupos sociales menos favorecidos, supo expresarse a través de una voz rotunda, personal, valiente y revolucionaria que, dotada de una extraordinaria capacidad para la reproducción de los ritmos musicales tradicionales y la oralidad popular, alcanzó asimismo un pleno dominio de las más complejas formas estróficas de la lírica culta hispana. En suma, Nicolás Guillén, desde su condición de mestizo antillano, encarnó con su obra y con su propia vida la mejor representación del sincretismo y la mutua asimilación de las culturas negra y española, y dejó un deslumbrante legado poético que, a través de un largo proceso de depuración tendente a transformar la palabra lírica en un mensaje de alcance universal, convierte a su autor en una de las voces más luminosas y fructíferas de las Letras hispanoamericanas del siglo XX.

Su temprana inclinación hacia el cultivo de la creación poética arrojó su primer balance impreso en 1920, cuando el joven poeta de Camagüey apenas contaba dieciocho años de edad. Previamente, Nicolás Guillén había atravesado por un desigual proceso de formación académica en el que supo compaginar los rendimientos de la enseñanza oficial con el enorme provecho que sacó de un entusiasta aprendizaje autodidáctico. Así, después de haber cursado los estudios de bachillerato en su ciudad natal, el joven Nicolás decidió aprender el ofico de tipógrafo en los talleres donde se imprimía el periódico dirigido por su padre, y, tras la muerte de éste -sobrevenida en el transcurso de la guerra civil de 1917-, pudo emplearse como tipógrafo en una imprenta de obra. Estos primeros contactos con el mundo de las editoriales periodísticas le abrirían algunos caminos profesionales durante la década de los años veinte.

Mientras se dedicaba a sus labores de tipógrafo, Nicolás Guillén comenzó a desplegar una inicial andadura poética que le llevó a publicar sus ya mencionadas primeras composiciones en 1920, entre las páginas de la revista Camagüey Gráfico. Por aquellos años, su despierta curiosidad intelectual le había conducido también hasta las aulas de la Universidad de La Habana, donde dio inició a unos estudios superiores de Derecho que abandonaría en 1922, para dedicarse ya en exclusiva a la creación literaria y periodística.

Así las cosas, en 1923 acometió la ilusionada fundación de la revista Lis, en la que, a pesar de su fugaz existencia, dejó impresos varios escritos relevantes que le permitieron colaborar también como redactor en diferentes medios de comunicación locales. Ya por aquel entonces gozaba de un cierto prestigio literario entre los jóvenes creadores de su isla natal, como quedó patente en la inclusión de algunos poemas suyos en la muestra antológica titulada Poetas jóvenes cubanos (Barcelona: Maucci, 1923). Este temprano reconocimiento le animó a recoger sus primeras composiciones en Cerebro y corazón, libro que, a la postre, el propio autor prefirió que quedara inédito, pues era fácil apreciar entre sus páginas una excesiva influencia de la estela modernista dejada por la obra del propio Rubén Darío y, desde luego, por su copiosa legión de imitadores y continuadores. Cierto era, en verdad, que Cerebro y corazón ofrecía una interesante muestra del profundo dominio versificador que el joven Guillén había prematuramente adquirido, plasmado en deslumbrantes recursos metafóricos y, cómo no, en una deliciosa musicalidad que preludiaba ya una de las principales señas de identidad de su personalísima voz poética; pero no lo era menos que esta obra delataba también lo que el propio Guillén y otros compañeros de generación consideraban como el principal defecto de la lírica cubana contemporánea: su evidente retraso en la asimilación y adaptación de las nuevas corrientes estéticas procedentes de la Vanguardia europea.

Siempre al tanto de los senderos por donde transitaba la creación y el pensamiento más avanzados, Nicolás Guillén desestimó, pues, dar a la imprenta esta abortada opera prima, para centrarse de lleno en el estudio y la práctica de las novedades propuestas por la Vanguardia. Movido por este loable afán de aggiornamento, hacia finales de 1926 el poeta de Camagüey abandonó su localidad natal para establecerse en La Habana, en cuyos foros artísticos e intelectuales tenían una mejor acogida las aportaciones de las nuevas estéticas procedentes de Europa. Allí, subsistiendo merced al trabajo que desempañaba en una triste oficina de la Administración pública, Guillén acometió un fructífero proceso de transición creativa que le alejó de los modelos caducos de Cerebro y corazón para llevarle a un vanguardismo sereno y moderado, caracterizado por el descuido formal, el desprecio de la tradición métrica, el abandono de la rima y, sobre todo, la persecución de la idea objetiva en menoscabo de la imagen metafórica, dentro de un tono poético que, como puede inferirse de todos estos rasgos, se acercaba mucho a la práctica de esa poesía pura que a la sazón triunfaba en Europa. Los poemas que Nicolás Guillén fue componiendo durante esta etapa de transición hacia la Vanguardia hallaron un excelente marco de difusión en el Suplemento Dominical del prestigioso rotativo habanero Diario de la Marina, en cuya sección "Ideales de una raza", destinada a la defensa y afirmación de los valores intelectuales y los derechos civiles del negro cubano, tuvieron cabida a partir de 1928 las colaboraciones semanales del joven escritor mulato (e hijo de mulatos).

Por aquellos años de furor vanguardista e inquietudes político-sociales, otras publicaciones de La Habana (como Social y Revista de Avance) propagaron ideas estéticas y sociales similares a las defendidas por Guillén en la sección "Ideales de una raza", algunas de ellas suscritas por el propio poeta de Camagüey; pero fue en esa página hebdomadaria del Diario de la Marina donde tuvo lugar el verdadero nacimiento de un acontecimiento literario que renovó radicalmente la poesía cubana que se venía haciendo hasta entonces, para ofrecer, de golpe, una brillante irrupción de la cultura de los negros en las Letras hispanoamericanas. El gran hallazgo poético -y, desde luego, político y social- de Nicolás Guillén fue el descubrimiento del son -un género musical popular que entonces estaba en boga entre la población cubana de color- como vehículo idóneo para una nueva poesía que, por vez primera en la historia de la literatura antillana, servía para encarnar la especificidad de la identidad nacional cubana. El asombro que produjo este hallazgo entre críticos y lectores no se circunscribió al colorido de los aspectos formales, marcados por el singularísimo ritmo del son y su ancestral simbiosis de los elementos españoles y africanos que conformaban el folclore de los negros caribeños; más allá de esta explosión de ritmo, chispa y dramatismo, la adaptación poética del son ensayada por Nicolás Guillén introducía una serie de aspectos temáticos y lingüísticos que, también por vez primera en las Letras hispanoamericanas, convertían al negro cubano (con sus problemas e inquietudes, sus hábitos y costumbres, su léxico y sus modismos) en el eje central de una corriente literaria tan alejada de la autocontemplación localista como cercana a la vocación universal de cualquier movimiento de Vanguardia.

Se abrió, así, la que luego fue denominada "etapa negrista" de la poesía de Guillén, inaugurada con la publicación de un poemario fundador de todo un subgénero poético: Motivos del son (La Habana: Rambla Bouza, 1930). En una de sus sorprendentes composiciones (bautizadas por Guillén como "motivos"), se repetía el estribillo "sóngoro cosongo", que en el plazo de un año sirvió de título a la segunda entrega poética del escritor de Camagüey: Sóngoro cosongo (La Habana: Ucar, García, 1931). Bajo el subtítulo de "Poemas mulatos", este nuevo volumen de poesía negrista venía no sólo a consolidar con poderosa eficacia una nueva corriente de creación literaria, sino también a lanzar, desde su mismo prólogo, una polémica llamada de atención sobre la verdadera identidad cultural cubana: "Por lo pronto -afirmaba allí Guillén-, el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo. Algún día se dirá 'color cubano'. Estos poemas quieren adelantarse a ese día". La forma de adelantarse se expresaba en versos tan bellos como estos: "Traemos el humo de la mañana / y el fuego sobre la noche, / y el cuchillo, como un duro pedazo de luna, / apto para las pieles bárbaras; / traemos los caimanes en el fango, / y el arco que dispara nuestras ansias, / y el cinturón del trópico, / y el espíritu limpio" (de "Llegada").

La aparición de Sóngoro cosongo, con su acertada depuración de los primeros ritmos del son presentes en el anterior poemario de Guillén, alumbró la consagración de un grandioso poeta que, con apenas dos títulos en los anaqueles de las librerías, no sólo había sido capaz de crear esa riquísima corriente de poesía negrista afroespañola, sino también de integrar en ella algunos de los más deslumbrantes logros de la Vanguardia, en un proceso de síntesis entre lo culto y lo popular que le acercaba notablemente a la labor realizada por sus "hermanos" de la otra orilla del Atlántico, los poetas españoles de la Generación del 27 (con uno de ellos, Rafael Alberti, mantuvo excelentes relaciones de amistad Nicolás Guillén a lo largo de toda su vida). Así, a la modulación definitiva del núcleo rítmico del son, el poeta mestizo añadió en este poemario algunos rasgos tan definidores de la práctica vanguardista hispana como el gusto por la metáfora audaz, la renovación de las formas métricas tradicionales, la introducción del verso libre, ciertos giros lingüísticos del nivel coloquial y, desde luego, la permanente búsqueda de la musicalidad en cada verso. (No cabe duda, claro, acerca de que algunos de estos rasgos procedían también de ese primigenio aprendizaje modernista que el propio Guillén quiso eliminar de su obra, bien patente, por lo demás, en el legado recibido por casi todos los vanguardistas españoles.)

La dificultad de superar las cotas de altura lírica alcanzadas en Sóngoro cosongo no fue óbice para que el poeta de Camagüey diera a la imprenta, a mediados de los años treinta, un nuevo poemario que volvió a causar una inusitada admiración entre los críticos y lectores de todo el ámbito literario hispanoamericano. Se trata de West Indies Ltd. (La Habana: Ucar, García, 1934), otro bellísimo volumen de versos que, al paso que consolidaba -en un plano meramente formal- la maestría de Guillén en el cultivo de sus queridos ritmos del son, abría -en lo atingente a su ambición temática- un nuevo cauce de expresión para sus constantes afanes de denuncia social. Y es que, a partir de ahora, las preocupaciones políticas y sociales del poeta mestizo no habrían de circunscribirse al espectro racial de los negros afrocubanos, sino que iban a ampliar sus miras para centrarse, en general, en todos los conflictos sociales de la isla antillana, con especial atención a la falta de independencia y al subdesarrollo en que vivían todos sus compatriotas por culpa de la ominosa injerencia norteamericana.

Subsiste, empero, en este tercer poemario de Guillén la preocupación por el problema racial, manifiesta, en general, en casi todas las composiciones de la primera parte del libro, y muy señaladamente en el emotivo poema titulado "Balada de los dos abuelos", donde la propuesta de integración racial postulada por Guillén se remonta hasta cimas de elevada intensidad poética: "Sombras que yo solo veo, / me escoltan mis dos abuelos. // Lanza con punta de hueso, / tambor de cuero y madera: / mi abuelo negro. / Gorguera en el cuello ancho, / gris armadura guerrera: / mi abuelo blanco. // [...] // ¡Qué de barcos, qué de barcos! / Qué de negros, qué de negros! / ¡Qué largo fulgor de cañas! / ¡Qué látigo el del negrero! // [...] // Sombras que yo solo veo, / me escoltan mis dos abuelos. // Don Federico me grita, / y Taita Facundo calla; / los dos en la noche sueñan, / y andan, andan. / Yo los junto. -¡Federico! / ¡Facundo! Los dos se abrazan. / Los dos suspiran. Los dos / las fuertes cabezas alzan; / los dos del mismo tamaño, / bajo las estrellas altas; / los dos del mismo tamaño, / ansia negra y ansia blanca; / los dos del mismo tamaño, / gritan, sueñan, lloran, cantan. / Sueñan, lloran cantan. / Lloran, lloran, cantan. / Lloran, cantan. / ¡Cantan!".

Pero es en la segunda parte de este poemario donde, al socaire del poema "West Indies Ltd." (que da título a todo el libro), nace el aliento revolucionario de la poesía de Nicolás Guillén, originado en la frustración de centenares de miles cubanos que, tras el fracaso de la Revolución del 30, vieron cómo los Estados Unidos de América se hacían más presentes que nunca en el panorama político de su pueblo, para perpetuar ese régimen dictatorial del general Machado que la revolución había pretendido abolir. De nuevo la amplitud de miras que gobernaba el pensamiento de Guillén impidió que su voz poética quedara anclada en la mera exposición de un conflicto local, puesto que, desde la amarga ironía del título de esta obra (con un "West Indies" que anglicaniza -como víctima de la influencia imperialista americana- todo el ámbito geo-político del Caribe, junto a la abreviatura "Ltd.", que denuncia la explotación comercial de dicho entorno por parte de la voracidad neocolonial norteamericana), el poeta de Camagüey supo extender el alcance de su denuncia a todo el archipiélago antillano, sometido a la constante injerencia de las potencias extranjeras. Los rítmicos sones de "la charanga de Juan el Barbero", que interrumpen las largas tiradas de versos libres que conforman el grueso del poema, introducen en medio de esta denuncia generalizada la especificidad combativa del pueblo cubano, al tiempo que recuperan los antiguos "motivos del son", siempre presentes en los poemarios de Guillén.

Idéntico interés por la situación político-social cubana proyectada hacia todo el ámbito hispanoamericano preside la cuarta entrega poética de Nicolás Guillén, publicada tres años después de la aparición de West Indies Ltd. bajo el significativo título de Cantos para soldados y sones para turistas (México: Ed. Masas, 1937). De nuevo el son se hacía presente en un volumen lírico de Guillén desde el privilegiado frontispicio de su epígrafe, cada vez más dotado de una acentuada carga revolucionaria que, al tiempo que ponía en solfa la dictadura militar en la isla y su patéticos esfuerzos propagandísticos para atraer el turismo extranjero, dejaba paso a la riqueza métrica y estrófica de la tradición clásica española (romances, sonetos, redondillas) y, desde luego, a la pirotecnia metafórica aprendida de las vanguardias.

Pero, por aquellos duros tiempos, los moldes formales de la poesía clásica española no eran el único aspecto de la realidad hispánica que interesaba a un poeta valiente y comprometido como Nicolás Guillén. Instalado durante algún tiempo en México (en donde, invitado a participar en el Congreso de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, había dado a la imprenta su anterior poemario), publicó allí una breve plaquette que, bajo el título de España: Poema en cuatro angustias y una esperanza (México: Ed. México Nuevo, 1937), trasladaba todo el esfuerzo combativo del pueblo cubano a la Península Ibérica, en apoyo de los defensores de la gravemente amenazada República. Pocos meses después, en plena Guerra Civil Española, Nicolás Guillén se desplazó al Nuevo Continente para tomar parte, en Valencia (donde tuvo ocasión de reeditar su plaquette mejicana: Valencia: Ediciones Españolas [Nueva Colección Héroe], 1937), en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura, al que también acudieron otras figuras tan precipuas de las Letras hispanoamericanas como los chilenos Pablo Neruday Vicente Huidobro, el peruano César Vallejo, el mejicano Octavio Paz y el cubano Alejo Carpentier. Los testimonios de la contienda fratricida que pudo recoger in situ Nicolás Guillén, así como las experiencias que vivió poco tiempo después en París, se pudieron leer en Cuba entre las páginas de la revista Mediodía, a la sazón dirigida por el propio vate de Camagüey.

A su regreso a Cuba en 1938, ya consagrado como una de las figuras más relevantes de la vida pública del país, Nicolás Guillén, en calidad de miembro activo del Comité Nacional del Partido Socialista Popular, intervino de forma decisiva en numerosos acontecimientos políticos y culturales del agitado presente de su pueblo, ora dictando conferencias, ora recitando poemas, ora lanzando soflamas revolucionarias, y siempre expresando sus ideas a través de frecuentes colaboraciones periodísticas publicadas en el rotativo Hoy. Simultáneamente, continuó inmerso en un intenso proceso creativo que, tras la refundición corregida y aumentada de su segundo poemario impreso -difundida, bajo el título de Sóngoro cosongo y otros poemas, en dos ediciones consecutivas: La Habana: Imprenta La Verónica, 1942; y La Habana: Ed. Páginas, 1943-, dio como fruto una nueva colección de poemas titulada El son entero (Buenos Aires: Ed. Pleamar, 1947), obra que, por contener toda la producción poética publicada por Guillén desde Motivos del son hasta la fecha, salió de la imprenta bonaerense con el subtítulo de "Suma poética (1929-1946)". En el momento de la aparición de El son entero, el poeta cubano llevaba más de dos años enrolado en una productiva gira por diferentes países de Sudamérica (Venezuela, Colombia, Perú, Chile y Argentina), que no daría por concluida hasta el año siguiente (1948), después de haber visitado también Uruguay y Brasil. Al término de este fructífero recorrido, Guillén se había consagrado ya como una de las voces poéticas más representativas de todos los países hispanoamericanos; era, por excelencia, el cantor de la identidad cultural de América Latina, y, por encima de todo, el intelectual revolucionario defensor de las respectivas independencias de cada territorio respecto a los afanes expansionistas del poderoso vecino del Norte.

De nuevo en Cuba, durante el decenio comprendido entre 1949 y 1958 el poeta de Camagüey extendió su influencia en Hispanoamérica a casi todos los pueblos del planeta. El reconocimiento universal que se rendía a su obra le llevó a viajar -en muchas ocasiones, en calidad de miembro del Consejo Mundial de la Paz- por diferentes países de Asia, América y Europa, donde tuvo ocasión de verificar el interés que despertaba su poesía, que por aquellos años ya podía leerse en traducciones inglesas, francesas, alemanas, rusas, húngaras, polacas, checas, búlgaras, suecas e, incluso, chinas. Sus poemas eran editados y reeditados en numerosas colecciones de bolsillo, leídos en escuelas y universidades, analizados y comentados en seminarios académicos, y reproducidos en revistas y periódicos de todo el mundo. Había alcanzado, sin lugar a dudas, la consagración internacional como escritor, aunque, paradójicamente, fueran las autoridades públicas de su país las que menos respeto le guardasen.

En efecto, en 1953, tras la vuelta al poder del dictador Fulgencio Batista, Nicolás Guillén se vio forzado a emprender el camino del exilio. Se afincó, primero, en París, en donde alternó su residencia hasta 1958 con constantes visitas a diferentes países de la Europa del Este; en el transcurso de uno de estos viajes, el gobierno soviético le hizo entrega, a finales de 1954, del Premio Lenin por la Paz Internacional. Posteriormente se instaló en la capital de Argentina, donde dio a la imprenta otro poemario excepcional, titulado La paloma de vuelo popular (Buenos Aires: Losada, 1958). En esta obra, Guillén recogió algunas de las bellísimas elegías que ya había publicado, en forma de plaquettes, durante su última estancia en Cuba (Elegía a Jacques Roumain en el cielo de Haití [La Habana: Ed. Ayón, 1948]; y Elegía a Jesús Menéndez [La Habana: Ed. Páginas, 1951]), así como otras composiciones similares que aún no habían sido impresas ("Elegía familiar", "Elegía camagüeyana", "Elegía cubana" y "Elegía a Emmet Till"); además, La paloma de vuelo popular llevaba prendidos entre sus alas/páginas algunos de los nuevos poemas escritos por Nicolás Guillén durante su largos y azarosos años de exilio, muchos de ellos llamados a convertirse en emblemas mundiales de la poesía sin fronteras y la paz internacional ("Para hacer esta muralla / tráiganme todas las manos: / los negros sus manos negras, / los blancos sus blancas manos. / Ay, / una muralla que vaya / desde la playa hasta el monte, / desde el monte hasta la playa, bien, / allá sobre el horizonte. // [...] // Al corazón del amigo, / abre la muralla; / al veneno y al puñal, / cierra la muralla; / al mirto y la yerbabuena, / abre la muralla; / al diente de la serpiente, / cierra la muralla; / al ruiseñor en la flor, / abre la muralla...").

Las esperanzas de un futuro mejor para su patria, albergadas por Nicolás Guillén en algunas composiciones de este último poemario, se vieron hechas realidad para el escritor de Camagüey el primer día de enero de 1959, con el rotundo triunfo de la Revolución Cubana comandada por Fidel Castro. Volvió a sumirse, entonces, en un frenético proceso de actividad creativa que, en defensa de esas grandes transformaciones revolucionarias que había invocado en sus versos desde hacía casi treinta años, le llevó a asumir gran parte de la propaganda ideológica del nuevo régimen, siempre desde una honda posición intelectual (manifiesta en los artículos periodísticos que, por aquel entonces, publicaba casi a diario) y desde un no menos profundo sentimiento poético (plasmado en la acentuación del tono beligerante que dominaba los versos que compuso durante los primeros años de la Revolución). Además, recobró su antigua posición preeminente en la vida pública cubana, ahora ostentada desde su cargo de Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Apareció, entonces, en los anaqueles de las librerías cubanas el poemario Tengo (La Habana: Ed. del Consejo Nacional de Universidades, Universidad Central de Las Villas, 1964), obra que, en medio de una exuberante riqueza de moldes formales e ingredientes temáticos, recopilaba las últimas composiciones de Nicolás Guillén, casi todas marcadas por el tono exultante de quien festejaba el verdadero triunfo del pueblo y la auténtica conquista de la independencia nacional.

Tres años después, cuando la consolidación del gobierno revolucionario de Castro parecía haber agotado los motivos para que Nicolás Guillén siguiera clamando por la igualdad y la justicia en Cuba, el estro lírico del escritor de Camagüey volvió a sorprender gratamente a su legión de lectores con la publicación de El Gran Zoo (La Habana: Ediciones Unión, 1967), un deslumbrante ejercicio de imaginación poética en el que el viejo maestro venía a demostrar que la palabra poética nunca queda privada de razones para el canto. En un inesperado cambio de registros temáticos, formales e, incluso, expresivos (como los que afectaban al nuevo lenguaje empleado por Guillén, mucho más sobrio, directo y depurado que el exhibido en sus obras anteriores; o al celebrado ritmo de sus poemas, ahora más vivo y juvenil que nunca), El Gran Zoo del poeta cubano desplegaba un rutilante muestrario de hallazgos líricos que, referidos a cosas, animales, personas, sucesos y fenómenos naturales, constituían el peculiar y personalísimo "bestiario" o "parque zoológico" poético de Nicolás Guillén. Uno de los principales atributos del quehacer artístico del poeta de Camagüey, el sentido del humor, mostraba en esta obra que la dulce ironía y la frescura de ingenio del autor, ya casi septuagenario, continuaban tan lozanas como se habían mostrado en los comienzos de su ya dilatada trayectoria literaria.

Y aún más vigor humorístico, si cabe, pudieron paladear sus lectores en 1972, cuando Nicolás Guillén, para festejar la plenitud creativa conservada a sus setenta años de vida, dio a la imprenta no uno, sino dos nuevos volúmenes de versos. En el primero de ellos, titulado La rueda dentada (La Habana: Ediciones Unión, 1972), podían leerse numerosos ejercicios de irónica censura y lúdico desparpajo intelectual tan brillantes como el que a continuación se copia: "Monsieur Dupont te llama inculto, / porque ignoras cuál era el nieto / preferido de Víctor Hugo. // Herr Müller se ha puesto a gritar, / porque no sabes el día / (exacto) en que murió Bismarck. // Tu amigo Mr. Smith, / inglés o yanqui, yo no lo sé, / se subleva cuando escribes shell. / (Parece que ahorras una ele, / y que además pronuncias chel). // Bueno, ¿y qué? / Cuando te toque a ti, / mándales decir cacarajícara, / y que dónde está el Aconcagua, / y que quién era Sucre, / y que en qué lugar de este planeta / murió Martí. // Un favor: / que te hablen siempre en español" ("Problemas del subdesarrollo"). Por lo demás, esa rueda dentada que sirve de título al poemario se presenta, a través de sus versos, como el símbolo universal del trabajo: la fuerza motriz que, liberada por la revolución, impulsa el desarrollo del socialismo.

El segundo poemario que Nicolás Guillén dio a los tórculos a sus setenta años de edad, titulado con la fragmentaria frase humorística El diario que a diario (La Habana: Ediciones Unión, 1972), mostraba bien a las claras un nuevo ejercicio de ironía en la andadura poética del vate cubano, pero ahora centrado en el empeño de relatar (desde los aspectos más serios que pueden desprenderse del humor) el largo proceso histórico que había experimentado su pueblo desde el momento de la Independencia hasta aquellos años de plenitud de la Revolución Cubana. Cuando parecía que esta espléndida colección de poemas (cuya impecable factura rayaba al nivel de los mejores títulos de Guillén) estaba llamada a convertirse en el broche de oro de su producción impresa, el inagotable venero lírico del poeta de Camagüey quiso celebrar sus tres cuartos de siglo de existencia con la publicación de Por el mar de las Antillas anda un barco de papel (La Habana: Ediciones Unión, 1977), una nueva colección de composiciones que, adornadas por un toque de gracia y simpleza que en nada desdecía la sostenida calidad de su voz poética, se anunciaban desde su subtítulo como "poemas para niños mayores de edad".

Al alcanzar la condición de octogenario, Nicolás Guillén -que fue objeto de un clamoroso homenaje por parte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en el que se subrayó el "vigoroso genio artístico, la sensibilidad [y] el carácter" con que supo reflejar "el proceso histórico y el espíritu combativo de un pueblo, de un ámbito geográfico y de una época"- vio cómo salían de la imprenta los recuerdos más significativos de su vida, bajo el título de Páginas vueltas. Memorias (La Habana: Ediciones Unión, 1982). Y al año siguiente apareció el último título poético de su producción original, titulado Sol de domingo (La Habana: Ediciones Unión, 1983), en el que reunió algunas de sus composiciones más célebres con otras inéditas, de reciente creación.

A mediados de los años setenta, compilados por Ángel Augier, habían visto la luz algunos de sus más representativos textos en prosa (ensayos, conferencias, crónicas y artículos periodísticos), publicados en tres volúmenes bajo el título de Prosas de prisa (La Habana: Ed. Arte y Literatura; t. I [1929-1949], 1975; t. 2 [1949-1961], 1975; t. 3 [1962-1972], 1976). Previamente, el propio antólogo había realizado una espléndida selección, comentada y anotada, de la poesía de Nicolás Guillén: Obra poética (La Habana: Instituto Cubano del Libro; t. I [1920-1958], 1972; t. 2 [1959-1972], 1973). Entre las numerosas muestras antológicas de la obra del poeta de Camagüey publicadas antes de su desaparición, conviene recordar también los títulos siguientes: Antología mayor (La Habana: Ediciones Unión, 1964); Summa poética [ed. de Luis Íñigo Madrigal] (Madrid: Ed. Cátedra, 1976); y Las grandes elegías y otros poemas [sel., pról. y notas de Ángel Augier] (Caracas: BA, 1984).

Nicolás Guillén, "La Muralla" (La paloma de vuelo popular. Elegías).

Bibliografía

  • AGUIRRE, Mirta. Un poeta y un continente (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1982).

  • AUGIER, Ángel. Nicolás Guillén. Estudio biográfico-crítico (La Habana: Ediciones Unión, 1984).

  • CARTEY, Wilfred George. Nicolás Guillén: His Themes in Antillan Poetry (New York: Columbia University, 1955-1956).

  • ELLIS, Keith. Cuba's Nicolás Guillén. Poetry and Ideology (Toronto/Buffalo/London: University of Toronto Press, 1983).

  • FERNÁNDEZ RETAMAR, Roberto. El son de vuelo popular (La Habana: Ediciones Unión, 1971).

  • GASTANI, Francis Marion. Nicolás Guillén: A Study on the Fonology and Metrics in his Poetry (New York: Columbia University, 1940).

  • MANSOUR, Mónica. Análisis textual e intertextual de la "Elegía a Jesús Menéndez" (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1980).

  • MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. La poesía afrocubana de Nicolás Guillén (Montevideo: Arca, 1966).

  • MELON, Alfred. Realidad, poesía e ideología (La Habana: Ediciones Unión, 1977).

  • MOREJÓN, Nancy (ed.). Recopilación de textos sobre Nicolás Guillén (La Habana: Casa de las Américas, 1974).

  • -----------------. Nación y mestizaje en Nicolás Guillén (La Habana: Ediciones Unión, 1982).

  • RUFFINELLI, Jorge. Poesía y descolonización. Viaje por la poesía de Nicolás Guillén (México: Ed. Oasis, 1985).

  • RUSCADELLA BARCEDONIZ, Jorge María. Cuatro elementos sustanciales en la poesía de Nicolás Guillén (Río Piedras [Puerto Rico]: Universidad, 1972).

  • SARDINHA, Dennis. The Poetry of Nicolás Guillén. An Introduction (London: New Beacon Books, 1978).

  • WILLIAMS, Lorna V. Self and Society in the Poetry of Nicolás Guillén (Baltimore & London: John Hopkins University, 1982).

  • VV AA. "Actas del Coloquio Internacional sobre la obra de Nicolás Guillén" [Burdeos (Francia), septiembre de 1987. Institut d'Etudes Ibériques et Ibero-Américaines, Université de Bordeaux III, con la colaboración de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)], en Revista de Literatura Cubana (La Habana), VI, 11 (1988).

Autor

  • JR