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HistoriaBiografía

Grau Seminario, Miguel (1834-1879).

Héroe máximo de la marina peruana y diputado civilista. Comandante del monitor Huáscar y jefe de la escuadra naval, murió en el combate de Angamos de octubre de 1879 en el marco de la guerra con Chile.

Miguel Grau vino al mundo en Piura, en la casa de la familia formada por Juan Manuel Grau Berrío, criollo de Cartagena de Indias que llegó al Perú con las campañas de la independencia, y Luisa Seminario del Castillo, de profunda estirpe piurana. La casa estaba en la calle Mercaderes, después llamada Tacna; nació el 27 de julio de 1834. El padre de Miguel se nacionalizó peruano y se estableció en Piura, donde obtuvo el cargo de "Vista" de la aduana de Paita, aceptablemente remunerado. Murió en 1865, cuando el futuro héroe de Angamos contaba 31 años.

La infancia de Grau pasó entre el oasis del desierto de Sechura, que era la pequeña ciudad de Piura, y el malecón del puerto de Paita, principal de la costa norte del país, donde nació su vocación por la vida marina. Antes de cumplir los diez años se embarcó en una goleta a Panamá de propiedad de un amigo de la familia. El barco tuvo problemas, estuvo a punto de zozobrar y regresó al puerto. Este inicio no lo desanimó.

Pocos años después consiguió llegar a Panamá, la puerta hacia el Atlántico, cuando no existía aún el ferrocarril que cruzaba el istmo y había que hacer la travesía a lomo de mula. Viajó a puertos tan distantes como San Francisco, Nueva York, Río de Janeiro, Hong Kong, Macao, Burdeos, entre otros. Cuando llegó a Lima en 1853 (o quizás poco antes) ya era todo un hombre de mar.

Su educación había sido irregular a causa de tantos viajes, pero al año siguiente ingresó a la Armada, donde la completa y perfecciona asuntos de navegación y de guerra. Fue guardiamarina del vapor Rímac, del paquebote (barco tanto de velas como de vapor) Vigilante, del vapor fluvial Ucayali, con el que exploró la amazonía. En 1856 obtuvo el grado de Alférez de Fragata.

Al año siguiente, Grau se involucró en la política al unirse a la revolución de Vivanco contra la Constitución liberal de 1856 jurada por Castilla. Mala apuesta fue esta primera incursión para el marino piurano. La derrota de Vivanco ocasionó su separación de la armada. Por varios años Grau hubo de trabajar en la marina mercante. Fue comandante del navío María Cristina, de la ruta al oriente. Se cuenta (nota negra en una trayectoria brillante en todo lo demás) que participó en el infame comercio de los nativos de la isla de Pascua para el trabajo en las islas guaneras. En 1862 aprovechó una amnistía y volvió a la Marina de guerra.

Fue destacado al navío Lerzundi con el grado de Teniente segundo. En 1864 viajó a Europa en la misión comandada por Aurelio García y García para la compra de buques de guerra. Regresó como comandante de la "Unión", y resultó apresado en Londres por supuestas faltas al reglamento británico de enrolamiento. Fueron sólo dos días, tras los cuales emprendió el regreso con la recién adquirida embarcación al Callao.

Era el año 1865; en marzo fue ascendido a Capitán de Corbeta por el gobierno de Pezet, y a Capitán de Fragata en julio por el de Diez Canseco. El debate sobre el tratado Vivanco-Pareja había encendido los ánimos y servido de pretexto para que más de un revolucionario se lanzase a la lucha por el poder. Grau se detuvo con la corbeta Unión en Valparaíso; como jefe de un flamante y por ende importante navío debía tomar una posición. Había sido con Vivanco que se lanzó a la política en el ahora lejano 1857; pero apoyar el tratado significaba ignorar a la opinión pública. Su padre, quien moriría ese mismo año, lo alcanzó en Valparaíso para comprometer su apoyo al régimen de Pezet.

La opinión pública consideraba indignante el tratado, puesto que se había negociado cuando las islas guaneras estaban todavía ocupadas por la escuadra española, y porque además la reparación a la bandera nacional no se había estipulado en el mismo tratado, sino sólo en el "protocolo", que no guardaba el mismo estatuto. En la ceremonia del 2 de febrero las banderas peruana y española habían sido saludadas al mismo tiempo, cuando los peruanos exigían que se rehabilitara primero la peruana, ya que correspondía a la nación ofendida. El Perú reconocía también deudas al tesoro español anteriores a la independencia.

Quienes defendían el tratado arguyeron razones pragmáticas de lograr la pronta desocupación de los yacimientos guaneros; los opositores hicieron del asunto de las banderas literalmente su "bandera" de lucha. Grau finalmente se sumó al repudio al tratado. Participó en el combate de Abtao del 7 de febrero de 1866 contra las fuerzas españolas, junto con la escuadra chilena, en la que figuraba Arturo Prat, con quien volvería a enfrentarse en la guerra del 79.

En 1866 sufrió una nueva breve prisión, por sumarse al rechazo a la expedición que el marino norteamericano John Tucker haría a las Filipinas al mando de una escuadra peruana. Grau y otros marinos peruanos consideraron que no podía ponerse la escuadra bajo mando extranjero.

Luis Benjamín Cisneros logró sacarlo de prisión. Grau volvió a la vida civil, tomando el comando del vapor "Puno" de la compañía inglesa de vapores. Asumió además la responsabilidad de un matrimonio. Tenía 33 años cuando levantó el velo de Dolores Cavero Núñez en el Sagrario de la Catedral de Lima. Hasta 1879 procrearon diez hijos, la mayor parte varones. Fueron sus testigos de boda los "ases" de la marina nacional: Aurelio García, Manuel Ferreyros y Lizardo Montero.

Grau volvió en 1868 a la Armada como comandante del monitor "Huáscar". Fue ascendido a Capitán de Navío, pero el cargo se haría efectivo en abril de 1873. En aquella época los militares distinguían entre rangos de "graduado" y "efectivos" (cuando se presentaba plaza). Estaba al mando del monitor cuando estalló la rebelión de los coroneles Gutiérrez. En nombre de la Marina se pronunció contra la intentona golpista; la Marina Nacional proclamó no reconoce "otro caudillo que la Constitución". Este pronunciamiento fue clave para desbaratar el movimiento.

En 1874, cumpliendo órdenes del gobierno de Pardo, capturó el "Talismán", buque donde viajaban los insurrectos pierolistas con su jefe a la cabeza. En 1876 entró al Congreso nacional como diputado del partido Civil por la provincia de Paita; a pesar de ello, en 1877 estaba otra vez al mando del Huáscar, apoyando la sublevación de Piérola contra el gobierno de Prado, ocasión en la que fue perseguido por buques británicos. Un extraño viraje insuficientemente investigado por sus biógrafos.

La rebelión de Piérola fue vencida, pero Grau no fue castigado por su conducta. Lejos de ello se le dio el cargo de Comandante General de la Marina. En abril de 1879 se dio inicio a la guerra con Chile. Grau era comandante del monitor Huáscar, uno de los tres barcos de ese tipo que tenía nuestra Armada. Además se contaba con la fragata "Independencia", la corbeta Unión, la cañonera Pilcomayo y cuatro transportes, uno de ellos el Talismán. La flota chilena disponía de dos modernos acorazados, cada uno de los cuales triplicaba el tonelaje de los monitores, cinco corbetas (algunas, sin embargo, bastante antiguas), una cañonera y diez transportes.

La primera etapa de la guerra del salitre fue ocupada por la campaña naval. La escuadra peruana salió hacia el sur y la chilena en dirección opuesta, hacia el Callao; se cruzaron sin verse en alta mar, lo que permitió a la primera sorprender en Iquique dos navíos chilenos (la corbeta Esmeralda y la cañonera Covadonga), que bloqueaban ese puerto peruano. El 21 de mayo el Huáscar y la Independencia, los buques más poderosos, atacaron los navíos enemigos. La Covadonga, aprovechando su ligereza huyó pegada a la costa, donde la fragata peruana no podría acercarse sin peligro de chocar con el fondo marino; la Esmeralda no consiguió huir y fue atacada por Grau. La corbeta chilena ganó la línea de playa, de modo que el Huáscar no pudo usar la artillería ya que dañaría el puerto. Grau decidió usar entonces el espolón, como en los viejos combates del tiempo de los romanos. La Esmeralda era un barco de madera del tiempo de la independencia y se partiría ante el primer espolonazo.

Los dos primeros intentos no fueron exitosos por las maniobras que el comandante de la Esmeralda, Arturo Prat, ordenó. El tercero dio de lleno a la velocidad de diez millas náuticas, casi la máxima del monitor, en el centro de la corbeta, que de inmediato comenzó a hundirse. El comandante peruano ordenó recoger a los náufragos; se recordó el grito del chileno Uribe: "Viva el Perú generoso". Lamentablemente, la Independencia, al mando del comandante Moore, no tuvo la misma suerte. En el calor de la persecución sobre la pequeña Covadonga, chocó contra un peñasco submarino y se fue a pique.

La historia ha rescatado la carta que Grau enviara a la viuda del comandante de la Esmeralda, Arturo Prat, con las prendas del malogrado marino, y la respuesta de ella: " [...] tengo la conciencia de que el distinguido jefe, que arrostrando el furor de innobles pasiones, sobreexcitadas por la guerra tiene hoy el valor, cuando aún palpitan los recuerdos de Iquique, de asociarse a mi duelo y de poner muy alto el nombre y la conducta de mi esposo en esa jornada, y que tiene aún el más raro valor de desprenderse de un valioso trofeo, poniendo en mis manos una espada que ha cobrado un precio extraordinario por el hecho mismo de no haber sido jamás rendida; un jefe semejante, un corazón tan noble, se habría, estoy segura, interpuesto, a haberlo podido, entre el matador y su víctima, y habría ahorrado un sacrificio tan estéril para su Patria como desastroso para mi corazón."

El Huáscar realizó en los meses siguientes una serie de acciones sorprendentes frente a una escuadra tan poderosa como la chilena. Apresó transportes enemigos, requisó carbón de puertos chilenos y despistó constantemente a los buques chilenos que recorrían la costa en su busca. El congreso ascendió a Grau al grado de Contralmirante el 26 de agosto de 1879.

El primero de octubre de 1879 el Huáscar salió del puerto de Iquique, donde el transporte Rímac había desembarcado tropas bajo su protección, en lo que fue su último zarpe. Apresó una goleta al sur de Huasco y estaba en la costa de Coquimbo, territorio chileno, el día cinco. La marina chilena había cambiado mandos y ordenado su flota en dos divisiones para cazar al ya célebre monitor. Su plan tuvo éxito el ocho de octubre cuando descubrieron al Huáscar en alta mar, frente a Punta Angamos, acompañado de la Unión, en viaje hacia el norte.

Al amanecer del viernes ocho de octubre los vigías del Huáscar habían divisado tres humos como a diez kilómetros de distancia. Hubo la esperanza que fueran transportes, pero su velocidad indicó fatalmente otra cosa; por el noreste se divisaron tres humos más. Estaban cercados. Eran las 9,40 de la mañana; Grau ordenó a la Unión retirarse para distraer la flota enemiga, lo que se logró en parte porque dos corbetas chilenas salieron en su persecución. La Unión fue más rápida y consiguió escapar; el Huáscar en cambio fue encarado por el Cochrane, que con sus poderosos cañones logró perforar el blindaje del casco y la torre de mando. El glorioso comandante Grau murió despedazado. El mando pasó a Elías Aguirre, que también murió. Correspondió el turno al teniente primero Melitón Rodríguez. Caído también él, tocó el mando al teniente Pedro Garezón, quien conversó brevemente con tres oficiales que quedaban vivos y ordenó hundir la nave porque ya se encontraba inmovilizada.

Los maquinistas abrieron las válvulas, pero desperfectos de la maquinaria paralizaron la inmersión, dando tiempo a que llegaran los buques enemigos, abordaran el monitor y detuvieran su hundimiento. La tripulación peruana se vio incapacitada de impedirlo porque carecían de armas útiles en ese momento. La bandera peruana permaneció en el mástil en todo momento. Los cuatro oficiales sobrevivientes se negaron a abandonar el barco hasta que no se encontraran los restos del contralmirante. Finalmente se localizaron una parte de la pierna derecha, el pie del mismo lado, una parte del cráneo y algunos dientes.

Los restos de Grau permanecieron en Chile, en el mausoleo de la familia Viel en Valparaíso, hasta 1890, cuando fueron repatriados. Primero fueron depositados en el mausoleo de Ramón Castilla en el cementerio Presbítero Maestro. En 1908 hallaron su destino final en la Cripta para los Héroes de la Guerra del Pacífico que mandó construir el presidente José Pardo. En 1946 se inauguró el monumento y la plaza que llevan su nombre. Con el correr de los años Grau, gracias a la labor de intelectuales como González Prada, José Gálvez y Jorge Basadre, entre muchos otros, se convirtió en la figura mayor de los héroes nacionales y en símbolo del sacrificio nacional en la guerra del 79.

Autor

  • Carlos Contreras.