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LiteraturaBiografía

Gómez de Avellaneda, Gertrudis (1814-1873).

Poetisa española que nació en Puerto Príncipe, hoy Camagüey (Cuba), en 1814, y murió en Madrid en 1873. A pesar de haber nacido en Cuba que, por otro lado, en aquel momento era colonia española, Gertrudis vivió en España desde los veintidós años y desarrolló aquí toda su actividad literaria. De hecho, se negó a participar en un álbum de poesía cubana alegando no ser merecedora de ello por haber realizado toda su carrera literaria fuera de la isla. Esto le dio más de un disgusto con sus paisanos, que interpretaron como desdén y desprecio la negativa de la autora. Hija de españoles, la joven Tula, nombre con el que se la conoció siempre familiarmente, vio morir a su padre con tan sólo ocho años. La boda de su madre apenas un año después maracaría profundamente a la niña. A partir de esta desgracia infantil, la vida de la autora será un cúmulo de desgracias que, romántica al fin, volcará en poemas, novelas, cartas y varias autobiografías. De estos primeros años en Cuba, sabemos que se formó literariamente con la lectura de abundante literatura francesa y española.

En 1836, viaja a España con su familia. Nada más llegar, toma contacto con las más recientes obras de la literatura española. De esta manera, conoce a los autores románticos con los que no va a tardar en alternar en Madrid. Su belleza y su inteligencia la llevan a ser admirada de forma especial por un mundo literario que se componía casi exclusivamente de hombres. Escribe en los periódicos de Sevilla y Cádiz bajo el seudónimo de La Peregrina. En 1840, estrena en Sevilla su primera obra dramática: Leoncia. Comienza allí mismo su primera novela, Sab, publicada al año siguiente en Madrid. En Sevilla conoce también al joven Ignacio de Cepeda, del que se enamoró apasionadamente y al que dedicó, además de numerosas cartas, una autobiografía en la que pretendía mostrarse tal cual era ante su amado. Como le sucedería con frecuencia a lo largo de su vida, la pasión que puso en esta relación asustó al joven, poco habituado sin duda, a un carácter tan volcánico como el de Tula, dado el papel silencioso al que la sociedad sometía a la mujer. Con todo, cabe pensar desde la perspectiva actual, si el amor posesivo, romántico hasta el extremo, de nuestra autora no resultaría asfixiante por propia naturaleza, al margen del sexo y de la situación social. Para alejarse de la decepción amorosa, viaja a Madrid donde publicará sus Poesías (1840). En el mismo año, será presentada en el Liceo Artístico de Madrid y pasará a formar parte del mundo literario de la capital. El hecho de ser la única mujer en un mundo masculino le creará problemas de convivencia con varios de sus colegas. Con frecuencia se ha dicho que las críticas benévolas a su carácter venían dadas por su condición femenina. Así, la crítica ha hecho especial hincapié en la frase de Bretón de los Herreros:"¡Es mucho hombre esta Tula!", suponiendo en ella una masculinidad implícita que, dadas las circunstancias, nada tenía de particular, puesto que la autora se movía sola en un mundo en el que pocas veces habían tenido cabida las mujeres y cuyos integrantes no estaban en absoluto preparados para tratar con ellas. Por lo demás, el número de tales críticas y lo que de la propia Tula nos ha llegado en cartas y autobiografías hace pensar si no sería, efectivamente, algo cargante por apasionado el carácter de la poetisa a la que, por lo demás, todos admiraban.

De sus amores, desdichados y apasionados, destaca la tempestuosa relación que mantuvo con el poeta y político Gabriel García Tassara, del que tuvo una hija, Brenhilde, que murió a los siete meses de edad. Comenzaron estos amores en 1844, año de su tercera novela, Espantolino, y de su tragedia, Munio Alfonso. Al año siguiente nació la niña y Tassara abandonó a Gertrudis sin querer verlas a ninguna de las dos, ni siquiera en el lecho de muerte de la niña. La desesperada carta que Tula le envió para que acudiera a verla resulta estremecedora.

Al año siguiente, 1846, la autora se casa con Pedro Sabater, jefe político de Madrid (jefe político era en la época el equivalente del actual gobernador civil), que a la sazón, moriría tres meses después de una enfermedad crónica de garganta. Tras pasar una temporada de retiro en un convento, vuelve a la vida literaria de Madrid. Intentará de forma denodada entrar en la Academia sin lograrlo. En 1855, se vuelve a casar, esta vez con Domingo Verdugo, coronel de infantería tres años más joven que ella. Poco había de durar la dicha en este nuevo matrimonio. En 1858, tras un altercado en la calle con uno de los reventadores que habían boicoteado el estreno del drama Los tres amores de Tula, fue gravemente herido y nunca recuperó la salud hasta su muerte en 1863. Los diez años restantes de su vida los dedicó a la literatura, bien que con poco éxito, dado que el Romanticismo no tardó en pasar de moda en España. Murió a consecuencia de la diabetes que padeció en sus últimos años.

Su obra abarca tanto la poesía y la novela como el teatro, pero fue especialmente conocida por su poesía. Su verso se caracteriza por la audacia métrica y por el gusto por la adjetivación colorista. No son obras acabadas y pulidas, sino fruto de un alma romántica y apasionada, lo que les da un ímpetu vital que les confiere interés. De su obra narrativa destacaremos: Guatimozín, último emperador de México (1946) y El cacique de Turmequé (1860). De su obra dramática son dignos de mención, además de los citados, Egilona (1845), Saúl (1849), Errores del corazón (1852), La aventurera (1853), La sonámbula (1854) y Baltasar (1858).

Gerardo Fernández San Emeterio.

Autor

  • ArgentinaG.F.S.E.