A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
LiteraturaBiografía

Gogol, Nikolai Vasilievich (1809-1852).

Literato ruso, nacido en Soróchinsti (Ucrania) en 1809 y muerto en Moscú en 1852.

Relatos

Nacido en el seno de una familia burguesa de pequeños terratenientes, mostró desde muy joven una acusada vocación literaria: editó a su consta el poema Hans Küchelgarten (1829), que pasó inadvertido para los lectores y la crítica. Este primer fracaso literario le inclinó a seguir la carrera burocrática. Pero en 1831, tras la publicación de sus relatos recopilados en Las veladas de Dikanka, dejó de ser funcionario ministerial para aceptar una cátedra de historia en el Instituto pedagógico de San Petersburgo. Un año después, tras la aparición de la segunda parte de Las veladas, su nombre literario ya volaba en lenguas de la fama: Zhukovski y Pushkinse habían hecho eco de estos cuentos del joven Gógol, cuentos basados en leyendas tradicionales de su Ucrania natal. En ellos, un entorno natural envuelve las peripecias de unos personajes sencillos, regidos por la serenidad de su armónica existencia.

En 1835 vieron la luz otras dos colecciones de relatos, Mirgorod y Arabescos. En la primera de ellas (compuesta por cuatro narraciones) aparece la historia de Taras Bulba, uno de los personajes más célebres de Gógol. Ahora, el tono de sus relatos ha cambiado por completo: lejos de la serenidad que envolvía a sus anteriores personajes, los de Mirgorod están llenos de conflictos sociales. En Arabescos -varios ensayos críticos y tres cuentos: La perspectiva Nevski, El diario de un loco y El retrato-, se recoge la turbulenta vida de los ciudadanos petersburgueses, rodeados siempre por la corrupción, la infelicidad y la alienación. La ciudad atormenta a sus pobladores: los trabajadores sufren la presión hostil de la alta burocracia, poderosa maquinaria cuyos imparables engranajes trituran una y mil veces todo lo que cae bajo su férreo control. No es de extrañar que la locura o la muerte sea, en medio de esta hostilidad ambiental, la única escapatoria. En una ampliación posterior, Arabescos incluirá también La nariz y La calesa (publicados en 1836 en la revista El Contemporáneo), y El capote, aparecido por vez primera en 1842.

El capote es un relato extraordinario, tan sobresaliente en la literatura rusa del siglo XIX, que el mismo Dostoievsky aseguró que "todos hemos salido del capote de Gógol". Su protagonista, Akaki Akákievich Bashmachkin, es un mediocre funcionario cuya precaria situación económica le obliga a pasar privaciones para poder adquirir un capote nuevo. Cuando al fin lo consigue, es víctima de un ladrón que se lo arrebata. Bashmachkin muere de frío, no sin antes haber experimentado la vejación de ser ignorado por quienes no hacen nada por recuperar su capote. Su fantasma vaga por las calles de San Petersburgo, robando los capotes de sus inmisericordes convecinos.

Teatro

Aficionado al teatro desde sus prematuras frustraciones literarias, dejó inconclusa una primera comedia (Vladimir de Tercer grado) que luego aprovechó para descomponer en cuadros independientes (La mañana de un hombre de negocios, El proceso, La habitación de los criados y Fragmento). También comenzó a escribir Los novios, que luego reelaboró en El matrimonio y publicó en 1842. Aquel mismo año vio también la luz Los jugadores.

Pero su primer estreno, acaecido en 1836, lo constituyó El inspector (1836), pieza que, como el resto del teatro de Gógol, retoma la tesis de sus mejores relatos: la aberrante vida urbana, dominada por la corrupción del funcionariado y los intereses de los poderosos, es lo que pervierte al ser humano. El hombre se ve obligado a suplantar una vivencia que no le pertenece, pero siempre como víctima de esa sociedad hostil en la que naufraga su existencia. Lo que ocurre en el teatro de Gógol, frente a su prosa, es que este mensaje se presenta a través de artificios humorísticos, con ánimo de corregir las injusticias de la vida a través de la sátira. Por desgracia, pocos espectadores supieron captar esta finalidad censora en la dramaturgia de Gógol: el estreno del El inspector defraudó las expectativas del propio escritor, quien creyó ser consciente de haber sido tomado por un mero autor de teatro festivo.

Novela

A raíz de este "fracaso" en los dominios de Talía, Gógol sufrió una crisis que le impulsó a marcharse al extranjero. Establecido durante un largo período en Roma, se dispuso a escribir la novela que habría de suponer su consagración definitiva, Las almas muertas (1842). Concebida, en un principio, como un largo poema que, a la manera de la Commedia dantesca, habría de estructurarse en tres partes coincidentes con el infierno, el purgatorio y el paraíso, a la postre quedó reducida sólo a la primera de ellas y a varios fragmentos de la segunda (que se han conservado después de que el propio Gógol quisiera destruirlos). La novela constituye un extenso y minucioso fresco del paisaje, los pobladores y las costumbres de su Rusia natal, representada aquí como un territorio infernal donde todo parece haber sido calculado para degradar al ser humano, impidiéndole a toda costa el desarrollo de las virtudes que posee. Pero, más allá de la prosaica realidad de una nación y una época determinadas, Las almas muertas representa toda la mezquindad de la condición humana, sea cual sea el tiempo y el lugar en que se encarne (de hecho, no aparece en todo el texto ni un solo topónimo concreto que permita ubicar en la geografía rusa los hechos narrados).

Paradójicamente, el éxito cosechado con esta novela contribuyó a inclinar el precipicio por el que ya se iba despeñado la frágil salud física y psíquica de su autor; el cual, atormentado por la necesidad de ofrecer en sus mensajes literarios una prédica redentora, renegó de sus escritos anteriores y recopiló su pensamiento religioso, filosófico y literario en Fragmentos selectos de la correspondencia con sus amigos (1846). Esta obra fue mal recibida por quienes habían aclamado su producción anterior, decepcionados por la involución de un autor que había caído en un paroxismo religioso próximo a la demencia. En efecto, Gógol, cada vez más involucrado en un cristianismo ortodoxo, reaccionario y filozarista, emprendió un viaje a Tierra Santa del que regresó sumido en una crisis mística que, rayana en la locura, puso fin a sus quebrantos físicos y a sus zozobras espirituales.

Autor

  • JR.