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Ocio y entretenimientoBiografía

Freg Castro, Luis (1890-1934).

Matador de toros mejicano, nacido en la Ciudad de México el 21 de junio de 1890, y muerto ahogado en el río Palizar, a su paso por el término municipal de Veracruz (México), el 12 de noviembre de 1934. Considerado como uno de los más grandes toreros aztecas de todos los tiempos -con varios triunfos clamorosos tanto en plazas hispanoamericanas como europeas-, fue el hermano mayor de una saga torera compuesta por el también matador de toros Salvador Freg Castro y el malogrado novillero Miguel Freg Castro. Además, fue tío del modesto espada Ricardo Romero Freg, cuyo apellido dio nombre a un vistoso lance de capa de su invención, la fregolina, muy practicado en el toreo mejicano. Es importante tener presente esta última observación, ya que muchos aficionados de ambas orillas del Atlántico -desorientados por ciertos manuales y repertorios taurinos- consideran erróneamente que fue Luis Freg Castro el creador de dicho lance.

El joven Luis sintió una temprana vocación taurina que pronto le arrastró por las pequeñas ferias populares de su entorno geográfico, en busca de alguna oportunidad para ejercitarse en su aprendizaje como novillero. Así, a los dieciocho años de edad consiguió que le dejaran estoquear una res en su ciudad natal (el día 8 de diciembre de 1908), todavía en traje de campo, y al cabo de un año (concretamente, el día 26 de diciembre de 1909) se enfundó su primer terno de luces para atravesar el redondel de la plaza de Mixcoac. Durante esta última campaña había conseguido despertar un inusitado interés entre sus compatriotas, que asistían admirados al derroche de valor -bien es verdad que no muy acompañado de arte y oficio- de que hacía gala Luis Freg en cada una de sus actuaciones ante la cara de un novillo.

Así las cosas, el día 23 de octubre de 1910 cruzó la arena de la plaza de toros de El Toreo para tomar la alternativa que había de ofrecerle su padrino, el coletudo granadino José Moreno del Moral ("Lagartijillo Chico"), quien puso en sus manos los trastos con los que el voluntarioso toricantano trasteó y despachó a un burel criado en las dehesas mejicanas de Peñas Negras.
Cada vez más jaleado por sus compatriotas (quienes, admirados por su derroche de valor, no reparaban en los escasos méritos artísticos de su toreo), pronto se convirtió en una de las figuras descollantes del escalafón mejicano, lo que propició su inmediato viaje hacia el Viejo Continente. Una vez en España, se vistió de luces el día 15 de agosto de 1911 en la localidad cacereña de Plasencia, donde alternó con el diestro madrileño Juan Cecilio Villanueva ("Punteret") para enfrentarse con un encierro procedente de los corrales de Coquilla, pero sin llegar a tomar la alternativa que por aquel entonces se exigía a los espadas procedentes de Ultramar.

Sin embargo, al cabo de diez días sí logró que un diestro doctorado le otorgara la anhelada alternativa española. Tuvo lugar tan solemne ceremonia el día 25 de agosto de 1911, en el céntrico coso de Alcalá de Henares, donde Luis Freg Castro fue apadrinado por el espada madrileño Antonio Boto Recatero ("Regaterín"). Una vez admitido por derecho propio entre los matadores de reses bravas, el valeroso espada mejicano se apresuró a confirmar ante la primera afición del mundo los méritos que le facultaban para pertenecer a tan selecto número de elegidos. Y así, el día 24 de septiembre de aquella misma temporada de 1911 compareció en el redondel de la Villa y Corte dispuesto a confirmar su alternativa, y acompañado en los carteles por el espada madrileño Tomás Fernández Alarcón ("Mazzantinito"), presente en calidad de padrino, y por el ya mencionado Juan Cecilio Villanueva ("Punteret"), que hacía las veces de testigo. Se lidiaron aquella tarde reses marcadas con la divisa de Olea.

En aquella ocasión -como en tantas otras actuaciones prodigadas en suelo español- demostró el valiente Luis Freg que su arrojo era casi temerario, circunstancia que dotaba a su estilo de un tremendismo seco y verdadero, ajeno a los principios más elementales del toreo clásico, pero marcado por una autenticidad que sobrecogía a cuantos lo contemplaban. Bien es verdad que tardó mucho tiempo en pulir sus escasísimas dotes artísticas, y que, cuando logró mejorar algunos detalles técnicos y estéticos, ya estaba demasiado castigado por las astas de los toros, pues su temeridad le ocasionó numerosas cogidas; pero lo cierto es que, durante sus mejores años, fue muy querido y admirado por la afición española e hispanoamericana, que supo agradecer su sincera valentía delante de los toros y llegó a colgarle el remoquete de "Don Valor Freg", en alusión directa a su exagerado arrojo.

Entre las recién mencionadas heridas que sufrió a lo largo de su trayectoria torera, destaca por su gravedad la que le ocasionó una res mejicana de la divisa de San Nicolás Peralta, el día 9 de marzo de 1922, en la plaza de toros de su ciudad natal. La cornada, sobrevenida cuando Luis Freg Castro se disponía a comenzar su faena de muleta al tercer toro de la tarde, hizo temer durante varios días por la vida del arrojado espada.

Poco a poco, cada vez más mermado en sus facultades físicas (debido, fundamentalmente, a la gran cantidad de heridas que le infligieron las reses bravas), Luis Freg Castro fue quedando relegado a los puestos más discretos del escalafón, hasta el punto de que su nombre desapareció de los programas de festejos de las principales ciudades españolas. Intentó reaparecer en la Península Ibérica en 1931, aunque sólo fuera para anunciar su inminente retirada definitiva del toreo, y despedirse de la afición española. Toreó durante aquella campaña tres corridas en Barcelona y otras tres en suelo francés, y a partir de la siguiente temporada decidió concentrar sus actuaciones en territorio hispanoamericano. Así, en 1932 sólo toreó en México, y durante la campaña siguiente amplió su ámbito de actuación hasta Perú, donde su toreo era muy bien recibido (particularmente en Lima).

Lo cierto es que, aunque medio olvidado en España, en tierras de Hispanoamérica se había convertido en una figura de considerable renombre, como lo prueba el hecho de que, en 1930, publicara sus memorias en un diario mejicano. A finales del año de 1934, cuando llevaba cumplidos un número considerable de contratos en México y Perú, sobrevino el fatal accidente que puso fin a su vida. Corría el día 12 de noviembre, cuando la embarcación en la que Luis Freg regresaba de una excursión familiar zozobró y se hundió en el río Palizar, en el estado de Veracruz. En el naufragio perecieron diecinueve personas, entre ellas el malogrado espada.

Autor

  • JR.